miércoles, 30 de mayo de 2018

Verano a la portuguesa, por favor

Publicada 30/05/2018-Infolibre  
El pasado viernes, Mariano Rajoy salió como una hidra en la sala de prensa de la Moncloa para denostar la moción de censura que acababa de presentar el PSOE. Pedro Sánchez solo aspira a ocupar la Presidencia del Gobierno, dijo Rajoy, aparentando estar muy escandalizado. Como si él mismo no ansiara otra cosa que seguir ocupándola a toda costa, pese a no contar con el apoyo de una mayoría absoluta de los españoles y haber obtenido la poltrona gracias a combinaciones parlamentarias, en su caso el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE. Me resulta curioso ver a políticos denunciando a otros políticos por algo que todos tienen en común: el deseo de ejercer el poder lo antes posible.

A Rajoy solo le queda un cartucho, meter miedo a la mucha gente asustadiza, y lo empleó a fondo en esa comparecencia. La moción traerá grandes males a España, auguró con aire sombrío. Como si jamás en la historia de las democracias parlamentarias hubiera cambiado la tonalidad política del Gobierno en plena legislatura. Se ha hecho muchas veces y ningún país ha desaparecido del mapa por ello. Las democracias parlamentarias se llaman así porque gobierna quién cuenta con la confianza de la mayoría de los diputados, una confianza que puede perderse o ganarse. ¿Si no, para que existen las mociones al respecto?

Lo veía venir y sonreí cuando llegó. Al final de su diatriba, Rajoy soltó su argumento supremo: ¡cualquier día veremos a Pedro Sánchez pactando con Puigdemont! Sé que millones de españoles son receptivos a esa monserga. Se ha satanizado tanto a Puigdemont que hasta la mera posibilidad de que un político de Madrid hable con él le resulta insoportable a mucha gente. Pues bien, diré lo que pienso: si Sánchez llega a la Moncloa, ojalá hable, negocie y pacte con Puigdemont. No veo otro modo del salir del delirante bucle de la crisis catalana.

¿Qué otra alternativa existe? ¿Cargarse del todo la autonomía catalana, como quiere Ciudadanos? ¿Meter en la cárcel a todos los independentistas que quepan, como parece soñar algún juez? ¿Bombardear Barcelona, como dice Jiménez Losantos? ¿Terminar de convertir España entera en algo semejante a la Turquía de Erdogan?

Algún día, cuanto antes mejor, un presidente del Gobierno español va a tener que sentarse a dialogar con Puigdemont, Quim Torra, Oriol Junqueras o quien sea. ¿Para qué? Pues para lo que sirve el diálogo entre seres racionales: para buscar una fórmula a medio camino entre los respectivos programas máximos. Ni para ti ni para mí, ni independencia ni mantenimiento de la situación actual, reforma constitucional que no entusiasme ni disguste demasiado a nadie. Parece mentira que esa gente a la que se le llena la boca hablando de la Transición no sepa que su espíritu era el del regateo en largas noches de café y tabaco, y el acuerdo final sobre un precio que no era el propuesto inicialmente por ninguna de las partes. Consenso no es que unos aplasten a otros; consenso es que unos y otros se pongan de acuerdo en una solución que a todos les supone conquistas y renuncias.

Puedo imaginarme a Pedro Sánchez asustado por la posibilidad de que su moción de censura termine necesitando el apoyo de soberanistas vascos y catalanes. Aunque sea gratis, a cambio de ninguna promesa concreta. Pero quiero suponer que se ha decidido a presentarla porque al fin se ha hecho adulto, porque ha aprendido que un líder tiene que hacer lo que tiene que hacer con independencia de que muchos lo pongan a caldo. En esta ocasión crucial, Sánchez no debería buscar luz en los editoriales de los unánimemente conservadores diarios de papel. Debería buscarla en los suyos, en los militantes que le dieron la victoria hace un año frente a la conspiración de los caciques.

Por lo demás, no es la cuestión catalana la principal de mis preocupaciones, algunos de ustedes lo saben. Le desearía la solución que esbocé arriba, pero mucho más me gustaría que, antes de las vacaciones de verano, llegara a la Moncloa alguien que no solo pensara en España, sino también en los españoles. Que se ocupara de arreglar –un poco, tan solo un poco– algunos de nuestros problemas cotidianos. Que blindara la subida anual de las pensiones conforme al IPC. Que aboliera la Ley Mordaza y el Impuesto al Sol. Que comenzara a combatir la precariedad laboral y los bajos salarios. Que paralizara los desahucios. Que restableciera la neutralidad política de RTVE. Que dejara claro en el Código Penal que cuando la mujer dice no es no.

No creo que estos retoques pongan en cuestión el sistema capitalista. Ni tan siquiera alarmarían demasiado a Wall Street, la Comisión Europea y el resto de Amos del Universo. Los portugueses han hecho algunas mejoras sociales bajo su actual Gobierno de izquierdas y, ya lo ven, están de moda, no paran de recibir turistas e inversiones. En este asunto de la moción de censura, me gusta la actitud constructiva de Podemos e Izquierda Unida. Que saliera de la Moncloa el capo de un partido tan corrupto, autoritario e insensible y entrara Sánchez podría suponer un pequeño y necesario respiro para muchos españoles.

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Es una lástima que la moción de censura tenga que tripularla Pedro Sánchez. Un personaje inseguro y veleta, con más ego que sentido de la responsablidad. Que por un cabreo sordo dimitió hasta del acta, como representante del Psoe en el Parlamento  y que por ello ni siquiera tiene la oportunidad de poder debatir y que dejó tirados a quienes lo apoyaban en el "no es no" condenados a pagar una multa de 600 euros por rebelión a la disciplina de partido de la que él se escaqueó, por cierto,, y que sólo se puso las pilas cuando Ábalos, Lastra y el alcalde de Valladolid le sacaron de su madriguera de miedos, victimismo y cabreo sordo infantil para usarle como mascarón de proa de la fragata socialista a punto de hundimiento susanero de gestora retropropulsada. Y que una vez puestas las pilas y apoyado por las bases engatusadas por la epopeya del héroe de Cascorro versión light, muy mucho light, se acomoda en el púlpito y apoya a Rajoy con la abstención para que perpetre el delito de lesa ciudadanía en Catalunya con un desastre morrocotudo, aplicando el 155 con una frivolidad espantosa, y creando unas heridas crueles en los sentimientos catalanes,y haciendo que la minoría del independentismo se convierta en una mayoría descomunal, y todo acompañado de un pánico y una división social que nunca se había manifestado en la España posterior a la Guerra Civil.
Ante esa hecatombe, Sánchez se inclina por mantener la estabilidad de una implacable destrucción democrática, y se desvincula del proyecto socialista republicano, federal y plurinacional, traicionando el alma del propio Psoe y la aspiración de millones de españoles de todas las autonomías, que votaban a ese partido por esas convicciones, cuyo ideario queda bien claro en el texto de "La internacional socialista", hasta con música. 

El problema más importante en este momento para que la moción de censura sea creíble, respetable y eficaz es Pedro Sánchez. Un verdadero marrón para su partido y para la democracia, porque ha dilapidado la confianza de todos y de todas y no se ven trazas de que intente mejorar nada, tal vez porque ni él mismo es consciente de la gravedad del asunto, que al parecer sólo ve como un juego de poder perentorio para llegar a La Moncloa y luego ya se verá. Según viene demostrando, su máxima aspiración es el modo de dar en las narices a quienes dudan de su capacidad. Como si llegar a gobernar per se, significase algo especial, teniendo en cuenta la panda de impresentables, que exceptuando a Suárez, han ido desfilando por ese sillón monclovita de marras y teledirigido por los caciques de siempre, en cuarenta años de política-ficción y besamanos entre vividores y manipuladores manipulados. 

No está el horno para bollos de esa índole. España entera está en un ¡ay!, hecha trizas en sus derechos, libertades  e indignantes humillaciones y abusos constantes por parte de la dichosa casta, que la utiliza constantemente como caja de harramientas, felpudo y peana para afincarse en el poder y como alfombra donde pisar sin riesgos y amontonar basura debajo. 

Todas queremos no sólo un verano sino toda una legislatura a la portuguesa, pero al mismo tiempo, sabemos por la dura realidad que estamos viviendo que el Sánchez que conocemos no es capaz de sacar adelante esa propuesta, si se empecina en "que España no se rompa" a base de concesiones a Rivera y de espaldas a Catalunya y Euzkadi, sin comprender que "la patria" de sus amores no puede estar más rota y en peor estado que ahora mismo y con sus cooperación imprescindible. Precisamente esa ceguera y ese concepto de salvapatrias agonizantes sin remisión, es lo que delata su ineptitud, su falta de visión y la falsedad de su "socialismo" intransigente y facha. Inmaduro y hasta vergonzante. 

Un Sánchez creíble, sensato y responsable nunca habría permitido que Rajoy aún estuviese gobernando. Pero si de verdad quiere arreglar las cosas ahora y que le creamos, debería cambiar de táctica antes de mañana, dejar atrás las amenazas de Rivera y aprovechar que la Izquierda en coalición ( IU,Compromís,Equo y Podemos) aun tiene 72 escaños con los que contar y que los nacionalistas  catalanes y vascos aun no están en la cárcel por 'terrorismo republicano', algo que podría ocurrir en cualquier momento de insania ppeppera si esto sigue como está, gracias al apoyo-manoslibres de genios políticos como Rivera Ibex y Sánchez, el  convidado de piedra.

Con el potencial  de votos y voluntades hay mayoría suficiente para mandar al pp a ese lugar de donde nunca debió salir: a la mierda. La cuestión es si un lechuguino de tal calibre con el añadido de ambicioso para lo suyo en exclusiva, será capaz de una estrategia decisoria tan inteligente, noble, sensata, generosa  y por encima de sus miserables prejuicios, miedos, y miopía cognitiva. That's the question, querido Hamlet...Ganar esa moción significa al mismo tiempo sacrificar el ego partidista en favor del bien común, lo que instantáneamente proporcionaría al sacrificado, el éxito de su misión junto a la confianza y el respeto del electorado y de toda la ciudadanía. Pero existe el riesgo comprobado de que ese resultado sea para Sánchez demasiado arroz para tan poco pollo. También es cierto que a veces hay milagros inexplicables e inesperados.

Ojalá que llueva café en el campo de aquí a mañana. ¡Ojalá!

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