Ayer mismo, por la tarde, tras acabar un taller de debate convocado en el MUVIM de València por la Concejalía de Transparencia ( ya es el tercero de la serie, que empezó con Jesús Cintora, siguió después con Jesús Maraña y continuará con Elisa Beni dentro de dos semanas), charlando muy a gusto con Ana Pardo de Vera, directora de Público, que fue la tercera invitada al ciclo, llegábamos las dos a la misma conclusión: este desbarajuste estatal sólo se puede arreglar desde las bases municipales y comarcales, organizándose desde el sedimento más elemental y más necesario, sobre el que se construye de verdad toda la arquitectura del estado. Sólo desde la cercanía de los ayuntamientos se puede ejercer una pedagogía eficaz, duradera y real. Porque el roce diario hace la empatía, el conocimiento de la realidad que no puede camuflarse en la distancia, en los enredos de la administración a largas cotas, ni en los trámites interminables del estamentos generales, impersonales y extensos, donde se pierde la conciencia de lo tangible.
El ser humano tiene que recuperarse a sí mismo sobre todo cuando durante generaciones,como ha pasado en España, se ha ido convirtiendo en un autómata social y analfabeto político para 'bien' reducido a las clases dominantes y muy mal para el resto del estado. Sólo por este abandono generalizado de siglos y de conciencia se comprende la crisis permanente de nuestra sociedad, que va a golpes de efecto, a saltos de mata, manipulada y teledirigida por el imperio superficial del chascarrillo, de la burla, de la crítica de taberna, de la arrogancia, de las supremacías de lo propio y la humillación de lo ajeno.
Sólo en un país tan espiritualmente desértico e improductivo es posible que sucedan cosas tan desastrosas y tan concatenadas entre sí, a la vez.
El problema catalán desencadenado por el pp y su ataque al Estatut. Crisis económica interminable desencadenada por el dinero exterior, pero prolongada indefinidamente primero por la falta de visión de Zapatero y agrandada ad infinitum por la absoluta incompetencia de Rajoy y sus huestes corruptas apropiándose del estado para expoliarlo, venderlo y llevarse las comisiones.
Las instituciones se derrumban una detrás de otra, la Constitución se queda sin contenidos aplicables, cuando es necesario recurrir a ella sus definiciones no encajan con una realidad tan deforme a acausa de los intereses políticos y financieros que reducen la Carta Magna a una especie de orla inservible que solo recuerda una época de menos oscuridad pero igualmente hueca de valores reales y perdurables en el tiempo, derivando a un pragmatismo exponencialmente demoledor, amoral, deshumanizado y terrible.
El resultado es una cochambre. No sólo los dos viejos partidos políticos que siempre han gobernado se han ido desmoronando y pudriendo por el camino, es que los dos nuevos que han nacido de los escombros están igualmente afectados. Albert Rivera da terror en sus discursos e hipermetropía política hija y heredera del Ibex35, mientras Podemos nos deja en la niebla de su miopía tras haber vendido la piel de la seducción antes de cazar el oso de la sustancia. Ninguno de los dos, en principio, apostó fuertemente por el municipalismo, excepto Podemos, que no tuvo más remedio que conformarse en Común y en Marea, presionado por la sectorialidad y por las bases de IU que componían el mosaico alternativo del nuevo concepto de municipalismo.
En realidad Podemos quería La Moncloa desde el principio, y se llegó a plantear no pesentarse nada más que a las generales, no otro objetivo era su asalto a los cielos, pero la jugada no le salió como estaba previsto y las bases exigieron el asalto a los muncipios como primer paso fundamental para el cambio. Se vio muy claro esa deriva del " a por todas" aquel primero de mayo de 2015, cuando se montó por su cuenta su manifestación particular por otro itinerario, como C's, para no coincidir ni contaminarse con la plebe sindicalista y con las mareas y plataformas del 15M. Ellos no iban a conformarse con las reclamaciones de los demás, iban a poner las suyas por encima de todo. Y así les fue en las elecciones: en las de mayo, municipales y autonómicas se tuvieron que resignar a ser parte de un tripartito si querían pintar algo, y en las de diciembre, generales, ya se vio el percal de no aceptación de la pluralidad si no mandaban ellos por mayoría, mientras ponían las condiciones y sacaban trapos sucios de antaño a un Psoe debilitado y sin fuelle, ante el que se presentaban como herederos, que desconfíaba y temía el sorpasso en vez de verlo como una estupenda oportunidad para cooperar gobernando en la pluralidad de una izquierda democrática riquísima como está sucediendo en Valencia y en Portugal.
Lo hicieron fatal, el Psoe y Podemos, acuál más torpe, dejaron en la cuneta la lucidez y la cordura negociadora de IU y de Compromís, Sánchez ofendido por Iglesias y su arrogante alusión al GAL, en un momento que ya nada tenía que ver con el presente, viró a la derecha, se arrimó a C's y así se acabó la esperanza. Cuando Podemos quiso reaccionar ya era tarde; igual que ahora con el dichoso chalé, la situación se le fue de las manos y de sus perspectivas de hegemonía en un marco donde no es hegemonía lo que urge sino consenso en la diversidad de los iguales en derechos y responsabilidades como representantes. La soberbia y arrogancia imprudente del uno y el orgullo herido y la lucidez bloqueada del otro, -es decir el brote hormonal de la machidumbre-, hicieron de la exigencia ciudadana de gobernar en común, un fracaso rotundo.
¿Qué habría pasado si en vez de Iglesias y Sánchez hubiesen sido mujeres las negociadoras junto a hombres más evolucionados y no dos inmaduros e infatuados mequetrefes colgados de sus egos en pugna? ¿Habría pasado lo mismo entre una Teresa Rodríguez, una Sol Sánchez, un Alberto Garzón, un Maíllo, una Mónica Oltra, un Pérez Tapias, un Ángel Gabilondo o un Joan Baldoví, por ejemplo? Pues seguramente no. Pero claro, en un país de normas ortopédicas y tiesuras ineptas, anti cambios y modificaciones necesarias muchas veces para desatascar situaciones enrarecidas, no se rompen ni alteran los tiempos ni los números ni el turno de llegada al primer puesto, aunque el que haya llegado en primer lugar sea un patoso, un pelanas, un necio o un inútil, se ha investido de jerifalte y ya nadie le baja los humos ni de la peana si él no quiere, aunque las haga de todos los colores.
No hubo en los actores de aquel circo capacidad democrática para valorar las necesidades y circunstancias, que debía tener en cuenta el grupo negociador, en el que Garzón y Baldoví se esforzaron al máximo por arreglar lo que desarreglaban los grandes ausentes: Iglesias y Sánchez. Erejón no dejó nada clara su aportación dontancredística, pero si era el testaferro de Iglesias, estaba claro que sería la voz de su amo, a juzgar por los resultados.
Esa telaraña de absurdos es el vivo retrato de una sociedad idiotizada. Incapaz, en un momento semejante de salir a la calle y acercarse al Congreso lo más posible y no irse de allí hasta conseguir o bien, el acuerdo de un gobierno plural que habíamos votado o la dimisión inmediata de los interfectos por no ser capaces de lograr un acuerdo de gobierno según el mandato popular.
Lo demás no hace falta repasarlo: a falta del roto plural de izquierdas se colocó el descosido de una nueva cagada del pp, en minoría, sí, pero a saco con lo suyo. Estos tinglados continuistas de lo desastroso conocido y experimentado nunca serían posibles en un estado sano, al que no le falten unos cuantos tornillos en el engranaje de la inteligencia común e individual. A ningún político con dos dedos de frente y lúcido se le ocurre preferir una nueva convocatoria electoral donde lo puede perder todo al perder votos por haber defraudado las expectativas del electorado, si tiene la posibilidad de gobernar en común con sus afines ideológicos y más que conseguir el poder absoluto para su sigla, desea de todo corazón que la sociedad resuelva sus problemas más graves, sea con su partido o con otros si son mejores que él y van a aservir mejor a la ciudadanía. Claro que para eso hace falta lo de siempre: conciencia ética y disposición moral, que al parecer en nuestros jóvenes y viejos politicastros -que no políticos- son capacidades inexistentes por completo.
Para colmo de rarezas hispánicas, a aquellos que sí poseen ese tesoro cognitivo y gestor de la decencia inteligente, se les admira como a santos intangibles que no tocan suelo, pero nunca se les vota lo suficiente como para gobernar porque no se les ve "pragmáticos", "realistas", ni suficientemente "malos" ni capaces de cualquier perrería estratégica si da votos para ganar, aunque, paradójicamente, cuando esa calaña de miserables gane, los idiotizados votantes ya saben lo que les espera y lo dan por hecho como cosa natural en la política y en los negocios: chanchullos, corruptelas y miserias, que en cualquier otro país de Europa que no sea España -y tantas veces Italia-, no se entiende, porque allí por haber copiado un trozo de tesis doctoral hace 30 años, se dimite de inmediato y sin que nadie lo exija en cuanto eso sale a la luz. Hay conciencia ética y hábito moral en la conducta, y para quienes no lo tienen, queda la presión de la vergüenza y la humillación públicas de ser una manzana podrida señalada por todos en un cesto de manzanas sanas, es decir, se es y se reconoce uno mismo como responsable de sus actos aunque sean de otro tiempo, el tiempo no devalúa los resultados negativos de lo injusto que cometimos y que no arreglamos en su momento.
Fijáos si España está averiada que estas cosas no se entienden y se consideran exageraciones si un político las reconoce como buenas, recomendables y exigibles tanto en el nivel público como privado. En España no es malo delinquir ni produce el menor remordimiento hacerlo, sino que se sepa que se ha delinquido y se empañe la aureola del glamour personal. Y si el delito es de menor cuantía, o sea si no se ha matado a nadie ni se han robado miles de millones que no se han podido esconder en un altillo o en un paraíso fiscal, se puede seguir gobernando tranquilamente y presidiendo partidos y empresas y bancos, e instituciones, lo mismo que si se ha permitido que otros lo hagan y no se ha hecho nada para que se esclarezcan los hechos, como la misma justicia exonera a la hija de un rey de toda la responsabilidad cómplice con su marido delincuente, y se emprende una persecución contra el juez que lleva el caso por parte de la Fiscalía del Estado, convertida en abogado defensor.
España es una anomalía de tamaño extra súper. Y no darse cuenta de ello y creerse eufóricamente la repera en plan C's a por ellos, es la pescadilla que se muerde la cola. Como no me doy cuenta de qué ni de quién soy no relaciono lo que hago, pienso y digo o lo que dejo de hacer, de pensar y decir, y mucho menos con lo que luego me pasa o les pasa a los demás por mi causa. Es lo que tiene vivir desprovistos de conciencia, que es la aguja y el hilo adecuado que nos permite confeccionar la vida que necesitamos y no la que nos endosan porque carecemos del hilo y de la aguja, y no sabemos qué hacer con la mejor tela de la existencia para vestirnos de humanidad y de inteligencia en vez de hacerlo con los retales mal combinados de prejuicios, tópicos, sambenitos, twits con play, faceboock o fotos de Instagram. Ni las redes más fantásticas ni la tecnología más impresionante pueden jamás sustituir la fuerza, la autoestima, la dignidad y el poder verdadero de SER.
¿Qué puede hacer incluso la mejor política, si los habitantes de un país están atrofiados, aletargados, muertos por dentro, y sólo funcionan como zombis por estímulos-órdenes como robots teledirigidos por sus glándulas, sus hormonas, sus instintos y sus emociones o por los patrones de conducta audiovisual que se han inoculado por medio de una domesticación constante de la mente y de la voluntad, en un goteo imparable y a eso se le llama "educación"? ¿Pensamos nosotros o somos pensados por los medios? ¿Creemos en lo que hemos decidido creer con fundamentos y reflexión o en lo que otros han decidido que debemos creer a base de "seducción"?
Posiblemente a nivel político todos seamos un poco el perro de Paulov. Nos colocan la campanilla al lado mientras nos dan esperanzas y razones que los mismos predicadores no se creen ni hacen pero que cocinan y venden con mucho arte. Luego ya votar solo es cosa de hacer sonar la campanilla aunque no haya comida, la "ilusión" la verá donde no hay y segregará el deseo y los jugos gástricos para digerir un alimento que no existe, pero que el voto eleva a la categoría de realidad ilusoria.
Por eso una sociedad adulta debe comprobar que cuando suene la campanilla la comida política está en el plato y no en el banquillo de los juzgados ni en el himno de Marta Sánchez, ni en los relatos teóricos de quienes no ralacionan lo que piensan y dicen, con lo que hacen.Ni las calamidades que derivan de lo que hacen mal creyendo que es justo.
Por eso es necesario que busquemos unos valores ya descubiertos dentro de nosotros para no perdernos por los mercadillos de las ofertas políticas de ocasión y que los reconozcamos como los originales, que no sean malas copias que engañan. Nos descubrirán lo que llevamos dentro y no serán ellos quienes vengan a camelarnos, seremos nosotros quienes les encontraremos, como Dante encuentra a Virgilio al inicio de la Divina Commedia
Nel mezzo del cammin di nostra vita,
Mi ritrovai per una selva oscura
Chè la diritta via era smarrita...
...Tant'era pieno di sonno a quel punto
che la verace via abbandonai.
Procuremos que el sueño no nos deje fuera de combate, porque entonces vendrán las pesadillas a despertarnos y sufriremos el doble: por la decepción y por los palos que nos darán los de siempre, que no saben hacer otra cosa. El mismo Gallardón lo dijo en su catequesis: gobernar es provocar dolor. A ver si aprendemos a no jugar con fuego.
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