El camión era rojo. Un Leyland. Mi padre era el camionero; yo, el hijo del camionero. Así fueron mis primeras experiencias de trabajo: muchos viajes largos en la cabina como testigo y ayudante de una vida dura. Una vida que enseña a mirar, a pensar, a esperar. Algo que hoy parece contracultural.

Siempre admiré la constancia de mi padre al volante, cargando y descargando mercancía para sacar adelante a una familia con la ayuda de mi madre, en la retaguardia invisible. Aún hoy me resulta imposible leer noticias sobre transportistas y no sentirlas como propias. Tal vez por eso, en mis primeros trabajos ya formales, como periodista, escribí sobre la urgencia de tener una carretera digna que salvara, con seguridad para los conductores, las 68 curvas que llevan a Morella. Esa nueva carretera ya es una realidad. Y el viejo camionero del Leyland pudo verla, aún con vida, seis días antes de su último viaje.

Todo esos recuerdos afloran en momentos como mañana, Primero de Mayo. Tener un empleo es la llave que abre un proyecto de vida libre. También alimenta la confianza, la dignidad y el sentido de la vida en sociedad. Por eso, la gran causa común es crear empleo. Tenemos que prestar el máximo apoyo al desempleado; por decencia. Pero la prioridad es impulsar una atmósfera estable y activa que ayude a generar trabajo. Ser una sociedad de trabajadores. Ese ha sido uno de los grandes avances en estos ocho años: tener a 420.000 ocupados más. Son 150 nuevos empleos creados cada día en la Comunitat Valenciana. Un récord histórico, pero insuficiente. Hay que aspirar al pleno empleo. A crear riqueza para repartir riqueza. No hay otro camino a la prosperidad.

Otra mirada. El titular, de esta semana, me sorprendió: «El estrés o la depresión ya provocan más muertes en el trabajo que las caídas o los choques». La noticia hablaba de infartos, derrames y otras situaciones límite por culpa de condiciones abusivas. Me acordé de Byung Chul Han, el filósofo surcoreano que descubrí hace un par de años. Él habla de la «sociedad del cansancio». Y critica que, en nuestro tiempo, uno se explota a sí mismo figurándose que se está «realizando». Es el neoliberalismo más perverso. Por eso es imprescindible que avancemos en derechos laborales y mañana salgamos a la calle.

#Moment. És de nit. Torne a casa. Com tantes vegades, un repartidor amb bicicleta circula amb presses. No tindrà ni vint anys. Va jugant-se la vida entre els cotxes i els autobussos. Segurament va a repartir un sopar. Una hamburguesa, una pizza, qui sap. L’amo que li mana la feina és un algoritme. Despersonalització absoluta. Quina responsabilitat tenim, cadascú, en la precarietat dels altres?

Uns entre tants. José Gregori Furió fou un pioner de l’empresa familiar que encetà un projecte humil fa quasi cent anys: fer fruits secs. Esta setmana he conegut el seu llegat, a la nova fàbrica d’Alzira. També he visitat Velarte, a Catarroja, el temple de les rosquilletes que fundà Enrique Velarte i que ara dirigeix Amparo Navarro amb una força admirable. A principi de mes vaig estar a Importaco, a Beniparrell, el somni d’aquell visionari de l’empresa alimentària que fou Paco Pons. Els tres van ser pioners d’empreses familiars que hui creen molt de treball. Entrar en elles i sentir la seua olor és com tornar a la infantesa. Com tastar aquella magdalena de Proust. Com tornar a vore un Leyland de color roig.