lunes, 31 de octubre de 2016

Campos de València y un otoño anómalo y primaveral


NTMEP #6 - Ismael Serrano feat. Mariano Rajoy

Estado de desecho


Reflexiones prêt-á-porter





He encontrado en Público el artículo que antecede a este post. Es la entrevista a un filósofo que acaba de publicar un libro más de su repertorio. La filosofía, entre otras muchísimas utilidades, tiene la virtud de ser una buena herramienta terapéutica, pero que también reducida y entendida como simple y a la vez complicado oxímoron comecocos, puede convertirse en un fármaco peligroso y en una tortura íntima y con muy mal pronóstico, como ya describía en la antigüedad  clásica Terencio en su comedia Heautontimoroumenos (El atormentador de sí mismo), según estén las defensas del paciente. Sobre todo cuando éste se automedica filosóficamente a su aire, en plan Alonso Quijano y se pone en riesgo de salida incontinente de pinza a tutiplén.

Por ejemplo, en este caso, que he considerado paradigmático y digno de observación y estudio, para aprender del prójimo lo que nos puede ocurrir si nos perdemos en el bosque de la depresión camuflada de actitud-pose  existencial por el camino de la búsqueda, considerando que 'perderse' es también una forma de encontrarse y llegar a la meta vital de la comprensión e integración del sentido y la existencia -que tantas veces van por libre y divorciadísimos-, no como una etapa más o estado pasajero, sino como el alcanzar y construir algo que aún no está hecho: un nuevo plano experiencial donde nuestras contradicciones integradas en el ser nos humanizan y nos permiten comprender e integrar también las contradicciones del Otro, del nos-otros, algo que es imposible lograr sin integrar paralelamente en uno mismo la propia sustancia contradictoria, siempre cambiante y susceptible de modificarse por la adaptación evolutiva a un medio que puede cambiar también al mismo tiempo que cambiamos y somos factor   de cambio para el entorno social y biológico. 

El equilibrio y la salud racional-física-emotiva, no depende solo de asumir dolores insoportables como normalidad, sino de conseguir un entendimiento entre los tres planos de nuestro sistema vital, donde es imposible cohabitar con todo si las tres naturalezas básicas que somos se llevan a matar entre sí y solo se reconocen en el combate a muerte para que una de las tres se haga con el poder, machaque y silencie a las otras dos. Un descontrol antidemocrático y extremista dentro de uno mismo, que luego se refleja en las conductas e incompatibilidades de lo que el entrevistado llama "politización". Así este pobre y dolorido filósofo que ha somatizado tal penuria -según su relato- durante años y años, ha llegado a la conclusión de que lo único que le alivia es odiar la vida para, inexplicablemente, seguir viviendo. Una contradicción sublimada en norma cotidiana autolesiva. Un suicidio a cámara lenta con el masoquista regodeo de una introspección constante y desconsoladora. Odiar la vida es morir y no sólo en sentido figurado, es un suicidio por goteo. 

Para este tipo de filósofo no hay esperanza por ningún lado. Ni piedad para sí mismo,-seguramente tampoco le quede para los demás- echando pestes del capitalismo salvaje, con su actitud, lo está reivindicando y fortaleciendo constantemente como 'dios todopoderoso' y sistema irreversible, demiurgo factotum al que le está dando todo el poder para quitarle las ganas de vivir y acrecentarle el deseo de exterminio, tal actitud le impide valorar el poder que tiene en su interior completamente autobloqueado por las falacias capitalistas que se han convertido en la factoría de su mal oscuro mediante la odiopatía bolita a bolita, gota a gota. A ese odio original le ha entregado su potencial para la  esperanza de materializar las aspiraciones mejores boicoteándolas ya en su estado inicial. No hay más efectivo boicot para la felicidad que cifrarla en lo que encontramos o no encontramos fuera de nosotros. La felicidad y el bien estar somos nosotros mismos, no está cifrada en lo que nos pasa ni en  lo que poseemos, sino en cómo decidimos vivir libremente lo que nos pasa y gestionar sabiamente lo que tenemos o la carencia de lo que nos falta. 

Creer que la filosofía es una medicina si la mente que la piensa y la emoción que la siente están enfermas de inmadura egopatía gravis, es un error que se suele pagar muy caro, aunque se escriban muchos libros, se den conferencias por todas partes y una vaya por el mundo de timonel ciego para tuertos. Precisamente, tras la extinción de la lucidez en casi todas las tribunas eruditas y, tantas veces vacías de sustancia nutritiva, ese síndrome nihilista camuflado de lagarterana se revela de una inutilidad fastuosa y hueca. Pompa y circunstancia. Como existencialismo sartriano se ha quedado sin fuelle.Como cinismo Lacanista es puro desinfle. Como réplica al vitalismo de Nietzsche y Deleuze, más bien una réplica refunfuñoña sin más.  

Está muy bien usar la filosofía como aspirina del alma dolorida, pero si no no sirve para descubrir las verdaderas causas del dolor...y todo se reduce a lo de siempre: la responsabilidad es del mundo y sus males que nada tienen que ver contigo que eres una pobre víctima del destino cuyo único recurso es el cabreo en vena, y también esa responsabilidad es de 'los otros' que no te permiten crear el mundo ideal para todos según tú, la verdad es que no se avanza en nada más que en una frustración self made cada vez mayor, que tarde o temprano cuaja y se materializa en síntomas y somatizaciones que terminan en enfermedad.

Una cosa es evidente:un mundo enfermo está compuesto por una mayoría de enfermos que se empeñan en modelarlo, cada uno y cada grupo a su imagen y semejanza. Lo primero para sanarse sería reconocer este planeta como un gran hospital globalizado donde los médicos sanos lógicamente son minoría, como en todos los hospitales, y los enfermos multitud. La disparatada particularidad es  que este hospital-manicomio no se reconoce como tal, y no sólo eso, es que los enfermos son los médicos y cada uno tira hacia la importancia máxima de su mal para hacer de su enfermedad el sistema sanitario regulador del centro de "salud". Así es imposible que nadie pueda curarse a no ser que se salga a escape del hospital y pueda ver desde fuera lo que hay y decidir libremente si entrar y que sea lo que dios quiera, como viene sucediendo desde siempre, o tirar para adelante con la responsabilidad de sí mismo y del trozo de sociedad y de mundo que tiene más cerca, pero sin agobiarse,sin desesperarse, sin mesarse los cabellos ni rasgarse las vestiduras, porque además de ser muy desagradable, incómodo e insoportable como modus con-vivendi, es estúpidamente inútil y autodestructivo. Y nada hay autodestructivo que no sea también contagioso en el ánimo y en la salud colectiva.

Hay una cosa interesante en las respuestas del filósofo: que por lo menos vislumbra la diferencia entre objetivo y subjetivo, aunque de momento, al menos en su conversación, no quede muy clara esa diferencia, pero como cita queda muy bien. Lo que se percibe, precisamente, en su discurso es lo contrario, que su subjetividad condiciona tan por completo la visión objetiva del conjunto y le impide la objetividad, hasta describir e identificar nada  menos que el 15M según sus estados de ánimo y descalificar la riqueza sectorial del movimiento social y político porque se le preguntaba cuando llegaba, y justamente, para hacer práctico el trabajo, en qué sector asambleario le interesaría participar en cada jornada, como si la posibilidad de hacerlo en concreto y cada vez en un sector e interesarse por todos, si así le apetecía, fuese una limitación a su libertad o una aporía irresoluble que hiciese  incompatible absolutamente la dedicación a un tema particular con la capacidad catártica de la indignación anónima y plural como motor legítimo de las tareas en común. A veces es tan fácil perder el oremus, que hasta parece que no sólo no se ha perdido sino que se tuviese en propiedad por oposición como los funcionarios. Y luego estas mismas actitudes son las que critican la dinámica sectaria y dogmática de los partidos políticos que también manipulan la indignación y la convierten en el remake del código de Hammurabi. En fin...

Es muy lícito escribir libros contando las peripecias personales más oscuras, tristes, desanimantes, desesperadas y tenebrosas, por supuesto, lo que no parece muy sano ni muy ético ni liberador de conciencias como mejora de la salud social es utilizar al prójimo como sofá del psicólogo y bolsa be basura psicoemotiva y marcarse un psicoanálisis volcando sobre el lector las miserias íntimas que no se saben reciclar y cobrando por hacerlo en vez de pagar a un especialista. 

Es cierto que la cúpula y aparato de Podemos se basan en el cinismo pseudopolítico para manipular poder, pero también es cierto que no todo Podemos es esa cúpula y que la parte de 15M y anticapitalistas que cooperan  en ese partido sigue siendo sana y limpia de intenciones y logros, y que desde concejalías, alcaldías, diputaciones y CCAA, lo mismo que la CUP y los movimientos territoriales, están haciendo como ciudadanía por el cambio mucho más que filósofos como éste, que incapaces de aclararse con su propia historia y mirando su enorme ombligo son como aquel personaje de la parábola evangélica que por miedo a perder un pequeño capital y no invertirlo para hacerlo crecer,  lo acaba perdiendo. 

La terapia más eficaz para curarse de los propios yuyus y patologías no es solo hurgar sine die en la alcantarilla propia, porque siempre se encontrarán motivos para el ensimismamiento, la huida hacia la nada y la neurosis correspondiente a tal estado patológicamente centrípeto, sino sobre todo comenzar a olvidarla y ver más lejos, más allá de nuestras pobrezas y limitaciones, especialmente cuando te haces consciente de que hay miles de personas en tu ciudad, en tu barrio y hasta en tu calle, y  puede que hasta e en tu propia casa, que sufren mucho más que tú, que hay peña sin techo, sin trabajo y sin tierra que pisar bajo sus pies, problemas de dimensiones globales que no resolverás ni tú ni el partido más implicado y capaz, pero que sí podrás atender, escuchar, compartir, co-gestionar lo cotidiano, acompañar, ofrecer un poco de tu tiempo y de tu espacio, de tu empatía si la tienes (y si no ¿qué mejor ocasión para desarrollarla?) y de lo que te sobra, para que crezca la humanidad y el cariño fraterno entre sus miembros, además de ser un deber solidario, también sería un regalo: la terapia más eficaz para tu cansancio crónico, Santiago, filósofo. El verdadero sentido y función de la filosofía es descubrir la fuerza inagotable y taumatúrgica del amor. Más allá del eros, y un poco más alto que la philía: el ágapè. El amor que compartiendo el mismo espacio, el mismo tiempo y el mismo interés alimenta y nutre, con-vive,con-voca,com-parte. El Banquete, nos diría Platón sin dudar, si anduviera por twitter. Si se quiere vivir algo de verdad interesante no hay nada más adecuado y que enganche a tanta hondura.
Te puedo asegurar, por experiencia directa, que el ágapè hace prodigios. Su primer milagro es ayudarnos a mandar a paseo a nuestro ego controlador, juez implacable, puñetero tiquismiquis imposible de contentar con nada, barrera obtusa para la eudaimonía, y maníaco hegemónico universal, el origen de todos nuestros males y disturbios.
Ah, y si además de ese tratamiento, te vas a disfrutar tus libros a los parques, al campo o junto  al mar, y cuidas algunas plantas cada día, sanación asegurada.

Te puede confirmar todo esto un autor como Dominique Lapierre. Hace la tira de años le desahuciaron por un cáncer galopante, y en vez de hundirse y envenenarse con fármacos letales, dejó todo y se fue a la India con la decisión de morir de pie atendiendo en los suburbios de Calcuta a los que estaban mucho peor que él. A los seis meses volvió a Francia, fue al médico y no había ni rastro del cáncer. Su siguiente libro se tituló La Ciudad de la Alegría. Y su vida dio un giro copernicano. Pero, claro, primero abandonó el hospital del egoísmo globalizado y en él a su ego enfermo de sí mismo.

Salud y República!

“La CUP es tragicómica y Podemos, directamente, cínico”. Y tú¿cómo te ves?¿acaso te ves?


<p>Retrato del filósofo Santiago López Petit.</p>
Retrato del filósofo Santiago López Petit.
Jordi Borràs. 
Joan Carbonell 
(Público) 30 de Octubre de 2016


Santiago López Petit (Barcelona, 1950) es un filósofo que toma una posición clara, honesta y profundamente radical ante la vida y la política. ¿Cómo se puede impugnar la realidad? ¿Qué significa "querer vivir"? ¿Cómo se traducen estos planteamientos en prácticas políticas concretas? Profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona, sus clases eran un refugio para militantes y activistas de la izquierda de la izquierda, cuando ser anticapitalista no estaba de moda. Por sus clases han pasado muchos protagonistas de la "nueva política". Hablamos con él de filosofía, del 15-M y los nuevos partidos, entre otras cuestiones.
Algunos analistas políticos, como Enric Juliana, dicen que vivimos tiempos interesantes. ¿Qué piensa?
El concepto 'tiempos interesantes' aplicado aquí no me parece muy adecuado. ¿Para quién son interesantes? ¿Por qué son interesantes? De hecho, te ponen en la situación de espectador. Es cierto que parece que se ha terminado la huelga de los acontecimientos y que pasan muchas cosas. Pero la pregunta entonces sería hasta qué punto los acontecimientos son portadores de una novedad radical, hasta qué punto vienen cargados de futuro. Yo tengo una sensación dividida. Hay momentos en que pienso que sí, que realmente son momentos históricos, que el bipartidismo en España está hundiéndose, que la gente está organizada en todas partes y, por ejemplo, hay más ateneos, más interés por la cultura.
Pero, por otra parte, desde otro punto de vista, tengo la impresión de que no es así; que estoy viviendo, al igual que otros miembros de mi generación, la repetición de una historia ya conocida, de un teatro, de una comedia que realmente no abre espacios posibles, sino que repite una historia ya sabida, un mero cambio de élites. Estoy con un pie a cada lado. De hecho, el proverbio chino que dice "¡Que vivas tiempos interesantes!" es una maldición. Quiere decir que vivas tiempos problemáticos. En este sentido, desde mi punto de vista, ojalá viviéramos tiempos problemáticos. Tiempos que nos permitieran  ir al fondo de las cuestiones esenciales.
Dice que estamos ante una comedia que se repite. Hablemos de su trayectoria. Comenzó a militar políticamente en los años setenta.
Yo estudiaba Químicas en la Universidad de Barcelona y un día vino a la facultad el militante autónomo José Antonio Díaz Valcárcel a dar una conferencia sobre el Primero de Mayo. Su discurso era completamente diferente del que conocíamos. En ese momento había grupos trotskistas, pro-chinos o Bandera Roja, que representaban la izquierda tradicional, más o menos heterodoxa. En realidad defendían el mismo partido leninista de siempre concebido por Lenin en su libro ¿Qué hacer?. Aunque bajo versiones diferentes se trataba de una estructura jerárquica y verticalista hacia dentro. Mientras que hacia fuera la estructura jerárquica se ejercía sobre  la clase trabajadora que permanecía  sometida al partido, el partido al comité central, y, finalmente, éste al líder. José Antonio Díaz Valcárcel me enseñó que había en Barcelona otras formas de organización, asamblearias y autoorganizadas. Mi entrada en la política fue apoyando este tipo de movimiento que no era la izquierda hegemónica.
En el libro Crítica de la izquierda autoritaria en Cataluña, ahora reeditado y actualizado, explica que fueron las prácticas y las formas de organización de las formaciones leninistas las que les hicieron buscar otras formas de militancia. ¿Cuál era la problemática?
La idea central del libro era desmitificar el modelo leninista que antes he comentado. No lo queríamos hacer oponiéndolo a otra tradición como, por ejemplo, el anarquismo, y entrar así en una discusión de libros, sino mostrando, por ejemplo, cuál era el valor de la teoría política dentro de las organizaciones: la gente creía que tú participabas en una organización política si estabas de acuerdo con su programa político,  con su concepción de la sociedad futura. Nosotros, fruto de la experiencia personal y de los testimonios recogidos, llegábamos a la conclusión de que la gente participaba en una organización concreta por afinidades personales, por proximidad e incluso por cuestiones amorosas.
Desmontamos unas grandes verdades fetiches. La clandestinidad era la gran excusa para estas élites para controlar la organización, ya que incomunicaba las células y sólo los dirigentes conocían toda la información y no permitían hacer grandes asambleas. De esta manera, cortaban la comunicación interna y separaban a intelectuales y obreros para evitarse problemas. El papel del líder era clave. Y, por ejemplo, describimos detalladamente como el líder intelectual utilizaba al líder obrero para llegar a las masas. Lo que nos movió era una idea que sigue siendo válida ahora: los medios que utilizas para alcanzar una sociedad diferente deben estar prefigurados ya en esta sociedad. El núcleo del pensamiento dialéctico lo afirma de la siguiente manera: si quieres llegar a una sociedad libre, debes ser libre ya antes. Con un partido leninista, esto era imposible.
¿Podríamos decir que fuerzas como Podemos siguen una estrategia leninista?
En cierto modo, sí. La nueva política ha puesto otra vez en el centro la idea de la dirección política. El partido leninista pone en primer plano la necesidad de dirigir políticamente a las masas, los trabajadores; ahora dirán la gente decente. Se trata siempre de una idea de dirección política externa al mismo movimiento. Esta dirección siempre implicará la creación de una  burocracia. El grupo Socialismo o Barbarie en Francia mostró muy bien que  una de las principales consecuencias de este modelo consiste en separar dirigentes de dirigidos, en definitiva, los que piensan de los que meramente ejecutan.
¿Qué papel tuvo la izquierda autoritaria en la Transición?
Creo que no vale la pena perder mucho tiempo criticando la Transición. Durante años éramos muy pocos los que la criticábamos, y ahora, de repente, son muchos los que  atribuyen a la Transición ser la fuente de todos los males. Recuerdo hace un par de años el sociólogo Salvador Giner criticando la Transición en una conferencia donde también estaba Pasqual Maragall, cuando son gente que participó en todo esto. La Transición es muy fácil de explicar: en un momento determinado, la fracción del capital inteligente se da cuenta de que la dictadura no les sirve y es débil. La naturaleza represiva de la dictadura politizaba cualquier acto, cualquier reivindicación.
Por ejemplo, recuerdo cómo la lucha por un semáforo en Hospitalet derivó en un problema de orden público. Como estructura política era inservible, ya que, en lugar de apaciguar, multiplicaba los conflictos. Y, en un momento dado y ya en plena dictadura, los sectores reformistas del capital que perciben la dictadura como un obstáculo se encuentran con el reformismo obrero. Y ambos reformismos se encuentran en contra de lo que se les escapaba, lo que podemos llamar movimiento autónomo, o autonomía obrera. En la Transición hubo más conflictos que durante la Revolución Rusa. Es impensable para la gente joven de ahora comprender lo que sucedió en aquella etapa de nuestra historia: conflictos permanentes en las fábricas, en las universidades, en los barrios, en todas partes. Había un contrapoder difuso que se extendía, y había que acabar con él. Los Pactos de la Moncloa, el pacto social, son la escenificación de este encuentro entre los dos reformismos. No es una cuestión de traición, no se debe personalizar este proceso.
Hay muchos que cambian de chaqueta; pero, si hubiera sido sólo una cuestión de traición, el movimiento habría continuado hacia adelante y la derrota no se habría planteado como victoria, que es lo que ha acabado ocurriendo. La clase trabajadora entendió en un momento dado que ante ella se abría un abismo, y prefirió dar un paso atrás: convertirse en un grupo de presión dentro del mismo sistema. Pronto pagaríamos cara nuestra derrota, y el neoliberalismo comenzó la progresiva desarticulación política, económica y social de la clase trabajadora. Cuando un joven hoy va a buscar trabajo y se encuentra la situación actual de precariedad y de explotación es porque hace muchos años, cuando aún no había nacido, perdimos.
¿Cuál sería el momento concreto en que se da esta desarticulación, esta derrota?
Depende de cada país. En Italia en 1977, tal y como explicó Nanni Balestrini, 30.000 personas pasan por la cárcel. Esto marca un antes y un después. En París, con los acuerdos de Grenelle, los trabajadores aceptan unos aumentos salariales elevados y la tranquilidad vuelve a las fábricas. En el caso de España, podemos decir que los Pactos de la Moncloa suponen el momento en que se saca la política de la fábrica y se lleva al Parlamento. Es la institucionalización de la rendición. En el caso de España, me gusta hacer un punto de autocrítica. Nos faltó inteligencia para verlo: estábamos tan metidos dentro de esta ola intentando llevar más allá el movimiento autónomo que quizás, si lo hubiéramos visto más claro .. Bueno, tampoco sé que habríamos hecho. Prepararnos mejor para lo que venía. Acumular fuerzas para detener la humillación que se avecinaba. Intentamos empujar un movimiento en el que creíamos lo más lejos posible.
La derrota de la clase obrera, y de todo lo que representaba, no se ha explicado aquí. Quizás aquí nos ha faltado esa mirada.
Nosotros desde Espai en Blanc, a posteriori, hemos hecho una película, Autonomía Obrera. Unos amigos hicieron Setenta y dos horas, pero poco más. Nos faltó inteligencia para prever el ataque neoliberal. Cuando desde el movimiento autónomo veíamos como la clase trabajadora, en cierta medida, retrocedía, algunos entraron en Herri Batasuna, otros entramos en la CNT ... Hubo como una especie de explosión. Yo mismo entré en la CNT, no siendo anarcosindicalista de tradición, pensando que mediante esta estructura histórica renovada se podía alargar un poco un ciclo de luchas que se estaba agotando.
También hubo quien pasó al PSC. Quizás fueron estos gestos los que hicieron que la balanza fuera decantándose y que el movimiento obrero se desmovilice.
Es difícil precisarlo. Los hechos de Vitoria, con todos los muertos que se produjeron, no generaron una gran huelga de protesta. En ese momento, una serie de gente tuvimos la tentación de la lucha armada, nos aproximamos a ella, la observamos y vimos que íbamos a que nos matasen y desestimamos esa opción. Y otros, en el mismo momento, apostaban por entrar en el PSC y hacer una tendencia autogestionaria dentro. Algunos de este sector llegaron a asumir responsabilidades políticas importantes, como Enric Truñó, compañero mío del sector químico que terminó como concejal del PSC organizando los Juegos del 92. No sé lo que te lleva a decidir qué camino tomar. No es el hecho de ser más o menos radical. En el sector autónomo hubo un grupo pequeño de gente que creyó de buena fe que se podía hacer algo entrando en el PSC. Y en el famoso mitin de este partido en el Palacio de Deportes hablaron de anticapitalismo y de autogestión. Progresivamente fueron a parar hacia el final de la lista electoral hasta que desaparecieron. Personas de este sector se dejaron deslumbrar: te daban una tribuna, reconocimiento público de todo tu pasado... De no tomar esta opción, quedabas arrinconado, como yo. La filosofía es lo que me salvó, ya que pude pensar filosóficamente todo lo que había pasado. Había creído que cambiaríamos el mundo, y de repente, estaba solo en casa. Y comenzó una larga travesía de soledad.
Centrémonos en esta travesía. En los ochenta es muy dura, en los noventa se dulcifica un poco con la okupación y el zapatismo.
Es un periodo largo de soledad amarga. Pero a la vez los autónomos teníamos la dolorosa satisfacción de ver que nuestra crítica a la izquierda autoritaria y hegemónica se había corroborado: la gente deja las organizaciones, se hunden los partidos, las asociaciones de vecinos permanecen pero ya como simples tentáculos de las instituciones. Es una victoria desde el punto de vista del análisis, pero personalmente amarga. En 1994, con el zapatismo, surgen nuevas formas de hacer política. Después se irán acumulando diferentes ciclos de movilizaciones: la okupación, la antiglobalización, el movimiento contra la guerra de Irak. Resumiendo, creo que la novedad en la forma de hacer política es que, por unos momentos, no se tiene en cuenta la correlación de fuerzas. Las luchas de estos ciclos pasan a ejercer un desafío directo, a poner el cuerpo. Un ejemplo son las contracumbres de la década de los 2000 y su determinación radical de imposibilitar la celebración de la cumbre. El discurso podía ser un poco humanista pero la práctica era absolutamente radical.
Hay quien diría que esto era sólo el comienzo de un proceso político más largo que evolucionará hacia la correlación de fuerzas.
Tomando el caso del 15-M, se ve muy bien eso que estás diciendo, ya que representa esta nueva manera de hacer política que consiste en interrumpir la vida cotidiana y decir basta. En este caso, se hizo desde la inteligencia colectiva y con la convicción de que el espacio puede ser una palanca. Ocupar una plaza es usar el espacio para poder expresar el malestar. El gesto radical de la ocupación de la plaza abre un espacio del anonimato. Me interesa remarcar que se trata de un espacio del anonimato, ya que esto es lo que se ha ido perdiendo con la "nueva política".
En las plazas no íbamos ni como trabajadores ni como ciudadanos; íbamos como singularidades. Como un cuerpo que decía: no quiero más eso, quiero vivir. En este sentido, hablo de una política diferente. Una política que significaba poner el cuerpo. El espacio del anonimato era el lugar donde se tomaba la palabra y se perdía el miedo. ¿Qué pasó? Porque yo soy el primero en reconocer el límite de este gesto radical. ¿Por qué la politización de la existencia que se dio allí se detiene? Es complicado contestar. Creo que la respuesta es que el 15-M y este tipo de politización de la vida, de la existencia, es demasiado romántico. En el 15-M nos faltó más rabia y más estrategia.
Desde la nueva política lo que se ha hecho es traducir en términos políticos el 15-M, pero este ya era político.
Como antes he dicho, aquí tampoco es un problema de traición. Es evidente que había gente interesada en traducir políticamente la fuerza del anonimato que se les escapaba. Pero también es verdad que el 15-M se convirtió en un espejo de la misma sociedad. Un hecho que lo muestra claramente es un día que llegué a la plaza de Cataluña y había una mesa en la entrada donde te preguntaban dónde querías ir según tus intereses: economía, ecología, espiritualidad... Esto es lo que nos hundió. Es decir, convertir en temas lo que era un grito colectivo. De repente, ya no sabíamos por qué estábamos allí, lo habíamos convertido en temas que expertos serían los que los tratarían. De hecho, la nueva política no es más que una nueva forma de tematizar, y por tanto de apropiarse, de lo que inicialmente era un grito colectivo.
¿Cree que era posible que con esa estructura se pudiera ir más allá?
Una de las frases centrales del 15-M era aquella de "Vamos despacio porque vamos lejos", y esto significaba una relación diferente con la política. Significaba la politización de la existencia. ¿Cómo se podía sostener este grito? Creo que sólo construyendo una posición en un campo de guerra. El problema es que construirla es sobre todo una apuesta colectiva. ¿Cómo se pueden mantener abiertos los espacios del anonimato?
Es muy difícil porque estamos en una sociedad capitalista, porque tenemos familia, porque a las 12 de la noche se acababa el metro, porque los que teníamos hijos teníamos que regresar a casa, etc. No puedes estar siempre militando activamente todas las horas del día. Por otro lado, éramos muy pocos. Cuando bajabas al metro, veías otra ciudad. La respuesta a tu pregunta sería: el espacio del anonimato, el gesto radical que son la expresión del querer vivir. No sé cómo se puede mantener este grito, sinceramente. Puedo decir grandes frases, pero de hecho a mí mismo, si me hicieran ir cada día a una asamblea de vecinos aquí en el barrio, no sé si iría. Seguramente preferiría quedarme en casa leyendo un libro.
En el caso de Cataluña, a la nueva política se añade el crecimiento del independentismo. Se pasa de la proclama de "lo queremos todo" a aceptar la política institucional como herramienta para gestionar la vida y la realidad.
El 15-M, la ocupación de las plazas, abre un vacío. Es un periodo de experimentación política y vital, pero no sabemos mantener abierto este espacio. Este vacío que se crea será llenado por dos discursos tradicionales, la nueva política y el independentismo, que plantearán una politización desde el Estado. Traducir en el lenguaje político lo que se escapaba: la fuerza del anonimato, el gesto desafiante, etc. En el caso de la nueva política, es más interesante lo que sucede. La nueva política se engaña y nos engaña porque presupone la autonomía de lo político. Y no es así. El subsistema político, con su código gobierno/oposición, no tiene autonomía respecto a una realidad que se ha hecho plenamente capitalista.
¿Cómo ha visto la emergencia de fuerzas políticas nuevas, como Podemos, o no tan nuevas, como la CUP?
La CUP es tragicómica, y Podemos, directamente, cínico. La CUP está atravesada por una tragedia como tal: que si se institucionaliza, que si unas gotas de anticapitalismo... Asimismo es una comedia como vimos en la asamblea aquella donde empataron para decidir el futuro político de Artur Mas. Pero en el caso de Podemos ya es falsedad. Tiene una concepción de la política patética y autoritaria. Cree que todo pasa en el discurso, y que basta con un buen relato para ganar cuotas de mercado. Es una mezcla de Lacan y de posmodernismo francés.
No me dan ninguna pena ahora que parecen perdidos. Con Podemos, el gesto radical termina en pura gesticulación. Es el espacio del oportunismo y del cinismo. En la CUP todavía hay algo de verdad. En cuanto a los otros, no son creíbles. Un día, hablando con Raimundo Viejo [ahora diputado en el Congreso de En Común Podem], le dije: "Vosotros no tendréis tiempo de traicionarnos porque todo pasa demasiado deprisa, todo se quema demasiado deprisa. A vosotros os dan espacio para crear más confusión, desanimar a la gente y ya está". Él me contestó: "Totalmente de acuerdo. Preparemos juntos el fracaso". Pero no nos hemos visto más.
¿Y no se puede hacer nada?
Al final del prólogo del libro planteo algo que creo que todavía es válido. En un momento determinado se puede optar por dar un paso adelante y decidir pactar con el PSC, en el caso de BComú, o con CDC, en el caso de la CUP, o bien se puede parar y afirmar públicamente que no hay nada que hacer. En otras palabras: hacer una interpelación colectiva. Esta interrupción, esta toma de posición, dentro del mismo sistema político es impensable. Llegar a este punto sería el que daría verdad a una práctica política. Tsipras era querido por todos y ahora es un maldito que nadie quiere en un mitin. ¿Por qué? Pues porque ha mostrado que no hay nada que hacer. Ha mostrado que el margen para otra política no es posible. Es en este sentido que digo que nos engañan y se engañan.
Con la globalización la política de Estado es la gubernamentalidad neoliberal y dentro de esta no hay espacio para otra cosa. La frase de Margaret Thatcher "No hay alternativa" es asquerosamente cierta. Pero en este punto, asumiendo esta profunda derrota, quizás podría comenzar algo. Y aquí es donde no se quiere llegar nunca. Barcelona en Común no puede intervenir realmente en el puerto de la ciudad por los límites competenciales y los fuertes intereses que operan allí, ni tampoco pueden tocar la Guardia Urbana cuyo pasado no es muy esplendoroso. Ante esto, ¿qué hacemos? Para mí, la posición sería quememos las naves y avancemos hacia adelante. Eso es lo que dije a Raimundo Viejo. A mí, y a mucha más gente, nos encontraréis entonces. Pero engañarnos, hacer "como si"... eso no.
Parece que el poder tiene una dinámica fagocitadora. ¿Cómo se puede superar?
Me gusta decir que nos encontramos ante un impasse que tendría una cara objetiva y una cara subjetiva. La cara objetiva nos dice que lo que es políticamente factible no cambia nada y las acciones que podrían conseguir hacer cambios verdaderos son políticamente impensables. Creo que una nueva izquierda debería admitir esto como punto de partida. Este impasse no debe tomarse como un límite infranqueable, como un final, sino como un límite a superar. La cara subjetiva sería la existencia de hiato profundo entre el destino personal y el destino colectivo. Hoy difícilmente alguien piensa que colectivamente podrá resolver sus propios problemas laborales. Cada uno se busca la vida como puede.
¿Y cómo se puede salir de este bloqueo?
Salir del impasse sólo es posible atravesándolo. Se trata de llevar hasta sus últimas consecuencias el sentimiento de que no puedes más. Una manera de atravesarlo sería introduciendo el verbo 'politizar'. Así como Carl Schmitt en un momento determinado plantea pasar de la política a lo político. Creo que sería productivo pasar de lo político a la politización. Politizar puede ser desde reivindicar la transparencia en Internet hasta cuestionarse la industria alimentaria, etc. Conjugar el verbo politizar abre todo un abanico de posibilidades. Creo que en este punto es donde se puede intentar ir un poco más allá. La política mediatiza, representa, juega con la oportunidad, mientras que la politización es imprevisible, articula, despliega un espacio de posibles e implica un giro subjetivo. Es lo que te decía de las dos dimensiones del querer vivir: una nueva política debe tener una dimensión colectiva y una dimensión personal. La idea de politización permite, en cierto modo, vincular estas dos dimensiones.
Barcelona en Común, Podemos o la CUP aceptan también esta doble dimensión de lo personal y de lo colectivo.
Creo que la discusión es qué relación hay entre hacer política y politizar como verbo. Politizar tiene unos límites, cuando hemos hablado del 15-M, lo hemos visto. Politizar deja a un lado la cuestión de la decisión. Hacer política es otra cosa. Aún más: muchas veces hacer política se opone a politizar porque politizar abre unos espacios imprevistos, desencadena dinámicas que se escapan. En este sentido, pienso que esta travesía del impasse tiene que ver con un giro subjetivo que pone la politización de la existencia en el centro pero siempre con el interrogante que nos dice "¿En algún momento se ha de hacer política? ¿Es suficiente una práctica colectiva de la politización?". Una manera de entender este giro subjetivo consiste en abandonar la política, y conjugar el verbo politizar con todo lo que implica y a pesar de todas las dificultades. Obviamente con ello sé que abro más problemas. Pero el otro camino...
En sus libros defiende el concepto de odio libre: "Hay que odiar la vida". Es una afirmación muy fuerte que no aparece nunca en los medios ni en los libros de autoayuda.
El trabajo, que era la forma de control político por excelencia, hoy se ha transformado en la obligación de tener una vida. Esta obligación la llamo la movilización global. Es la que organiza la existencia dentro de este vientre de la bestia. Dentro de la movilización global, vivir es tener una vida, cargar con una vida, hacer de uno mismo un yo marca. Películas como El club de la lucha representan muy bien esta realidad. El querer vivir está capturado dentro de esta máquina de movilización. Todo lo que he intentado durante 40 años es hacer del querer vivir un desafío que para mí sería la apertura hacia otra manera de hacer política, aunque no solamente. Para hacer del querer vivir un desafío, tenemos que salir de esta movilización en la que estamos metidos y a la que llamamos vida.
Vivir no consiste en tener el mejor curriculum vitae pegado en culo. ¿Cómo podemos salir de esto? Durante algún tiempo pensé que el odio, un odio libre, podía ser la manera de salir de ella. Tú sólo puedes hacer de tu querer vivir un desafío si una pasión fuerte expulsa tu miedo. Esta pasión es el odio. Hablo del odio a la vida que tienes. Si tú no odias a fondo tu propia vida, no la cambiarás nunca. Hay un odio que libera. Si odio la vida, levanto una línea que separa lo que quiero vivir de lo que no quiero vivir. Cuando tuve que plantearme la cuestión de la enfermedad, introduje la idea de anomalía. En el momento en que la enfermedad se hizo más fuerte sobre mí, tuve que plantearme más radicalmente el odio a la vida. Fue cuando empecé a hablar de la noche.
Sufre una enfermedad difícil de diagnosticar, el síndrome de fatiga crónica. ¿Cómo afecta a su pensamiento?
Con el paso de los años, la enfermedad que padezco se fue haciendo cada vez más fuerte.  Llegó un momento en el que la idea que me había movido a estudiar filosofía, y que era "¿Qué quiere decir querer vivir?" , se convirtió directamente en una necesidad vital. Me preguntaba "¿Por qué sigo vivo?". Y "¿Qué es el querer vivir?". Fue en ese momento cuando me topé con la necesidad de pensar la enfermedad en ella misma. Por esta razón escribí Hijos de la noche (Bellaterra, 2014), que contiene y resume muchas de mis ideas.
El punto de partida es la constatación de que existen unas enfermedades de la normalidad. Son enfermedades que se deben a que justamente estamos movilizados permanentemente porque trabajar consiste en estar permanentemente movilizado. Esta movilización, esta máquina de muerte que es el capitalismo, nos tritura. Las enfermedades de la normalidad son las enfermedades que surgen como consecuencia de esta imposibilidad de vivir. De querer vivir y no poder hacerlo. Enfermos de normalidad, por lo tanto, son las vidas que se rompen ya que no pueden seguir este ritmo de movilización exigido la misma realidad.
"Borracho de viento, y yo mismo, hecho un jirón de viento me agarro con toda mis fuerzas esta puta vida hermosa [sic]". Tal como dice al final de Hijos de la noche , a pesar de todo, la vida es bella.
Normalmente no uso palabrotas, pero me gusta mucho esta frase porque condensa esta relación ambivalente con la vida. Hijos de la noche es un libro muy personal, pero es también un libro de filosofía que traza una demarcación. Frente a Nietzsche o a Deleuze, que nos dicen que lo que hay que hacer es afirmar la vida y que, por ello, expulsan de la vida todo lo que son las pasiones tristes, yo planteo que afirmar la vida implica necesariamente una lucha a muerte con la vida. Sólo una lucha a muerte con la vida puede provocarla, y hacer que venga hacia nosotros. En toda anomalía hay una fuerza de dolor. Y anomalía es todo aquel o aquella que dice basta, quiero vivir... Si esta fuerza de dolor tú la acoges, en cierto modo eres dueño de tu vida. Entonces el problema, el único problema que verdaderamente se plantea, es cómo poder dirigir esta fuerza de dolor y atacar a esta realidad que me ahoga.

domingo, 30 de octubre de 2016

¿Por qué Trump?

Joseph E. Stiglitz
En los viajes que realicé por todo el mundo hace unas semanas me pidieron, repetidamente, que respondiera dos preguntas: ¿es concebible que Donald Trump pueda llegar a ganar la Presidencia de Estados Unidos? Y, antes, ¿cómo pudo llegar su candidatura tan lejos?
Por: Joseph E. Stiglitz
En cuanto a la primera pregunta, a pesar de que es más difícil realizar un pronóstico político que uno económico, se puede decir que las probabilidades se inclinan fuertemente a favor de Hillary Clinton. Incluso así, el hecho de que ambos competidores se encuentren uno muy cerca del otro en la carrera (al menos hasta hace poco) ha sido un misterio: Hillary Clinton es una de las personas más calificadas y mejor preparadas que haya sido candidato a la Presidencia de Estados Unidos, mientras que Trump es una de las menos cualificadas y peor preparadas. Aún más, la campaña de Trump sobrevivió a comportamientos suyos que habrían puesto fin a las posibilidades de cualquier otro candidato en el pasado.
Entonces, ¿por qué los estadounidenses están jugando a la ruleta rusa (con esto se quiere decir que existe al menos una posibilidad entre seis de una victoria Trump)? Las personas que están fuera de EE.UU. quieren saber la respuesta, ya que el resultado les afecta también, a pesar de que no tienen influencia sobre el mismo.
Y eso nos lleva a la segunda pregunta: ¿por qué el Partido Republicano nomina a un candidato que incluso sus propios líderes rechazan? Obviamente, existen muchos factores que ayudaron a que Trump derrotara a 16 rivales durante las primarias republicanas, permitiendo que llegue hasta este punto. La personalidad de los candidatos sí reviste importancia, y algunas personas realmente se sienten atraídas por la personalidad de show de telerrealidad de Trump.
Sin embargo, varios factores subyacentes también parecen haber contribuido. Para empezar, muchos estadounidenses sí están económicamente peor de lo que estaban hace un cuarto de siglo. El ingreso medio de los empleados hombres a tiempo completo está en un nivel más bajo del que estuvo hace 42 años, y es cada vez más difícil que las personas con educación limitada consigan un trabajo a tiempo completo que pague salarios dignos.
De hecho, los salarios reales (ajustados por inflación) en la parte inferior de la distribución de ingreso están más o menos donde estaban hace 60 años. Por lo tanto, no es sorprendente que Trump encuentre un público numeroso y receptivo cuando dice que la situación económica está podrida. No obstante, Trump está errado en cuanto al diagnóstico y a la receta. La economía de Estados Unidos ha tenido un buen desempeño, en su conjunto, durante las últimas seis décadas: el PIB ha aumentado casi seis veces. Sin embargo, los frutos de ese crecimiento beneficiaron a un número relativamente pequeño de personas que se encuentran en la parte superior de la distribución de los ingresos –a personas parecidas a Trump—; esto ocurre, en parte, gracias a los recortes masivos de impuestos que Trump, en caso de ganar, ampliaría y reforzaría.
Simultáneamente, las reformas que los líderes políticos prometieron iban a ir a garantizar prosperidad para todos –como las reformas en el comercio exterior y la liberalización financiera– no cumplieron su cometido. No cumplieron en lo absoluto. Y aquellas personas cuyo nivel de vida se estancó o disminuyó llegaron a una conclusión simple: los líderes políticos de Estados Unidos, o bien no sabían lo que estaban diciendo o mentían (o ambas).
Trump quiere echar la culpa de todos los problemas de Estados Unidos al comercio exterior y a la inmigración. Está equivocado. EE.UU. habría enfrentado la desindustrialización, incluso sin un comercio más libre: el empleo mundial en la industria manufacturera ha ido disminuyendo, con aumentos de productividad superiores al crecimiento de la demanda.
Cuando los acuerdos comerciales fracasaron, no se debió a que EE.UU. fuera menos listo que sus socios comerciales; se debió a que los intereses corporativos fueron los que dieron forma a la agenda de comercio exterior de Estados Unidos. Las empresas estadounidenses hicieron bien las cosas, y fueron los republicanos quienes bloquearon los esfuerzos por garantizar que los estadounidenses perjudicados por los acuerdos comerciales compartieran los beneficios provenientes de los mismos.
Consecuentemente, muchos estadounidenses se sintieron golpeados por fuerzas fuera de su control, que llevaron a resultados que son claramente injustos. Supuestos de larga data —sobre que Estados Unidos es una tierra de oportunidades y que a cada generación le va a ir mejor que a la anterior— han sido puestos en duda. La crisis financiera mundial puede haber representado un punto de inflexión para muchos votantes: el gobierno salvó a los banqueros ricos que habían llevado a EE.UU. al borde de la ruina, mientras que, aparentemente, no hizo casi nada por favorecer a los millones de estadounidenses comunes y corrientes que perdieron sus empleos y viviendas. El sistema no sólo produjo resultados injustos, sino que parecía estar amañado para producir dichos resultados injustos.
El apoyo que recibe Trump se basa, al menos en parte, en la ira generalizada derivada de la pérdida de confianza en el gobierno. Sin embargo, las políticas propuestas por Trump harían que una mala situación se vaya a tornar en una mucho peor. Sin duda, otra dosis de economía del goteo del tipo que él promete, con reducciones de impuestos destinadas casi en su totalidad a las corporaciones y a los estadounidenses ricos, produciría resultados que no serían nada mejores que los obtenidos la última vez que se intentó aplicar tales medidas.
De hecho, el lanzamiento de una guerra comercial con China, México, y otros socios comerciales de Estados Unidos, como promete Trump, haría que todos los estadounidenses se pauperizaran más y crearía nuevos obstáculos a la cooperación mundial necesaria para hacer frente a problemas mundiales de importancia crítica, como el Estado Islámico, el terrorismo mundial y el cambio climático. Usar dinero que podría ser invertido en tecnología, educación o infraestructura para construir un muro entre EE.UU. y México es un doblete en términos de desperdicio de recursos.
Hay dos mensajes que las elites políticas estadounidenses deben escuchar. Las simplistas teorías neoliberales y de fundamentalismo de mercado que han dado forma a muchas de las políticas económicas durante las últimas cuatro décadas son gravemente desorientadoras, ya que el crecimiento del PIB al que conducen llega a precio de una desmesurada elevación de la desigualdad. La economía del goteo no funcionó y no funcionará. Los mercados no existen en un vacío. La “revolución” Thatcher-Reagan, que reescribió las reglas y reestructuró los mercados en beneficio de aquellos en la parte superior de la distribución de ingresos, tuvo mucho éxito en cuanto a aumentar la desigualdad, pero fracasó completamente en su misión de aumentar el crecimiento.
Esto nos lleva al segundo mensaje: una vez más tenemos que reescribir las reglas de la economía; esta vez para cerciorarnos de que los ciudadanos comunes y corrientes se beneficien. Los políticos en EE.UU. y en el resto del mundo, que ignoran esta lección deberán ser responsabilizados. El cambio implica un riesgo. Sin embargo, el fenómeno Trump –y una cantidad no despreciable de fenómenos políticos similares en Europa– han puesto de manifiesto los riesgos muy superiores que conlleva no prestar atención a este mensaje: sociedades divididas, democracias socavadas y economías debilitadas.

* Premio Nobel de Economía 2001 Project Syndicate 1995–2016

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Leo la descripción que hace el autor del significado político de D.Trump y me parece que está describiendo la situación española con el pp y Rajoy, mediocres, incongruentes, torpes, deficientes cognitivos y zafios, que inexplicablemente se han  colocado, con el beneplácito de muchos en puestos de una responsabilidad que les sobrepasa en todos los sentidos, con una absoluta indiferencia por parte de la sociedad que hasta les  ve cualidades que no pueden tener porque no dan para más. Pegatinas sin fuste colocadas en el parabrisas del imposible pero cierto. De hecho, cuando Aznar nombró sucesor a Rajoy, muchos creímos que lo hacía para colocar en su lugar a u un negado que hiciese añorar a su mentor y que así se volviera a pedir su regreso a la política activa por aclamación. Pero no. A Rajoy le pasa lo que a las garrapatas, que cuando se enganchan no sueltan la presa y mueren aferradas al mordisco en el que han metido la cabeza y del que no consiguen salir. ¿Será que estos políticos son clones kamikazes del sistema, repartidos por la geografía del Planeta por quienes gobiernan el dinero y sus trapicheos, y que los medios venden como un producto de supermercado, a base de publicidad, que se compra más por hábito y familiaridad con el esperpento anunciado por todas partes, que por lo que en sí puedan significar y aportar, que es nada o/y el desastre? Es como si vivieran en una realidad paralela y no lograsen ver nada más que su lado de la  cama.

Queremos igualdad de oportunidades pedagógicas, y que el dinero no separe lo que la humanidad y los derechos unifican


Ni revàlides, ni LOMCE: l'educació no és segregació

No es mala propuesta, cuatro años sabáticos a miles de kilómetros de Rajoy&Friends y con la intriga de a ver qué te vas a encontrar al regreso...


Elogio de la política



Publicada 30/10/2016 (Infolibre)  
 


Dice el refrán que no es lo mismo verla venir que bailar con ella. El error divertido de una diputada de Costa Rica llenó de picante el refrán al afirmar en un lapsus histórico que no era lo mismo verla venir que tenerla dentro. Bueno, pues después de las agitaciones de los últimos meses hay que aceptar que ya bailamos con un nuevo gobierno del PP. La punzada que provoca haber perdido una oportunidad de cambio permite decir con propiedad que ya la tenemos dentro.
El espectáculo vivido permite dos lecturas: o tomamos conciencia de la llegada de un tiempo nuevo o nos dejamos llevar por el vértigo de la degradación. Hay muchas posibilidades de que la espantosa realidad sufrida sólo sirva para desprestigiar todavía más el mundo de la política. Ese desprestigio siempre favorece a unas élites que quieren tener las manos libres para seguir planificando sus negocios. Dejar al Estado en los huesos supone evitar cualquier regulación social de la democracia y, al mismo tiempo, utilizar el esqueleto de los gobiernos en beneficio propio.
No será extraño que la sociedad tenga que recibir una vez más los pisotones del baile de Rajoy. Lo malo es que al mismo tiempo será desprestigiado el único camino que tiene para detener su música y salir de la pesadilla: la política. Los mismos que disfrutan del desmantelamiento de los servicios públicos y de la degradación laboral, animarán las críticas al gallinero político, a sus ambiciones, sus promesas falsas, su sectarismo, su tendencia a la corrupción y la mentira. El espectáculo pornográfico que ha protagonizado la cúpula del PSOE es un dolor grave no sólo para los militantes socialistas, sino para el crédito general de la política.

Conviene, pues, tomar conciencia de la llegada de un nuevo tiempo mientras bailamos con Rajoy. Muchas voces de la izquierda argumentaron durante años la necesidad de acabar con la Sagrada Transición Española. El mal uso que el bipartidismo hizo de las instituciones públicas ofreció datos suficientes para mantener opiniones negativas. Pero la realidad ha ido demostrando que las élites económicas eran las más interesadas en acabar con la Transición. La crisis económica y el diseño de una Europa desigual permitieron que tuviesen como objetivo la recuperación de los privilegios perdidos en su paso a la democracia.
El abrazo final entre el PSOE y el PP representa precisamente eso: el final de los escenarios de la Transición según una lectura neoliberal. Se acabó la trasnochada división entre la derecha y la izquierda porque la sensatez no depende ya de los enfrentamientos políticos, sino de las necesidades de una economía común y beneficiosa para todos.
Pero este nuevo tiempo político permite también una lectura alternativa, una razón contraria: se trata de tomar conciencia una vez más de que la realidad económica no es un territorio común y beneficioso para todos. El beneficio de las élites se produce a costa de la explotación de las mayorías. Esa toma de conciencia, superado el bipartidismo, debe situarse en un escenario nuevo en el que la política, su crédito, su capacidad de interpretación y de propuesta, tendrá que jugar un papel decisivo. Cualquier camino que desprestigie la política y degrade la representación parlamentaria, aunque parezca muy contestatario, acabará bailando al servicio de las élites.
La configuración de una alternativa al imperio neoliberal exige estrategias a corto y largo plazo. Por lo que se refiere a lo inmediato, resulta imprescindible tener en cuenta el papel de los grandes medios de comunicación a la hora de escribir el relato de lo que sucede. Tan necesario es apoyar la existencia de un periodismo independiente como evitar excesos y bufonadas infantiles que faciliten la labor de los medios tradicionales a la hora de desacreditar una alternativa política al neoliberalismo.
Por lo que se refiere al largo plazo, nada es más importante que devolverle el protagonismo de la discusión política a la reivindicación laboral. Es una tarea muy complicada. Además de denunciar la precariedad del trabajo y la indecencia salarial –que se han facilitado mucho con las últimas reformas–, el largo plazo se relaciona con la inercia social que nos gobierna desde hace años. El centro de la economía ha pasado de la producción a la especulación y del mundo del trabajo a la lógica del consumo. El camino de los mercados actuales es conseguir que la gente gane cada vez menos y consuma cada vez más. En esta paradoja se reparten hoy las cartas de la explotación. Por eso es importante formular nuevas alianzas entre la política y el sindicalismo. Habrá que encontrar la manera de que la metáfora de la gente recupere espacio en el trabajo digno y se aleje del consumo. La gente como realidad laboral más que como producto televisivo. ¿Puede hoy una experiencia real sustituir al mundo virtual de las informaciones manipuladas?
Para estos afanes a corto y largo plazo, hay algo imprescindible: mientras vemos cómo se hunde el PSOE y cómo baila Rajoy, es necesario dignificar la política, salvarla de su desprestigio programado. 

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Como siempre, Luis GªMontero, das en el clavo. Es ya evidente que algo muy gordo ha pasado y está pasando en el alma colectiva desde hace casi una década y que ha puesto en marcha una mutación global, como lo es la misma condición del desbarajuste globalizado. Que el colapso político, como casi siempre, está precediendo al gran zurriagazo energético y económico, que como un alud, crece y crece silenciosamente. 
Existe el riesgo de que si no se canaliza adecuadamente y  a tiempo, este tsunami se nos vaya de las manos si seguimos emperrados en aplicar siempre las mismas terapias para las nuevas dolencias, es decir si seguimos pensando que el SIDA se puede curar con aspirinas, porque desde siempre la aspirina ha sido muy eficaz como analgésico y para aliviar males de poca gravedad, que aliviaban nuestros abuelos en la farmacia de guardia con remedios sencillos y asequibles. Ya pasó en 1929 y los sabios del momento creyeron dar con la fórmula en EEUU, y sí, pararon la infección, la suya, pero infectaron al mundo con su recuperación y de ella derivó otra guerra mundial, ya que la solución de la receta americana siempre necesita la purga de la guerra para hacer caja. El crecimiento consumista y cegato que trajo la paz ha seguido la misma ruta del desguace  a largo plazo. El mercado de todo es el gobierno del mundo. La 'política', su mamporrera. Lo es en el Occidente "civilizado y democrático"(¡?) y lo fue en el imperio supuestamente "proletario y democrático" de Oriente. 
Este sistema cocinado a fuego lento o rápido según las urgencias interesadas del poder y los mercados o de los mercados del poder, no deja títere con cabeza, su calculismo demoscópico-lucrativo empedernido le ha fundido los fusibles tantas veces que el circuito ha enloquecido de tanto remiendo y de tanto parche coyuntural sin poder prever nada que sobrepase las 24 horas de  distancia. La cosa se ha puesto muy fea, porque en los talleres de la chapuza política ya no quedan repuestos y las herramientas han colapsado, es lo que pasa cuando a un hacha de sílex o a una punta de flecha paleolíticas se les  enchufa el cable del wi-fi, y así van los trompicones palaciegos en plan palo-ciego, de Rajoy a Donald Trump, de Clinton a Merkel, de Hernando rojo a Hernando azul, de Herodes a Pilatos, bambando entre simulado y diferido el sistema no se sostiene ya ni en decúbito supino, aunque la prensa y los medios en general se empeñen en distraer la atención de rifirrafe en rifirrafe, ya pactados de antemano, para que el guiñol se tenga en pie aunque sea pegado con esparadrapo o sujeto con grapas y clips.
 Y sí, es cierto, hemos llegado a un punto donde solo la política de verdad puede resolver el colosal entuerto. Pero, claro, ¿qué política? Pues la disponible, la de siempre, esa que consiste en que millones de miserables, ignorantes y discapacitados institucionales depositen en los más espabilados sus derechos, preocupaciones y sinvivires, sí, en los más preparados (no se sabe muy bien para qué, pero bueno...) y dicharacheros para que los/nos representen, y ya se irán apañando ellos, que para eso están y se pagan los  impuestos. Pero el tiempo y sus sorpresas no siempre gratas, vienen demostrando con  una contundencia cada vez más clara y pertinaz, que ese vicio tan cómodo de consentir y tragar política delegando y pasando de todo, de ser gobernados en plan gallinita ciega, resulta que sale carísimo y hasta trágico en demasiados casos que el mismo sistema está dejando en evidencia. Sí, por desgracia o tal vez por fortuna la política ya no es lo que no era. Y resulta que ahora amenaza  con llegar a ser para quedarse siendo de verdad. O eso, o la nada. Es decir o eso  o Rajoy-González-Díaz-ect, ect...más lo que afanaren y corrompieren. Y ya el horno no está para bollos.

Lo que tiene exprimir personas en vez de cítricos es que las personas se pueden despertar a base del apretujamiento exprimidor y darse cuenta de lo  que pasa cuando una deja que la confundan durante muchos años con mandarinas o con pomelos. Que te convierten en zumo mientras vives, que con tu carne van haciendo mermelada y con tu cáscara, pues condimentos y fuegos artificiales, y siempre, siempre, en los talleres de la "política", la mejor pirotecnia que se conoce. Es verdad que de vez en cuando da algún susto y explota, pero es tan divertida, tan festera y graciosa, que la hemos ido dejando para el final del proceso. Y aquí estamos, al fin despiertas con la última mascletá y dispuestas a que esto acabe de la mejor manera posible: participando desde la raiz a las hojas. Hasta ahora nos íbamos quedando en enterradas en el subsuelo y dejando que los troncos, ramas, hojas y frutos hiciesen lo que mejor les parecía, dando por sentado que las raíces cargarían eternamente con el muerto como es lo lógico, que para eso la naturaleza las ha colocado en el underground.  
 
Mira por donde, se han ido ensayando formas nuevas de ser raíces aeróbicas y hemos ido saliendo a la superficie y descubierto que no sólo somos compatibles con la visibilidad, es que además todo mejora y se equilibra cuando estamos presentes, sabemos lo que hacemos y para qué, y vemos como los canales de la savia funcionan subiendo la sustancia del humus hasta las hojas y cambiando con la luz nuestra fuerza en clorofila, oxígeno y energía más sutil. La naturaleza de toda la planta mejora muchísimo si las raíces participan en la fotosíntesis sabiendo lo que hacen y cooperando, en vez de funcionar como autómatas sin puntos de referencia y sin que el resto de la planta las tenga en cuenta para su funcionamiento inteligente, cuando la vida está en la base, de hecho una raíz puede sobrevivir sin el árbol, pero nunca un árbol sobrevive sin la raíz. Eso está pasando con la política. Las raíces-madre, se han despertado y sin ellas activas, conscientes y participantes, no hay manera de que la planta se desarrolle sanamente. La biología de la raíces ha evolucionado y el resto de la planta no puede quedarse al margen, porque eso sería su ruina.

Es verdad que desde el inicio de la vida vegetal las raíces estuvieron enterradas en vida por necesidades del guión evolutivo. Como las mujeres estuvimos milenios encerradas en gineceos, castillos, palacios, celdas monásticas y harenes varios...Hasta que a finales del siglo XIX, empezamos a salir de la caverna impuesta. Cuando llegó el cultivo hidropónico y se pudo comprobar que es un modo nuevo de existir de funcionar, el mundo no sólo no se terminó por esa comprobación sino que se abrió a mayores posibilidades y formas de relación entre las plantas  y el medio. 
La política de "representación" como "oficio", tal cual la conocemos, irá cada vez más en declive, porque la raíz ciudadana ha abandonado la invisibilidad del subsuelo y ese movimiento de apertura crece y profundiza, adquiere nuevas habilidades y crea nuevos vínculos con la vida, recursos adecuados a sus necesidades y aspiraciones legítimas sin perder la noción de su entorno y la simbiosis con él

Las nuevas opciones del cambio están sacando de la urna y del escaparate la institución no para destrozarla sino para ampliarla y enriquecerla con la realidad sectorial palpitante, las raíces sociales han eliminado los cristales aislantes de las vitrinas sin sentido, están liquidando el apartheid. ¿Qué hoja o qué rama puede reivindicar su condición de raíz si no la reconoce ni es consciente de su existencia y de su potencial común? ¿Qué raíz puede funcionar con conciencia si desconoce que es la misma sustancia que el tronco, las ramas, las hojas y los frutos y que todo depende de que ella los nutra desde la base?  

El cambio de verdad es el nacimiento y la consolidación de la política como instrumento fundamental en el  bien común y no como oficio de caciques ni casta profesional  e intrigante, especializada en vivir del sector público enredando decisiones a tresbolillo sin consultar a sus "representados" a lo largo de una o varias legislaturas donde la ciudadanía deberá subsistir a ciegas, a sordas, a mudas, a tontas y a locas, soportando todas las ocurrencias de los "representantes" con la fe analfabeta del carbonero, cuando ya el cambio climático está abandonando ese combustible contaminante, ante quienes  una vez votados en las urnas, no parecen estar capacitados para tener más función específica que hacer de clero ideológico y conseguidor para los suyos, claro, y desde ahí manipular a sus anchas el patrimonio de todos, y con la recompensa, como mínimo, de un puesto de trabajo seguro, vitalicio si el  tiempo no lo impide, y subvencionado, off course, con dinero público sin que se vea casi nunca el buen resultado del empeño "político". 
 Ya lo creo que está cambiando el concepto de política para dar paso a la Idea Política, a la politeia viva y activa, comprometida con su tiempo, su lugar y su expresión colectiva e individual, cada vez más consciente y autónoma en cuanto se refiere a dar importancia a comidas de tarro interesadas e inoculadas. Es el fin del político de boquilla, el de toda la vida empotrado en concejalías, diputaciones, escaños, camarillas y sermones, de ese hombre de casino provinciano...y su triste expresión que no es tristeza, sino algo más ni menos que el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Ese, que bosteza de política banales dicterios al gobierno reaccionario y augura que vendrán los liberales cual torna la cigüeña al campanario...(bendito Antonio Machado, qué ojo y qué puntería)  
Mucho me temo que ese modelo que hemos estado soportando desde hace un par de siglos más o menos, haya llegado a su fin. Menos mal; porque eso no era política sino impudicia y vergüenza, analfabetismo antropológico retroalimentado por el mito de una Transición que nunca acabó de terminar, y  todo ello convertido en un potaje incomestible de resignada "normalidad", condimentado con una aberración histórica que hoy, más que nunca, en pleno siglo XXI no tiene razón de ser ni de estar.

Una marcha contra Rajoy, pero con la ira centrada en Felipe González y Susana Díaz

Miles de personas protestaron este sábado en el centro de Madrid contra la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, bajo el lema "Ante el golpe de la mafia, democracia" 

Muchos manifestantes califican de "traición" la postura tomada por la mayoría del Grupo Socialista en la investidura de Rajoy

Ana García Publicada 29/10/2016
 
 (Infolibre)
 
 
La Puerta del Sol abarrotada de manifestantes en contra de la investidura de Rajoy EFE 
 
"Ante el golpe de la mafia, democracia". Ese es el lema bajo el que miles de personas tomaron este sábado el centro de la capital para mostrar su repulsa a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno gracias a la abstención de 68 diputados del PSOE. La marcha, convocada por Coordinadora 25S, partió de Neptuno y terminó en la Puerta del Sol en vez de en el Congreso de los Diputados para evitar posibles altercados.

El lema principal estuvo acompañado de otros como "Vergüenza me daría ser Susana Díaz" o "Felipe, golpista, eres un fascista", en referencia al expresidente del Gobierno socialista, que tuvo un papel público relevante en el giro adoptado por el PSOE durante las últimas semanas, que le llevó a pasar del 'no es no' a una abstención que ha permitido la reelección de Rajoy como presidente. Así que en la marcha para protestar por la investidura del candidato del PP, la mayor parte de las iras se centraron en dos políticos socialistas.

El gran despliegue policial movilizado por Interior –un millar de agentes antidisturbios– fue evidente incluso en calles no tan cercanas al Congreso. Estos agentes fueron blanco de casi tantas críticas como los políticos: "vergüenza", "traidores", "perros del Estado". Al paso de la cabecera por Alcalá, los agentes se colocaron cascos y guantes, acto que fue interpretado por los manifestantes como una clara provocación, intesificando sus gritos. Al cierre de esta edición no se habían producido incidentes reseñables.

"Hay como unas 3.000 personas que están yendo en manifestación antes de la pancarta [de cabecera] y, cuando han pasado, estaban en actitud tranquila y con el casco en la mano. En cuanto ha pasado la pancarta, les han avisado y se lo han puesto. Así generan tensión" señalaron a infoLibre desde la organización.

Para evitar que este tipo de tensiones desemboquen en altercados, "la asamblea convocante decidió tener un servicio de autodefensa", en este caso un cordón humano, que "sobre todo intenta que la manifestación transcurra sin problemas y evita que haya cualquier tipo de de agresión externa", además de "mediar en situaciones como esta, en las que el despliegue está diseñado para provocar".

"Traición" fue la palabra más habitual con la que los manifestantes se refirieron a la abstención del PSOE, pero también hubo quien la calificó de "golpe de Estado" e incluso "broma". "El PSOE ha traicionado a sus militantes y ha tirado por la borda las luchas de su pasado".

Pero la actuación del PSOE no es la única razón que motivó a estas personas a salir a la calle. "No queremos el Gobierno de un partido que en cualquier país democrático estaría ilegalizado", "este Gobierno no representa la democracia", "estoy a favor de lo que ha votado la mayoría, que no ha sido este Gobierno", señalaban otros manifestantes.

La marcha concluyó en la Puerta de Sol. Allí, tras la lectura del manifiesto, se instó a los presentes a seguir saliendo a la calle: "Es desde la movilización social como se logran los cambios. Por eso, esta manifestación queda ahora descombocada, pero la lucha sigue y con más motivos que nunca".

La sensación de que "no podemos seguir así" era la transmitida por las miles de personas que salieron ayer a la calle en Madrid. Los organizadores cifraron la asistencia en más de 150.000 manifestantes y la Policía redujo esa cifra a 6.000.

Presencia política en la manifestación


Según recoge Europa Press, el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, el diputado de Podemos Rafael Mayoral y uno de los fundadores de Podemos, Juan Carlos Monedero, hicieron acto de presencia poco antes de las seis de la tarde en la protesta.

Puño en alto, los dirigentes se despidieron de un grupo de seguidores en el control policial de la calle Zorrilla, junto al Museo Thyssen, antes de asistir en el Congreso a la segunda votación en la resultó investido Mariano Rajoy.

sábado, 29 de octubre de 2016

Aware journalist!


Hoy entrevistamos al director del prestigioso diario Ya lo sabíamos. Manolo Perragorda es un avezado informador, analista agudísimo y un ejemplo de coherencia periodística y de valentía desde hace muchos años. 

Nos recibe en su despacho de la redacción, en pleno centro de la ciudad y rodeado de teléfonos móviles, de ordenadores, impresoras, tablets, latas de Red-Bull vacías y vasos de café de máquina, igualmente en versión residuo, abarrotando la papelera junto a su mesa. Desde la planta undécima del edificio, la ciudad bulle de lejos, allí abajo, en el ambiente insonorizado del recinto.

"Buenos días, Manolo, y gracias por dedicarnos un hueco en tu ajetreado horario laboral", "Psé, tampoco es tanto el fastidio, sentáos ahí enfrente, que ahora os atiendo" Viste una camisa blanca remangada hasta los codos, una corbata de diseño clásico, vaqueros y zapatillas de deporte; es un tipo sin edad, lo mismo podría tener cuarenta y pico años que estar al borde de la jubilación, su cronología corpórea cambia de aspecto según el asunto del que hable. Aunque es de dominio público que ya no cumplirá los sesenta. Su mirada inquisidora y brillante domina el territorio tras las gafas de montura negra y el lustre del pelo sutilmente teñido para  colorear las canas sin hacerlas desaparecer del todo, con un corte estudiadamente informal, que le concede un aspecto más propio de un joven profesor que de un clásico sabueso de la información. Tras recorrer nerviosamente los metros cuadrados del despacho, apurar hasta el fondo la última lata del enésimo refresco y limpiarse con el dorso de la mano, por fin se sienta en el sillón de al lado.

"Dispara cuando quieras, ya estoy listo". "Vamos a ello, en estos últimos días tus editoriales están siendo especialmente críticas con los intentos de formar un gobierno progresista y cabe preguntarse por qué un diario como Ya lo sabíamos, siempre a favor del progreso, de los valores éticos y la democracia, se muestra tan crítico, precisamente, con los partidos que pretenden materializar esa propuesta de gobierno regenerador"."Está muy clara la opacidad de esos partidos para hacerse con las masas aprovechando la coyuntura con el ansia de poder que les lleva a arrastrar al país a una aventura peligrosísima" -afirma Manolo Perragorda con contundencia, mientras nos lanza argumentos aplastantes. "¿Os habéis planteado como profesionales de la información,el riesgo de que, de pronto, una gran mayoría de reivindicaciones sociales se empezasen a conseguir solo porque se ha cambiado el gobierno a capricho de millones de votantes que no saben lo que votan? ¿Os imagináis que en unos meses todo empezase a funcionar según los  ilusos, o sea, los tribunales con sentencias impecables, las empresas y negocios en plan cooperativa con los trabajadores, buscando el bien común antes que amontonar beneficios solo para los directivos? ¿Y qué decir si se cambia la ley de desahucios y dejan de ser noticia los desalojos de familias bajo el rigor de los fríos, lluvias y nieves, los escraches y la resistencia de los desahuciados? ¿Y si desaparecieran los recortes y la corrupción? ¿Qué ocurriría si de repente Hacienda hiciese una ley que subiera los impuestos a los capitales más rentables y se los bajase o quitase a las rentas más bajas? ¿No habéis caído en la cuenta de que además del trastorno y del caos económico que supondría esa vuelta a la tortilla social, nos quedaríamos sin materiales de trabajo, sin tema del día, sin noticias convulsivas, sin exclusivas espectaculares, sin primeras páginas... y  habría que hacer EREs y cierres de periódicos a tutiplén, porque nuestros inversores dejarían de invertir en el sector de la información y en la publicidad para poner a salvo sus dineros?" "Bueno, Manolo, no es que la cosa laboral ahora esté como para tirar cohetes, que las redacciones están llenas de contratos basura que no cotizan ni un céntimo, que el despido es lo más normal y ha desaparecido el contrato fijo, y los derechos de los trabajadores,  por causa de la reforma laboral de lo súltimos  gobiernos vendidos a la omnipotente plutocracia global. ¿No crees que ser tan cómplices del establishment es destrozar  la esencia del periodismo, que tiene como deontología informar diciendo la verdad y denunciar la injusticia?".Manolo nos mira con el ceño fruncido. "Por favor, ¿en qué mundo vivís, colegas?,¿es que no sois conscientes de que las utopías son fantasmadas imposibles de realizar y que así nos toman el pelo los idealistas y populistas que  nos condenan a vivir por debajo de nuestras posibilidades, mientras el mundo de los negocios  se hace millonario sacando beneficios de todo lo que se cuece en todas partes?". "Pero, Manolo, tú no eras así cuando nos conocimos. ¿Qué te ha pasado?"."Por supuesto, que antes de mi conversión al mundo del very, very happy, yo también era así; es que no lo sabía y actuaba como un meapilas socialista por inercias adquiridas. Los estudios, la carrera, la ética, las conferencias de filósofos, leer y comentar el pensamiento enfermo de Marx, de Engels, de Hegel, Camus, Foucault y Deleuze, o de Gramsci y los neoilusos del socialismmo imposible, las consignas de la izquierda sutilmente entrelazadas e infiltradas en la cultura de la pobreza, dejando el esplendor de la abundancia por los suelos, me habían envenenado las ideas. Pero en los últimos años he vuelto a Nietzsche, a Smith, a Reagan, a Thatcher, a Aznar, -ese Ansar de inagotable faesna-, y a Bush jr, un cuadro de pensadores pragmáticos de gran calado intelectual y tan incomprendidos por  la cultura de los "valores morales", ¡¡¡jajaja!!!!!!, qué eufemismo, muchachos, llamar valores al desdoro de lo cutre y pobretón! Valores son los de la bolsa de Wall Street y lo demás tontunas. He recuperado la lucidez y la cordura; soy otro. Me pirra la libertad de los mercados de inversión; como ya sabréis, hasta hemos hecho un número especial a la semana dedicado al estimulante y apasionante mundo financiero, en lugar de aquel suplemento rancio y ñoño dedicado  a la solidaridad, al comercio justo y a la ecología. Puro romanticismo sin futuro. Ahora pintan Oros y hay que aprovechar el momento, la ocasión la pintan calva y con tanto movimiento de gentes descontentas por las redes, nunca se sabe cómo puede acabar esto...Así que más vale prevenir que lamentarse después. Además ¿quién ha dicho y en qué código consta que sea delito tener cuentas en Panamá, en Antigua, en Luxemburgo, en Andorra o en Suiza, acaso el dinero ganado no nos pertenece a los que trabajamos haciéndolo crecer, multiplicarse y comprar la  Tierra?" "Sí, vale, como argumento a tu favor. Ah, te has equivocado, el texto bíblico dice "poblar" la Tierra." "La Biblia dirá lo que quiera, pero lo fetén más que poblar es comprar, enladrillar, especular...qué sabrá Dios de estas cosas, si no las necesita ni le importan". "Puedes argumentar lo que quieras, Manolo, pero lo legal es pagar impuestos sobre el capital adquirido para colaborar al funcionamiento del Estado y luego hacer lo que quieras, libremente, con el resto" "Eso es un error gravísimo; ¿de dónde se han sacado que haya que mantener obligatoriamente un estado de vagos, incapaces, pobres y mindundis?, a ver, y ya que has citado la Biblia, ¿qué hace la Iglesia, por ejemplo, acaso se desprende de sus bienes o paga impuestos? al contrario, hace que sean nuestros impuestos los que se ocupen de la limosna y de la caridad, mientras ella se permite legítimamente ser el ama de todo un patrimonio universal, que le han ido cediendo como transacción los ricos de este mundo en sus lechos de muerte a cambio de un billete exprés para el más allá,  como debe ser en una institución seria y transcendente que ya es un monumento y un paradigma de sensatez, en el que, al pie de la letra, la mano izquierda no tiene ni idea de lo que hace la mano derecha. Ella sí que sabe cómo gestionar el equilibrio entre miseria y opulencia. Es una maestra espectacular y yo un devoto entregadísimo desde que apoya nuestro diario, nos bendice gratis cada edición especial y nos cede por pura gentileza cada exclusiva del papa Francisco." "Madre mía, Manolo, no te reconozco. Tú mismo has escrito tantas veces que la ética y la solidaridad  tienen que iluminar, depurar y mejorar las leyes...que este nuevo argumentario me descoloca por completo. No imaginaba que tu cambio fuera tan drástico, creíamos que era solo una estrategia para vender más". "Pues ya veis que nada dura eternamente y ahora he visto que los refugiados, sin ir más lejos y a pesar de la sensiblería demagógica con que se trata el tema, que más parece prensa rosa que información digna de tal nombre, son una carga insostenible que no podemos soportar por puro buenismo, que la guerra, el hambre y las enfermedades endémicas lejos de ser desgracias serias, solo son el motor natural regulador de la economía y que gracias a todo ello crece la industria del armamento con logros científicos que luego tienen aplicaciones tecnológicas y que siempre debe haber zonas del mundo con poblaciones sin recursos, como válvula  de escape demográfico cuya única función sea proporcionar a la parte más inteligente de la especie los materiales básicos, los cultivos del campo, la minería y el trabajo manual, incómodo y peligroso pero necesario para que nuestra cultura occidental jamás pierda el dominio global y eso se consigue llevándoles nuestra forma de entender la vida, civilizando su ignorancia e inoculando en ellos la grandeza de los sueños ambiciosos, del ansia por competir y ganar, aún en su pobreza...y que valoren más tener un móvil o un ordenador que comer, vestirse o estudiar, por ejemplo; ese es nuestro triunfo y me siento orgulloso de ser un abanderado de esa vieja razón del mundo siempre renovada por nuevas generaciones constantemente a la vanguardia del verdadero progreso: el financiero, que  es la única verdad por la que vale la pena luchar y arriesgar. Y Por lo que se refiere a nuestra empresa editorial, todo va sobre ruedas: la verdad como negocio da mucho juego, aunque enseguida pierde interés, en cuanto se aclaran las cosas, en cambio  la mentira a largo plazo es mucho más rentable, donde va a parar..."

El silencio ha caído sobre el despacho de Manolo Perragorda como una losa funeraria. La ciudad a lo lejos y sin ruido, se mueve allí abajo o tal vez allí arriba, no sé. Todo me da vueltas. "¿Dónde está el baño, por favor?", pregunto con voz atragantada y  unas ganas incontenibles de vomitar. "Como en todas partes, mujer, saliendo  de aquí, al fondo a la derecha"."Claro, no puede ser de otro modo", pienso mientras corro hacia los servicios aguantando las arcadas y con una mano en la boca por si acaso. 

En la calle, por fin, respiro con ansia el aire contaminado, convencida de que está mucho más limpio que el de la redacción del Ya lo sabíamos. Me quedo a cuadros cuando Félix Narváez, el fotógrafo que me acompaña, me suelta a bocajarro que le ha encantado la sinceridad de Manolo Perragorda y su visión tan acertada y sensata del panorama informativo. Que ya está harto de pasarlas canutas yendo como enviado especial a Alepo, a Bagdag, a Macedonia a retratar la diáspora de refugiados,  o al Congo para filmar las minas de coltán y que le paguen tan poca cosa. Que va a venderse mucho más caro y a montarse una agencia de información gráfica arreglando fotos de otros, trabajando las imágenes y creando paisaje informativo en vez de ir a  lo bestia con la cámara en ristre, como ha hecho hasta ahora. Y que va a intentar que Ya lo sabíamos le contrate como reportero gráfico de estudio y montajes ad hoc, según convenga a las noticias, seguro, me dice, que estará muy bien cualificado por su trayectoria profesional y sus años en el  oficio. Me quedo a rombos y a trapecios. Nos separamos en la boca del Metro. Félix tiene prisa y baja las escaleras. Yo decido ir andando hasta la otra punta de la ciudad donde está la redacción de nuestro diario. 

Por el camino, también yo acabo de decidir mi propio cambio. Me haré bloguera, trataré de dar forma  literaria a la utopía, contaré por ahí y trataré de convertir en palabras el mundo que deseo. 
Empezaré por emigrar. Me iré a vivir a la ecoaldea de La Vall dels Pins, donde tengo amigos desde hace años y trabajaré en la granja y en el huerto biodinámico en los ratos libres. Sacaré a pastar a las cabras, las ordeñaré y haré los quesos y el yogurt. Regaré las flores y los árboles, recogeré las naranjas, peras, la almendra y las calabazas por el otoño y haré conservas sin azúcar. Solo con fruta. Montaré cada día cajas y cestas verdes para llevar a domicilio. 
No me voy a hacer millonaria, desde luego, tampoco lo necesito. Me basta con poder respirar aire más limpio y no tener que vomitar cada vez que me tropiece con la prensa fabricadora del consentimiento. 

De pronto ha cambiado la luz de esta mañana extraña y nueva. Como si el cielo y yo tuviésemos un hilo cuántico conector entre sentimiento y meteorología; en los nubarrones que cubren el cielo desde el amanecer, se ha hecho un boquete repentino que crece a toda velocidad. Y una bandada de pájaros en formación dibujando una punta de flecha en el aire, se ha colado en el hueco completamente azul.