sábado, 29 de octubre de 2016

Disciplina de voto y de enjuague en general


 



Leo estos días con verdadero interés el libro-documento del Juez Garzón "En el punto de mira". Según avanzo por las páginas se me van juntando piezas en el puzle español.

Relata el magistrado con todo detalle, entre muchos procesos, los entresijos escalofriantes del caso GAL. Y es, junto a la trama Gürtel, el punto negro que mejor explica lo que nos está pasando todavía.
 
Cuando la Justicia comienza a ver, a finales de los 80, en plena era felipista, el origen verdadero del GAL y el Juez comunica al Ministerio de Interior la necesidad de recabar las pruebas y documentos necesarios para confirmar los datos,se encuentra con una respuesta digna de la Gestapo o de Adolf Eichman en sus mejores tiempos. El Ministro le escribe una nota en la que asegura que no habrá colaboración alguna porque el asunto es cosa de la Seguridad del Estado, así que punto final y a callar, que todo va por su cauce, y si no es legal ni ético ni humano, eso no tiene la menor importancia. Hay que cumplir el objetivo y basta. Aunque los métodos del propio Estado para acabar con el problema del terrorismo sean degenerar en el propio terrorismo.El fin no solo justifica los medios, es que son los medios, los que están desautorizando la legitimidad del propio fin y convirtiendo al Estado en una red mafiosa mantenida con los fondos reservados que son de la ciudadanía, no del bolsillo privado de la camarilla de caciques que domina el Gobierno de la Nación. Y eso no lo ve ni un ministro ni un Presidente de Gobierno ni unos mandos ni unos agentes de policía al servicio de un horror que consideran patriotismo. No lo ve nadie más que un juez y algunos policías que le han asignado como apoyo para que investigue sin investigar, porque ya le avisan de que no va a conseguir la menor cooperación en el asunto. 

Cuando el asunto sigue avanzando a pesar de los pesares y gracias también a la cooperación de algunos periodistas investigadores, las presiones sobre el Juez se vuelven atroces, y hasta magistrados que en principio rechazaban el GAL, acaban por no verlo con tan malos ojos y mirando para otro lado, bastaba con que a un "juez para la democracia" se le diese un alto cargo, como por ejemplo, Ministro de Justicia, y el criterio daba una vuelta de 180º. y donde se dijo digo se acababa diciendo Diego y lo que hiciese falta.Parece que esa fue la intención de González cuando ofreció a Garzón, que abandonando la judicatura,  encabezase la lista la lista del Psoe por Madrid. Esto no lo dice el libro, lo he deducido porque tiene toda la lógica. ¿Qué mejor forma de quitar de en medio a un juez molesto y pesadísimo, poco adicto al compadreo, con ganas de sacar las vergüenzas de un gobierno corrompido de tantas maneras, que darle un cargo político para cerrarle la boca, si era lo que ya se venía haciendo, como por ejemplo, con Alberto Belloch y otros? Pero no hubo forma, el Juez Garzón tardó seis meses en ver lo que había tras la invitación al vals del enjuague y retomó su judicatura donde la dejó, hasta que la Gürtel, años después, como lógica consecuencia de haber tenido un GAL abriendo el camino fácil de la corrupción del Estado, de la que la máxima responsabilidad del Gobierno consiguió salir impune, acabó por sacar a Garzón de la carrera judicial, algo que parece la venganza retroactiva de González, -a través del pp, siempre tan cómplices en el fondo-, por haber hurgado en lo que él mismo llamaba las "necesarias cloacas de la democracia". Y todo ello perpetrado en nombre de la Seguridad del Estado. Y todo por intereses turbios, caciquismo de amiguetes que se confabulan y se amparan en la leyes sin moral, convertidas en papel mojado. Y todo por "la obediencia debida" sin que las conciencias hiciesen amago ni asco alguno a cumplir aquellas atrocidades en nombre de un "bien común" de matadero. 

Como jamás se ha hecho limpieza ni se ha juzgado a los responsables más importantes, nos ha pasado como con la memoria histórica de la Guerra Civil y la dictadura. Lo que se tapa sin aclarar se olvida, pero además, se pudre en el interior del alma de los pueblos y se convierte en enfermedad endémica e incurable hasta que se decida una liberación de secretos sucios  y una sanación de heridas enconadas, pero ocultas, que van debilitando la conciencia social, socavando los valores éticos y cívicos, sustituyendo el código ético y de la política y de las relaciones económicas de convivencia por una red de trampas, engaños, cacicadas, chanchullos, enchufes, rumores falsos y descalificadores que se hacen realidad a base repetir constantemente el mismo mantra y derivan en una corrupción absoluta que ya se vive con la naturalidad de lo "normal". 

He ido juntando cabos y he visto que no hay solución de continuidad entre la "razón de estado" corrompida por imperativo indecente "pero necesario" y "la disciplina de voto", salte o rache, también necesaria más allá de cualquier objeción de conciencia  que pueda poner en solfa la licitud moral de esa disciplina en determinados casos en que se pueda ver comprometida la integridad ética/moral de los individuos que componen el grupo que vota. 

Hay mucha peña despistada o consciente de esa barbaridad, que piensa en que la ética es solo tema personal y que no tiene por qué aplicarse a lo colectivo que eso ya es un tema "moral" y que en cuestiones de moralidad social cada uno es muy dueño de acoplársela ad hoc, que no hay topes y todo vale si a uno le mola y le da ventajas a su proyecto, que tampoco se trata de ser unos estrechos, poddió! Incluso esto lo he escuchado en círculos de filosofía...en fin...De modo que se puede ser un poco menos exigente y transigir con un mal poco vistoso y discreto, si eso va a reportarnos  beneficios más importantes que la supuesta pérdida de una integridad que nadie se toma en serio hasta que aparecen unas preferentes o unos recortes a saco, ya sea para uno mismo que para su secta, partido, parroquia, club de fútbol o peña de mus o de dominó, que puestos manos a la obra, la cosa es ya multiusos. Se confunde por comodidad, pereza y compadreo, de tal modo, que las formas oscurecen y sepultan el fondo. Y enredados en mantener "la unidad" para dar una imagen de cohesión, se va liquidando la sustancia ética que es la esencia verdadera de la política, de los vínculos humanos y de los compromisos colectivos de todo tipo.

Lentamente se va despejando el horizonte y las conciencias, cada vez más cerca de sentirse unidad colectiva dentro de sus particularidades inalienables, comienzan a vislumbrar el bienestar y el descanso que nos depara descubrir en la práctica lo que es justo, reconocerlo, valorarlo y optar por ello, aunque de momento ese paso ético y consciente sea tan nuevo, y no nos haga ricos en lo material ni nos dé posibles prebendas y oportunidades a la antigua usanza, pero sí nos adelanta el bienestar de un nuevo formato social, de una nueva construcción política y administrativa, donde se respira mejor y eso que aun no hemos empezado a cambiar el Estado ni sus leyes injustas. Pero estamos dando el primer paso: reconocer que mucho más importante que apuntarse al equipo político ganador es apuntarse a la decencia general básica, que frente a lo que siempre nos han venido contando, con la decencia, con la honestidad y la justicia, sí se come, porque ellas hacen posible la igualdad y la solidaridad y que sin ellas acabamos como estamos ahora: oprimidos, arruinados, enmierdados en un sistema que no hemos inventado nosotros, pero que hemos aceptado como nuestro, "por la obediencia debida" y que sólo cuando hemos empezado a sufrir socialmente y a salir a la calle con los demás sufridores y a ver que nos podemos organizar sin demasiados obstáculos y que el tiempo nos está dando la razón, aunque siempre parece que escriba derecho con renglones torcidos, sin ver que son nuestras torceduras de renglón las que nos retrasan el ritmo de la marcha y tendemos a tirar balones fuera.
Los golpes recibidos con tanta fuerza y cantidad, nos han abierto los ojos y como ciudadanía estamos recuperando la inocencia que nos habían quitado, nos hicieron niños viejos y escarmentados de antemano, en un constante "inténtalo, pero fracasa", "si no hay un buen caudillo, no se puede hacer nada" y nos dijeron en la escuela, o en casa o en la calle o en la iglesia, en la tele y en la radio, que Lutero era un hereje malvado y que República significa desorden y caos y anarquía guerra de guerrillas de cuatro locos terroristas que nunca están contentos con nada y que ponen bombas porque quieren matar  a la gente de orden y abolir la propiedad privada por la fuerza. Ya hemos visto y sufrido en carne propia que eso no era cierto, y cómo el  Estado en manos de seres sin ética, sin corazón y sin inteligencia digna de considerarse algo más que pura y zafia picaresca,  es el verdadero terrorista que mata no sólo los cuerpos de enfermos, dependientes o desesperados por el paro, las carencias de lo más elemental y los desahucios, sino que también , en una lenta y retorcida y sádica agonía provocada, va matando el alma, la esperanza, la confianza, la libertad, los derechos, la alegría y la dignidad.

 Ahora, como decía Antonio Machado,nos toca disfrutar "esa segunda inocencia que da el no creer en nada..." que no dependa de nosotros y nosotras, en ninguna ideología cuentochino fashion. Ahora exigimos credenciales, certificado auténtico de decencia, de democracia, de calle, plaza y participación, no solo desde la tribuna sino a pie de obra, de asamblea de barrio, que quien vaya a ser alcalde o alcaldesa, sepa lo que es su pueblo y sea pueblo, qué rostros y gestos tienen sus conciudadanos, gestores de portavocías que no tengan miedo ni aires de grandeza para utilizar cada día el coche oficial de las visitas en vez de los transportes públicos, que puedas encontrarte al Presidente del Gobierno en bici o paseando a sus niños o en el cine con amigos o familia o solo, a una ministra en el metro, como la alcaldesa de Madrid, que no nos las vamos a comer, al contrario, será lo normal saludarles con todo el cariño, como pasa en mi barrio cuando te encuentras a Joan Ribó haciendo la compra en la fila de la caja y os ponéis a charlar de todo un poco o a Mónica Oltra haciendo cola para entrar a una conferencia en La Nau, la antigua Universidad, y pegáis hebra y te pregunta por tus hijos emigrados, que ya os conocéis de andar por la plaza de asamblea y corrillo.
Tras la debacle no volveremos jamás a ser los pardillos y pardillas de ayer.Eso está cantado.
Lo normal empieza a ser la transparencia de las cuentas públicas sin que estén en jeroglífico, los presupuestos municipales gestionados desde la base de los barrios, votados partida a partida, céntimo a céntimo. En todos los ayuntamientos y comunidades del cambio, si no te enteras de como se gasta el dinero justificado hasta el céntimo, es porque no quieres y no porque haya una junta municipal de caciques y manguis que no te dan ni los buenos días de puro rácanos y/o por si acaso de cerca se les ve el plumero trincante y sonante.

Vamos tirando del hilo cada día un poco más y la madeja nos muestra la cantidad de enredos y nudos gordianos que lleva en sus entrañas. 
Gracias a documentos como el libro del Juez Garzón, pero sobre todo, gracias a la conciencia que lo ha hecho posible, parece que se atisban visos de cambio de verdad en la sensibilidad política y social de este país tan confuso y desnortado. Tan castigado, tan humillado y vejado, sobre todo por falta de una conciencia despierta que le oriente desde dentro y lo libere de los moldes ideológicos cerriles e inyectados en vena por la costumbre y la rutina de dejar que otros piensen y nos convenzan de que no somos capaces de pensar ni de organizar un poco nuestra mente y nuestras emociones hasta desarrollar sentimientos consistentes y útiles.

Me atrevo a sospechar que el Juez Garzón nos ha escrito su testimonio, porque intuye, o se ha dado cuenta, de que la gran mayoría de los españoles y españolas podemos comprender esas acciones y decisiones justas y que con el esos testimonios vivos creceremos y seremos cada vez más dignos de lo mejor de nosotros mismos, de ese reino inteligente que es la lucidez en libertad, la creativa  grandeza de los DDHH en expansión y mejora constante, un reino íntimo y compartido que solo es posible si lo construimos entre todas y todos.

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