Ignacio Blanco - Valencia
No he vuelto a pisar las Cortes Valencianas desde
que hice limpieza del despacho y recogí trastos pocos días después de
las elecciones autonómicas. He seguido por internet algunas de las
sesiones parlamentarias -ayer mismo el debate de política general- pero
hasta ahora no me ha apetecido volver al lugar donde pasé cuatro
intensos años luchando por un cambio al que mi grupo contribuyó
decisivamente pero que se hizo realidad sin nosotros. Sé que algún día,
más pronto que tarde, volveré -de visita- y me reencontraré con
trabajadoras y trabajadores a los que aprecio, compañeros de otros
grupos y contendientes políticos. Pero, a fortunadamente, hay una que ya no estará.
“¡Qué hostia!... ¡qué hostia!”. Esas fueron las palabras que Rita
Barberá susurró abrazada al entonces delegado del gobierno, Serafín
Castellano, el 24 de mayo de 2015. Los micrófonos pudieron captar la
profunda desolación de “la jefa”, que había encadenado seis legislaturas
en la alcaldía de Valencia y 32 años en Les Corts. Acostumbrada a
celebrar las veladas electorales con el signo de la victoria, Rita
parecía un guiñapo con la mirada perdida y la cabeza gacha.
Pero lo peor para ella estaba por venir, porque esa noche perdía no
sólo el poder sino también la impunidad. Nadie se atreve a poner en duda
la independencia judicial pero es inevitable preguntarse qué hubiera
pasado con algunas de nuestras denuncias archivadas si los jueces y
fiscales hubieran tenido siempre la misma actitud que ahora.
Al principio, Rita pareció esquivar el golpe que la
policía sí asestó al confidente de sus penas aquella noche aciaga.
Mientras Serafín era detenido y esposado por sus propios subordinados y
en su propia casa, ella se aseguraba el aforamiento como senadora de
designación territorial. Como tantos otros presuntos corruptos del PP,
Barberá ha utilizado el escaño como escudo frente a la acción de la
justicia. Así consiguió en su momento mantenerse fuera del alcance del
juez Castro en el caso Nóos. Pero esta vez sólo le ha servido para
retrasar el golpe, no para evitarlo. Tras la imputación de todos sus
concejales y asesores, incluyendo sus más estrechas colaboradoras en el
grupo municipal, era cuestión de tiempo que el círculo del blanqueo de
capitales se cerrara entorno suyo. El Tribunal Supremo la investiga y
ella, apestada incluso en su partido, decide abandonarlo y atrincherarse
en el Grupo Mixto del Senado. Indigna hasta el final.
En sus tiempos gloriosos, Rita no gobernaba; reinaba. Y ahora ha sido
destronada. Fuera del balcón consistorial y del Partido Popular, ya no
infunde ni respeto ni temor y hasta Las Provincias se atreve a pedir su
dimisión. Quien llegó a creerse “alcaldesa de España” y tan símbolo de
Valencia como la maredeueta, tiene ahora que
recluirse en casa huyendo de la prensa y de las mismas masas que un día
la adoraron. Ella, que repartió tantas sonrisas y abrazos a quienes la
vitoreaban como arrogancia y desprecio a quienes se le oponían, es hoy
una zombi política carcomida por el odio y el rencor.
Qué hostia te ha caído, Rita. Como la que les cayó a tu ex compinche Alfonso Grau y al gracioset de
Alfonso Rus por el mismo caso Taula. Como la que les caerá a Francisco
Camps y a Alberto Fabra por la Fórmula 1. Como la que ya tumbó a Carlos
Fabra y a Rafael Blasco, que os espera en Picassent. Sí señora, una
buena hostia. Una hostia merecida. Una hostia de justicia.
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Mil gracias, Ignacio, por todo el curro intensísimo que todos los miembros de IU llevásteis en Les Corts Valencianes, en la Diputació i en el Aiuntament, especialmente os recuerdo a ti, a la compañera de Alacant que mando a fer la má a la Castedo, y a Rosa Pérez Garijo en la Dipuatación de València que hizo lo propio con Rus y su corte palaciega, dando caña conciencia en mano y me dolió muchísimo que los votos vuestros en justicia se los llevara un Podemos que no tuvo siquiera la ocasión de trabajar directamente roturando la tierra del cambio que nunca se habría producido si gente como vosotros, de la entrañable y fraterna IU, no hubiese estado ahí. Me emociono cuando pienso en vosotras y vosotros, hermanos de corazón, de alma y de compromiso. València y España os necesita más que nunca. Gracias por todo! Salud y república!
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