Es imposible conocer la verdad de unos hechos violentos y delictivos como los de Alsasua, cuando ningún testigo directo y ningún medio de información explica punto por punto la realidad del caso, sin interferencias ideológico-emocionales.
Sólo hay una certeza comprobable: la agresión perpetrada en un bar de una localidad navarra, Alsasua, que se siente más euskalduna que española, por unos cuantos ciudadanos aborígenes contra otros cuatro forasteros, con el resultado de que uno de estos últimos ha debido ser hospitalizado e intervenido quirúrgicamente por lesiones algo más que leves. No hay testigos presenciales disponibles y neutrales que relaten los hechos sin arrimamiento de ascuas a la sardina propia, aunque sí los hay, pero no disponibles, que no han dicho ni mú, posiblemente por dos razones, o bien porque la violencia y las agresiones que mandan a la gente al hospital les parecen algo natural en la vida cotidiana del pueblo o porque los agredidos han sido dos agentes de orden público y sus compañeras de fatigas y apalizamiento psicológico, que no son ertzxainas sino guardias civiles de la competencia nacional contra las competencias nacionalistas.
Tanto montan los atavismos de una nacionalidad como los de un nacionalismo en la fritanga violenta de neuronas celtibérico-euzkaldunas. Si Euzkadi pretende ser distinta del resto de España, la verdad, con estos números dignos de la peor mugre hispana, demuestra estar a la misma altura de Puerto Hurraco o del Toro de la Vega. Un idioma distinto y unos rasgos físicos determinados, un buen bakalao al pil-pil, lingotazos de chacolí, la tamborrada y la afición a los frontones, no quieren decir nada en materia de diversidad si el talante de energúmenos se comparte al 100% con el resto de la ganadería patriotera peninsular e insular que ocupa aun demasiado espacio en el corralón ehpañó.
A la ciudadanía tanto vasca como no vasca, que trabaja por el verdadero cambio a mejor de toda la comunidad social, estas cosas la dejan a cuadros, y la indignan tanto como cuando los mossos de es-cuadra dejan tuerta a una manifestante por un pelotazo de goma o se tirotean inmigrantes en el mar o los rebanan a concertinazos de frontera indecente u obedecen leyes degradantes por una macabra obligación que prescinde de la conciencia.
Es lo que tienen las patrias a piñón fijo, ya sean españolas, vascas, catalanas, gallegas, de Matalvecino del Duque o de Villaoveja del Cacique, que son un invento del atavismo mastuerzo y fanático, de la incultura que defienden como cultura propia y excluyente y de la cerrazón ante cualquier amago cívico y ético.
Parece mentira, que como los israelíes, el pueblo vasco que tanto ha sufrido por culpa de un dictador terrorista uniformado y de otros dictadores terroristas de paisano y caserío, se olvide tan pronto de lo horrible que es la violencia y pretenda seguir vegetando y pastando en la línea inhumana de las dictaduras, que también las hay ideológicas y de pueblo, no solamente de Estado central, militares o financieras. El analfabetismo en humanidad suele ser la peor de las tiranías precisamente porque no se nota quién es el tirano y todos lo aceptan como lo más normal, honorable, sano y típico de la propia cultura. Parece que los cuarenta años de dictadura aberrante que sufrimos todos en materia de crueldad han dejado en Euzkadi una herencia tan arraigada que ya forma parte de la patria vasca. Qué pena, tanto esfuerzo para liberarse de una patria artificial e impuesta por los poderes ajenos y montarse un clon de la misma especie como patria de repuesto. Qué bajo se puede caer pretendiendo lo contrario, ¿verdad?
Euzkadi o cualquier otro rincón geopolítico con ganas de vasquexit solo serán libres de verdad cuando les gobierne su inteligencia, su civismo, su conciencia y su honestidad y no sus tripas, sino la ética y no los humores y los colocones festeros en cualquier choko del barrio que no les dejan ver al ser humano que hay detrás de cualquier etiqueta. Un dolor y una vergüenza, sí., que nos afecta a todas, no por ser españolas, sino sino simplemente por ser de la misma especie biológica y compartir el mismo planeta.
Sólo vale la pena construir un espacio de vida en común y llamarlo patria, u otra cosa si se quiere, cuando decide en común que ya no son necesarios los ejércitos ni fuerzas del orden que repriman nada, porque el respeto mutuo, la empatía y la solidaridad compartida con todos los seres humanos, son mayoría absoluta y la sede del gobierno ético está dentro de cada ciudadano. Imperativo categórico a tutiplén ¿Lo conseguiremos en esta vida? No lo sabemos, pero vamos a seguir trabajando día a día con más ganas para que ese empeño nos vaya mejorando y transformando sin parar y estas burradas pasen a la historia, y así, esa patria deseable y justa, la del empeño y el amor por el bien común, se convertirá en la mejor de las patrias posibles: la conciencia de la inteligencia colectiva. El corazón que piensa, el cerebro que ama. La voluntad regeneradora y resiliente, capaz de crear mundos nuevos con los escombros reciclados de lo viejuno ya tan irreconocible como limpio.
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