domingo, 30 de octubre de 2016

Elogio de la política



Publicada 30/10/2016 (Infolibre)  
 


Dice el refrán que no es lo mismo verla venir que bailar con ella. El error divertido de una diputada de Costa Rica llenó de picante el refrán al afirmar en un lapsus histórico que no era lo mismo verla venir que tenerla dentro. Bueno, pues después de las agitaciones de los últimos meses hay que aceptar que ya bailamos con un nuevo gobierno del PP. La punzada que provoca haber perdido una oportunidad de cambio permite decir con propiedad que ya la tenemos dentro.
El espectáculo vivido permite dos lecturas: o tomamos conciencia de la llegada de un tiempo nuevo o nos dejamos llevar por el vértigo de la degradación. Hay muchas posibilidades de que la espantosa realidad sufrida sólo sirva para desprestigiar todavía más el mundo de la política. Ese desprestigio siempre favorece a unas élites que quieren tener las manos libres para seguir planificando sus negocios. Dejar al Estado en los huesos supone evitar cualquier regulación social de la democracia y, al mismo tiempo, utilizar el esqueleto de los gobiernos en beneficio propio.
No será extraño que la sociedad tenga que recibir una vez más los pisotones del baile de Rajoy. Lo malo es que al mismo tiempo será desprestigiado el único camino que tiene para detener su música y salir de la pesadilla: la política. Los mismos que disfrutan del desmantelamiento de los servicios públicos y de la degradación laboral, animarán las críticas al gallinero político, a sus ambiciones, sus promesas falsas, su sectarismo, su tendencia a la corrupción y la mentira. El espectáculo pornográfico que ha protagonizado la cúpula del PSOE es un dolor grave no sólo para los militantes socialistas, sino para el crédito general de la política.

Conviene, pues, tomar conciencia de la llegada de un nuevo tiempo mientras bailamos con Rajoy. Muchas voces de la izquierda argumentaron durante años la necesidad de acabar con la Sagrada Transición Española. El mal uso que el bipartidismo hizo de las instituciones públicas ofreció datos suficientes para mantener opiniones negativas. Pero la realidad ha ido demostrando que las élites económicas eran las más interesadas en acabar con la Transición. La crisis económica y el diseño de una Europa desigual permitieron que tuviesen como objetivo la recuperación de los privilegios perdidos en su paso a la democracia.
El abrazo final entre el PSOE y el PP representa precisamente eso: el final de los escenarios de la Transición según una lectura neoliberal. Se acabó la trasnochada división entre la derecha y la izquierda porque la sensatez no depende ya de los enfrentamientos políticos, sino de las necesidades de una economía común y beneficiosa para todos.
Pero este nuevo tiempo político permite también una lectura alternativa, una razón contraria: se trata de tomar conciencia una vez más de que la realidad económica no es un territorio común y beneficioso para todos. El beneficio de las élites se produce a costa de la explotación de las mayorías. Esa toma de conciencia, superado el bipartidismo, debe situarse en un escenario nuevo en el que la política, su crédito, su capacidad de interpretación y de propuesta, tendrá que jugar un papel decisivo. Cualquier camino que desprestigie la política y degrade la representación parlamentaria, aunque parezca muy contestatario, acabará bailando al servicio de las élites.
La configuración de una alternativa al imperio neoliberal exige estrategias a corto y largo plazo. Por lo que se refiere a lo inmediato, resulta imprescindible tener en cuenta el papel de los grandes medios de comunicación a la hora de escribir el relato de lo que sucede. Tan necesario es apoyar la existencia de un periodismo independiente como evitar excesos y bufonadas infantiles que faciliten la labor de los medios tradicionales a la hora de desacreditar una alternativa política al neoliberalismo.
Por lo que se refiere al largo plazo, nada es más importante que devolverle el protagonismo de la discusión política a la reivindicación laboral. Es una tarea muy complicada. Además de denunciar la precariedad del trabajo y la indecencia salarial –que se han facilitado mucho con las últimas reformas–, el largo plazo se relaciona con la inercia social que nos gobierna desde hace años. El centro de la economía ha pasado de la producción a la especulación y del mundo del trabajo a la lógica del consumo. El camino de los mercados actuales es conseguir que la gente gane cada vez menos y consuma cada vez más. En esta paradoja se reparten hoy las cartas de la explotación. Por eso es importante formular nuevas alianzas entre la política y el sindicalismo. Habrá que encontrar la manera de que la metáfora de la gente recupere espacio en el trabajo digno y se aleje del consumo. La gente como realidad laboral más que como producto televisivo. ¿Puede hoy una experiencia real sustituir al mundo virtual de las informaciones manipuladas?
Para estos afanes a corto y largo plazo, hay algo imprescindible: mientras vemos cómo se hunde el PSOE y cómo baila Rajoy, es necesario dignificar la política, salvarla de su desprestigio programado. 

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Como siempre, Luis GªMontero, das en el clavo. Es ya evidente que algo muy gordo ha pasado y está pasando en el alma colectiva desde hace casi una década y que ha puesto en marcha una mutación global, como lo es la misma condición del desbarajuste globalizado. Que el colapso político, como casi siempre, está precediendo al gran zurriagazo energético y económico, que como un alud, crece y crece silenciosamente. 
Existe el riesgo de que si no se canaliza adecuadamente y  a tiempo, este tsunami se nos vaya de las manos si seguimos emperrados en aplicar siempre las mismas terapias para las nuevas dolencias, es decir si seguimos pensando que el SIDA se puede curar con aspirinas, porque desde siempre la aspirina ha sido muy eficaz como analgésico y para aliviar males de poca gravedad, que aliviaban nuestros abuelos en la farmacia de guardia con remedios sencillos y asequibles. Ya pasó en 1929 y los sabios del momento creyeron dar con la fórmula en EEUU, y sí, pararon la infección, la suya, pero infectaron al mundo con su recuperación y de ella derivó otra guerra mundial, ya que la solución de la receta americana siempre necesita la purga de la guerra para hacer caja. El crecimiento consumista y cegato que trajo la paz ha seguido la misma ruta del desguace  a largo plazo. El mercado de todo es el gobierno del mundo. La 'política', su mamporrera. Lo es en el Occidente "civilizado y democrático"(¡?) y lo fue en el imperio supuestamente "proletario y democrático" de Oriente. 
Este sistema cocinado a fuego lento o rápido según las urgencias interesadas del poder y los mercados o de los mercados del poder, no deja títere con cabeza, su calculismo demoscópico-lucrativo empedernido le ha fundido los fusibles tantas veces que el circuito ha enloquecido de tanto remiendo y de tanto parche coyuntural sin poder prever nada que sobrepase las 24 horas de  distancia. La cosa se ha puesto muy fea, porque en los talleres de la chapuza política ya no quedan repuestos y las herramientas han colapsado, es lo que pasa cuando a un hacha de sílex o a una punta de flecha paleolíticas se les  enchufa el cable del wi-fi, y así van los trompicones palaciegos en plan palo-ciego, de Rajoy a Donald Trump, de Clinton a Merkel, de Hernando rojo a Hernando azul, de Herodes a Pilatos, bambando entre simulado y diferido el sistema no se sostiene ya ni en decúbito supino, aunque la prensa y los medios en general se empeñen en distraer la atención de rifirrafe en rifirrafe, ya pactados de antemano, para que el guiñol se tenga en pie aunque sea pegado con esparadrapo o sujeto con grapas y clips.
 Y sí, es cierto, hemos llegado a un punto donde solo la política de verdad puede resolver el colosal entuerto. Pero, claro, ¿qué política? Pues la disponible, la de siempre, esa que consiste en que millones de miserables, ignorantes y discapacitados institucionales depositen en los más espabilados sus derechos, preocupaciones y sinvivires, sí, en los más preparados (no se sabe muy bien para qué, pero bueno...) y dicharacheros para que los/nos representen, y ya se irán apañando ellos, que para eso están y se pagan los  impuestos. Pero el tiempo y sus sorpresas no siempre gratas, vienen demostrando con  una contundencia cada vez más clara y pertinaz, que ese vicio tan cómodo de consentir y tragar política delegando y pasando de todo, de ser gobernados en plan gallinita ciega, resulta que sale carísimo y hasta trágico en demasiados casos que el mismo sistema está dejando en evidencia. Sí, por desgracia o tal vez por fortuna la política ya no es lo que no era. Y resulta que ahora amenaza  con llegar a ser para quedarse siendo de verdad. O eso, o la nada. Es decir o eso  o Rajoy-González-Díaz-ect, ect...más lo que afanaren y corrompieren. Y ya el horno no está para bollos.

Lo que tiene exprimir personas en vez de cítricos es que las personas se pueden despertar a base del apretujamiento exprimidor y darse cuenta de lo  que pasa cuando una deja que la confundan durante muchos años con mandarinas o con pomelos. Que te convierten en zumo mientras vives, que con tu carne van haciendo mermelada y con tu cáscara, pues condimentos y fuegos artificiales, y siempre, siempre, en los talleres de la "política", la mejor pirotecnia que se conoce. Es verdad que de vez en cuando da algún susto y explota, pero es tan divertida, tan festera y graciosa, que la hemos ido dejando para el final del proceso. Y aquí estamos, al fin despiertas con la última mascletá y dispuestas a que esto acabe de la mejor manera posible: participando desde la raiz a las hojas. Hasta ahora nos íbamos quedando en enterradas en el subsuelo y dejando que los troncos, ramas, hojas y frutos hiciesen lo que mejor les parecía, dando por sentado que las raíces cargarían eternamente con el muerto como es lo lógico, que para eso la naturaleza las ha colocado en el underground.  
 
Mira por donde, se han ido ensayando formas nuevas de ser raíces aeróbicas y hemos ido saliendo a la superficie y descubierto que no sólo somos compatibles con la visibilidad, es que además todo mejora y se equilibra cuando estamos presentes, sabemos lo que hacemos y para qué, y vemos como los canales de la savia funcionan subiendo la sustancia del humus hasta las hojas y cambiando con la luz nuestra fuerza en clorofila, oxígeno y energía más sutil. La naturaleza de toda la planta mejora muchísimo si las raíces participan en la fotosíntesis sabiendo lo que hacen y cooperando, en vez de funcionar como autómatas sin puntos de referencia y sin que el resto de la planta las tenga en cuenta para su funcionamiento inteligente, cuando la vida está en la base, de hecho una raíz puede sobrevivir sin el árbol, pero nunca un árbol sobrevive sin la raíz. Eso está pasando con la política. Las raíces-madre, se han despertado y sin ellas activas, conscientes y participantes, no hay manera de que la planta se desarrolle sanamente. La biología de la raíces ha evolucionado y el resto de la planta no puede quedarse al margen, porque eso sería su ruina.

Es verdad que desde el inicio de la vida vegetal las raíces estuvieron enterradas en vida por necesidades del guión evolutivo. Como las mujeres estuvimos milenios encerradas en gineceos, castillos, palacios, celdas monásticas y harenes varios...Hasta que a finales del siglo XIX, empezamos a salir de la caverna impuesta. Cuando llegó el cultivo hidropónico y se pudo comprobar que es un modo nuevo de existir de funcionar, el mundo no sólo no se terminó por esa comprobación sino que se abrió a mayores posibilidades y formas de relación entre las plantas  y el medio. 
La política de "representación" como "oficio", tal cual la conocemos, irá cada vez más en declive, porque la raíz ciudadana ha abandonado la invisibilidad del subsuelo y ese movimiento de apertura crece y profundiza, adquiere nuevas habilidades y crea nuevos vínculos con la vida, recursos adecuados a sus necesidades y aspiraciones legítimas sin perder la noción de su entorno y la simbiosis con él

Las nuevas opciones del cambio están sacando de la urna y del escaparate la institución no para destrozarla sino para ampliarla y enriquecerla con la realidad sectorial palpitante, las raíces sociales han eliminado los cristales aislantes de las vitrinas sin sentido, están liquidando el apartheid. ¿Qué hoja o qué rama puede reivindicar su condición de raíz si no la reconoce ni es consciente de su existencia y de su potencial común? ¿Qué raíz puede funcionar con conciencia si desconoce que es la misma sustancia que el tronco, las ramas, las hojas y los frutos y que todo depende de que ella los nutra desde la base?  

El cambio de verdad es el nacimiento y la consolidación de la política como instrumento fundamental en el  bien común y no como oficio de caciques ni casta profesional  e intrigante, especializada en vivir del sector público enredando decisiones a tresbolillo sin consultar a sus "representados" a lo largo de una o varias legislaturas donde la ciudadanía deberá subsistir a ciegas, a sordas, a mudas, a tontas y a locas, soportando todas las ocurrencias de los "representantes" con la fe analfabeta del carbonero, cuando ya el cambio climático está abandonando ese combustible contaminante, ante quienes  una vez votados en las urnas, no parecen estar capacitados para tener más función específica que hacer de clero ideológico y conseguidor para los suyos, claro, y desde ahí manipular a sus anchas el patrimonio de todos, y con la recompensa, como mínimo, de un puesto de trabajo seguro, vitalicio si el  tiempo no lo impide, y subvencionado, off course, con dinero público sin que se vea casi nunca el buen resultado del empeño "político". 
 Ya lo creo que está cambiando el concepto de política para dar paso a la Idea Política, a la politeia viva y activa, comprometida con su tiempo, su lugar y su expresión colectiva e individual, cada vez más consciente y autónoma en cuanto se refiere a dar importancia a comidas de tarro interesadas e inoculadas. Es el fin del político de boquilla, el de toda la vida empotrado en concejalías, diputaciones, escaños, camarillas y sermones, de ese hombre de casino provinciano...y su triste expresión que no es tristeza, sino algo más ni menos que el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Ese, que bosteza de política banales dicterios al gobierno reaccionario y augura que vendrán los liberales cual torna la cigüeña al campanario...(bendito Antonio Machado, qué ojo y qué puntería)  
Mucho me temo que ese modelo que hemos estado soportando desde hace un par de siglos más o menos, haya llegado a su fin. Menos mal; porque eso no era política sino impudicia y vergüenza, analfabetismo antropológico retroalimentado por el mito de una Transición que nunca acabó de terminar, y  todo ello convertido en un potaje incomestible de resignada "normalidad", condimentado con una aberración histórica que hoy, más que nunca, en pleno siglo XXI no tiene razón de ser ni de estar.

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