miércoles, 30 de septiembre de 2009

Virtudes capitales VI: La Templanza

Quizás a los muy serios y ceremoniosos de la erudición, les parezca banal y poco científico citar los arcanos del tarot a la hora de hacer un trabajo de reflexión, con ciertas bases fiables. Sin embargo la ciencia, con Jung en la vanguardia de la iniciativa, sí estudia en muchos casos, la importancia sustancial de los arquetipos representados en los naipes tarotísticos. Muy lejos de connotaciones "adivinatorias" y pseudomágicas, por supuesto. Hago esta pequeña advertencia como introducción al análisis de la virtud que tratamos hoy: La Templanza. Que está representada entre los arquetipos que configuran la estructura psicológica de nuestra especie, en el naipe nº XIV del Tarot.
En el Tarot de Marsella, que es seguramente el más antiguo y fiel a la Tradición, esta carta representa la figura serena de un ángel vestido con una túnica en dos colores: el rojo, que equivale al amor superior y al impulso racional y pasional, trascendente, activo, masculino, y el azul, que es el color de la materia transmutable, emotiva, intuitiva, receptiva y femenina. El peto superior, el cinturón, las alas, las manos y el rostro son de color amarillo dorado, tonalidad solar que equivale a la andrógina sabiduría que produce la iluminación, al oro del alquimista, que es luz concentrada en la materia. También el cabello es azul y se adorna con una pequeña flor roja en el centro, que es también una estrella de discernimiento amoroso. En cada una de sus manos sostiene un ánfora, la de la derecha es roja y la de la izquierda, azul, entre las dos vasijas hay un fluido blanco, el agua purificadora del espíritu que equilibra los demás elementos con su frescura y su capacidad de dar vida. El líquido fluye entre las dos ánforas sin derramarse, lo que indica la capacidad equilibrante del autocontrol. Además la figura, a pesar de ser alada y angélica, no está en el aire, sino sobre una tierra amarilla dorada, que es la base del conocimiento del sabio.

Ya sólo la descripción de esta figura nos indica qué significa la Templanza y su importancia en el acervo arquetípico humano, como virtud imprescindible. La Templanza es el equilibrio vital que regula nuestro camino en el Planeta y nos conecta con el cosmos. La moderadora de los impulsos e inclinaciones personales, para adecuarnos al mundo en que vivimos. Por eso, se ha señalado como la compensadora de los excesos desajustadores del metabolismo como la gula, otro pecado "mortal", sobre todo ahora que tenemos bases suficientes para saber que la comida puede ser nuestra medicina, como afirmaba Hipócrates o nuestra enfermedad, como ya sabemos por ese bombardeo mediático que nos advierte constantemente por vía televisiva y en las horas de sobremesa, especialemente, de los riesgos alimenticios: colesterolhemia, uremia, diabetes, hipertensión, reumatismos, extreñimiento, diarreas, celiaquía, descalcificación, obesidad, bulimia y anorexia. Motivos importantes para ser equilibrados en el terreno alimenticio. Pero la Templanza va mucho más allá de esta apreciación.
Es cierto que la gula, el opuesto de la Templanza, está en la misma onda de la lujuria, es otra especie de desbordamiento lujurioso, en cuanto al descontrol del sentido del gusto. Y dado que en la antigüedad la comida no era demasiado abundante, este pecado era fundamentalmente, un pecado de "ricos" y también de pobres cuando éstos estaban en condiciones de comer en abundancia, es decir, en las ocasiones especiales y celebraciones, ya que por la falta de costumbre y las carencias de aquel tiempo, era muy fácil enfermar de indigestiones, morir de un cólico "miserere", a causa de los atracones casi inevitables, para quienes la comida diaria era muy parca y con frecuencia, escasa. Así, la Iglesia tuvo a bien incluir la gula entre los riesgos "mortales", ejerciendo un poco la medicina preventiva del sentido común, como Moisés en los preceptos que escribe mientras el pueblo judío atraviesa el desierto, durante años, estableció la prohibición de comer cerdo,animales tóxicos y pesados (impuros) o las reglas de higiene con abluciones para poder resistir la dura travesía.

En nuestros días la gula puede ampliarse al sentido del consumismo, de la obsesión por comprar y vender, tragar, absorber, fagocitar, muchas veces bastante más allá de lo necesario, que es uno de los fundamentos desbordados de nuestra época y la causa profunda de las crisis de desajuste económico y laboral que de vez en cuando nos sacuden, cada vez más gravemente.
En este pack puede incluirse también la obsesión por el cuerpo físico, descuidando otros aspectos igualmente importantantes, como el cultivo interno, la simplificación de nuestros hábitos. La interiorización de la vida como fuente de satisfacción esencial, que cuando falta, convierte al hombre en objeto y sujeto de consumo constante y compulsivo. Creando necesidades impuestas y aceptadas sin poner ni una sola objeción. Es esta gula consumidora generalizada la que está agotando y contaminando el Planeta.
La Templanza con sus dos ánforas en perfecto equilibrio trasvasando el agua de la vida y del espíritu, del consciente al inconsciente, de la razón a la intuición, de la materia a la energía, nos está dando la clave de mantener la armonía tanto en nosotros mismos, como fuera. Todo lo que tenemos es bueno, útil y sano, como los colores, la tierra, nuestro cuerpo, la inteligencia y las emociones, las herramientas de trabajo, como la figura representa. Pero de nosotros depende que su uso sea realmente óptimo, aprovechable, ineficaz o desastroso. Somos nosotros los que tenemos entre manos la responsabilidad de lo que vivimos. Nadie más. Elegimos sin ser conscientes. Pasamos de exigir lo justo. Nos resignamos a lo que quieran hacer con nosotros, como por ejemplo, en las enfermedades. Depositamos nuestra responsabilidad hacia nuestra salud en unos asesores sanitarios que llamamos médicos, a cuya ciencia hemos atribuído un poder casi chamánico, sólo que estos profesionales no son chamanes, sino empleados en un taller de reparaciones mecánicas. Se equivocan muchísimo, porque la medicina occidental se enseña y se aprende sobre tejidos muertos, el médico que dice tarbajar la salud, realmente lo hace desde laóptica de la enfermedad, porque se ha formado estudiando y observando lo inerte, así nos enferman sin pretenderlo. Y sobre ese estado de morbilidad se han constituído las mayores fortunas del Planeta.
Para ayudarles y mejorar nosotros mismos, hay que preguntarles, pedirles explicaciones, buscar información y enterarnos bien de qué se hace en nuestro cuerpo con la química, la cirují, las vacunas y las aplicaciones tecnológicas.
Lo mismo diríamos para la enseñanza: debemos colaborar, enseñando a nuestros niños a participar en clase, trabajando a dúo con los profesores en equipo, y así darles ideas, si las tenemos, o colaborar en proyectos escolares donde podemos aportar mucho. Esto despierta la conciencia holística de los niños y de los jóvenes que poco a poco podrán ir integrando la casa y la escuela en una misma onda de referentes. Y evitando el pasotismonihilista, la violencia juvenil, los enfrentamientos y hostilidades. Las barreras se quitan con la cooperación y la co-gestión.
Y lo mismo para la participación ciudadana: asistir periódicamente o en turnos y por grupos cívicos, a los plenos del ayuntamiento de la ciudad, enterarnos de nuestros derechos y deberes, reclamar cuando sea necesario y aprender a con-vivir con el resto, dejando de ser cápsulas de desconfinza y desaliento en medio de una in-comunidad. La Templanza es imprescindible en toda relación sana del hombre con su entorno, le favorece tanto como un complejo vitamínico o una dieta sana. Suprime la amargura, el aislamiento, el complejo de élite y de falsa "arisctocracia", el desconocimiento juzgador y necio que da la distancia. El desprecio por lo que desconocemos o pensamos conocer sólo en teoría. Nos educa en la solidaridad y ayuda a los grandes cambios sociales, que desde la inteligencia ordenada y sana, dejarán de ser revoluciones violentas para ser evolución serena y constante. Si no queremos un futuro lleno de delincuencia y agresividad, empeñémonos en el presente, en nuestro entorno, en el hogar, en la escuela, en el barrio, en la ciudad.

La gula es una necesidad física y anímica que se ha pervertido y convertido en vicio perjudicial. Necesita un método para curarse.

La Templanza es un ángel que pisa tierra, es decir, nos indica que somos seres elevados que están en la materia para tomar de ella lo mejor, armonizarlo y crecer en ese proceso. Y hacer que lo peor vaya desapareciendo sin necesidad de llegar a la represión, a la cárcel o a la guerra. Sus ánforas representan el equilibrio de nuestra dualidad y nos avisan de que la energía espiritual que impulsa la evolución pasa por no aislar ninguno de los dos recipientes: como es arriba es abajo. Como es dentro es fuera. Como te interesas por lo privado, empéñate también en tu medio ambiente. Porque cuando te dedicas sólo a ti, sin tener en cuanta el macroorganismo que te contiene, te comportas como una céllula cancerosa: sólo te ocupas de engordar tu ego y eso enferma el tejido que después te matará. Estamos en relación con todo aunque no queramos verlo.

Como ejercicios de templanza podemos empezar por hacer una lista de cosas imprescindibles antes de ir a comprar. Y limitarnos a lo escrito, para dominar la tendencia caprichosa. Observar como reaccionamos cuando mecánicamente vamos a comprar lo innecesario y nos lo impedimos. Escuchemos las reacciones de respuesta corporales y comprendamos cómo nuestro ser entero se implica en cada cosa que hacemos. De este modo nuestra sensibilidad se hace más fina y atenta, nos "avisa" cuando nos educamos para escucharla, porque las señales las da siempre, es nuestra conciencia ausente y disatraída la que se pierde. Cuanto mejor nos conocemos, más templanza desarrollamos. También pongamos atención a lo que acumulamos en casa: tal vez demasiada ropa y complementos en los armarios que tquizás ya no usamos hace años. Podemos darla para que otros la aprovechen ganándose la vida en mercaditos de segunda mano, o para Cáritas o Cruz Roja, o Traperos de Emaús. Una buena receta es comorobar si hay prendas que no se han usado en ninguna de las cuatro estaciones del año, entonces, darlas es mejor. Lo mismo el exceso de libros que ya han cumplido su misión, tal vez son de texto de nuestro hijos ya mayores. Hay ONGs que los recogen para Latinoamérica, para bibliotecas y escuelas.

Bueno, la creatividad es una gran maestra y practicándola aumenta su poder y sus capacidades. Así que propongámonos ser creativos con templanza y veremos cosas muy interesantes y hermosas en nuestro alrededor. Lo primero, poder sobre nosotros mismos. Cuando uno de nosotros hace algún cambio importante, algo cambia en todo, así que ánimo, que el mundo puede mejorar bastante si queremos. Al menos el trocito de mundo que tenemos alrededor.

martes, 29 de septiembre de 2009

Virtudes capitales V: La Magnanimidad

Magnanimidad



Es una palabra quizás demasiado rimbombante. Excesivamente larga, tal vez, para un tiempo como el nuestro, hecho de abreviaturas, de signos esquemáticos, de guiños conceptuales que rascan la superficie de todo sin arriesgarse a entrar profundamente en nada. Es lo que tiene la limitación del habla, que no de la lengua, como distinguiría Ferdinand de Saussure. La lengua es extensa, abstracta y abierta al intelecto, mira a lo lejos, no se avergüenza de su historia, la asume y se enriquece de ella, y el habla, en cambio, está reducida a los límites de lo concreto, es portátil y adaptable a lo que hay en los manejos infinitesimales y variables de lo acostumbrado y perentoriamente temporal. Una wikipedia del sobeteo ad hoc. Pero imprescindible para que el habla tenga sentido y se haga tangible.

¿Qué traducción tiene la magnanimidad en el habla de hoy? De la expresión latina magna anima = alma grande, deducimos que debe ser algo demasiado etérico, quizás. Y un poco demodè, solemne en exceso, out-sider, que nos queda bastante lejos, altisonante y rarito. Quizás el habla tenga algo que inventarse todavía al respecto y aplicarle más simplicidad. Un vocablo que sin alterar el contenido lo incorpore al uso habitual con los matices de: excelencia, grandeza, altura, sencillez, justicia...Pues estos ingredientes se enmarcan en el diagrama de la magnanimidad, que es el exacto opuesto y perfecto remedio para la envidia, una pandemia de gripe E, que viene haciendo estragos en la humanidad desde la noche de los tiempos sin que los laboratorios farmaceúticos se hayan preocupado, hasta la fecha, por invetar la vacuna preventiva adecuada al caso.
Por envidia -cuenta la mitología bíblica- le serpiente amnésica del astral arrastró con ella al animus y al anima del hombre, que, empeñado en alcanzar el poder de un dios, se vio reducido a reptar por los suelos del tiempo y del espacio tratando de arañar un poco de felicidad y algún consuelo de poca enjundia que le recordase a chispazos sueltos, su pertenencia a algo menos angustioso y comprensible. Una condición menos cutre y más llevadera. Y el detonador lo pulsó la envidia. Una contravirtud, o pecado "mortal", tal vez, el más letal y venenoso de todos, por lo solapado de su presencia poco ruidosa, pero fatal. La infección por envidia es muy difícil de detectar por el que la padece. Los demás lo ven, lo saben, lo notan, lo sufren, pero el afectado nunca se da cuenta y cuando lo hace, es demasiado tarde. Y le cuesta muchísimo sanarla. Precisamente porque la envidia produce amnesia de uno mismo, de lo mejor de uno mismo. Incapacita para recordar que uno pertence a lo más alto. Que todos pertenecemos a lo más alto. Sin embargo el envidioso no puede verlo, no recuerda quien es. No sabe aún que existe y es. Sólo transita, vegeta, especula, se come el tarro, mira alrededor y compara. Se compara con lo que ve, porque ha perdido la brújula personal. O no la ha tenido nunca. Y entonces puede haber dos reacciones:

a) La pasiva, directamente autodestructiva, que le impulsa a reconcomerse, a infravalorarse y a negarse el derecho a crecer y a vivir. Envidia suicida acorto plazo.

b) La activa. Que le impulsa a sumergirse en la soberbia, la ira, la lujuria, la avaricia, la gula y la pereza. Es decir, la envidia es el trampolín estratégico de todo el florilegio degradante que mantiene al hombre hecho un desastre incívico, estúpido, enfermo y absurdo. Con tal curriculum calamitatis la tendencia autodestructiva y suicida se convierte en tiranía y exterminio generalizado, a largo plazo. En el desequilibrio en los mandos de la nave humana que conduce a la pérdida del rumbo ya que la brújula no está disponible. El desastre está servido.

El primer síntoma de la magnanimidad es la alegría que causa el bien ajeno. La capacidad de alegrarse por todo lo bueno que tienen, son, hacen y disfrutan los demás. La persona magnánima es ésa que siempre descubre las virtudes de los otros y se las hace ver. Es una luz que permite que quienes están a su lado puedan verse a sí mismos como únicos y especiales, porque en realidad lo son. La magnanimidad nace de la fe en la humanidad y en su destino cósmico y por eso es próspera, no anida en su interior ningún recelo ni miedo ni desconfianza ni celos, porque "ve" y "siente" el interior de los demás, igual que se ve uno mismo. La magnanimidad implica el autoconocimiento, la valoración objetiva, no subjetiva ni relativa pues eso es lo que hacen la soberbia y la propia envidia. La magnanimidad ve los "defectos" pero sabe el valor que tienen, pues son exactamente la sombra de las cualidades ocultas,por eso no se desalienta con los fallos propios ni critica con dureza los ajenos, sino que con gran sentido práctico, en vez de desperdiciar la energía en críticas estériles, diseña soluciones y regala las ideas sin apegarse al hecho de la propiedad personalizada, no sólo no prohíbe la reproducción de su trabajo, como los copyrights, sino que recomienda que se reproduzca desinteresadamente todo lo que pueda ser útil y benéfico para todos. La magnanimidad no puede tener celos jamás, porque nace del amor verdadero. El Amor es magnánimo per se. Solo pueden amar las almas grandes y a todo el que ama el alma se le agranda. ¿En qué se relacionan los celos con la envidia? En que los celos son la tristeza que se experimenta cuando alguien es feliz,querido o respetado, valorado, y el celoso no se considera partícipe de esa felicidad porque no es el único protagonista ni el único causante ni el único beneficiado por ella. Quiere la posesión en exclusiva de un bien que en realidad no puede poseer,como es una persona concreta o un trabajo o un éxito o una familia o una buena salud o riqueza material, o belleza e inteligencia. En realidad esa envidia celosa es la manifestación de un alma pequeña, que debe hacerse grande y abandonar el grado comparativo para quedarse entre el positivo y el superlativo, es decir, entre la bondad que se está trabajando y la que crecerá si sigue empeñado en ello.

La magnanimidad nos hace valientes y confiados, no sólo en las propias cualidades sino en la buena onda que generan y propagan. Es un campo fértil, bien abonado y bien regado,donde todo lo que se cultiva se convierte en un vergel, en riqueza para todos. La persona magnánima está bendecida por el universo y no necesita acumular como el avaro, ni agredir como el iracundo, ni autoengañarse como el soberbio, ni alienarse como el lujurioso adicto. Es libre de ataduras porque está abierta al don de sí, de su alma grande,que como no tiene suficiente con un cuerpo reducido, se extiende como la luz en el cosmos, para crear, dar forma, color y contenido a la creación. Los pensamientos de deficiencia, complejos, bajezas, intrigas y engaños, no le interesan, más bien, le aburren y saturan, pero tiene la habilidad de convertirlos en crítica constructiva que estimula y corrige con respeto, señalando el fallo como algo mejorable y aprovechable, no como una sentencia lapidaria. No compara a nadie entre sí, ni consigo misma, porque valora la individualidad única y original de cada uno, que existe, como las huellas dactilares, el iris o la disposición cromosómica. Si no lo sabe por estudios, el magnánimo lo intuye, lo "sabe" por dentro. He conocido campesinos sin estudios ni información cultural, pero con una disposición natural magnánima y sabia. Grandes seres, nobles de verdad, regalos de la vida.
Todos conocemos, en cambio, líderes "triunfadores" cuya almas caben en un dedal y aún queda espacio. No se puede caer más bajo y ni siquiera han desarrollado la capacidad de verlo y corregirlo. Cuando la poquimidad o la nulimidad, toman los plenos poderes, la magnanimidad del conjunto disminuye, porque esos filibusteros de la mentira y del autobombo, no son capaces de ver ninguna virtud por encima de ellos y si la intuyen por debajo se encargan de chafarla lo antes posible para que no les deje en evidencia. Ahí está el origen de las represiones, las persecuciones y las dictaduras más crueles y sangrientas.De las inquisiciones y autos de fe. De la ruina que arrastran tras de sí en sus imperios de mediocridad, donde la mentia oficial y la componenda maquilladora intentan sustituir a las leyes justas, respetuosas y buenas para todos. Sólo al carente de magnanimidad, al envidioso esencial, le crecen enemigos por todas partes en su paranoia megalómana. Todo el que disiente en lo más mínimo es una amenaza que hace visible su precario sistema insostenible y autárquico. Y eso es la prueba de que no existe magnanimidad, un alma grande. El magnánimo agradece las disidencias porque le muestran aquello que necesita cambios y mejoras. Nunca se siente amenazado por la libertad de expesión, la agradece y se enriquece con ella. Es tan inteligente que puede ser humilde. Y por eso sabio y prudente. En cambio los que no dan la talla y caminan de puntillas par aparentar más altura de la que tienen montan un enredo tal que arruina lo que toca. Son reyes Midas al revés. Una plaga bíblica intemporal. Ignoran que su verdaero triufo sería el desarrollo de esta magnífica virtud capitalísima, origen y a la vez consecuencia (el universo y Dios son pura paradoja) de todas las demás.

Como práctica para desarrollar esta cualidad fundamental, es importante hacer el ejercicio de buscar en todas las personas que encontremos, con quienes convivimos o nos tratamos, las virtudes,posibilidades de desarrollarlas y empezar a tratarlas como si ya las tuviesen. Señalar lo bueno que se ha hecho aunque sea poca cosa, un detalle. Cuando haya que corregirles o reivindicar algo justo, es buena cosa empezar siempre señalando la parte mejor del asunto y luego, sugerir como se puede mejorar y dar ideas con humildad y mejor aún, sugerir con delicadeza hasta que el otro las descubra y las exprese como cosa propia. Así, haciendo su trabajo consciente de sí, se crece y aumenta el potencial sin sentirse "dirigidos" ni conducidos, porque en realidad recibir una ayuda de vez en cuando es bueno para todos, no una humillación. Y todos deberíamos agradecer la bendición de encontrar seres magnánimos en nuestro camino. Un alma grande que siempre será un igual, no un dependiente ni un acaparador de alabanzas y veneración. Alguien con quien crecer y que crece con nosotros. Sencillamente.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Virtudes capitales IV: La Generosidad

Generosidad


La contrapartida de la generosidad es el "pecado" de avaricia. Que en esta línea de aggiornamento que intenta clarificar un poco los contenidos tradicionales del concepto "pecado" y adaptarlos a lo que estamos viviendo, se puede considerar más bien una patología. Porque la avaricia enferma. Todo recipiente tiene una medida justa para contener algo, cuando nos empeñamos en llenarlo demasiado desperdiciamos lo que no cabe dentro, reventamos el envase si es poco consistente o estropeamos el mecanismo por exceso de volumen y peso, si se trata de una máquina, por ejemplo. Bien, pues eso es lo que provoca un temperamento avaricioso: Rotura del recipiente por exceso de poseer, abarcar, poder, tener y acumular. Inflacción de cosas, ideas, objetos, dineros, placeres, personas, afectos, negocios, influencias...¿Quienes son más proclives a padecer este síndrome de pobreza inextinguible? Quienes tienen miedo a la vida, a los cambios desfavorables, a los imprevistos, a la soledad, a la pobreza, a pasar deapercibidos, etc...Por eso acumulan. Son verdaderos mendigos existenciales. Siempre necesitados, desagradecidos e insatisfechos. Bloqueados por sus temores y desconocedores de quienes son en realidad.

¿Recordais aquel cuento de la infancia en que se contaba la historia de una hormiga y de una cigarra? La hormiga era trabajadora incansable y acumulaba en su hormiguero cantidades ingentes de comida para el largo invierno. Mientras la cigarra cantaba despreocupada de arbusto en hierba, de árbol en piedra, sin pensar en el invierno terrible que le aguardaba...Cuando el invierno llegaba con sus heladas y sus campos secos, la desdichada cigarra, no tenía nada que comer y pedía ayuda a la hormiga que con severidad, en vez de socorrerla, la dejaba abandonada mientras le daba una lección de economía y "moral" laboral: "Si hubieses trabajado como yo, ahora no estarías así" Y luego, la moraleja: "Hay que trabajar y acumular para estar seguros, porque si no puede ocurrirnos como a la cigarra, irresponsable y demasiado alegre". Y a los niños que escuchábamos aquella crueldad, se nos saltaban las lágrimas, mientras el adulto de turno nos decía que aquello era una enseñanza para la vida. Qué horror de vida, -pensaba nuestra lucidez infantil- ¡qué asco de mundo!
Cuando se podía leer el Evangelio sin interpretaciones predicadoras ni catequesis domesticantes, nos dejaban muy perplejos ciertas afirmaciones de Jesucristo: "No os preocupeis ni os angustieis por el sustento. Mirad las aves del cielo que no cultivan y cada día tienen alimento. Ved los lirios del campo, que no hilan ni compran vestidos, y sin embargo ni Salomón con sus mejores galas fue nunca tan hermoso. Y si Dios procura sustento y belleza a criaturas tan efímeras ¿qué no os dará a vosotros que sois los hijos de su corazón paternal?". El choque era frontal. Polos opuestos. O los del cuento eran unos rácanos e ignorantes que no se enteraban de nada o Jesús estaba como una regadera y no sabía como era la vida en realidad. Poco a poco, los teólogos de la praxis que confesaban y daban ejercicios y charlitas de campamento, nos iban explicando para "orientarnos"que en realidad lo que Jesús decía eran cuentecitos poéticos, con muy buena voluntad, faltaría más, pero muy fuera de tiesto. Vamos, que la hormiga tenía razón y Jesucristo era una cigarra cantarina y por eso acabó crucificado. Menos mal que la cordura llegó con Constantino y su edicto lombardo y puso orden en aquellas alucinaciones tan fuera de la realidad; así la Iglesia llegó a ser triunfante. Y una se pregunataba ¿triunfante, de qué? Pues del poder, del dinero, de lalucha por las investiduras y los sacrosimperios, de su seguridad de hormiga cósmica, superviviente...claro, era eso, la vida era eso. Hasta la Iglesia lo bendecía.
De este modo, el pecado de "avaricia" , condenado in leteris quedaba bendecido socialmente, y para rematarlo estaba la limosna liberadora. Ese óbolo que se daba con tanto sacrifico. Y entonces contaban el caso evangélico de la viuda que daba al Templo el único óbolo que poseía. Para eso sí, Jesucristo y sus cuentecitos venían al pelo...

En semejantes tesituras, la generosidad, que es el antídoto de la avaricia, ha sido siempre la gran desconocida. Su esplendidez se asocia más bien con el despilfarro, cierta frivolidad irrsponsable y hasta con las fases maníacas del trastorno bipolar. Tiene mala prensa. O si no, al loro: Hay problemas con la pobreza global, hay que aumentar la ayuda al tercer mundo y abrir las puertas a los extranjeros de los paises más pobres, explotados y empobrecidos por el primer mundo durante siglos, que buscan mejores condiciones. El planeta es de todos. Todos somos galletas de la misma harina, debemos ayudar en lo que se pueda, con inteligencia solidaria (este sería el discurso de la cigarra crística, claro).
Las hormigas "bienpesantes y de orden" respoderían: Si tienen problemas, que se apañen, que todos los tenemos. Ya es bastante con llenarnos el hormiguero a rebosar. Y si vienen aquí a robarnos trabajo y sustento, más vale que se queden en su casa. Aunque luego tiremos lo que sobra porque se pudre. Que aquí ya tenemos lo nuestro con pagar las hipotecas de los pisos, chalets, coches y cochazos, vacaciones, tarjetas del corte inglés, liposucciones, siliconas, liftings y peelings, etc...Si son pobres, allá ellos, que se espabilen, que se civilicen y aprendan, pero allí, en su tierra, claro. Aquí, ni hablar.
Este panorama es el fruto de la siembra. La cosecha de un mundo miserable, dominado por la avaricia. Un mundo enfermo. Saturado e intoxicado de sí mismo. De ese ego intermultinacional, que es la suma de todos los pequeños egoísmos, que viven su enfermedad a la defensiva, protegiéndose de los enemigos extraños, mientras los devora y los mata su mal interno. Sus excesos. Su egorragia.

Creo que una medicina estupenda como la generosidad hay que cultivarla, educarla y aumentarla en nosotros. ¿Cómo? Recordando algo importantísimo: la muerte. ¿Hay alguna inversión material que nos acompañe en ese momento? ¿Podremos llevarnos "al otro lado" el Mercedes Coupè, el abrigo de martas cibelinas, el conjunto de brillantes y esmeraldas que nunca nos ponemos por si nos lo roban o sepierde y por eso está apolilado en la caja fuerte de un banco haciendo tiempo para sobrevivirnos, como sobrevivió a mamá, a las abuelas y bisabuelas o los tres apartamentos que tenemos en Xabia alquilados por un pastón? Demasiado equipaje. Overbooking total. Pero la cosa no se para en lo material. ¿Qué calidad de vida querría en ese momento final? ¿Estar tranquilísima y feliz porque me siento libre y he colaborado a la felicidad y al bienestar de todos en la medida que he podido y sabido y me siento liberada porque lo que de verdad vale no se separará jamás de mí? Es decir, los bienes más cotizados, como la paz, la serenidad, el gozo aún en la dificultad y en el adios, el agradecimiento, el amor sin exigencias y la verdadera felicidad...el equilibrio y la salud integral, eso es en realidad el patrimonio que nadie ni nada me puede arrebatar. Son parte de mi esencia. Y tienen una ventaja maravillosa: ni hay que guardarlos ni ahorrarlos con sacrificio ni privaciones, porque crecen y aumentan en la medida que se comparten, como en realidad le pasa al dinero. Que es otra forma de energía. Cuanto más se comparte, se invierte y se emplea en el bien de todos, sin tácticas miserables que intenten enriquecer a toda velocidad empobreciendo y engañando, más se multiplica. Porque la generosidad es valor y ausencia de miedo. Es fe realizada. Esperanza cumplida, amor en acción. Prosperidad y desarrollo. Inteligencia. La grandeza del hombre tiene la medida de su generosidad. De su desapego y de su fluir con el universo, que es lo suficientemente rico en recursos para que nadie esté en la miseria, si los administradores, que somos los humanos, sabemos gestionar lo que está dipuesto para el crecimiento y el bien de todos. La naturaleza, incluída.

Hay otros ejercicios para aumentar la generosidad. Por ejemplo, los profesionales que trabajan en consultas de abogacía, medicina, terapias, asesorías, enseñanza, deportes, arte o música etc...pueden acrecentar su generosidad regalando su tiempo y su trabajo sin cobrar, por lo menos una vez a la semana; dar algunas sesiones gratis, mirando el estado económico de los consultantes. Que se ve, normalmente. Y no dejar jamás sin asistencia a alguien porque no pueda pagarse las sesiones o las clases. También se puede trabajar en algún voluntariado hacendo del propio trabajo un don. En fin, los resultados son espléndidos, porque la generosidad, a parte de liberarnos de la miseria boomerang, de la estrechez de miras y del aburrimiento, nos hace cada vez más libres, sabios y felices.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Virtudes capitales:II La pureza

Pureza

En los viejos catecismos el pecado de la lujuria se contrarrestaba con la castidad. Y estaba bien así, porque en aquellos tiempos la cultura y las costumbres reducían la lujuria al ámbito exclusivo del sexo. Sin embargo en nuestro tiempo podemos comprobar que el término "lujuria" ha adquirido ciertos matices más amplios, que implican también un sentido de frenesí sensorial hacia cualquier estímulo excitante, que sin autocontrol, deriva en uno de los pozos sin fondo más oscuros de nuestra natualeza : la adicción. Como esclavitud, como pérdida de la voluntad y como estado dependiente y precario de una conciencia saturada de señales y bloqueada por las pulsiones urgentes. Tiránicas, con que nuestro sistema tricéntrico: cuerpo, emoción y mente, tiene que lidiar en tantos campos de la seducción mediática, publicitaria, "lujuriosa", que es hoy por hoy, la que dicta y dirige las conductas, desde su cuartel general enterrado en el inconsciente, desde donde dicta leyes, diseña costumbres y normas, vocabulario y tendencias del pensamiento creativo o más bien tirando a compulsivo e inestable, en lo fundamental, mientras se convierte en obsesión repetitiva en lo supérfluo. Ya no hay un "pecado" de lujuria, sino una lujuria general que invade el albedrío y lo moldea a su antojo. La lujuria es esa invitación a suprimir el límite de la moderación. Es una especie de sensorrea crónica con crisis agudas cada vez más frecuentes que requieren tratamiento clínico y reeducador de la conducta. Nuestros sentidos se ven invadidos constantemente por esa onda expansiva de la dispersión lujuriosa, que ya no necesita el sexo como escape morboso. El sexo ha dejado de ser un tabú, gracias a Dios. Un tema del que se puede hablar sin sonrojo porque ya ni siquiera requiere intimidad: se ha transformado en objeto de consumo y ha pasado a ocupar su lugar ad hoc, junto al alcohol, el tabaco, la mariguana, la coca, el haschis, las sectas, la tv, las compras compulsivas, la moda, el café, los dulces, los medicamentos, la velocidad, el poder, el dinero o la comida bulímica. Un menú completito que se va cociendo a fuego lento en la marmita de la lujuria.

Por eso la castidad se ha quedado fuera de juego. Es insuficiente para moderar esta nueva clase de lujuria que desborda lo conocido y controlable, porque tiene resonancias monacales en una época básicamente escéptica e irreligiosa. Porque suena a ascesis impuesta en un tiempo donde la permisividad es la corriente más fuerte en las conductas y costumbres humanas. El hombre, al mismo tiempo que desintegra su vieja moral bajo el imperio de los sentidos, está desarrollando una conciencia y una intuición mucho más sutiles, aunque parezca una paradoja, y tal vez por eso, esta inmersión en el huracán de los sentidos desquiciados, le conduce a un estado de ansiedad con posterior incidencia en la depresión, a veces suave y leve y otras grave y destructiva. La nada. El vacío, que se traga hasta el eco de la existencia sin sentido alguno, si se excluye el trabajar como bestias para pagar el alud de ataduras que aplasta el libre albedrío y el bienestar personal armonizado con la vida y los acontecimientos que deben asumirse cada día. Una esclavitud voluntaria, libremente elegida y a la vez, una rueda infernal de la que es casi imposible evadirse.
La pobre casitidad, inocente y piadosa, poco puede ofrecer en este punto álgido, que lleva a la decadencia de lo obsoleta y a la creación de lo necesario.

Proponemos la virtud de la pureza porque es mucho más aplicable. La pureza no es un hábito particular y concreto, como la castidad, sino un estado generador de equilibrio y salud mental. Un filtro protector, de un factor altísimo, frente a las radiaciones destructoras de la locura generalizada que padece nuestro mundo. La pureza se instala desde la cuna en el alma del niño por medio de un ambiente sereno, dialogante, alergre, positivo, respetuoso, delicado y sencillo, que eleva y fortalece la sensibilidad y la inteligencia autoselectiva, sin forzar ni presionar, sin culpabilizar pero responsabilizando, o se adquiere de mayores a través de poner la atención en las cosas que nos ayudan a crecer, a liberarnos de ataduras y pulsiones adictivas, estudio profundo de libros sagrados, de pensamiento y argumentos fundantes, de espiritualidad, filosofía, poesía, ensayos sobre ciencia, sociedad, cultura, lejos de la superficialidad de lo pasajero, que no se desprecia, por supuesto, pero que no se deja al mando de las decisiones importantes. La pureza se aprende seleccionando lo que nos ayuda a subir en la escala de la evolución. Es un crisol
que funde los metales más pesados y consgue mezclarlos en las mejores condiciones, darles utilidad como herramientas y proporcionarnos un sistema de discernimiento para caminar tranquilos. La pureza nace del aprendizaje, desde dentro. La castidad es una privación. La pureza incluye también la sexualidad. La castidad la excluye. La pureza armoniza, la castidad polariza. La pureza sana, la castidad frecuentemente genera neurosis. El verdadero amor de pareja es inconcebible si no incluye el sexo. Pero el amor purifica por sí mismo ese vínculo carnal y lo convierte en poesía, en contemplación, en perfeción, en generosidad total, en comprensión profunda, en gozo infinito. En pureza absoluta que nos hace descubrir la esencia divina del amado y del amante,que es el mismo.

Ahora, repasemos un poco el material mediático que creemos manejar, pero que en realidad, nos maneja. Qué novelas, qué series televisivas, qué películas, qué artículos de prensa o revistas, tenemos al alcance. ¿Podremos crear en nosotros ese oasis reconfortante de la pureza, con tales estímulos de lujuria sensitiva, de dispersión y aturdimiento? Ruidos, estruendos, colores agresivos, historias sórdidas, tramas corruptas, crímenes, tensiones constantes, trivialización de contenidos sacrificados al glamour de la imagen vulgar, de los lugares comunes, del vocabulario paupérrimo, y tantas veces soez e insultante, que todos valoran quizás como obras maestras e imprescindibles para mantener conversaciones inútiles. "Es que hay que ver qué bien refleja este autor la realidad"...y nos preguntamos ¿esa realidad repulsiva vale la pena reproducirla si ya estamos saturados de su inmundicia en las mismas noticias de cada día? Si el ojo del observador que luego crea, fuese puro, nos presentaría obras estimulantes, inteligentes, que dejan un poso, que te hacen pensar, parar, entrar en ti, crecer y tener algo verdaderamente interesante que decir y aportar, más allá del tópico aburrido y cansino, la pureza nos hace brillantes, porque es limpia. Observo que cuando limpio a fondo mi casa, todo brilla. Que cuando hago la colada y la dejo toda la noche bajo la luz de la luna y el fresco de la escarcha y espero a que amanezca y los primeros rayos del sol la iluminen y evaporen el regalo de la noche sobre los tejidos blancos, las piezas de tela brillan, perfuman el cesto donde las recojo. La pureza las ha dejado impecables.
Así, podemos repasar el simbolismo de los elementos: la ropa es nuestro estado, la lavadora es la situación, la máquina que todo lo mezcla mecánicamente, sin miramiento, somos nosotros -la conciencia- quienes debemos seleccionar qué tejidos y colores se van a lavar, el agua representa la emoción, el jabón es la voluntad que intenta quitar las manchas y al mismo tiempo perfumar, el suavizante es la delicadeza y el respeto por nuestro proceso interno, la noche es la paz, la oscuridad necesaria para el descanso, la luna es el flujo del inconsciente que aporta los sueños y las intuiciones mientras dormimos, la escaercha es el frío necesario para congelar lo que no interesa que avance, pero que bien usado es un blanqueador maravilloso y un quitamanchas ideal, el sol es el calor que disolverá y resolverá todo el proceso, blanqueando y purificando, fundiendo, todas esas energías y materias. Por la mañana nuestra alma nos revelará su inspiración, nuestro espíritu su fuego, el intelecto intuitivo y razonador, por eso nuestra ropa -la situación- habrá sido purificada, perfeccionada y elevada.

Construir pureza es adquirir calidad de vida. Interiorizarla, es crecer. Compartirla es amar. Y agradecerla y disfrutarla, hacer el mundo más bello y habitable.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Virtudes capitales: II

Humildad
El segundo desafío del catálogo de "pecados mortales", era la soberbia. Un vicio, que como todos, está más cerca de la enfermedad que de la irregularidad. La soberbia consiste en una alteración grave de la autopercepción, que se inclina a sobrevalorar los contenidos del propio ego, a imponerlos como norma o ley a los demás y a infravalorar cualquier iniciativa que no provenga de uno mismo o de sus campos relacionales afines, es decir, de su cultura, nacionalidad, familia, etnia, religión, empresa, etc. El ego tiene muchísimas formas de darse a conocer. Por ejemplo, en la xenofobia y en el racismo, en las guerras "santas" e inquisitoriales, somos víctimas de una inflaccción del ego colectivo. La importancia de los daños que ese estado ocasiona está relacionada con el volumen y extensión de masa psicoafectiva ocupada por el ego y su soberbia concomitante, que suele camuflarse bajo otros nombres como "orgullo", "dignidad herida", "derecho a esto o a aquello", pero siempre a favor de unos y en contra de otros, olvidando que jamás el verdadero derecho de alguien puede lesionar el derecho de otro, a no ser que se esté confundiendo derecho con abuso, en cuyo caso se entra en el terreno de la delincuncia directamente, sea como presión, chantaje, calumnia, etc, que normalmente son hijos subterráneos de la misma soberbia incapaz de admitir sus errores y sus limitaciones. En el terreno social esto produce emfentamientos, guerras y luchas devastadoras; en el terreno individual esta patología causa desajustes graves en la personalidad y detiene el proceso de maduración del carácter. Verdadera locura en los casos agudos, que unidos a la ira, pueden ser destructivos en todos los niveles.
El tratamiento que cura para siempre ese "pecado"-enfermedad es la humildad. Al contrario exactamente, esta virtuosa medicina, coloca la ecuanimidad en el autoconcepto. Ser humilde no significa infravalorarse, sino aceptarse y eso es el sano principio del autoconocimiento objetivo y dela aceptación de los defectos y vietudes de los demás. Quien es capaz de aceptarse con todos sus defectos y fallos, también puede reconocer las cualidades que maneja, con naturalidad y sin descuentos falsos. Pues negar una cualidad que está a la vista es una pose. Una mentira existencial, que encubre cierta vanidad soterrada. Y un detalle muy feo con la divina creación providente que ha querido regalarnos algo especial y noble para que lo empleemos en el servicio a la humanidad y en la mejora y embellecimiento de la vida y del mundo, aunque sea en lo más elemental y cotidiano.
La humildad es sencillez. Claridad. Inocencia. Aceptación natural de la realidad. Un premio Nobel, un artista destacado y válido, por ejemplo, no pueden negar que tienen un talento especial para esas parcelas del conocimiento. Pero si se es humilde -e inteligente- no ninguno de ellos envanecerá , porque se sabe que es el trabajo que toca realizar, como el buen cocinero o los empleados de la limpieza desarrollan funciones vitales e imprescindibles, sin las que la vida ordenada y civilizada sería mucho más difícil. La humildad nos coloca en el verdadero lugar que ocupamos en el universo. Nos equilibra y nos centra.

Un método útil para trabajarla, es desmitificarnos, aprender a reirnos de nuestras manías,de nuestras obsesiones, de nuestra "imagen", de nuestro mundo dramático-ilusorio que intenta colocarnos en la cima de cualquier cosa en cuanto se ve frente a otros, olvidando que realmente perder el tiempo en discusiones, descalificaciones y desconfianzas, sólo nos divide por dentro y debilita el crecimiento de la conciencia, el despertar de nuestro ser superior. Por ejemplo, cuando alguien trata de insultarnos o de humillarnos, es bueno escucucharlo, seguramente en su rabia y rechazo, haya algo de verdad acerca de nosotros que aún no percibimos. Seguramente se equivoca en el modo de hacérnoslo saber, porque quizás tenga problemas de carácter, alguna frustración y carezca de mecanismos autoreguladores de la emoción primaria y violenta, ésa que tiene un tinte sádico y vengativo, que no es fácil aceptar, pero con mucha frecuencia, esos "maestros" molestones, nos indican los puntos flacos de nuestras conductas. Y conviene analizar sus mensajes subliminales. No quedarse en el insulto recibido, sino intentar ver qué lo ha provocado y qué colaboración nuestra inconsciente, casi siempre, ha intervenido.

La humildad nos desmonta la vanidad, que es la hija pequeña de la soberbia. Nos permite mirarnos sin careta ni antifaz. Y ver lo que hay y lo que no hay en nosotros. La humildad es la honestidad. Y también la que nos da el valor de la verdad. No es una verdad teórica, ideológica, de valores genéricos, sino la verdad íntima, concreta y personal, que no desea ni puede mentirse a sí misma.
Sólo desde ese estado podemos denunciar la injusticia, los excesos y barbaries de la sociedad y de los individuos que delinquen. En ese estado no se busca el castigo, sino la mejoría de todos, incluídos los delincuentes. Y se les da ayuda y socorro igual que a los honrados. Pero se denuncian los hechos para poder repararlos y corregirlos. Nunca haciendo alarde del poder ni de la "razón" personal o partidista. La humildad no se toma revancha ni se venga. Está sana y es lucidísima. No necesita machacar a otros para autoafirmarse, ni eliminar "contrarios" para no tener que plantearse sus errores. Ni combatir a nadie para probar vanidosa y soberbiamente la falsedad de que áun es incapaz de vencer sobre sus propios enemigos internos que son los que destruyen de verdad. "No enferma ni mancha al hombre lo que viene de fuera, sino lo que sale de su interior" , dice Jesucristo en el Evangelio. Y como siempre, acierta. Al fin y al cabo quienes nos señalan nuestros errores con objetividad e inteligencia no son nunca enemigos, sino grandes ayudas para nuestra mejoría. Los que nos recomiendan con sus actitudes, el camino de la simple e imprescindible humildad.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Virtudes capitales: I. La Paciencia.

Quienes hemos crecido en la cultura católica aprendimos de momoria en su día una lista de "pecados capitales" que nos explicaban los riesgos de "ser malos", de equivocar el camino y nos mostraban aquellas siete terribles amenazas sin explicarnos demasiado qué significaban y dejádonos una lista paralela de siete antídotos, para que en el caso de sentirnos atenazados por los garfios de los pecados "mortales" tuviésemos algo para compensar el ataque.
Visto el crecimiento de la conciencia humana, la necesidad de una óptica diferente adecuada al nuevo estado, a la nueva energía, y el resultado de aquella pedagogía, no sólo la ineficacia del método, sino también el empeoramiento en picado del clima moral, ético y espiritual que debemos soportar cada día en los medios de comunicación, en los sucesos de violencia de género, del terrorismo, de la corrupción política, la piratería económica, el ocaso de valores que ya no parecen cotizarse ni interesar a casi nadie, vistos los miedos de quienes se sienten inseguros en medio de unas convulsiones sociales que no dejan lugar a la reflexión ni a la serenidad, sería muy útil revisar aquellos contenidos y extraer de ellos lo que ahora pueda servirnos y ayudarnos a creecer, sanar y entender, para afrontar estos tiempos, no sólo revueltos, sino confusos y empastrados, aunque llenos de potencial y posiblidades que desarrollar. Tiempos de desafío.

Trataremos de colaborar un poco con alguna sugerencia al respecto: una serie de siete virtudes capitales. ¿Por qué? Porque estamos convencidos de que la mente y las emociones humanas, tienden a potenciar y desarrollar aquello que es más abundante, persistente y grato, aquello que se presenta como positivo y familiar. La costumbre. Lo que favorece y ayuda al bienestar, aunque luego se transforme en manipulación y acaben dándonos gato por liebre. Así funciona la publicidad. Cuando se quiere estimular el consumo de cualquier cosa, la publicidad entra desde los sentidos para capturar la atención, desde lo agradable y conveniente, mostrando las ventajas . No habla de los riesgos ni de las nefastas consecuencias. Presenta el lado "bueno" de lo que quiere vender.
Por otra parte quisiéramos quitar de las "virtudes" esa pátina de exclusivismo religioso que la costumbre les haya añadido, ya que las religiones han sido durante siglos las "administradoras" usufructuarias de estos valores, que en realidad pertenecen al acervo natural de la conciencia humana y no son pratimonio de ninguna iglesia ni creencia. Son logros de la evolución, como el descubrimiento de las fuerzas divinas que forman parte de nuestro ser y de las que nosotros formamos parte, como del universo que habitamos.

En nuestro caso utilizaremos el método positivo, pero sin la retranca de la manipulación proselitista que sería una estupidez y un contrasentido,cuando sólo se trata de echar una mano al crecimiento, al despertar a un estado más consciente y por lo tanto más maduro y libre. En absoluto se pretendería hacer prosélitos de ningún dogma, folosofía, credo o ideología. Podríamos dejarlo en "virtudes civiles", es decir, que facilitan la civilización, el desarrollo y la perfeción del hombre, un camino de integración que nos lleva de lo particular a lo universal y viceversa. Para los cristianos: así en la tierra como en el cielo. Para los esoteristas: como es ariba es abajo. Para el resto: todo está conectado y todo es reflejo de todo. Si creamos virtudes en nosotros, ellas, como por ósmosis, se autocomunicarán con el mundo circundante y éste nos devolverá el resultado. Más ahora, en un tiempo de elevación y perfeccionamiento de la materia, que empieza a ser parte viva de la conciencia y de la mente, que responde al toque de la emoción y se nos muestra como un principio de física cuántica y cualitativa. Las virtudes cultivadas impregnan los átomos, partículas y moléculas del universo, no sólo humanas. Pueden ser catalizadores y armonizadores de situaciones a resolver. Por lo tanto un uso inteligentemente ético de las virtudes es un gran motor y a la vez, esplendido resultado, de la evolución.

Hecha esta introducción comenzaremos por la primera "virtud capital":

Paciencia.
Cualidad que venía adjunta como respuesta y solución a la ira. La paciencia es el movimeinto del ánimo que nos hace ser dueños de nuestras premuras, de nuestras prisas. Por lo tanto nos libera de las explosiones de la ira, que no es otra cosa que la pérdida de los estribos ante cualquier situación que no podemos comprender ni controlar, que nos agrede y ofende, que, en apariencia, nos priva de algo que merecemos o creemos poseer, como la razón, el poder, bienes materiales, la imagen, la seguridad, el prestigio o los afectos. La paciencia nos concede el espacio y tiempo necesarios para ordenar nuestras reacciones automáticas y valorar objetivamente el proceso que vivimos y el significado del hecho concreto que nos ocupa u ofende.
Los beneficios de la paciencia son estupendos.

a) Nos permite afrontar con éxito cualquier situación difícil y la creación de estados de conciencia lúcidos para reoganizar el pensamiento alterado, tanto como las emociones desbordadas por los acontecimientos inesperados y desagradables que pueden salirnos al paso por vías diferentes: familiares, profesionales, afectivas, de salud, etc...

b) Genera un estado sereno que potencia el equilibrio de los neurotransmisores, las sustancias cerebrales que regulan y aportan el bienestar. Con ello, las glándulas suprarrenales moderan la producción de adrenalina y el eje diencéfalo suprarrenal se autorregula. De ese modo el estrés queda controlado por sí mismo, sin necesidad de fármacos. La ansiedad desaparece, puesto que ella es una reacción mecánica ante el miedo a perder el control sobre situaciones que nos hacen vulnerables y "víctimas" de todo lo que no entendemos. El estado de indefensión irracional se somatiza en el cuerpo físico y produce toda la sintomatología que ya conocemos y que termina siempre en la consulta del médico.

c) En cuanto a la formación de hábitos nuevos y sanos, la paciencia es una gran ayuda porque al serenar la mente nos permite ver las soluciones adecuadas, buscarlas y crearlas si no están disponibles. Todo científico, artista creador, empresario de éxito, enseñante capacitado, estratega de cualquier disciplina, individuo benéfico para la humanidad, sabio y acertado, es en primer lugar y sobre todo: paciente.

d) La paciencia es un sigo positivo imprescindible, de ella dependen la esperanza y la hipernecesaria utopía. Sin estos dos ingredientes es imposible avanzar. Los grandes reformadores han sido intensos practicantes de esta virtud, sin la que el terreno personal nunca estaría preparado para el cultivo y la produción de las demás cualidades.

e) La paciencia, al regular los neurotranmisores, aumenta la producción de endorfinas, sutiles jugos cerebrales que nos aportan sensaciones de bienestar y serena alegría que incrementan optimismo y claridad mental.

f) Los ejercicios para aumentar la paciencia se pueden practicar a través de la meditación, de las respiraciones profundas, como disciplina sencillísima. Antes de cambiar de actividad, por ejemplo, parar unos segundos. Hacer tres respiraciones bien hondas y conscientes, creando mentalmente un espacio entre nosotros y la actividad que vamos a comenzar. En pocos segundos notaremos la paz y bienestar que nos permiten estar en medio de las cosas sin mezclarnos con la vorágine añadida por las prisas. Y veremos que incluso nuestro trabajo, siendo más tranquilo, va más rápido y es más eficaz. También se puede practicar la paciencia dándonos un tiempo entre el deseo de algo y su realización. Por ejemplo: salir de compras y adquirir cualquier cosa que "apetece". Podemos hacer un alto en el camino, antes de comprar lo que vemos y que no habíamos programado. Nos podemos sentar en un banco, en un parque, en una iglesia , y en paz, repasar las necesidades y urgencias adquisitivas que nos empujan a comprar algo que seguramente puede esperar o simplemente, no necesitamos.
Otro ejercicio para crear paciencia es la escucha atenta en las conversaciones, moderando nuestras intervenciones rápidas y automáticas al responder a aquello que no nos gusta o que nos encanta, en lo que disentimos o a lo que nos sumamos con fervor desmedido.
También es muy útil aprovechar las esperas en colas, consultas, estaciones, aeropuertos o paradas de autobús o metro. Unos momentos preciosos para silenciar la mente y practicar la observación interna en vez de distraernos sólo con mirar lo que pasa en torno a nosotros o impacentarnos por la tardanza de lo que esperamos. Podemos acostumbrar a la mente a visualizar la solución adecuada ya conseguida, sin detenernos en el proceso, en el "como" y en el "cuando", porque esos "como" y "cuando"condicionan y alteran el proceso mental, con el típico tópico: "no se puede", tan limitador y bloqueante que informa a nuestros recursos energéticos universales de nuestra negación a colaborar, poniendo el "no" por delante. La verdadera paciencia anula el poder del "no" y abre la puerta de todas las posibilidades, al "milagro", que en realidad es la consecuencia de una actitud virtuosa activa y consciente, tal vez bajo la apariencia de no-ación.

La paciencia trabajada cada día en pequeños detalles, cambia los temperamentos más nerviosos e impacientes y una vez convertida en hábito destierra para siempre la amenaza y el descontrol de la ira, que además de tener resultados de "pecado mortal" por el daño que hacemos con ella a los demás y a nuestra salud mental y física, también se puede convertir directamente en una patología crónica de autolesiones, que entorpece la mente y la capacidad de comprender con claridad y destreza el mundo que nos rodea e impide nuestra maduración psicoafectiva y como consecuencia retrasa "sine die" el despertar de la conciencia y la toma de contacto con las regiones más elevadas del espíritu.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Summum ius, summa iniuria

Es importante confrontarnos con nuestra visceralidad, con nuestro animal justiciero, ante las situaciones desesperantes, cuando la incompetencia, la torpeza, la locura e incluso la maldad, se atraviesan en el camino, encarnadas en un ser humano, o en varios, incluso en un sistema. Cuando las injusticias claman al cielo y el cielo se cruza de brazos a la espera de que nosotros mismos descubramos nuestras responsabilidades en aquello que hasta ese momento no hemos creído posible solucionar con los métodos habituales y "lógicos". Y es que los retos de la nueva energía requieren seres nuevos, que hayan logrado superar las tentaciones antiguas, los conceptos de "lucha", "castigo" o "premio", de revancha o venganza, de "justicia" justiciera, que no justa.
La Ley para ser digna de ese nombre no puede olvidar el equilibrio de su balanza, la compasión, que no es esa especie de lástima pegajosa, cómplice, justificadora y perjudicial, sino buscar el lado retributivo que además de restituir y compensar los daños ocasionados por conductas delictivas, ejerzan un efecto constructivo y, si es posible, rehabilitador sobre el delincuente. Jamás una Ley justa puede hacer leña del árbol caído. Ya no sería ecuánime, sino un pretexto para vengarse y descargar la rabia -muchas veces justa y natural-, pero que no puede en ningún caso, ser el motor de un proceso penal.
La privación de libertad es un tiempo muy importante para ser usado positivamente en la rehabilitación. Se retiene al reo convicto y confeso, condenado, no sólo para apartarlo de la vida social, para que no haga más daño y como castigo, sino también para reeducarlo e iluminar su mente y sus desfases educativos, su ausencia de valores y hasta su padecimiento sociópata. Un delincuente es un enfermo, un ser inadaptado, que por un desequilibrio de la personalidad cae en estados de delirio, de trasnorno en la percepción de la realidad, con la imposibilidad para entender el mundo como es y no como él quiere que sea. Incapacidad para valorar sus acciones objetivamente desde un código ético y moral.
Generalmente el delincuente carece del superego freudiano, del mecanismo regulador de la conciencia, el "Padre", en la terminología de Berne y su análisis transaccional. Es un deficiente psicoafectivo cuya sintomatología principal es el delito. Cuando este tipo de enfermo alcanza cuotas de poder importantes porque su actividad orientada a la picaresca y a la astucia le ha colocado en lugares y estamentos decisivos, se suele convertir en un tirano sin escrúpulos y con delirio de omnipotencia y carencia absoluta de límites (esta clase de deficiencia no tiene porqué afectar a la mente mecánica, al contrario, pueden poseer a veces un pensamiento activo y brillante, hasta magnético, y una lógica fría; el cortocircuito lo tienen entre razón-emoción, una importante fractura que les priva de los sentimientos sean de culpa, de responsabilidad, de prudencia, de objetividad, de amor, de lucidez, de gratuidad, de compasion y empatía por los que no les son afines, similares o manipulables, de tal modo que sus conductas ocilan entre la emocionalidad visceral y la frialdad de la mente aisladas entre sí, ya que el vínculo regulador de ese binomio, carece del "puente", del vínculo que las armoniza: los sentimientos) La patología delictiva se caracteriza por la pobreza de los sentimientos, por la incapacidad de reacción al estímulo del mundo afectivo. Los sentimientos son la base de la voluntad. Ni la emoción ni la razón tienen esa cualidad. Sin la ayuda del sentimiento armonizador, la emoción es compulsiva y la razón obsesiva, se pasa de lo uno a lo otro bruscamente y el sujeto sufre cambios de humor fortísimos ante cualquier estímulo externo. Reacciones desproporcionadas que pueden ir del histrionismo a la histeria, de la iraincontenible a la venganza refinada. Sin mecanismo regulador.

Cuando estos sujetos alcanzan, como ya hemos dicho, altas responsabilidades en empresas, instituciones o proyectos, suelen causar desgracias y desastres a su alrededor, pues a su patología "natural" se suma el delirio de grandeza y de onmipotencia carismática, además incrementada por la fascinación que sus actitudes arriesgadas, exhibicionistas y falsamente seguras, ejercen sobre la masa, que sólo ve la imagen, siempre estudiada y cuidadísima por el entorno en el que numerosos satélites interesados viven de la "luz" del falso astro. Es el caso de todos los tiranos: Napoleón, Calígula, Stalin, Hitler, Mao, Nerón, Mussolini, Franco, Pinochet, Idi Amín, Ceaucescu, Sadam Hussein, Bush...Todo un elenco digno de estudiarse a fondo para ver analogías y puntos en común. Cuando la torpeza y la locura alcanzan niveles altísimos, los súbditos que comenzaron admirando sus cualidades, terminan por temerles primero y odiarles a continuación. Y en el peor de los casos, tomándose la justicia(?) por su mano para librarse de ellos, y haciéndoles pagar cruelmente los delitos cometidos. Esto ha ocurrido varias veces en la historia, porque aún no había conciencia de la enfermedad sociopática ni de la responsabilidad del pueblo que aceptando ese tipo de caudillaje se convierte en rehén de la vanidad y de la soberbia de su ídolo. En esos casos el pueblo pierde la soberanía para convertirse en tirano sustituto y reactivo, en una masa de sociópatas, que han abandonado su condición humana para retroceder a la animalidad.

¿Cómo tratar estas delincuencias graves? ¿Qué tratamiento es el indicado?

a) Internamiento en un centro penal-rehabilitativo. Terapia cognitiva. Trabajo físico y de estudio dirigido.

b) Restitución compensatoria. Los bienes adquiridos por métodos ilícitos, serán incautados, devueltos a los estamentos, entidades o personas perjudicadas. Y empleados en regenerar lo que el sujeto en cuestión degradó. Sea la salud pública, el miedioambiente, el patrimonio privado o público.

c) Si el personaje alardeó prepotentemente de sus "poderes" alucinatorios, se le puede hacer un tratamiento simplificador, haciéndole participar de las labores más elementales: limpieza, cultivo de la tierra, carpintería, albañilería y pintura de paredes, cocina, panadería, mantenimiento, servicios de mensajería, arreglo del calzado y lavandería...hasta que vaya estudiando, progresando, educándose y mereciendo cambios a mejor. Tomando conciencia de sus cualidades verdaderas. Desarrollando la voluntad y la inteligencia emocional.

d) En ningún momento sufrirá malos tratos ni humillaciones, sino que será tratado con el máximo respeto, como todos los demás. Igual que se trataría a un paciente en un hospital.

e) En el tratamiento se deberá incluir la revisión moral periódica de sus delitos, en privado, con los miembras de la junta de tratmiento del centro, con el fin de comprobar en sus reacciones el grado de curación que va experimentando. Mostrarle videos con el resultado de sus actos delictivos. Por ejemplo, a un traficante de drogas, se le pueden mostrar enfermos terminales de SIDA, a un terrorista, escenas de sus ataques y personas heridas o muertas por su causa, el dolor de los familiares. A un ladrón, el estado en que dejó a sus víctimas, y las opiniones que hay sobre él. Y se le invitará a que él mismo reflexione como ayudarles, qué podría hacer él para arreglar lo que estropeó. A un corrupto, todo lo que pudo hacer y no hizo con la malversación de fondos y la irresponsabilidad en sus funciones. En fin, hay tantos recursos para ayudar a estos enfermos a reconducir sus vidas sin dañarles ni someterles a vejaciones, aunque ellos lo hayan hecho. Si se quiere avanzar socialmente hay que dejar a un lado la ley del Talión, que es un círculo vicioso.

f) Un delincuente sociópata no cambia porque se le haga sufrir lo que él ha hecho a otros. No lo podría comprender, porque lo tomaría siempre como una venganza, generaría odio y todo seguiría igual al término de la condena, pero agravado por el aumento del odio y del rencor, que hora estarían justificados, ya que este tipo de enfermo siempre se considera inocente y víctima. Su juego consiste en considerar verdugos a los demás. Es un maníaco paranoico. Y el tratamiento consiste en que llegue a responsabilizarse de sus acciones y sea capaz de pedir perdón por ellas, no sólo con palabras sino con un cambio de actitud irreversible.

g) Después de reahabilitado, la sociedad, agradecida por su colaboración en mejorar, le premiará borrando su historial delictivo, proporcionándole al término de su tratamiento, un trabajo para que pueda empezar de nuevo a vivir de otro modo.

h) Deberá comprometerse a mantenerse en la línea de moralidad y honestidad que ha adquirido.

i) Y estará el tiempo que los terapeutas decidan, colaborando en instituciones o voluntariados de servicio público, que certificarán su asistencia y participación habituales en actividades solidarias.

j) Estos tratamientos para los "grandes personajes", serían muy pedagógicos y jemplares. Disuasorios. Y despojarían al pícaro, oportunista, mafioso, político corrupto, etc...de la aureola de admiración, y dejarían de ser un "modelo" para jóvenes sin orientación ni valores. Sería, justamente, una gran colaboración para restaurar los valores eternos y a crear valores nuevos.

Hay pueblos abandonados que reconstruir, campos que no se cultivan, montes que repoblar tras los incendios, carreteras que asfaltar, bosques que limpiar, en fin, muchas oportunidades para emplear a estos enfermos, cuyas mentes y emociones necesitan un ancla en la simple realidad de cada día. Las megalomanías y los delirios pueden sanar, cuando una mens sana se aloja in corpore sano. Y nuestro deber ciudadano es potenciar esa sanación, si es que queremos de verdad un cambio. En una sociedad avanzada y civilizada ya no debería quedar espacio para la crueldad, ni para los pensamientos de venganza "legal"que disfrutan imaginando castigos sin piedad ni inteligencia. Todos nos merecemos algo mejor. Pero lo tenemos que hacer entre todos. No podemos excluir a nadie, por mal que esté. Estos seres son un reto para los demás. Hay que aprender a condenar sus hábitos, pero al mismo tiempo a tenderles una mano para que los cambien. Solos nunca se curarán, porque no tienen conciencia de su enfermedad y egañados, engañan a muchos. Y luego lo pagan todos.

Y para terminar, recordaremos el título de este texto, que es un viejo lema de los inventores del derecho en Occidente: los latinos. "Summum ius, summa iniuria", es decir, la justicia llevada al extremo, se convierte en injusticia. El justo siempre es clemente. Y compasivo. También sabe que sólo en el arrepentimiento el perdón es hace realidad. De nada sirve perdonar a quien no tiene conciencia de su delito, en cambio el arrepentido, aunque no se le perdone, se ha rescatado a sí mismo. Ha recuperado su conciencia real. Su alma. Su vida.

martes, 15 de septiembre de 2009

Desmontando inercias

En estos tiempos de rápidos giros y contrastes bruscos es más necesario que nunca tener bien despiertas la conciencia y la atención, no con tensiones estresantes, sino con paz interior.
Hay una tendencia a ignorar lo que ocurre y otra que tiende a magnificar y a agrandar los poderes de la confusión, a convertir en ídolo imbatibley "sacralizado" todo aquello que desconocen y les causa temor. Es decir, las mayorías se decantan entre la ignorancia voluntaria y el miedo "protector". Estos dos polos reflejan la misma carencia: la falta de lucidez, de sana reflexión y la capacidad asociativa para relacionar fenómenos en tre sí, detectarlos u neutralizarlos sin dañar ni empeorar las situaciones, sino aportando soluciones válidas y no traumáticas. Pongamos algunos puntos interesantes para debatir y reflexionar:

1)) Los medios de comunicación sirven actualidad constantemente, a una velocidad de vértigo que aturde y bloquea la percepción de la realidad sumergiéndola en las aguas turbias y sombrías de la apariencia. La consecuencia es la desinformación deformante. Un ingrediente utilísimo para las nuevas tiranías del poder mediático, que están basando su labor zapadora en el manejo pervertido y abusivo, amoral, de la comunicación. Es una viejísima energía en la que se está injertando la savia fuerte de las nuevas tecnologías que en realidad responden a una visión mucho más amplia y universal que los arcaicos poderes de siempre, que pretenden seguir siendo los mismos perros de ayer decorados con los collares de hoy.

2) En la velocidad con que las noticias divulgan un hecho, que inmediatamente levanta oleajes incontenibles de opiniones irreflexivas, viscerales, de indignación, entusiasmo, pánico, odio o fervor, repulsa o solidaridad, el indivíduo desaparece licuado como sujeto reflexivo y libre, para converterse en un panel de efectos automáticos, de reacciones mecánicas y al mismo tiempo en agente difusor del caos. El efecto pande-mediatico y su regla aúrea: siembra confusión y obtendrás poder y ganancias. Las sociedades confusas y asustadas son clientela segura para consumir lo que le echen, sean víveres en caso de amenaza, vaciando supermercados, sea vaciando gasolineras si se anuncia una subida de combustible, sea arrasando farmacias en busca del básamo de un Fierabrás cada vez más ambcioso y con menos escrúpulos, puesto que nada ni nadie se interpone en su camino de lucro insaciable.

3) En tal estado es imposible tener un instante de lucidez para parar y mirar el paisaje con calma, para poder entrever de donde viene el alud y poder desviarlo,pararlo y deshacerlo. Y sobre todo para investigar qué mecanismos de precariedad personal nos hacen tan vulnerables y tan manipulables.

4) La TV como instrumento de "relax" o de "información directa", es uno de los factores más importantes a la hora de hundirnos en el vacío y en la oscuridad del caos. Sería una herramienta perfecta para despertar, aprender, compartir y disfrutar, para desarrollar potencial humano, pero en manos del "monstruo" cada vez más estúpido, degradante, carente de imaginación, de inteligencia y de valores, que entre unos y otros hemos ido conformando, se ha transformado en un arma letal, asesina de las raices de la conciencia y de la libertad real, mientras sirve en bandeja borreguismo, atrofia y realidades aparentes coloreadas con el tinte que la cadena concreta (¡no es casualidad, sino causalidad, que se llamen "cadenas"a las empresas televisivas!) quiere pintarnos y vendernos lo que le interesa que creamos y pensemos, es decir lo que nos convierte en zombies teledirigidos. Nunca ha sido más exacta la propiedad de esta expresión.

5) Cuando los acontecimientos se desbordan y nos golpean como sociedad y como individuos, es cuando se ve la indefensión en que nos movemos y pululamos, convencidos de que eso es "la vida" que queremos, lo que hemos votado y elegido. Pero no es verdad. Somos la claque de un sainete mediático que aplaude o abuchea según lo que le cuentan, sin capacidad desarrollada para entender y "leer" detenidamente el prospecto del tóxico diario que nos inoculan los medios para gobernarnos desde el propio inconsciente. El peligro de "El gran hermano" no es el control desde fuera, que se quedaría sin súbditos ante las conciencias despiertas, no, el peligro real es que "el gran hermano" se instala dentro del sujeto, se funde con él, y desde allí gobierna hasta transformarlo en "cosa", en objeto. Lo "convierte", como una secta o un predicador hábil pueden convertir a cualquier persona poco despierta a un credo cualquiera. Y en un gota a gota implacable e imperceptible nos despoja de la posibilidad de despertar. Anula nuestro adulto, esa capacidad para crecer, armonizar, comprender, integrar y resolver.

6) El siguiente paso de esta desintegración del yo íntimo e imprescindible, es la ruptura y desarticulación psíquicas. Una locura en escala, que comienza en la idotez y en el pasotismo, en la indiferencia irrespònsable que impide la participación consciente en la vida social, continúa en la avidez insaciable de poseer, de conseguir, de comprar y de poder. Sigue con el fantismo acomodaticio, la violencia que ya no repara en los métodos ni en las formas. Se puede llegar a la ofensa, a la calumnia, a la mentira, al robo, a la asociación delictiva y mafiosa disfrazada de bien cultural, político, comercial, empresarial, religioso o jurídico. Corruptio extenta sine limitibus. Da igual, porque el orden de factores no altera el producto. En ese proceso el deterioro de la percepción de la realidad cambia por completo. El sumo poder aquirido deforma el autoconcepto y ese egregor personal se "vende", se publicita en los medios y se filtra en el inconsciente hasta formar un todo con el arquetípico "gran hermano" que le dotará de una fuerza pesuasiva casi insuperable, porque ya es parte del individuo, que a su vez va perdiendo esa facultad individuadora para identificarse con su "dios salvador" y convertirse en masa moldeable y dócil, que a cambio de "protección" se entrega en brazos del loco que más poder y medios ha rebañado en la olla electoral y sobre todo, mediática. Está claro que, al final, estos procesos, por más camuflados que se vendan hasta confundir lo normal con lo frecuente, terminan siempre en una crisis que aquirirá las dimensiones mismas que tenga la masa implicada. Entonces la tortilla da la vuelta y el "supermán" que salvó al pueblo de todo mal, se convierte en un bandido, un delincuente, un monstruo. Un inútil que ni ha sabido gestionar nada y que ha arrastrado a un pueblo maravilloso e inocente, a la ruina. Entonces hay que lincharlo. Para eso está la democracia, el poder del pueblo.

7) Un error que se debe superar cuanto antes es esa exculpación urbi et orbe de las responsabilidades de la masa. La "culpa" de la masa está ya implícita y explícita en su propia condición. Son los indivíduos los que pueden cambiar las cosas y mejorarlas. Nunca los mogollones del rebaño haciendo bulto y causando desastres manipulados por el más hábil y pícaro encantador de serpientes. Y en la construcción y mantenimiento de la masa colaboran los medios sin escrúpulo alguno, juego que aprovecha el poder sin reparar en ningún miramiento. Y tras el poder, el capital ideológico y económico que lo sostiene.

8) Una sociedad adulta no puede estar eternamente jugando al victimismo. Tiene mucho que ver con quienes la gobiernan, ya que se suelen elegir en votación pública y libre los modelos de gobierno que se consideran aptos y validos porque reflejan los valores, intereses y formas de entender la vida de la mayoría. El concepto de "familia", "trabajo", "seguridad", "salud" o "educación" y "cultura", relaciones internacionales y formas de entender la convivencia ciudadana. Cuando con el tiempo el gobierno elegido demuestra que es tiránico, déspota, corrupto, mentiroso, insaciable y realmente enfermo mental de megalomanía, egocracia y paranoia omnipotente, el pueblo, antes de lapidarlo debe urgentemente mirarse en el espejo de aquello que ha elegido como excelente y,como en un juego de habilidades de la atención, ir buscando coincidencias y diferencias, entre lo que repudian y sus ideales de vida. Sus conductas. Por ejemplo, no se es más ladrón por robar un patinete que por robar un Rolls Royce. No se es menos corrupto porque se aceptan unos cuantos trajes como "pago" y "agradecimiento" de ciertos favores y facilidades, que si se acepta un apartamento o un barco o un viaje con la pareja alredor del mundo, o acciones bancarias o millones en bolsas de plástico o maletines de polipiel. No es más corrupto un alcalde que coloca a su familia entera en el ayuntamiento, que quien saca doble plaza en oposiciones en dos ayuntamientos de la misma comunidad y luego vende una de las plazas ganadas a alguien que que se ha quedado sin ella. O que el director de un colegio que denuncia a los maestros que le hacen preguntas en las reuniones porque no entienden algo y llega hasta expedientarlos sin que la inspección ivestigue nada. ¿Cómo puede acusar de corrupción a un poítico un tendero que roba en el peso, un taxista que truca el taxímetro, una persona que falsifica la declaración de hacienda...Antes de lapidar, y por el bien de todos, todos deberíamos revisar qué "virtud" y "carisma" nos atrajeron del farsante y desatroso gobernante que ahora odiamos y queremos expulsar del "trono", porque tal vez en su lugar quién sabe que hubiésemos hecho.

9) Estas reflexiones del punto anterior no son en absoluto una apología de lo indefendible, sino un método para no perdernos en la vorágine de los hechos que nos llueven como en catarata y nos dejan sin capacidad para ver todo lo que nos impide avanzar, todas las sombras personales que acumulamos sin saberlo y que están en perfecta sintonía con aquello que despreciamos cuando en su realidad nos muestra nuestra debilidad que acepta las apariencias y costumbres como valores y el bombardeo mediático como un infalible director de escena que nos lleva y nos trae al antojo del loco más atrevido y más necio, al que nuestra locura particular pequeñita y nuestra necedad bonsai han elegido como paradigma y gran jefe mixtificador de una tribu que no es india, precisamente, y que no sabe distinguir entre los miedos y los medios.
Como diría Cristo: "Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra". Los delitos deben pagar el daño que causan, pero el delincuente es un desgraciado en realidad, un prisionero de sus vicios, un esclavo de sus obsesiones. Lo deseable es que por las buenas, la masa se recupere como individuos, dejen de obedecer al tirano y le obliguen así a dimitir, sin creer en las patrañas que viniendo de él no pueden ser más que basura para salpicar en su caída a todos los que siente como enemigos. Y, por supuesto, que los individuos en recuperación empiecen a creer que es posible la utopía de la honradez, de la decencia, empezando por ellos mismos, valorando al político dialogante, respetuoso con la libertad de quienes le consideran rival en vez de considerarle un "blando" o sin "carisma". Valorando la justicia sin privilegios. La humildad de reconocer los errores y la capacidad para rectificar, en vez de la chulería y la obstinación de permanecer en la basura que todos ven y huelen, sólo porque es la basura de casa y entonces no puede ser basura, sino mérito y virtud, aunque crucificarían al "enemigo" si hiciese simplemente la mitad o la cuarta parte de lo que los tiranos y estúpidos hacen a cada instante, no tanto por maldad como por falta de lucidez, de recursos intelectivos y sentido común.

La invitación de hoy es a reflexionar despacio, sin prisas ni urgencias, sin rabia ni revanchismo. Con paz interior y humanidad compasiva. Ser violentos, juzgones, vengativos y justicieros, que no justos, nos lleva a parecernos más a aquello que nos repugna que a lo que deseríamos ser de verdad y que tanto echamos de menos en la sociedad, donde sobran despotricadores y protestones ruidosos y faltan coherentes discretos que crecen en silencio, capaces de hacer de su vida un ejemplo de bondad, justicia, tolerancia, respeto, equilibrio y belleza.

martes, 1 de septiembre de 2009

Un cuento para la yaya Cari, con mucho cari-ño!

Llevamos juntas un montón de años. Exactamente desde que ella tenía diez y seis. Y ya está jubilada...Recuerdo su sonrisa de adolescente. Su afición por la moda, por el diseño de la ropa. Era una artista de sonrisa resplandeciente y una montaña de ilusiones que guardaba celosamente en el cajón de los sueños secretos. Le gustaba mirar la raya del horizonte cuando volvía de sus clases de costura; se imaginaba siempre viajando a otro lugar, conociendo otros mundos donde se hablaban otras lenguas, donde había otras costumbres menos aburridas que en aquel pueblecito de la Cataluña profunda y labradora. Era de trato fácil, se desenvolvía con soltura entre los conocidos y amigos, pero no abría con facilidad las puertas de su intimidad. Realmente nadie la conocía de verdad. Rumiaba en silencio las huellas de la infancia aún tan próxima y las mezclaba con otras: las del caballo del príncipe azul que cualquier día podría dejarse caer por allí y llevársela a la grupa alada, blanquísima y veloz, entre nubes de seda y cintas de terciopelo.
Le gustaba escribirse con gente lejana y le encantaba conocer otras culturas, otros ambientes.

Recuerdo aún el día en que nos encontramos por primera vez. Me miró varias veces antes de decidirse a mezclarme en su vida, me revisó concienzudamente y por fin tomó la gran decisión: compartiríamos la misma habitación, el mismo horario y los mismos trabajos. Yo siempre he sido dócil y estaba cansada de llevar una vida impersonal, siempre quieta en aquel rincón donde nadie significaba nada para mí y yo tampoco significaba nada para nadie. Por eso me sentí tan halagada y contenta cuando se decidió a llevarme con ella. Cuando me eligió entre otras compañeras.
Conocí todas sus historias. Fui silencioso testigo de sus confidencias a las pocas amigas íntimas que tenían el privilegio de escuchar lo que no le contaba a casi nadie.
Llegué a conocerla tan bien que podía detectar cuando se enamoraba y cuando se desilusionaba.
Le encantaban las fiestas de Nadal y la Festa Major. El baile y la música. Escuchar la radio y hacer planes para el futuro. El pa tomaca amb oli y sentirse una princesa encerrada en su castillo escondido.

Pasó el tiempo y apareció el príncipe. Se llamaba Tony y era una estrella del balón. Un mago del remate de cabeza. Diseñó su traje de novia y se casaron. Fueron felices, de vez en cuando comían pedices y tuvieron tres hijos maravillosos que nacieron envueltos en pentagramas de luz y notas tejidas en colores: Do era organdí salmón. Re, satén turquesa. Mi, de muselina pistacho. Fa, seda natural marfil. Sol, batista fucsia perforada. La, tul magenta. Si, brillantina blanca estampada en pequeñas flores violeta. La casa era el arcano de un pintor misterioso que diseñaba conciertos futuribles en el papel pautado de los rizos y las pupilas de aquellos niños soñadores y agradecidos a la vida. Mientras tanto, ella, la maga de los patrones y el diseño, seguía proyectando los rincones de su fantasía aún sin estrenar, en todo lo que inventaba. Viajando por el pais de norte a sur, me enseñó geografía y culturas diversas. Conocí a sus amigas nuevas. Y disfruté de muchos cambios de ciudad y de casa.

Cuando la estrella de Tony cambió el firmamento del estadio por el cosmos creativo de los fogones y demostró que se podía conseguir un sistema planetario gastronómico manejando las primicias de la madre tierra entre los pucheros y las sartenes, por entre los que Dios acostumbra a pasearse, como ya descubrió Teresa de Jesús, ella, mi amiga de tantos años, me trasladó a vivir junto al mar, a su lado, como siempre. Me buscó un rincón junto a la cristalera de la terraza, frente al puerto, donde se balancean los yates y los veleros en verano y donde el mar se queda solo y lleno de luces de purísimo azul en las mañanas soleadas del invierno. Entre el canto de los pájaros y el roce suave de las palmeras del jardín percibo la delicadeza de los jazmines y las voces nuevas de los niños que vienen a sentarse junto a mí.

He vivido de sensaciones. Del tacto de ella, de su proximidad. De los fragmentos de conversación. De las piadosas gotitas de aceite reparador. De los silencios. Del repicar de la lluvia en las plantas y los toldos. Del aroma del café y el regusto de paellas indescriptibles. De la quietud en la noche cuando sólo los reflejos de la luna se hacen mis confidentes impasibles. Inexcrutables. De las idas y venidas. De los regalos del Tióm y las canciones en catalán. De los destellos de las cuentas, perlas y brillos del brocado y el raso en la falla textil. De los relatos de viajes ultramarinos, mamenrober y mágicos. He sentido las manos pasar por mi piel llena de cicatrices cromáticas, por mi cuerpo horizontal y la torre vertical de mi cuello sólido y potente. Las notas del piano, del trombón, el clarinete y el bajo, la guitarra y la voz...deslizándose por mi melena transparente de caricias necesarias. Por la rueda de la fortuna que me pone en movimiento y me da el empuje para continuar sintiéndome esa vieja amiga imprescindible todavía. He aprendido a enrollar y estirar los hilos de mil historias, a contemplar en silencio caras familiares y desconocidas que desfilan cada día delante de mi discreta y modesta presencia. Por la puerta de servicio. En el rincón oculto del probador. Bajo la sombra del maniquí, el polvo del jaboncillo y la guirnalda de la cinta métrica.

Y aquí estoy, tranquila, envejeciendo en mi rincón mediterráneo con dignidad, como ella, como Tony. Después de tantos años me pregunto por qué no tengo un nombre. Me gustaría que antes de jubilarme para siempre, ella, la única amiga, la única familia que he tenido de verdad, me dijese por fin algún día, mientras suena la música en el taller y Noa ladra a algún tímido rayo de sol en la terraza, que aunque no tenga nombre, he sido la más fiel y servicial colaboradora, ésa que nunca le ha pedido nada a cambio de dejarse llevar y traer, trabajar sin sueldo ni cotización... Su inseparable máquina de coser.