lunes, 21 de septiembre de 2009

Virtudes capitales: I. La Paciencia.

Quienes hemos crecido en la cultura católica aprendimos de momoria en su día una lista de "pecados capitales" que nos explicaban los riesgos de "ser malos", de equivocar el camino y nos mostraban aquellas siete terribles amenazas sin explicarnos demasiado qué significaban y dejádonos una lista paralela de siete antídotos, para que en el caso de sentirnos atenazados por los garfios de los pecados "mortales" tuviésemos algo para compensar el ataque.
Visto el crecimiento de la conciencia humana, la necesidad de una óptica diferente adecuada al nuevo estado, a la nueva energía, y el resultado de aquella pedagogía, no sólo la ineficacia del método, sino también el empeoramiento en picado del clima moral, ético y espiritual que debemos soportar cada día en los medios de comunicación, en los sucesos de violencia de género, del terrorismo, de la corrupción política, la piratería económica, el ocaso de valores que ya no parecen cotizarse ni interesar a casi nadie, vistos los miedos de quienes se sienten inseguros en medio de unas convulsiones sociales que no dejan lugar a la reflexión ni a la serenidad, sería muy útil revisar aquellos contenidos y extraer de ellos lo que ahora pueda servirnos y ayudarnos a creecer, sanar y entender, para afrontar estos tiempos, no sólo revueltos, sino confusos y empastrados, aunque llenos de potencial y posiblidades que desarrollar. Tiempos de desafío.

Trataremos de colaborar un poco con alguna sugerencia al respecto: una serie de siete virtudes capitales. ¿Por qué? Porque estamos convencidos de que la mente y las emociones humanas, tienden a potenciar y desarrollar aquello que es más abundante, persistente y grato, aquello que se presenta como positivo y familiar. La costumbre. Lo que favorece y ayuda al bienestar, aunque luego se transforme en manipulación y acaben dándonos gato por liebre. Así funciona la publicidad. Cuando se quiere estimular el consumo de cualquier cosa, la publicidad entra desde los sentidos para capturar la atención, desde lo agradable y conveniente, mostrando las ventajas . No habla de los riesgos ni de las nefastas consecuencias. Presenta el lado "bueno" de lo que quiere vender.
Por otra parte quisiéramos quitar de las "virtudes" esa pátina de exclusivismo religioso que la costumbre les haya añadido, ya que las religiones han sido durante siglos las "administradoras" usufructuarias de estos valores, que en realidad pertenecen al acervo natural de la conciencia humana y no son pratimonio de ninguna iglesia ni creencia. Son logros de la evolución, como el descubrimiento de las fuerzas divinas que forman parte de nuestro ser y de las que nosotros formamos parte, como del universo que habitamos.

En nuestro caso utilizaremos el método positivo, pero sin la retranca de la manipulación proselitista que sería una estupidez y un contrasentido,cuando sólo se trata de echar una mano al crecimiento, al despertar a un estado más consciente y por lo tanto más maduro y libre. En absoluto se pretendería hacer prosélitos de ningún dogma, folosofía, credo o ideología. Podríamos dejarlo en "virtudes civiles", es decir, que facilitan la civilización, el desarrollo y la perfeción del hombre, un camino de integración que nos lleva de lo particular a lo universal y viceversa. Para los cristianos: así en la tierra como en el cielo. Para los esoteristas: como es ariba es abajo. Para el resto: todo está conectado y todo es reflejo de todo. Si creamos virtudes en nosotros, ellas, como por ósmosis, se autocomunicarán con el mundo circundante y éste nos devolverá el resultado. Más ahora, en un tiempo de elevación y perfeccionamiento de la materia, que empieza a ser parte viva de la conciencia y de la mente, que responde al toque de la emoción y se nos muestra como un principio de física cuántica y cualitativa. Las virtudes cultivadas impregnan los átomos, partículas y moléculas del universo, no sólo humanas. Pueden ser catalizadores y armonizadores de situaciones a resolver. Por lo tanto un uso inteligentemente ético de las virtudes es un gran motor y a la vez, esplendido resultado, de la evolución.

Hecha esta introducción comenzaremos por la primera "virtud capital":

Paciencia.
Cualidad que venía adjunta como respuesta y solución a la ira. La paciencia es el movimeinto del ánimo que nos hace ser dueños de nuestras premuras, de nuestras prisas. Por lo tanto nos libera de las explosiones de la ira, que no es otra cosa que la pérdida de los estribos ante cualquier situación que no podemos comprender ni controlar, que nos agrede y ofende, que, en apariencia, nos priva de algo que merecemos o creemos poseer, como la razón, el poder, bienes materiales, la imagen, la seguridad, el prestigio o los afectos. La paciencia nos concede el espacio y tiempo necesarios para ordenar nuestras reacciones automáticas y valorar objetivamente el proceso que vivimos y el significado del hecho concreto que nos ocupa u ofende.
Los beneficios de la paciencia son estupendos.

a) Nos permite afrontar con éxito cualquier situación difícil y la creación de estados de conciencia lúcidos para reoganizar el pensamiento alterado, tanto como las emociones desbordadas por los acontecimientos inesperados y desagradables que pueden salirnos al paso por vías diferentes: familiares, profesionales, afectivas, de salud, etc...

b) Genera un estado sereno que potencia el equilibrio de los neurotransmisores, las sustancias cerebrales que regulan y aportan el bienestar. Con ello, las glándulas suprarrenales moderan la producción de adrenalina y el eje diencéfalo suprarrenal se autorregula. De ese modo el estrés queda controlado por sí mismo, sin necesidad de fármacos. La ansiedad desaparece, puesto que ella es una reacción mecánica ante el miedo a perder el control sobre situaciones que nos hacen vulnerables y "víctimas" de todo lo que no entendemos. El estado de indefensión irracional se somatiza en el cuerpo físico y produce toda la sintomatología que ya conocemos y que termina siempre en la consulta del médico.

c) En cuanto a la formación de hábitos nuevos y sanos, la paciencia es una gran ayuda porque al serenar la mente nos permite ver las soluciones adecuadas, buscarlas y crearlas si no están disponibles. Todo científico, artista creador, empresario de éxito, enseñante capacitado, estratega de cualquier disciplina, individuo benéfico para la humanidad, sabio y acertado, es en primer lugar y sobre todo: paciente.

d) La paciencia es un sigo positivo imprescindible, de ella dependen la esperanza y la hipernecesaria utopía. Sin estos dos ingredientes es imposible avanzar. Los grandes reformadores han sido intensos practicantes de esta virtud, sin la que el terreno personal nunca estaría preparado para el cultivo y la produción de las demás cualidades.

e) La paciencia, al regular los neurotranmisores, aumenta la producción de endorfinas, sutiles jugos cerebrales que nos aportan sensaciones de bienestar y serena alegría que incrementan optimismo y claridad mental.

f) Los ejercicios para aumentar la paciencia se pueden practicar a través de la meditación, de las respiraciones profundas, como disciplina sencillísima. Antes de cambiar de actividad, por ejemplo, parar unos segundos. Hacer tres respiraciones bien hondas y conscientes, creando mentalmente un espacio entre nosotros y la actividad que vamos a comenzar. En pocos segundos notaremos la paz y bienestar que nos permiten estar en medio de las cosas sin mezclarnos con la vorágine añadida por las prisas. Y veremos que incluso nuestro trabajo, siendo más tranquilo, va más rápido y es más eficaz. También se puede practicar la paciencia dándonos un tiempo entre el deseo de algo y su realización. Por ejemplo: salir de compras y adquirir cualquier cosa que "apetece". Podemos hacer un alto en el camino, antes de comprar lo que vemos y que no habíamos programado. Nos podemos sentar en un banco, en un parque, en una iglesia , y en paz, repasar las necesidades y urgencias adquisitivas que nos empujan a comprar algo que seguramente puede esperar o simplemente, no necesitamos.
Otro ejercicio para crear paciencia es la escucha atenta en las conversaciones, moderando nuestras intervenciones rápidas y automáticas al responder a aquello que no nos gusta o que nos encanta, en lo que disentimos o a lo que nos sumamos con fervor desmedido.
También es muy útil aprovechar las esperas en colas, consultas, estaciones, aeropuertos o paradas de autobús o metro. Unos momentos preciosos para silenciar la mente y practicar la observación interna en vez de distraernos sólo con mirar lo que pasa en torno a nosotros o impacentarnos por la tardanza de lo que esperamos. Podemos acostumbrar a la mente a visualizar la solución adecuada ya conseguida, sin detenernos en el proceso, en el "como" y en el "cuando", porque esos "como" y "cuando"condicionan y alteran el proceso mental, con el típico tópico: "no se puede", tan limitador y bloqueante que informa a nuestros recursos energéticos universales de nuestra negación a colaborar, poniendo el "no" por delante. La verdadera paciencia anula el poder del "no" y abre la puerta de todas las posibilidades, al "milagro", que en realidad es la consecuencia de una actitud virtuosa activa y consciente, tal vez bajo la apariencia de no-ación.

La paciencia trabajada cada día en pequeños detalles, cambia los temperamentos más nerviosos e impacientes y una vez convertida en hábito destierra para siempre la amenaza y el descontrol de la ira, que además de tener resultados de "pecado mortal" por el daño que hacemos con ella a los demás y a nuestra salud mental y física, también se puede convertir directamente en una patología crónica de autolesiones, que entorpece la mente y la capacidad de comprender con claridad y destreza el mundo que nos rodea e impide nuestra maduración psicoafectiva y como consecuencia retrasa "sine die" el despertar de la conciencia y la toma de contacto con las regiones más elevadas del espíritu.

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