viernes, 18 de septiembre de 2009

Summum ius, summa iniuria

Es importante confrontarnos con nuestra visceralidad, con nuestro animal justiciero, ante las situaciones desesperantes, cuando la incompetencia, la torpeza, la locura e incluso la maldad, se atraviesan en el camino, encarnadas en un ser humano, o en varios, incluso en un sistema. Cuando las injusticias claman al cielo y el cielo se cruza de brazos a la espera de que nosotros mismos descubramos nuestras responsabilidades en aquello que hasta ese momento no hemos creído posible solucionar con los métodos habituales y "lógicos". Y es que los retos de la nueva energía requieren seres nuevos, que hayan logrado superar las tentaciones antiguas, los conceptos de "lucha", "castigo" o "premio", de revancha o venganza, de "justicia" justiciera, que no justa.
La Ley para ser digna de ese nombre no puede olvidar el equilibrio de su balanza, la compasión, que no es esa especie de lástima pegajosa, cómplice, justificadora y perjudicial, sino buscar el lado retributivo que además de restituir y compensar los daños ocasionados por conductas delictivas, ejerzan un efecto constructivo y, si es posible, rehabilitador sobre el delincuente. Jamás una Ley justa puede hacer leña del árbol caído. Ya no sería ecuánime, sino un pretexto para vengarse y descargar la rabia -muchas veces justa y natural-, pero que no puede en ningún caso, ser el motor de un proceso penal.
La privación de libertad es un tiempo muy importante para ser usado positivamente en la rehabilitación. Se retiene al reo convicto y confeso, condenado, no sólo para apartarlo de la vida social, para que no haga más daño y como castigo, sino también para reeducarlo e iluminar su mente y sus desfases educativos, su ausencia de valores y hasta su padecimiento sociópata. Un delincuente es un enfermo, un ser inadaptado, que por un desequilibrio de la personalidad cae en estados de delirio, de trasnorno en la percepción de la realidad, con la imposibilidad para entender el mundo como es y no como él quiere que sea. Incapacidad para valorar sus acciones objetivamente desde un código ético y moral.
Generalmente el delincuente carece del superego freudiano, del mecanismo regulador de la conciencia, el "Padre", en la terminología de Berne y su análisis transaccional. Es un deficiente psicoafectivo cuya sintomatología principal es el delito. Cuando este tipo de enfermo alcanza cuotas de poder importantes porque su actividad orientada a la picaresca y a la astucia le ha colocado en lugares y estamentos decisivos, se suele convertir en un tirano sin escrúpulos y con delirio de omnipotencia y carencia absoluta de límites (esta clase de deficiencia no tiene porqué afectar a la mente mecánica, al contrario, pueden poseer a veces un pensamiento activo y brillante, hasta magnético, y una lógica fría; el cortocircuito lo tienen entre razón-emoción, una importante fractura que les priva de los sentimientos sean de culpa, de responsabilidad, de prudencia, de objetividad, de amor, de lucidez, de gratuidad, de compasion y empatía por los que no les son afines, similares o manipulables, de tal modo que sus conductas ocilan entre la emocionalidad visceral y la frialdad de la mente aisladas entre sí, ya que el vínculo regulador de ese binomio, carece del "puente", del vínculo que las armoniza: los sentimientos) La patología delictiva se caracteriza por la pobreza de los sentimientos, por la incapacidad de reacción al estímulo del mundo afectivo. Los sentimientos son la base de la voluntad. Ni la emoción ni la razón tienen esa cualidad. Sin la ayuda del sentimiento armonizador, la emoción es compulsiva y la razón obsesiva, se pasa de lo uno a lo otro bruscamente y el sujeto sufre cambios de humor fortísimos ante cualquier estímulo externo. Reacciones desproporcionadas que pueden ir del histrionismo a la histeria, de la iraincontenible a la venganza refinada. Sin mecanismo regulador.

Cuando estos sujetos alcanzan, como ya hemos dicho, altas responsabilidades en empresas, instituciones o proyectos, suelen causar desgracias y desastres a su alrededor, pues a su patología "natural" se suma el delirio de grandeza y de onmipotencia carismática, además incrementada por la fascinación que sus actitudes arriesgadas, exhibicionistas y falsamente seguras, ejercen sobre la masa, que sólo ve la imagen, siempre estudiada y cuidadísima por el entorno en el que numerosos satélites interesados viven de la "luz" del falso astro. Es el caso de todos los tiranos: Napoleón, Calígula, Stalin, Hitler, Mao, Nerón, Mussolini, Franco, Pinochet, Idi Amín, Ceaucescu, Sadam Hussein, Bush...Todo un elenco digno de estudiarse a fondo para ver analogías y puntos en común. Cuando la torpeza y la locura alcanzan niveles altísimos, los súbditos que comenzaron admirando sus cualidades, terminan por temerles primero y odiarles a continuación. Y en el peor de los casos, tomándose la justicia(?) por su mano para librarse de ellos, y haciéndoles pagar cruelmente los delitos cometidos. Esto ha ocurrido varias veces en la historia, porque aún no había conciencia de la enfermedad sociopática ni de la responsabilidad del pueblo que aceptando ese tipo de caudillaje se convierte en rehén de la vanidad y de la soberbia de su ídolo. En esos casos el pueblo pierde la soberanía para convertirse en tirano sustituto y reactivo, en una masa de sociópatas, que han abandonado su condición humana para retroceder a la animalidad.

¿Cómo tratar estas delincuencias graves? ¿Qué tratamiento es el indicado?

a) Internamiento en un centro penal-rehabilitativo. Terapia cognitiva. Trabajo físico y de estudio dirigido.

b) Restitución compensatoria. Los bienes adquiridos por métodos ilícitos, serán incautados, devueltos a los estamentos, entidades o personas perjudicadas. Y empleados en regenerar lo que el sujeto en cuestión degradó. Sea la salud pública, el miedioambiente, el patrimonio privado o público.

c) Si el personaje alardeó prepotentemente de sus "poderes" alucinatorios, se le puede hacer un tratamiento simplificador, haciéndole participar de las labores más elementales: limpieza, cultivo de la tierra, carpintería, albañilería y pintura de paredes, cocina, panadería, mantenimiento, servicios de mensajería, arreglo del calzado y lavandería...hasta que vaya estudiando, progresando, educándose y mereciendo cambios a mejor. Tomando conciencia de sus cualidades verdaderas. Desarrollando la voluntad y la inteligencia emocional.

d) En ningún momento sufrirá malos tratos ni humillaciones, sino que será tratado con el máximo respeto, como todos los demás. Igual que se trataría a un paciente en un hospital.

e) En el tratamiento se deberá incluir la revisión moral periódica de sus delitos, en privado, con los miembras de la junta de tratmiento del centro, con el fin de comprobar en sus reacciones el grado de curación que va experimentando. Mostrarle videos con el resultado de sus actos delictivos. Por ejemplo, a un traficante de drogas, se le pueden mostrar enfermos terminales de SIDA, a un terrorista, escenas de sus ataques y personas heridas o muertas por su causa, el dolor de los familiares. A un ladrón, el estado en que dejó a sus víctimas, y las opiniones que hay sobre él. Y se le invitará a que él mismo reflexione como ayudarles, qué podría hacer él para arreglar lo que estropeó. A un corrupto, todo lo que pudo hacer y no hizo con la malversación de fondos y la irresponsabilidad en sus funciones. En fin, hay tantos recursos para ayudar a estos enfermos a reconducir sus vidas sin dañarles ni someterles a vejaciones, aunque ellos lo hayan hecho. Si se quiere avanzar socialmente hay que dejar a un lado la ley del Talión, que es un círculo vicioso.

f) Un delincuente sociópata no cambia porque se le haga sufrir lo que él ha hecho a otros. No lo podría comprender, porque lo tomaría siempre como una venganza, generaría odio y todo seguiría igual al término de la condena, pero agravado por el aumento del odio y del rencor, que hora estarían justificados, ya que este tipo de enfermo siempre se considera inocente y víctima. Su juego consiste en considerar verdugos a los demás. Es un maníaco paranoico. Y el tratamiento consiste en que llegue a responsabilizarse de sus acciones y sea capaz de pedir perdón por ellas, no sólo con palabras sino con un cambio de actitud irreversible.

g) Después de reahabilitado, la sociedad, agradecida por su colaboración en mejorar, le premiará borrando su historial delictivo, proporcionándole al término de su tratamiento, un trabajo para que pueda empezar de nuevo a vivir de otro modo.

h) Deberá comprometerse a mantenerse en la línea de moralidad y honestidad que ha adquirido.

i) Y estará el tiempo que los terapeutas decidan, colaborando en instituciones o voluntariados de servicio público, que certificarán su asistencia y participación habituales en actividades solidarias.

j) Estos tratamientos para los "grandes personajes", serían muy pedagógicos y jemplares. Disuasorios. Y despojarían al pícaro, oportunista, mafioso, político corrupto, etc...de la aureola de admiración, y dejarían de ser un "modelo" para jóvenes sin orientación ni valores. Sería, justamente, una gran colaboración para restaurar los valores eternos y a crear valores nuevos.

Hay pueblos abandonados que reconstruir, campos que no se cultivan, montes que repoblar tras los incendios, carreteras que asfaltar, bosques que limpiar, en fin, muchas oportunidades para emplear a estos enfermos, cuyas mentes y emociones necesitan un ancla en la simple realidad de cada día. Las megalomanías y los delirios pueden sanar, cuando una mens sana se aloja in corpore sano. Y nuestro deber ciudadano es potenciar esa sanación, si es que queremos de verdad un cambio. En una sociedad avanzada y civilizada ya no debería quedar espacio para la crueldad, ni para los pensamientos de venganza "legal"que disfrutan imaginando castigos sin piedad ni inteligencia. Todos nos merecemos algo mejor. Pero lo tenemos que hacer entre todos. No podemos excluir a nadie, por mal que esté. Estos seres son un reto para los demás. Hay que aprender a condenar sus hábitos, pero al mismo tiempo a tenderles una mano para que los cambien. Solos nunca se curarán, porque no tienen conciencia de su enfermedad y egañados, engañan a muchos. Y luego lo pagan todos.

Y para terminar, recordaremos el título de este texto, que es un viejo lema de los inventores del derecho en Occidente: los latinos. "Summum ius, summa iniuria", es decir, la justicia llevada al extremo, se convierte en injusticia. El justo siempre es clemente. Y compasivo. También sabe que sólo en el arrepentimiento el perdón es hace realidad. De nada sirve perdonar a quien no tiene conciencia de su delito, en cambio el arrepentido, aunque no se le perdone, se ha rescatado a sí mismo. Ha recuperado su conciencia real. Su alma. Su vida.

No hay comentarios: