miércoles, 30 de septiembre de 2009

Virtudes capitales VI: La Templanza

Quizás a los muy serios y ceremoniosos de la erudición, les parezca banal y poco científico citar los arcanos del tarot a la hora de hacer un trabajo de reflexión, con ciertas bases fiables. Sin embargo la ciencia, con Jung en la vanguardia de la iniciativa, sí estudia en muchos casos, la importancia sustancial de los arquetipos representados en los naipes tarotísticos. Muy lejos de connotaciones "adivinatorias" y pseudomágicas, por supuesto. Hago esta pequeña advertencia como introducción al análisis de la virtud que tratamos hoy: La Templanza. Que está representada entre los arquetipos que configuran la estructura psicológica de nuestra especie, en el naipe nº XIV del Tarot.
En el Tarot de Marsella, que es seguramente el más antiguo y fiel a la Tradición, esta carta representa la figura serena de un ángel vestido con una túnica en dos colores: el rojo, que equivale al amor superior y al impulso racional y pasional, trascendente, activo, masculino, y el azul, que es el color de la materia transmutable, emotiva, intuitiva, receptiva y femenina. El peto superior, el cinturón, las alas, las manos y el rostro son de color amarillo dorado, tonalidad solar que equivale a la andrógina sabiduría que produce la iluminación, al oro del alquimista, que es luz concentrada en la materia. También el cabello es azul y se adorna con una pequeña flor roja en el centro, que es también una estrella de discernimiento amoroso. En cada una de sus manos sostiene un ánfora, la de la derecha es roja y la de la izquierda, azul, entre las dos vasijas hay un fluido blanco, el agua purificadora del espíritu que equilibra los demás elementos con su frescura y su capacidad de dar vida. El líquido fluye entre las dos ánforas sin derramarse, lo que indica la capacidad equilibrante del autocontrol. Además la figura, a pesar de ser alada y angélica, no está en el aire, sino sobre una tierra amarilla dorada, que es la base del conocimiento del sabio.

Ya sólo la descripción de esta figura nos indica qué significa la Templanza y su importancia en el acervo arquetípico humano, como virtud imprescindible. La Templanza es el equilibrio vital que regula nuestro camino en el Planeta y nos conecta con el cosmos. La moderadora de los impulsos e inclinaciones personales, para adecuarnos al mundo en que vivimos. Por eso, se ha señalado como la compensadora de los excesos desajustadores del metabolismo como la gula, otro pecado "mortal", sobre todo ahora que tenemos bases suficientes para saber que la comida puede ser nuestra medicina, como afirmaba Hipócrates o nuestra enfermedad, como ya sabemos por ese bombardeo mediático que nos advierte constantemente por vía televisiva y en las horas de sobremesa, especialemente, de los riesgos alimenticios: colesterolhemia, uremia, diabetes, hipertensión, reumatismos, extreñimiento, diarreas, celiaquía, descalcificación, obesidad, bulimia y anorexia. Motivos importantes para ser equilibrados en el terreno alimenticio. Pero la Templanza va mucho más allá de esta apreciación.
Es cierto que la gula, el opuesto de la Templanza, está en la misma onda de la lujuria, es otra especie de desbordamiento lujurioso, en cuanto al descontrol del sentido del gusto. Y dado que en la antigüedad la comida no era demasiado abundante, este pecado era fundamentalmente, un pecado de "ricos" y también de pobres cuando éstos estaban en condiciones de comer en abundancia, es decir, en las ocasiones especiales y celebraciones, ya que por la falta de costumbre y las carencias de aquel tiempo, era muy fácil enfermar de indigestiones, morir de un cólico "miserere", a causa de los atracones casi inevitables, para quienes la comida diaria era muy parca y con frecuencia, escasa. Así, la Iglesia tuvo a bien incluir la gula entre los riesgos "mortales", ejerciendo un poco la medicina preventiva del sentido común, como Moisés en los preceptos que escribe mientras el pueblo judío atraviesa el desierto, durante años, estableció la prohibición de comer cerdo,animales tóxicos y pesados (impuros) o las reglas de higiene con abluciones para poder resistir la dura travesía.

En nuestros días la gula puede ampliarse al sentido del consumismo, de la obsesión por comprar y vender, tragar, absorber, fagocitar, muchas veces bastante más allá de lo necesario, que es uno de los fundamentos desbordados de nuestra época y la causa profunda de las crisis de desajuste económico y laboral que de vez en cuando nos sacuden, cada vez más gravemente.
En este pack puede incluirse también la obsesión por el cuerpo físico, descuidando otros aspectos igualmente importantantes, como el cultivo interno, la simplificación de nuestros hábitos. La interiorización de la vida como fuente de satisfacción esencial, que cuando falta, convierte al hombre en objeto y sujeto de consumo constante y compulsivo. Creando necesidades impuestas y aceptadas sin poner ni una sola objeción. Es esta gula consumidora generalizada la que está agotando y contaminando el Planeta.
La Templanza con sus dos ánforas en perfecto equilibrio trasvasando el agua de la vida y del espíritu, del consciente al inconsciente, de la razón a la intuición, de la materia a la energía, nos está dando la clave de mantener la armonía tanto en nosotros mismos, como fuera. Todo lo que tenemos es bueno, útil y sano, como los colores, la tierra, nuestro cuerpo, la inteligencia y las emociones, las herramientas de trabajo, como la figura representa. Pero de nosotros depende que su uso sea realmente óptimo, aprovechable, ineficaz o desastroso. Somos nosotros los que tenemos entre manos la responsabilidad de lo que vivimos. Nadie más. Elegimos sin ser conscientes. Pasamos de exigir lo justo. Nos resignamos a lo que quieran hacer con nosotros, como por ejemplo, en las enfermedades. Depositamos nuestra responsabilidad hacia nuestra salud en unos asesores sanitarios que llamamos médicos, a cuya ciencia hemos atribuído un poder casi chamánico, sólo que estos profesionales no son chamanes, sino empleados en un taller de reparaciones mecánicas. Se equivocan muchísimo, porque la medicina occidental se enseña y se aprende sobre tejidos muertos, el médico que dice tarbajar la salud, realmente lo hace desde laóptica de la enfermedad, porque se ha formado estudiando y observando lo inerte, así nos enferman sin pretenderlo. Y sobre ese estado de morbilidad se han constituído las mayores fortunas del Planeta.
Para ayudarles y mejorar nosotros mismos, hay que preguntarles, pedirles explicaciones, buscar información y enterarnos bien de qué se hace en nuestro cuerpo con la química, la cirují, las vacunas y las aplicaciones tecnológicas.
Lo mismo diríamos para la enseñanza: debemos colaborar, enseñando a nuestros niños a participar en clase, trabajando a dúo con los profesores en equipo, y así darles ideas, si las tenemos, o colaborar en proyectos escolares donde podemos aportar mucho. Esto despierta la conciencia holística de los niños y de los jóvenes que poco a poco podrán ir integrando la casa y la escuela en una misma onda de referentes. Y evitando el pasotismonihilista, la violencia juvenil, los enfrentamientos y hostilidades. Las barreras se quitan con la cooperación y la co-gestión.
Y lo mismo para la participación ciudadana: asistir periódicamente o en turnos y por grupos cívicos, a los plenos del ayuntamiento de la ciudad, enterarnos de nuestros derechos y deberes, reclamar cuando sea necesario y aprender a con-vivir con el resto, dejando de ser cápsulas de desconfinza y desaliento en medio de una in-comunidad. La Templanza es imprescindible en toda relación sana del hombre con su entorno, le favorece tanto como un complejo vitamínico o una dieta sana. Suprime la amargura, el aislamiento, el complejo de élite y de falsa "arisctocracia", el desconocimiento juzgador y necio que da la distancia. El desprecio por lo que desconocemos o pensamos conocer sólo en teoría. Nos educa en la solidaridad y ayuda a los grandes cambios sociales, que desde la inteligencia ordenada y sana, dejarán de ser revoluciones violentas para ser evolución serena y constante. Si no queremos un futuro lleno de delincuencia y agresividad, empeñémonos en el presente, en nuestro entorno, en el hogar, en la escuela, en el barrio, en la ciudad.

La gula es una necesidad física y anímica que se ha pervertido y convertido en vicio perjudicial. Necesita un método para curarse.

La Templanza es un ángel que pisa tierra, es decir, nos indica que somos seres elevados que están en la materia para tomar de ella lo mejor, armonizarlo y crecer en ese proceso. Y hacer que lo peor vaya desapareciendo sin necesidad de llegar a la represión, a la cárcel o a la guerra. Sus ánforas representan el equilibrio de nuestra dualidad y nos avisan de que la energía espiritual que impulsa la evolución pasa por no aislar ninguno de los dos recipientes: como es arriba es abajo. Como es dentro es fuera. Como te interesas por lo privado, empéñate también en tu medio ambiente. Porque cuando te dedicas sólo a ti, sin tener en cuanta el macroorganismo que te contiene, te comportas como una céllula cancerosa: sólo te ocupas de engordar tu ego y eso enferma el tejido que después te matará. Estamos en relación con todo aunque no queramos verlo.

Como ejercicios de templanza podemos empezar por hacer una lista de cosas imprescindibles antes de ir a comprar. Y limitarnos a lo escrito, para dominar la tendencia caprichosa. Observar como reaccionamos cuando mecánicamente vamos a comprar lo innecesario y nos lo impedimos. Escuchemos las reacciones de respuesta corporales y comprendamos cómo nuestro ser entero se implica en cada cosa que hacemos. De este modo nuestra sensibilidad se hace más fina y atenta, nos "avisa" cuando nos educamos para escucharla, porque las señales las da siempre, es nuestra conciencia ausente y disatraída la que se pierde. Cuanto mejor nos conocemos, más templanza desarrollamos. También pongamos atención a lo que acumulamos en casa: tal vez demasiada ropa y complementos en los armarios que tquizás ya no usamos hace años. Podemos darla para que otros la aprovechen ganándose la vida en mercaditos de segunda mano, o para Cáritas o Cruz Roja, o Traperos de Emaús. Una buena receta es comorobar si hay prendas que no se han usado en ninguna de las cuatro estaciones del año, entonces, darlas es mejor. Lo mismo el exceso de libros que ya han cumplido su misión, tal vez son de texto de nuestro hijos ya mayores. Hay ONGs que los recogen para Latinoamérica, para bibliotecas y escuelas.

Bueno, la creatividad es una gran maestra y practicándola aumenta su poder y sus capacidades. Así que propongámonos ser creativos con templanza y veremos cosas muy interesantes y hermosas en nuestro alrededor. Lo primero, poder sobre nosotros mismos. Cuando uno de nosotros hace algún cambio importante, algo cambia en todo, así que ánimo, que el mundo puede mejorar bastante si queremos. Al menos el trocito de mundo que tenemos alrededor.

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