domingo, 27 de septiembre de 2009

Virtudes capitales IV: La Generosidad

Generosidad


La contrapartida de la generosidad es el "pecado" de avaricia. Que en esta línea de aggiornamento que intenta clarificar un poco los contenidos tradicionales del concepto "pecado" y adaptarlos a lo que estamos viviendo, se puede considerar más bien una patología. Porque la avaricia enferma. Todo recipiente tiene una medida justa para contener algo, cuando nos empeñamos en llenarlo demasiado desperdiciamos lo que no cabe dentro, reventamos el envase si es poco consistente o estropeamos el mecanismo por exceso de volumen y peso, si se trata de una máquina, por ejemplo. Bien, pues eso es lo que provoca un temperamento avaricioso: Rotura del recipiente por exceso de poseer, abarcar, poder, tener y acumular. Inflacción de cosas, ideas, objetos, dineros, placeres, personas, afectos, negocios, influencias...¿Quienes son más proclives a padecer este síndrome de pobreza inextinguible? Quienes tienen miedo a la vida, a los cambios desfavorables, a los imprevistos, a la soledad, a la pobreza, a pasar deapercibidos, etc...Por eso acumulan. Son verdaderos mendigos existenciales. Siempre necesitados, desagradecidos e insatisfechos. Bloqueados por sus temores y desconocedores de quienes son en realidad.

¿Recordais aquel cuento de la infancia en que se contaba la historia de una hormiga y de una cigarra? La hormiga era trabajadora incansable y acumulaba en su hormiguero cantidades ingentes de comida para el largo invierno. Mientras la cigarra cantaba despreocupada de arbusto en hierba, de árbol en piedra, sin pensar en el invierno terrible que le aguardaba...Cuando el invierno llegaba con sus heladas y sus campos secos, la desdichada cigarra, no tenía nada que comer y pedía ayuda a la hormiga que con severidad, en vez de socorrerla, la dejaba abandonada mientras le daba una lección de economía y "moral" laboral: "Si hubieses trabajado como yo, ahora no estarías así" Y luego, la moraleja: "Hay que trabajar y acumular para estar seguros, porque si no puede ocurrirnos como a la cigarra, irresponsable y demasiado alegre". Y a los niños que escuchábamos aquella crueldad, se nos saltaban las lágrimas, mientras el adulto de turno nos decía que aquello era una enseñanza para la vida. Qué horror de vida, -pensaba nuestra lucidez infantil- ¡qué asco de mundo!
Cuando se podía leer el Evangelio sin interpretaciones predicadoras ni catequesis domesticantes, nos dejaban muy perplejos ciertas afirmaciones de Jesucristo: "No os preocupeis ni os angustieis por el sustento. Mirad las aves del cielo que no cultivan y cada día tienen alimento. Ved los lirios del campo, que no hilan ni compran vestidos, y sin embargo ni Salomón con sus mejores galas fue nunca tan hermoso. Y si Dios procura sustento y belleza a criaturas tan efímeras ¿qué no os dará a vosotros que sois los hijos de su corazón paternal?". El choque era frontal. Polos opuestos. O los del cuento eran unos rácanos e ignorantes que no se enteraban de nada o Jesús estaba como una regadera y no sabía como era la vida en realidad. Poco a poco, los teólogos de la praxis que confesaban y daban ejercicios y charlitas de campamento, nos iban explicando para "orientarnos"que en realidad lo que Jesús decía eran cuentecitos poéticos, con muy buena voluntad, faltaría más, pero muy fuera de tiesto. Vamos, que la hormiga tenía razón y Jesucristo era una cigarra cantarina y por eso acabó crucificado. Menos mal que la cordura llegó con Constantino y su edicto lombardo y puso orden en aquellas alucinaciones tan fuera de la realidad; así la Iglesia llegó a ser triunfante. Y una se pregunataba ¿triunfante, de qué? Pues del poder, del dinero, de lalucha por las investiduras y los sacrosimperios, de su seguridad de hormiga cósmica, superviviente...claro, era eso, la vida era eso. Hasta la Iglesia lo bendecía.
De este modo, el pecado de "avaricia" , condenado in leteris quedaba bendecido socialmente, y para rematarlo estaba la limosna liberadora. Ese óbolo que se daba con tanto sacrifico. Y entonces contaban el caso evangélico de la viuda que daba al Templo el único óbolo que poseía. Para eso sí, Jesucristo y sus cuentecitos venían al pelo...

En semejantes tesituras, la generosidad, que es el antídoto de la avaricia, ha sido siempre la gran desconocida. Su esplendidez se asocia más bien con el despilfarro, cierta frivolidad irrsponsable y hasta con las fases maníacas del trastorno bipolar. Tiene mala prensa. O si no, al loro: Hay problemas con la pobreza global, hay que aumentar la ayuda al tercer mundo y abrir las puertas a los extranjeros de los paises más pobres, explotados y empobrecidos por el primer mundo durante siglos, que buscan mejores condiciones. El planeta es de todos. Todos somos galletas de la misma harina, debemos ayudar en lo que se pueda, con inteligencia solidaria (este sería el discurso de la cigarra crística, claro).
Las hormigas "bienpesantes y de orden" respoderían: Si tienen problemas, que se apañen, que todos los tenemos. Ya es bastante con llenarnos el hormiguero a rebosar. Y si vienen aquí a robarnos trabajo y sustento, más vale que se queden en su casa. Aunque luego tiremos lo que sobra porque se pudre. Que aquí ya tenemos lo nuestro con pagar las hipotecas de los pisos, chalets, coches y cochazos, vacaciones, tarjetas del corte inglés, liposucciones, siliconas, liftings y peelings, etc...Si son pobres, allá ellos, que se espabilen, que se civilicen y aprendan, pero allí, en su tierra, claro. Aquí, ni hablar.
Este panorama es el fruto de la siembra. La cosecha de un mundo miserable, dominado por la avaricia. Un mundo enfermo. Saturado e intoxicado de sí mismo. De ese ego intermultinacional, que es la suma de todos los pequeños egoísmos, que viven su enfermedad a la defensiva, protegiéndose de los enemigos extraños, mientras los devora y los mata su mal interno. Sus excesos. Su egorragia.

Creo que una medicina estupenda como la generosidad hay que cultivarla, educarla y aumentarla en nosotros. ¿Cómo? Recordando algo importantísimo: la muerte. ¿Hay alguna inversión material que nos acompañe en ese momento? ¿Podremos llevarnos "al otro lado" el Mercedes Coupè, el abrigo de martas cibelinas, el conjunto de brillantes y esmeraldas que nunca nos ponemos por si nos lo roban o sepierde y por eso está apolilado en la caja fuerte de un banco haciendo tiempo para sobrevivirnos, como sobrevivió a mamá, a las abuelas y bisabuelas o los tres apartamentos que tenemos en Xabia alquilados por un pastón? Demasiado equipaje. Overbooking total. Pero la cosa no se para en lo material. ¿Qué calidad de vida querría en ese momento final? ¿Estar tranquilísima y feliz porque me siento libre y he colaborado a la felicidad y al bienestar de todos en la medida que he podido y sabido y me siento liberada porque lo que de verdad vale no se separará jamás de mí? Es decir, los bienes más cotizados, como la paz, la serenidad, el gozo aún en la dificultad y en el adios, el agradecimiento, el amor sin exigencias y la verdadera felicidad...el equilibrio y la salud integral, eso es en realidad el patrimonio que nadie ni nada me puede arrebatar. Son parte de mi esencia. Y tienen una ventaja maravillosa: ni hay que guardarlos ni ahorrarlos con sacrificio ni privaciones, porque crecen y aumentan en la medida que se comparten, como en realidad le pasa al dinero. Que es otra forma de energía. Cuanto más se comparte, se invierte y se emplea en el bien de todos, sin tácticas miserables que intenten enriquecer a toda velocidad empobreciendo y engañando, más se multiplica. Porque la generosidad es valor y ausencia de miedo. Es fe realizada. Esperanza cumplida, amor en acción. Prosperidad y desarrollo. Inteligencia. La grandeza del hombre tiene la medida de su generosidad. De su desapego y de su fluir con el universo, que es lo suficientemente rico en recursos para que nadie esté en la miseria, si los administradores, que somos los humanos, sabemos gestionar lo que está dipuesto para el crecimiento y el bien de todos. La naturaleza, incluída.

Hay otros ejercicios para aumentar la generosidad. Por ejemplo, los profesionales que trabajan en consultas de abogacía, medicina, terapias, asesorías, enseñanza, deportes, arte o música etc...pueden acrecentar su generosidad regalando su tiempo y su trabajo sin cobrar, por lo menos una vez a la semana; dar algunas sesiones gratis, mirando el estado económico de los consultantes. Que se ve, normalmente. Y no dejar jamás sin asistencia a alguien porque no pueda pagarse las sesiones o las clases. También se puede trabajar en algún voluntariado hacendo del propio trabajo un don. En fin, los resultados son espléndidos, porque la generosidad, a parte de liberarnos de la miseria boomerang, de la estrechez de miras y del aburrimiento, nos hace cada vez más libres, sabios y felices.

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