jueves, 13 de octubre de 2016

Abramos la tapa del contenedor 12 de Octubre

Ayer, contemplando el esperpento de la fiesta nacional, rebuscaba en el catálogo de razones aceptables, qué cosas dignas habrían dejado los imperios español, portugués y británico a los habitantes de América. Sólo encontré una cosa: las lenguas, que permiten leer a Camoens, Pessoa, Saramago, Cervantes, Quevedo, Lorca, Shakespeare, Huxley o Yeats...Seguí preguntándome si esa herramienta preciosa del idioma tiene tanto valor como para ser comprada con tanto dolor como fue el expolio y el exterminio de los pobladores indígenas, que acabó en el sur con sus culturas en las "reducciones"del imperio hispanohablante y en el norte con las "reservas" indias del imperio anglófono. Y la conciencia me respondió  que no. Que los grandes valores de la Literatura ya están inscritos en el alma de los pueblos, que no se adquieren solo leyendo fuera, porque la lectura simplemente es la bombilla que ilumina la biblioteca del alma, donde ya está inscrita la posibilidad de apertura de la evolución junto a la muralla de la brutalidad cerril, y que la inclinación depende de lo que se elige como afinidad. Por eso leer o estudiar las mismas materias, en unos seres libera e aclara el camino hacia la conciencia y en otros solo da más herramientas para enterrarla y no dejar que la conciencia nazca y se desarrolle.
La colonización, en realidad y sin fanfarrias añadidas, no aportó nada más que invasiones, rapiña a saco, contagio de enfermedades a los pobres indígenas, malos tratos, injusticias, avaricia, manipulación, esclavitud, abusos y crueldad a tutiplén, eso sí, todo el pack bendecido  y amparado con el mantra "para mayor gloria de Dios y de su iglesia" y con la excusa de predicar los evangelios entre aquellos herejes naturales que no entendían nada de nada, y que se iban encontrando por esos nuevos mundos atravesados por casualidad, en el camino más corto hacia la Indias de toda la vida, tierras imprevistas y habitadas por una peña ignorante y medio retrasada, que además de no entender el español, siendo las tierras estupendas de España un reino universal per se, tan justo, tan pacífico, tan limpio y sano, y para más inri tampoco daban una en latín, gentucilla que aún no había probado las mieles de la fe verdadera ni el  rigor justiciero de la Inquisición, también funcionando, cómo no, para la misma "mayor gloria de dios y de la misma iglesia propietaria exclusiva y dispensadora de dios". Un trasvase de la miseria europea a la riqueza natural de un mundo mucho menos sucio y corrupto. 

Como antídoto para la toxicidad de la ignorancia "patriótica" basta leer la mejor descripción de los efectos secundarios de la gesta de Colón subvencionada, "casualmente", por los mismos reyes católicos (cómo no) que inventaron la Inquisición e implantaron la xenofobia como defensa y enriquecimiento de su régimen; ese documento imprescindible para conocer las secuelas del descubrimiento de América es la denuncia dirigida al Emperador Carlos I, nieto de los inenarrables Isabel y Fernando, que pone los pelos  como escarpias, a cargo del testigo presencial Bartolomé de Las Casas:
  • Brevísima relación de la destrucción de las Indias, colegida por el obispo don Fray Bartolomé de las Casas o Casaus, de la Orden de Santo Domingo (1552)
  • Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos (1552) 
 La verdad nos hace seres libres. La mentira contada por generaciones y convertida en gesta histórica para lavar cerebros, nos hace pueblos esclavos y zombis votantes. Una España como ésta no es una casualidad ni una cuestión de mala suerte. Es el producto de un analfabetismo cognitivo que impide comprender lo que nos pasa y descubrir las verdaderas causas de lo que nos machaca, por eso, en tal estado de desconocimiento nunca se puede superar tanta miseria acumulada y que, obviamente, aumenta con el tiempo y la repetición de las mismas barbaridades ya convertidas en sistema, en régimen y en "valores" degenerados que se hacen costumbre, dogma y leyes. Y hasta celebración jaranera y eso.

Celebremos la fiesta nacional todos los días del año, claro que sí, pero  tratando de saber qué nos pasa y por qué. Yendo a las fuentes del principio y atando cabos con el presente para que no se nos evapore el futuro. Leyendo y reflexionando sobre la historia que nos impide salir del infierno hereditario que nos han endosado. Si no lo hacemos estaremos como Sísifo o como Tántalo, condenados a hacer canelo masoquista repitiendo curso cada año (o legislatura) peor que el anterior, mientras exista vida humana en el Planeta Tierra. El cum laude de la cretinez inducida hasta convertirse en congénita a base de tanta inducción. Ains!


Refresquemos la memoria olvidadiza con esta película de Roland Joffe basada y documentada palmo a palmo en la historia real, tan humana, ejemplar y maravillosa de la colonización española y portuguesa bajo el amparo del papa de Roma y su santa iglesia. Y que el shock de la historia nos pille confesadas, hermanos...


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