martes, 25 de octubre de 2016

El imperio de la confusión hace estragos



Tal vez sea el gafe histórico y esa sensación de vivir constantemente en el filo de la navaja, la cosa es que entre los españoles se ha hecho ya un tópico el rurún de que hacer política de verdad es crear conflicto constante en la sociedad. Ese concepto es un viejo mantra heredado de las primeras revoluciones sociales que ha ido alargándose en el tiempo como una enredadera perenne, de esas que como la hiedra, se aferran a los muros en los que se apoyan y acaban por destrozarlos, raíces que además de estar en la tierra, brotan entre ramas y hojas.

¿Qué significa conflicto? Vayamos a la raíz de la palabra que procede del latín. Conflictus, participio del verbo confligo/confligere, que a su vez es un término compuesto por la preposición 'con' unida como prefijo al verbo fligo/fligere, que sin la preposición significa golpear, tropezar, chocar pero,  que unido a con, añade un nuevo matiz, ya no se choca ni se golpea uno mismo, cosa que la mayoría de las veces es fortuita e indeseada -¿quién desearía tropezar y a golpearse voluntariamente?- sino contra alguien; con llegada de la preposición se forma  el nuevo concepto,con-flicto, y se añade al contenido simple la fuerza de la voluntad implicada, el deseo y la aparición de otro elemento distinto, pero en el mismo plano de acción, o sea que conflicto ya es un choque "acordado"entre dos o varios, un tropezar aposta, voluntario, pensado y decidido. Una confrontación que puede estallar sin más o pasar del debate fracasado a la lucha, al combate, a la batalla, e incluso a la guerra civil, cuando el choque se alarga en el tiempo y se convierte en estrategia, táctica y logística para vencer y derrotar a quienes representan conceptos/intereses antagónicos que impiden realizar aquello que un grupo determinado desea y considera importante y el otro grupo (al que se considera enemigo), puede considerar opuesto, incómodo y hasta perjudicial para sí mismo y sus intereses ideológicos y/o materiales. El conflicto que llega a las manos, mal llamado "político", porque en realidad es 'antipolítico' ya que destruye la polis/civitas(la ciudad-estado)y a la politeia/civitas (la ciudadanía), es un drama que muchas veces -demasiadas- acaba en tragedia social y en la incapacidad crónica para discernir y resolver juntos (en democracia) las causas del propio conflicto.

 Es natural y completamente legítimo el derecho a disentir, pero es un disparate basar gobiernos y gestión política en una constante disensión ideológica, superficial, meramente estratégica y absolutista, repleta de 'verdades' inamovibles que son las malditas líneas rojas de cada agrupación, que tantas veces no significan nada para la ciudadanía, pero son el soporte ideológico de los grupos en conflicto para hacerse con el poder.
Para mantener en pie el enfrentamiento constante necesitan convencer al mayor número posible de ciudadanas que hagan suya la causa de los grupos interesados en apropiarse del manejo político del país o de la región o del ayuntamiento.
Hay dos maneras de hacer esa pesca de voluntades: la seducción y el miedo unido  a la ira, siempre basados en el fracaso y en el sentimiento de frustración y de humillación por estafa que producen en la sociedad despierta -que no en esa masa amorfa tan boccato di cardinale para los politicantes  hegemonistas, incapaz de unir causas y efectos si no se lo dan hecho- las mentiras y promesas frustradas de los gobiernos.
Los pasos que se van dando para cambiar del nivel "masa" al nivel "ciudadanía" no los han percibido todavía los tristemente 'profesionales' de la política de despacho y discurso en plan modus vivendi, salvo en contadas excepciones, como pueden ser gran parte de Compromís, Equo, Iu/Up,Cup y algunos sectores de Podemos y En Común que están más vinculados y conectados con la realidad que con la especulación demagógica sobre una realidad ilusoria  -no olvidemos lo que les pone el concepto "ilusión"- que cada vez está más lejos de sí misma.
Por supuesto que los partidos tradicionales ni se han coscado de ese proceso, aunque haya una parte de ellos que ya se huele la tostada de que algo muy importante está pasando en la conciencia colectiva, algo que no ha hecho más que empezar, solo lleva cinco años en pie, pero ya da datos e indicios más que suficientes para tomar en serio el cambio irreversible, que no es solo un juego de poderes en subasta electoral ni una feria de ofertas como si fuera el cortinglés en rebajas. Incluso en el psoe, carca y tradicional hasta el mango, se ha producido el sorpasso de sí mismo y una gran parte de la militancia y los votantes están que trinan con lo que les intentan colocar como demencial salida del disparate y totalmente de espaldas a la realidad que va creciendo y acelerando en marea, no sólo social y política, sino, sobre todo de una conciencia nueva, una vez superado el ideologismo del pasado por su incapacidad para dar respuestas serias y decisivas a los problemas, una conciencia que supera con creces las propuestas raquíticas y ya desbaratadas, de la desgastada concepción de gobernar desde las cumbres de los Himalayas especulativos, sin ver siquiera los valles, bosques y llanuras de la cotidianidad donde habitan seres humanos, naturaleza y animales con tanta sectorialidad que resolver y que las fuerzas partidistas no ven ni les interesa ver, tan entretenidas como andan en su supervivencia y en combatir las soluciones al permitir que siga gobernando quien crea el problema y se alimenta y enriquece con los conflictos que va encendiendo para luego intentar apagarlos a palos de ciego retorcido y  con muy mala leche y privatizando hasta los botes de humo y las pelotas de goma. El conflicto para el capitalismo salvaje es una mina y un chollo fantástico, que les permite ir de poderosos, de sensatos y de paso, llevárselo crudo en concesiones, enjuagues varios, sobres y tresporcientos.

Crear conflicto no es combatir el sistema, al contrario, es darle la razón y los motivos para seguir como está, es entrar al trapo como los toros con la muleta tras la que se esconde el estoque fatal. Sólo con la desobediencia pacífica y organizada se puede tumbar un imperio como se hizo en la India con el imperio británico o los sudafricanos con el apartheid o Martin Luther King con el mismo sistema racista en USA hasta que por fin el mismo gobierno aprobó los derechos civiles porque no le quedaba otra. Los conflictos agotan, la desobediencia inteligente y constructiva reanima y da valor, porque conlleva la dignidad de quienes son dueños de sí mismos y no se dejan manipular por emociones instintivas que solo se quedan en desahogo estéril de humores y enfados y al mismo tiempo agotan a los opresores y los van poniendo entre la espada de la represión que ellos mismos ejercen y la pared de una realidad que los ha desactivado desde dentro porque les quita la autoridad moral para que les sigan votando y valorando y destaca muy por encima la autoridad moral y cognitiva de los desobedientes. Es el caso de la PAH o de la marea blanca o el caso de Gamonal en Burgos. El caso del colegio público Ciudad de Cremona en Valencia que en ocho años ha ido creando una red solidaria de resistencia civil con todos los colegios que están en su caso y con los movimientos sociales de otros sectores, ha llegado al Parlamento de Bruselas y obtenido el apoyo de los eurodiputados y, sobre todo, ha despertado a la ciudadanía de Alaquás, su pueblo, que estaba dormida y a muchos pueblos de Valencia en la misma situación. Para ello, el AMPA y los niños, tuvieron que salir a la calle y convertir la lucha en inteligencia colectiva. De haberlo hecho  a garrotazos ahora mismo el AMPA estaría en la cárcel, los niños sin padres y madres y los enseñantes expedientados. Y el colegio igualmente sin solución.

La ciudadanía ha comprendido, gracias a la penosa inutilidad paralizante de los ideologismos, que ya sean del partido que sean y voten lo que voten, la gente de a pie, sufre idénticas penurias si no es millonaria a costa de explotar al prójimo, no hay otra forma de amasar millones; y que ante el paro, el desahucio, la falta de recursos, la dependencia, la enfermedad, los recortes en todo, en sueldos, derechos, en educaciónm en sanidad, en pensiones, libertades e igualdad, poco importan las siglas de los partidos,porque el mismo hecho de tener la vida resuelta durante las legislaturas y el trabajo de despacho más que en la calle, no permite la solución de casi nada y sí la desconexión, con las consecuencias de una infinita complicación en trámites interminables de las cosas más simples. Y además la ciudadanía ya está harta, hasta el moño, de que para conseguir tan poco haya que estar enfangados en ese conflicto idelogista entre grupos dogmáticos de lo suyo y de espaldas a la gente, una pelea de egos parlantes, constante y pejiguera que solo conduce a que cambien las caras en los escaños, para que nunca cambien los resultados.

Por eso ya van dos convocatorias votando la ruptura de inercias y exigiendo pluralidad y dialógica, de la que nadie quede excluido por ideología, excepto los corruptos  cuya única ideología, como llevan demostrando décadas y décadas, son ellos mismos y sus intereses giratorios. 

La ciudadanía está saturada de conflictos fantasmales y de intereses de partido. Bastante conflicto es ya en sí misma la supervivencia contra un medio económico que se ha hecho el amo de la política conocida, y que está globalizando la injusticia, la opresión, la desigualdad, la mentira oficial y el control de las libertades. Hay que ver la peli de Oliver Stone sobre Snowden. No queremos ni necesitamos crear conflictos, ya estamos saturadas, aburridas y asqueadas de vivir inmersos en ellos. 

Necesitamos construir soluciones desde la conciencia colectiva, desde la ética y sus valores que no es conflictiva ni ambigua, sino muy clara y tan evidente que no necesita ideologías para mostrar dónde está el bien común, y cómo quitarnos de encima los parásitos que han hecho del conflicto social su forma de vida y el modo egocéntrico de sentirse los amos del gallinero. Pero esta vez ya no cuela. No quedan gallinas, unas se las han comido los depredadores y las otras no eran gallinas sino seres despiertos que han empezado a decir basta al absurdo.
La ciudadanía, cada vez más despierta, va por otro lado sin hacer demasiado ruido, sólo el justo y necesario. Ahora el gallinero está repartido entre Ferraz, la Moncloa, La Zarzuela, el Congreso, el Senado, el TC, las plazas de toros  y el FMI que dirige las maniobras del miedo ratingnizado. La ciudadanía es ya una marea incontenible, pero no en conflicto, sino en modo plataformas múltiples  y seguras en medio de la inseguridad y el desamparo institucional. Jamás se han podido controlar las mareas ni con ejércitos ni con crisis inventadas para implantar el miedo; los océanos son así; es lo que tiene tocar fondo, que ya solo queda subir y tranquilamente inundar las playas y las costas con la espuma fresca de otras razones del mundo prácticas y sanas, aprovechando que el cambio climático nos ayuda a descongelar los continentes helados de la indiferencia y del cinismo. Del conflicto inventado y diseñado para tenernos prisioneros de sus decisiones, de sus espantadas, de sus abusos y burlas sangrantes, de sus dimes y diretes que  a nadie interesan ya nada más que a su prensa amarilla de tan viejuna, de sus tristes figuras. 

Donde crece la conciencia crecen recursos como la solidaridad, la inteligencia, la concertación y el acuerdo, el apoyo mutuo, la cooperación, el diálogo, la escucha, la co-gestión y la co-responsabilidad, la autonomía cooperativa en red, la federalidad, el municipalismo regulador y gestor que hace fácil en la proximidad lo que es difícil e imposible en la lejanía. Y sobre todo la gran lección: las crisis se producen cuando el puesto preeminente de las personas, lo ocupa el dinero y las falsas políticas sometidas a él. Eso es el origen del conflicto. Ya basta.

Donde crece la conciencia las personas no necesitan el conflicto para nada, más bien es un estorbo y una barrera más. Como en un movimiento de Kung-Fu, la ciudadanía devuelve a sus atacantes la energía del ataque, pero en plena resiliencia, convertida en una nueva fuerza pacífica y constructiva: haciendo lo que aún está por hacer, reconstruyendo con los restos del naufragio otro hábitat mucho menos hostil y más humano, aunque tal vez más austero en tonterías, pero nada rácano en derechos. Donde el conflicto se estudie en la escuela como patología y no como un modo de hacer ppolítica ruppestre del Ppleistoceno.

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