sábado, 1 de abril de 2023

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La libertad, la gestación subrogada y la compra de órganos

eldiario.es

Un bebé.

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El dinero no da la felicidad, pero permite comprar cosas lícitas e incluso ilícitas. A lo largo de la historia, las monedas o los billetes han posibilitado también enajenar seres humanos y elementos vinculados a la dignidad de la persona. Pero ahí se ha producido una evolución positiva. La universalización de los derechos humanos ha establecido límites bastante relevantes sobre lo que se puede obtener a cambio de un precio.

Ese es el trasfondo del debate que se ha suscitado ante la noticia de que Ana Obregón ha ido a recoger a una menor a Miami tras un contrato de gestación subrogada, una práctica cada vez más frecuente en España. El principal argumento a favor de esas contrataciones se basa en una concepción peculiar de la libertad: cada persona puede pagar por lo que quiera, en efectivo o por transferencia, ya sea un coche, un teléfono móvil o el alquiler de un útero. Pero la cuestión es más compleja. El libre mercado no puede ampararlo todo cuando concurren límites éticos y jurídicos, así como espacios de protección de menores y de las mujeres afectadas.

Si todo puede ser objeto de comercio, también podrían comprarse libremente niños y niñas a sus progenitores biológicos. Al contrario, en España la venta de menores es delito, por razones comprensibles que llevan a penalizar la trata de seres humanos. En nuestro país resultaría indefendible que madres y padres pudieran vender a sus hijos a alguien que pueda conseguirlos a golpe de talonario. 

Hay límites infranqueables que no son disponibles por los afectados. Nadie puede concertar un régimen laboral de esclavitud para sí mismo, aunque alguien le pague muy bien por ello, porque eso es incompatible con la dignidad de la persona. No es lícito que alguien venda un riñón o cualquier otro órgano corporal, ni siquiera en una transacción de varios millones de euros que solucionarían económicamente su vida y la de su familia. No todo se puede expender en el mercado: los seres humanos y los elementos esenciales que los acompañan como personas no son mercancías que puedan ser adquiridas en un bazar. 

La dignidad humana implica que cada persona debe ser un fin en sí misma. Y los menores y las madres gestantes no pueden ser un instrumento al servicio de los deseos de otras personas. En consecuencia, en España no está permitida la explotación reproductiva, que es considerada por la ley como una forma de violencia contra las mujeres. Además, está castigada penalmente en determinados supuestos de contraprestación económica. 

El Tribunal Supremo ha explicado que los llamados vientres de alquiler son una variante de la compra de niños y niñas, por lo que no pueden ser aceptados jurídicamente. Y que estas prácticas tratan a menores y a madres gestantes como objetos y mercancías, lo cual resulta abiertamente contrario a nuestro orden público. De acuerdo con diversos organismos internacionales, nuestro alto tribunal también ha subrayado que en la gestación por sustitución existe un aprovechamiento de mujeres en situación de vulnerabilidad, las cuales corren el riesgo de padecer secuelas biológicas, psíquicas y emocionales. El Tribunal Supremo especifica que a las madres gestantes se les priva en esos contratos de sus más elementales derechos a la intimidad, a la integridad física y moral y a ser tratadas como personas libres y autónomas.

Sin embargo, aunque en nuestro país están prohibidas estas dinámicas de explotación reproductiva, también existe una laguna legal: no está regulado qué sucede si las contrataciones son pactadas por españoles en el extranjero. Una Instrucción de 2010 y otras resoluciones posteriores han permitido normalizar esas situaciones anómalas. 

Se trata de contradicciones normativas que desencadenan realidades problemáticas. La subrogación por sustitución permite eludir las premisas de la adopción en sus trámites ordinarios, como los requisitos sobre idoneidad. Lo mismo ocurre cuando queda en papel mojado la diferencia de edad preceptiva entre adoptante y adoptando, que el Código Civil fija en un máximo de cuarenta y cinco años. Por otro lado, se están evidenciando desigualdades inquietantes: contratar un vientre de alquiler en España puede acabar en condena penal, mientras que la misma conducta deviene impune cuando se ejecuta en el extranjero y después se materializa el resultado en nuestro país. Las personas más acaudaladas pueden pasearse bajo el paraguas de la impunidad que provoca la situación actual, a pesar de todas las proclamas legales que califican estas prácticas como una “vulneración grave de los derechos reproductivos”. 

El dinero no debería posibilitar comprarlo todo. El libre mercado no puede albergar tenderetes de compraventa de órganos. Los deseos de las personas sobre su maternidad o paternidad son muy respetables, pero no pueden desplegarse con carácter absoluto o ilimitado. La libertad individual acaba allá donde empiezan los derechos de otras personas y la dignidad humana. Sin embargo, una vez más podemos comprobar que quienes disponen del comodín de los medios económicos logran beneficiarse de determinados privilegios. Y después esos privilegios acaban convirtiéndose en derechos.   

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Comentario del blogg

¿Debe tener límites la libertad? Sí. Es evidente. ¿Es posible ser libres sin conciencia? No. Sin conciencia se es esclav@s de lo peor de nosotr@s mism@s. Sin conciencia no hay libertad verdadera, sino sólo instintos animales desatados, aunque pasados por la batidora y el maquillaje de la hipocresía y la manipulación interesada y autómata. 

Para que la vida no sea un caos infernal se inventaron las leyes y el derecho, como una especie de bridas y frenos aplicables a las bestias protohumanas y a las máquinas en que degeneramos cuando no somos capaces de evolucionar y nos quedamos atrapad@s por los instintos utilizados como managers de la mente mecánica. O de la mente mecánica como coach de los instintos. 

El problema es terrible cuando las leyes las pillan por banda los instintos y la mente mecánica se queda atrapada en el primitivismo de las emociones confundidas con los sentimientos. La trampa perfecta. 

La emoción es la explosión del instinto, como la gasolina es el combustible para el motor de un coche contaminante que aún no es ecológico, y envenena todo mientras se mueve,  pero, por otro lado está el sentimiento que es la emoción humanizada ontológicamente, desde el plano del ser, pasada por la mente más consciente, que unida a la inspiración del alma, -la chispa de infinito que nos acompaña desde que respiramos por primera vez y que nos posibilita vivir armónica y sanamente en la materia como en la energía-, con el propio desarrollo natural da lugar a la conciencia, el sutil combustible ecológico a base litio no contaminante y de energías humanas renovables, siempre que las circunstancias del entorno ayuden a ese desarrollo, claro, mediante un camino en amorosa y lúcida compañía de quienes nos rodean, o de quienes vamos encontrando a lo largo de la existencia, de lo contrario, esa evolución es un desastroso retroceso antropo(i)lógico, porque no nos permite evolucionar. 

 A los animales no les afecta ese proceso conductual porque su existencia está mucho más impulsada por los instintos mecánicos e inercias de acción/reacción, pero a los seres humanos esa carencia de miras y de luces no detectada como tal y tomada como "dignidad", "derechos y libertades", nos hace mucho daño y nos bloquea. No nos permite crecer en inteligencia consciente, responsable y ética. Una rueda mecánica o cinta de transporte, que  nos lleva a las guerras, a los abusos, al autoengaño, a la devastación de nuestro propio destino existencial y  que la religión católica ha calificado en su catecismo como "los siete pecados capitales", que yo prefiero calificar de errores, autoengaños o senderos  equivocados, como lo sería, por ejemplo, tener que ir al Polo Norte para llegar a los Andes desde Sevilla pensando que así todo es más fácil, somos más list@s y se acortan distancias en el viaje. 

En fin, una cadena de errores letales en el más primitivo y aniquilador sentido del concepto error. De modo que los instintos  entendidos como algo súper legítimo y positivo, reivindicable y valoradísimo, nos hace más peligrosos y desgraciados que los animales. El reino animal tiene la limitación de sus impulsos elementales, pero nosotros, los humanos en evolución ya podemos convertir, -que para eso podemos elegir y los animales no- los impulsos primarios en estructuras sociales, culturales, religiosas y políticas, cargadas de razones irracionales para autoliquidarse sin remedio, usando esos instintos demoledores como privilegios sociales y gregarios, de casta o de género, de estatus, de ideas o de poder, haciendo de la corrupción "lícita" una forma de comportamiento, como lo es el machismo, la manipulación, los abusos de l@s más vulnerables e indefens@s, la estafa, el engaño aceptado como normalidad, el enchufismo, el tráfico de influencias y de intereses e incluso la normalización de la 'rebeldía' sin más interés que hacerse notar y destacar como "revolucionarios" e insumisos, pero cuando toca asumir responsabilidades, reaccionan como lo más rancio, cómodo y egoísta y ancestral, reivindicando entre ignorancia y cinismo, el concepto "libertad", para hacer lo que les da la gana, sin responsabilidad alguna de las consecuencias  de las propias acciones en la Casa Común, que es nuestra propia especie unida a la Naturaleza que nos sostiene materialmente y nos da lo necesario para vivir compartiendo, no para abusar y destrozar ni aprovechar privilegios políticos para medrar a costa del prójimo, como reprochaba Sócrates a los sofistas que convertían en oficio remunerado y negocio especulador la gratuidad moral de la conciencia. Quienes de verdad son conscientes jamás cobran por compartir ese potencial, solo cobran por el trabajo que realizan. Ya se encarga la misma vida esencial de remunerar de muchas otras maneras esa labor imprescindible con el boomerang de su dinámica inesperada que se suele calificar de casualidad,de  sorpresa inesperada o de milagro.

Si queremos seguir en pie como especie con mejor presente y con un futuro que valga la esperanza y la alegría de una vida de verdad, hay que cambiar los instintos por un proceso en el que nos funcione la emoción empapada de inteligencia. Al contrario que las emociones a su bola, el sentimiento nos permite acceder a la intuición, al pensamiento creativo siempre inofensivo y noviolento,  a la sensibilidad artística, a la realización consciente, a la verdadera ciencia, a la sutileza universal y particular del amor verdadero, a la auténtica espiritualidad que jamás es magia, ni cuento chino, ni espiritismo ni fanatismo, ni manipulación ni negocio, sino todo lo contrario: salud integradora, comprensión, sencillez, empatía, respeto y amor sin fronteras. Y cuando esas energías se malinterpretan y se confunden con una deficiente psicoemocionalidad, las secuestran, las confunden y por ello se inutilizan impidiendo en el fango del deseo de un ego enloquecido, que se vayan adaptando a la evolución y al desarrollo de la conciencia colectiva e individual. 

La verdadera evolución, que según advertía Pierre Tehilhard de Chardin, nos lleva a la plenitud del  fenómeno humano caminando por el medio divino. Un medio que no es solo una expectativa sino la misma realidad que atravesamos cuando la conciencia se reconoce en la Casa Común, a la que las religiones han llamado "dios" desde hace milenios, porque seguramente no daban para más y lo entendieron al revés. No es creencia, es vivencia que se experimenta. Nada más y nada menos. Por eso, seguramente, las leyes se nos quedan tan pequeñitas a la hora de entender el pifostio que hemos ido liando sin saber de qué iba la cosa.

O sea, que si las leyes no cambian ni se renuevan a medida que lo hace la humanidad, desgraciadamente, se quedan en la inercia del poder/parné y casi siempre a su servicio. Por ejemplo, lo que ahora mismo pasa en España con el Tribunal Supremo, ya caducado cuatro años e inamovible gracias al pp. ¿Es obedecible y legítimo un tribunal nada menos que "supremo"(¡!) que ni siquiera es capaz de  cumplir con sus deberes de obligatoria renovación? ¿Acaso unas leyes secuestradas y flotando en un mar de mierda social tienen auctoritas para ser obedecidas por los mismos que deben respetar lo que la propia justicia guiñol-fashion no respeta: la ética, que es el fundamento sine qua non de cualquier ley que pretenda ser justa sirviendo al bien común? 

Sólo una justicia de pegatina total puede dar lugar a situaciones como la aceptación "natural" de la compra venta de seres humanos si se hace en el extranjero porque se tiene pasta para tan inmunda transacción. La justicia no es solo un concepto a base de normas, absoluciones y condenas, es y debe ser sobre todo semilla y brotes de conciencia personal y social, que produzcan cosecha y alimento para todos, por igual. Pedagogía de la lucidez e inteligencia verdadera y accesible, aplicable a la vida diaria, que se aprende y se desarrolla mucho más por lo que se vive y se ve desde niños en nuestro entorno  familiar y social, que por las teorías que se memorizan en la Facultad de Derecho, teorías que en manos de seres narcotizados por "lo de siempre", y por ello en plan conciencia missing, acaban ejerciendo el monopolio de la injusticia. 

El magistrado Joaquim Bosch lo sabe y como jurista bien consciente, lo explica de maravilla. Gracias, querido juez y eldiario.es

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