miércoles, 26 de abril de 2023

Periodismo responsable y consciente de primera línea, periodismo de urgencias, que ahora mismo hace tanta falta como el oxígeno y el ozono en la atmósfera terrestre. Conciencia y ética son conceptos y estados del Ser, fundamentales para funcionar sanamente. Por algo será...Gracias, Ana Pardo de Vera y República de Público, por vuesto servicio generoso y limpio a la comunidad humana. No creo que llamar empatía a la desvergüenza y a la corrupción como sistema "normal", sea algo empático sino solamente un trampantojo miope y miserable o quizás ignorar el significado del término por parte de quienes deben administrar justicia y no presbicia. Una cosa es ponerse en el lugar de los corruptos para entender de donde salen sus manejos y sus deficiencias y otra asquearse, reprobar y condenar la corrupción, las dos actitudes deben ir de la mano del buen jurista. La empatía no es una identificación con lo empatizable, sino la capacidad de entender al contrario, para no ser injustos ni cómplices de su currículum, en el equilibrio de la auténtica Justicia, su balanza, lo mismo que lo es el rechazo total y sin remilgos -su espada- , del delito, exactamente lo que aconsejaba Concepción Arenal: "odia el delito pero compadece al delincuente", porque si no es así quien condena está en el mismo nivel amoral que el condenado, carece de 'auctoritas' ética, aunque sea un jerifalte total, su sentencia no es sana ni justa , sino una venganza "legal" a palo seco, sólo eso; lo que no es ni justo ni empático es dejar impune al que delinque y considerar el delito como lo más natural, cuando se trata de compiyoguis, majestades, enchufados y especialistas en cloaquismo politicante, es el caso del Supremo en este asunto y en tantos otros, al no cesar inmediatamente ni procesar a los delincuentes protegidos, permitiéndoles seguir en el mismo plan mediante su absolución o sin siquiera procesarlos, mientras se procesa y se condena sólo a los denunciantes, como en el casao Bárcenas, o con el juez Garzón y la Gurtel, por ejemplo. Estas barbaridades son la demostración indiscutible de la necesidad de que las leyes se sostengan constitucionalmente desde la Conciencia y la Ética y no solo desde los rituales leguleyos y luego, todo dependa de la opinión de cada juez, y todo el proceso sea aplicado mecánicamente como se hace con una receta de cocina o con el manual de instrucciones de una Thermomix o de un ordenador. Si la Justicia es eso, apaga y vámonos, que según está el patio, es lo que hace el Tribunal Supremo en casos como éstos. Sin conciencia ni ética no hay capacidad para desarrollar la vergüenza, el pudor, el respeto, ni la igualdad, ni la democraciia, ni los derechos ni los deberes ni la auténtica libertad. Así sólo se puede vivir vegetando en el caos/trampantojo de un Estado que más parece "la casa de tócame Roque"(*), empezando por la monarquía al dictado de una dictadura y acabando por todo lo demás, cositas que para ellos, los inexplicables "supremos", sólo son peccata minuta. Ains!!!!

 

Dominio público

El Tribunal Supremo se pone 'mimosón'

Ana Pardo de Vera

Público

Somos unas insensibles y además, unas inconscientes. ¿No decíamos que la empatía es el sentimiento que moverá el mundo hacia delante? ¿Y reprochamos al Tribunal Supremo que la tenga con uno de sus colegas, nada más y nada menos que el presidente de la Audiencia Nacional? Repasemos: José Ramón Navarro, el tal de la AN, es -o era, no pretendo meterme en casas ajenas- amigo del exnúmero dos de Interior, secretario de Estado, Francisco Martínez, procesado ya en la operación Kitchen hasta las trancas, esto es, con más indicios de culpabilidad en los sumarios que días ocupados por él en el Ministerio. Eran tan amigos Navarro y Martínez que hablaban de la causa Kitchen vía WhatsApp y bebían Vega Sicilia juntos en casa del otro para profundizar en el asunto mientras cenaban, porque los mensajes ya se sabe y los móviles, también; sobre todo, si los carga José Manuel Villarejo.

La causa Kitchen, por contextualizar, es una operación corrupta de presunto (un decir) uso de las herramientas y personal del Estado (fondos reservados y fuerzas y cuerpos de Seguridad, entre otros y aún por determinar) por parte de altos -muy altos- cargos del PP para impedir la investigación judicial de su partido, particularmente, en el caso Bárcenas, uno de los varios relacionados con la financiación ilegal del partido de Alberto Núñez Feijóo. Casi nada.

Total, que Sergio Ríos, quien fuera chófer del extesorero nacional del Partido Popular, Luis Bárcenas, que también tiene sus cosas (el chófer, digo; Bárcenas, por supuesto), denunció al presidente de la Audiencia Nacional Navarro por su conchabeo con el de Interior, Martínez, en un descarado intercambio de mensajes telefónicos en el que éste pedía información privilegiada sobre su situación judicial y el de la AN se mostraba disponible a proporcionársela. A Manuel Marchena, presidente de la Sala de lo Penal del Supremo y hombre curtido en el poder más poderoso -esto es, dicen, en los tres del Estado-, se le saltaban las lágrimas con la historia, una historia de "amistad" de la buena, porque ríanse ustedes de E.T., el extraterrestre.

Con esto ha sido, pues, suficiente, pese a la incomprensión pública generalizada, para que el Supremo de Marchena, con perdón, decida no investigar los mensajes y las cenas de Martínez  y Navarro, total, un presidente de la Audiencia Nacional de nada. Les cuento: dice el citado TS que se debe tener en cuenta la "amistad" entre Navarro y Martínez para poner en contexto los mensajes que intercambiaron. Solo así es "perfectamente comprensible" la "empatía" mostrada por ese presidente de la Audiencia Nacional de nada para con un número dos del Ministerio del Interior de menos aun. Hay que reírse, créanme, antes de echar el pertinente fuego por la boca, porque tal es la impunidad de las altas esferas del poder conservador que ni se molestan en buscar excusas y eximentes más elaborados.


Ni el Consejo General del Poder Judicial, ni la atinada Fiscal Consuelo Madrigal ni el Tribunal Supremo consideran que Navarro haya incurrido ni en delito ni en falta de vergüenza siquiera, así que bloquean la investigación y a otra cosa, que hay mucho independentista, titiritero e injurioso suelto. Y nosotras, todas tontas. Otra vez, y el Poder Judicial en sus manos in aeternum. Democracia plena. 

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La casa de Tócame Roque fue una legendaria vivienda madrileña, populosa, destartalada y jaranera, situada al final de la calle de Barquillo, en el barrio de Justicia.23​ Llegó a hacerse tan popular en el siglo XIX, que inspiró varias piezas del teatro musical más castizo y quedó inmortalizada en la literatura, la pintura y el refranero.

La noticia legendaria que llegó hasta el siglo XIX, habla de una corrala en pleno barrio chispero de Madrid, habitada por 72 familias entre habituales riñas y escándalos. Albergaba también en los bajos del edificio un conjunto de acreditadas herrerías en las que trabajaban setenta oficiales de fragua.4​ El impago de alquileres llevó a los propietarios a solicitar su derribo hacia 1850. Los vecinos se acuartelaron y los trámites se eternizaron. Hay noticia de que cada dos meses se desahuciaba a una familia. En ese proceso surgió un litigio entre dos hermanos: Juan y Roque, antiguos propietarios.5​ La eterna y fraternal disputa por la herencia que al estar mal redactada, no dejaba claro quién de los dos hermanos era finalmente el afortunado, hizo popular el diálogo: «tócame a mí», contestándole el otro, «no, tócame a mí». Los dramaturgos y saineteros que popularizaron el conflicto cierran la leyenda con una gran trifulca entre los vecinos y el ayuntamiento.6

(Wikipedia)

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