viernes, 14 de abril de 2023

José María Castillo, un verdadero experto en espíritu, verdad y compromiso. Gracias por compartir la experiencia y el amor sin fronteras. Y gracias también a quienes hacen posible que ese libro se conozca y se lea.

 

    'Declive de la Religión y futuro del Evangelio' (Desclée)

Vidal, Lamet y Castillo, durante la presentación de 'Declive de la religión y futuro del Evantelio' José María Castillo: "Evangelio y Religión son incompatibles, pero la Iglesia las ha fundido y confundido"

El padre de la Teología Popular presenta en San Antón su último libro

José María Castillo: "Evangelio y Religión son incompatibles, pero la Iglesia las ha fundido y confundido"

  • "Solo Francisco sabe lo que está sufriendo y soportando por los que se empeñan en mantener esta institución tal y como está organizada"

    José Manuel Vidal: “Castillo sigue alimentando con sus libros a muchas gentes que estaba ávidas por respirar, porque a él, aunque lo intentaron, no consiguieron asfixiarle”

    Lamet: El pensamiento de Castillo “es un aldabonazo a nuestras conciencias y a la Iglesia católica”, relevando el “contraste entre lo que la Iglesia enseña y lo que la Iglesia vive en su propia carne y sangre”

    El padre Ángel con Lamet, Vidal y Castillo
    El padre Ángel con Lamet, Vidal y Castillo

    "Sólo Francisco sabe lo que está sufriendo"

    Con anterioridad el director de RD, José Manuel Vidal, habló de “un gran teólogo que responde con su obra, y que es una partera de la primavera de Francisco”. Ambos, Lamet y Castillo, subrayó Vidal, “son responsables de esta época de primavera del Papa Francisco, pese a que los rigoristas se pongan tensos”, y ambos “han sufrido en sus carnes la condena por buscar una Iglesia libre”.

    Un teólogo al que no consiguieron asfixiar

    “Castillo sigue alimentando con sus libros a muchas gentes que estaba ávidas por respirar, porque a él, aunque lo intentaron, no consiguieron asfixiarle”, añadió el director de RD.

    “Si leéis el libro de Castillo os daréis cuenta por qué el Papa tiene tantos problemas en cambiar la Iglesia”, indicó Vidal. “Es evidente que le cuesta, que le va a costar. Pasar de la Iglesia de la religión, basada en el funcionariado clerical que tiene que tener poder, riquezas, y ritos para perpetuarse, a la Iglesia del Evangelio, es muy complicado, porque nadie está dispuesto a renunciar a sus privilegios”.

    Una institución “en manos de clérigos, que siguen haciéndose preguntas que nadie se hace” y que “sigue alejada de la realidad”. “Si queremos ser significativos en el mundo de hoy, tenemos que volver a la Iglesia que predica el padre Castillo”, concluyó.

    Lamet, por su parte, señaló que el pensamiento de Castillo “es un aldabonazo a nuestras conciencias y a la Iglesia católica”, relevando el “contraste entre lo que la Iglesia enseña y lo que la Iglesia vive en su propia carne y sangre”.

    “Este libro se puede leer solo, porque Castillo tiene un estilo de la calle. Es un teólogo de la calle, como era José María Díez Alegría”, apuntó el periodista y escritor jesuita, quien destacó cómo “Jesucristo, para Castillo, es la manera de divinizar el mundo, haciéndose hombre, divinizando todo lo humano, como el amor”, y abundando en la “centralidad del Cristianismo sobre la religión”.

    “No es que la Iglesia sea mala, es que no se cree. No toda la Iglesia, evidentemente. Hay otra Iglesia más allá de la institución, que debe ser considerada”, finalizó Lamet.

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    Comentario del blog

    Hace unos treinta años más o menos, José María Castillo vino a València y participó en uno de los encuentros anuales, en el colegio de Jesús y María, que nos prestaba el espacio y los locales,  donde los seguidores valencianos del Evangelio, menos dormidos y más despiertos convocaban por aquel entonces, con la ayuda incansable de servidores incondicionales del amor y la fraternidad como Julio Ciges, las adoratrices, los jesuitas, los franciscanos, las comunidades de Foucault  y diversas comunidades de base, con  familias e iniciativas múltiples  repartidas por los barrios más marginales y conflictivos, por entonces, como La Fuensanta, La Coma, Las Casitas Rosas, Nazaret, Orriols, La Fuente de San Luis, La Olla del Pastor, más la ayuda a la población penitenciaria, a la pastoral gitana, a la recuperación en la drogodependencia, y la acogida a de los sin techo y emigrantes. 

    Cada año se invitaba a hermanos y hermanas que aportaban luz desde varios lugares, sensibilidades y procedencias, conocimiento y experiencias imprescindibles de vida y de opciones que nos ayudaban muchísimo en el camino común. Es imposible olvidar lo que J.M. Castillo nos aportó aquel año, su visión tan clara y sin tapujos de la iglesia católica romana y su contraste total con el Evangelio, un choque inevitable que en València era tan evidente como en todas partes y que pesaba y entorpecía mucho más que ayudaba. La experiencias de vida y las posibilidades de encuentro fraterno, igualitario, sano, justo, esperanzado y feliz, aun en medio de tanta miseria, injusticia y desigualdades, era enorme e inimaginable en sus sorpresas positivas a pesar de tantos problemas amontonados y aplastantes. El amor y su inteligencia crea y construye donde no hay, facilita las cosas mucho más que los dogmas y preceptos inamovibles, y ese proceso sólo puede desarrollarlo la conexión constante con una nueva y resucitada realidad viva, inagotable, que no tiene principio ni fin. Le llaman "dios", pero en realidad no hay nombre que pueda definirlo. Y ese descubrimiento deja a las religiones muy atrás en la evolución y el despertar de las conciencias, precisamente porque atan y cortan las alas del espíritu, al que pretenden enjaular para estar más seguras de su imperialismo mangoneante. Le temen más a una heterodoxia que consideran herejía y desobediencia en los detallejos, que a su propia ceguera. Algo idéntico a lo que Jesús denunciaba en la religión judía, repartida entre sacerdotes, escribas y fariseos. Tal cual. Mucho más grave entonces coger espigas en sábado o, ahora,  no ir a misa los domingos, que hacer la vista gorda ante el sufrimiento de nuestra familia humana, a la que si no cree, reza y vive como nosotros, ni siquiera tenemos en cuenta, porque para nuestras "santas" convicciones  y actos de fe, son morralla.  En realidad no hacen falta misas ni iglesias si ya se vive constantemente en el espíritu, y se es consciente de esa fusión infinita, un estado normal que nos cambia por completo sin necesidad de rutinas "sagradas" y esquizofrénicas, que nos facilitan vivir haciendo lo contrario de lo que se dice creer y venerar. De ahí la recomendación de Jesús: "haced lo que dicen los fariseos, pero no hagáis lo que ellos hacen". 

    En fin, igualito que hace veinte siglos sucedía entre "el pueblo elegido". Toma castaña. 

    Es una alegría y una estupenda noticia que seres como Castillo, Lamet, Ángel y Vidal, nos comuniquen que la Buena Noticia sigue ahí. Y que la conciencia y la luz siguen en pie haciendo sonar el despertador. Otra cosa es que la institución que, vestida de púrpura y oro,  habita en la Ciudad de las Siete Colinas y bebe con los poderosos de este mundo en la copa del poder la sangre de los mártires,(dice Juan en su fotográfica revelación) se dé por aludida, a pesar de que Francisco haga todo lo mejor que puede por cambiar el rumbo. 

    Ojalá escuchen el despertador antes de pasar a la historia como un fardo sin sentido y un obstáculo demoledor para el propio Evangelio que, igual que los fariseos, proclaman e incumplen al mismo tiempo. Más que una iglesia -asamblea de tod@s- es un oximoron, una auténtica contradictio in terminis. Menos mal que el espíritu no necesita que lo aten los "devotos", y vuela por su cuenta. 

    No recuerdo ahora mismo el nombre del profeta bíblico que lo dijo, pero acertó de pleno: "Llegará un tiempo en el que nadie tendrá que decir a nadie donde está Dios, porque yo habitaré en sus corazones y ellos me reconocerán". Y eso es lo que de verdad ocurre ya en nuestra especie, con más luz y amor exponenciales de lo que imaginamos. La evolución no fue una herejía de Darwin, Pierre Teilhard de Chardin, así lo descubrió y lo dejó escrito explicando antropológicamente e investigando el fenómeno humano en el medio divino- otro jesuita, qué casualidad, ¿no?-.


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