EspaÑoles
ANA PARDO DE VERA
Público
Ser español no es una
elección, te toca o no en función de unas circunstancias territoriales.
No tiene mérito ni demérito, lo eres o no: hay mucha gente que quiere
serlo y no puede por distintas razones y otra que no quiere serlo por
otras y no le queda más remedio que apechugar con su lugar de nacimiento
o acogida. Sin más. Crear y apelar, pues, a un presunto valor de lo
español per se, bandera en mano o tatuada en el culo es un recurso tan
simple como peligroso, que en este país conocemos bien, y en blanco y
negro.
Cuando el líder de Ciudadanos habla, además,
del “complejo” de ser españoles una no puede evitar que la imaginación
se le desborde en situaciones tan ridículas como la de un sujeto en la
garita de seguridad de un aeropuerto contestando a un agente:
- Usted es español...
- Bueno, solo porque no me queda más remedio, que conste. Soy de un país que se llama España, pero no quiero serlo. Nací allí.
- Entonces es español, su pasaporte lo indica.
- El pasaporte, sí, pero yo soy un español acomplejado, ¿me entiende? No quiero serlo, me crea traumas y no hay cirugía estética ni tratamiento de psicoterapia que lo resuelva. Es un drama.
- Oiga, ¿me está usted tomando el pelo?
- En absoluto, agente. Mire, en mi país -que es España, aunque le digo que yo soy un español acomplejado, que es casi como no serlo- hay un líder político muy importante -las encuestas dicen que será presidente del Gobierno, así que tonterías no dirá...- que lo ha descrito perfectamente: el “complejo” de ser español existe. Yo soy un afectado y es terrible, se pasa mal, créame. Nacer en España, vivir en España y no querer ser español es muy duro.
- Ya imagino, ya... Ande, circule, que está interrumpiendo la salida del resto de pasajeros.
- Bueno, solo porque no me queda más remedio, que conste. Soy de un país que se llama España, pero no quiero serlo. Nací allí.
- Entonces es español, su pasaporte lo indica.
- El pasaporte, sí, pero yo soy un español acomplejado, ¿me entiende? No quiero serlo, me crea traumas y no hay cirugía estética ni tratamiento de psicoterapia que lo resuelva. Es un drama.
- Oiga, ¿me está usted tomando el pelo?
- En absoluto, agente. Mire, en mi país -que es España, aunque le digo que yo soy un español acomplejado, que es casi como no serlo- hay un líder político muy importante -las encuestas dicen que será presidente del Gobierno, así que tonterías no dirá...- que lo ha descrito perfectamente: el “complejo” de ser español existe. Yo soy un afectado y es terrible, se pasa mal, créame. Nacer en España, vivir en España y no querer ser español es muy duro.
- Ya imagino, ya... Ande, circule, que está interrumpiendo la salida del resto de pasajeros.
Hay pocas más opciones que ésta para tomarse las
palabra de Rivera y sus intenciones de uniformidad para este país
diverso y apasionante en sus matices territoriales, culturales,
lingüísticos y hasta ciudadanos. No hay dos españoles iguales y que sean
españoles es secundario, porque si fuese lo primero y lo esencial, hoy,
por ejemplo, en España, no tendríamos a corruptos/as, por un lado, e
incorruptibles por otro; políticos honrados y políticos delincuentes, o
al PP y a Ciudadanos, sin ir más lejos, aunque el cordón umbilical salga
de Aznar en ambos casos. Comparten ADN.
A los/as españoles (sí, también hay hombres y
mujeres), además, nos separan estos días otras diferencias notables:
estamos los que consideramos la corrupción incompatible en todo caso con
la actividad pública y los que creen que son más importantes otros
conceptos, como el presunto valor del españolismo (“Con
independentistas, moción de censura, jamás; mejor dejamos a la
corrupción en el Gobierno dos años más”) Sin olvidar que el
independentismo catalán y vasco es una ideología tan legítima como la
nacionalista españolista de Ciudadanos. Otra cosa son los procedimientos
de cada uno para conseguir sus objetivos, pero eso ya lo hemos dicho
muchas veces aquí y otras tantas fuera de aquí. Y dudo de que a Rivera
nuestras humildes reflexiones le muevan de su estrategia demonizadora y
españolista, aunque los mismos de Ciudadanos legitimen el nacionalismo
vasco que aborrecen y desprecian, por ejemplo, votando juntos los
presupuestos del PP condenado y fortaleciendo ese cupo vasco que -dicen-
agravia y ataca la igualdad de los españoles.
Hoy, por tanto, Rivera y su partido no ven políticos
corruptos y políticos honrados. Ven españoles en una forma unívoca que
fluyen en masa según unas directrices electorales que ahora no favorecen
a Ciudadanos con unas generales porque el PP debe pudrirse dos años más
en La Moncloa con las sentencias que quedan. Ya pasó lo mismo en la
Comunidad de Madrid: Cs quiere la mayoría absoluta.
Aunque dijo este jueves el presidente del partido
naranja que hay “un antes y un después” de la condena de Gürtel en la
relación entre el PP y Ciudadanos, no mentía: el españolismo de Rivera
condiciona los efectos políticos de la corrupción porque, ante todo y
sobre todo, somos todos/as españoles. No importa que haya una mayoría
parlamentaria dispuesta a echar a un Gobierno que, a tenor de las
sentencias judiciales, accedió al poder de forma ilegítima e incluso,
ilegal durante años, dopado por millones de pesetas y de euros, en
desigualdad de condiciones frente a sus adversarios y convirtiendo la
política de concesiones públicas en una mafia de decisiones arbitrarias
en función de las ‘mordidas’ y del “volquete de putas” en cuestión.
Pagado todo por usted, Albert Rivera y esta plumilla.
No importa: hay un grupo de diputados/as
independentistas (legítimos y votados democráticamente) que apoyarían la
caída de ese Gobierno corrupto (aceptando, de inicio, que les gobierna)
y por ahí Rivera no pasa. Primero la bandera española, el paño que nos
cubre; después, las personas. La tela nos salvará de la miseria,
espaÑoles.
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