sábado, 19 de mayo de 2018



Rivera o el 'malismo' triunfante

Publicada 18/05/2018   

Infolibre
 
Ha proclamado este jueves Albert Rivera, a la salida de su encuentro con Mariano Rajoy, que “no es momento de contemplaciones ni de buenismo”, y que en Cataluña “vigilar es actuar”, o sea que hay que aplicar de inmediato una versión más dura del artículo 155 de la Constitución. El líder de Ciudadanos defiende por tanto y sin disimulo una especie de nueva legalidad preventiva, que no espere a que alguien cometa una ilegalidad para otorgarle el carácter de delincuente potencial. Es lo que tiene adelantar al PP por la derecha y robarle no sólo la bandera del nacionalismo español (bueno) contra el nacionalismo catalán (malo) sino también el papel de azote del buenismo, tan  fructífero electoralmente para el neoconservadurismo español como letal para las fuerzas del cambio. Se empieza perdiendo la batalla del lenguaje y se termina derrotado en las urnas.

Entre las palabras aceptadas este último diciembre por la Real Academia Española no sólo figuraba la cacareada y tramposa posverdad, sino también el término buenismo, definido como “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Y añade la Academia de la Lengua que este término es “usado más en sentido despectivo”. Uno diría que lo que queda blanqueado ya en el diccionario oficial es el uso impuesto por los cerebros y feligreses del malismo, sustantivo inexistente para la RAE que define la “tendencia a creer en la maldad inherente del hombre y en la fuerza y la violencia como vía más eficaz para resolver determinados conflictos” (Fundeu).

La asunción colectiva de un determinado significante ayuda mucho a falsear la realidad, un camino ya muy transitado por expertos en victorias electorales y en campañas inmorales. Y es el carril sin duda elegido por Albert Rivera, capaz incluso de adjudicar ahora ese uso despectivo del buenismo a un tipo como Mariano Rajoy, que llegó a la Moncloa después de ocho años martilleando a Zapatero con el clavo del buenismo, tanto si se trataba de boicotear y tumbar la reforma del Estatut de Cataluña como de impedir el proceso de paz en Euskadi que finalmente condujo a la disolución de ETA.

Este profundo y permanente falseamiento de la realidad a través del lenguaje pretende (y consigue) instalar masivamente la idea de que los presuntamente buenistas son una panda de blandengues, inconscientes, tontos útiles, equidistantes, inseguros e incapaces de resolver un problema, mientras que ellos, los Rajoy-Rivera-Aznar, representan la eficacia, el rigor, el sentido común, la altísima capacidad y firmeza en la resolución de conflictos.

La mentira comprada y voceada por sus potentes plataformas mediáticas y culturales es de una obviedad casi infantil. No hay más que repasar lo ocurrido con el terrorismo etarra y con el independentismo catalán para comprobar la solvencia, el rigor y la eficacia de cada cual a la hora de solucionar problemas o de multiplicarlos. Nadie con dos dedos de frente y un mínimo de dignidad podrá negar que la política despreciada por buenista fue clave fundamental para la desaparición del terrorismo en España, mientras los resultados obtenidos hasta ahora por la política (más bien renuncia a la política) de los ‘machos alfa’ rigurosos, capaces, eficaces, etcétera, etcétera, en Cataluña saltan a la vista: la vía judicial por rebelión naufraga en las instancias europeas mientras el respaldo al independentismo unilateral que traspasó de forma obvia y evidente la legalidad constitucional no ha sufrido un rasguño. Basta ver que el legitimismo visionario de Puigdemont se ha impuesto para colocar provisionalmente en la Generalitat a un individuo de ideas racistas, supremacistas e incompatibles con la democracia. O que el último sondeo del CEO (el CIS catalán) otorga un crecimiento espectacular a las CUP, mientras las posiciones más pragmáticas y moderadas defendidas desde ERC tras el 21 de diciembre se estancan. A estas alturas los Puigdemont, Torra y compañía consideran que todo lo que no sea el pulso unilateral al Estado es, precisamente, buenismo.

Rivera anda sobrado, en vísperas del macroacto que este domingo protagonizará en Madrid imitando el arranque de campaña que llevó a Macron y su Plataforma En Marche a la presidencia francesa. En los ambientes políticos, pero sobre todo económicos y mediáticos, nadie disimula el convencimiento de que, como apuntaba en estas mismas páginas Javier Valenzuela, a estos años de un Rajoy apoyado por Rivera, le seguirán “otros ocho o doce de un Rivera apoyado por el PP”.

Sobre todo ocurrirá si las izquierdas siguen disparándose en los pies o desconfiando más entre ellas mismas que de quienes desean verlas eternamente en la oposición (como muy cerca). Y ocurrirá si Ciudadanos y PP logran que durante los próximos dos años sean Cataluña y su independentismo excluyente un asunto enquistado, sin resolver, un 155 indefinido contra un enemigo común que mientras no mata engorda a los machos alfa envueltos en la bandera de España, suficientemente ancha para tapar una realidad que se llama desigualdad, precariedad, pensiones indignas o deterioro de los servicios públicos.

Es el malismo galopante, especialista en incendiar conflictos en lugar de resolverlos, pero que acaba triunfando si ni siquiera somos capaces de nombrarlo y definirlo.

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Es una pena que los cerebros pensantes del periodismo más puntero no sean capaces de descubrir la física cuántica  que reside en  el poder del pensamiento y la palabra para determinar con una masa manipulada al contrario, la materialización y el diseño de los mismos augurios que más se temen, porque en realidad se les está potenciando en su propio malismo proporcionándoles la energía psicoemocional de millones de personas cuya atención se convierte en estiércol y abono para que el mal crezca más rápido y fortalecido por el "alimento". 

Dar por ganador a alguien que lleva como programa una política detestable, pero contraria en apariencia  a lo que se está padeciendo y crear esa opinión generalizada en vez de desmantelarla con argumentos y convicción ética, es ser cómplices de aquello que más se teme y se impugna en las formas pero se da por realizado en el fondo. ¿Sería Rivera lo que es ahora mismo si no llevase  tanto tiempo siendo materia de titulares que le convierten constantemente en protagonista, refuerzan su "malismo" y lo transforman en un foco de atención y poder para que se lleve de calle la mala uva, la revancha  y el desencanto de miles de votantes, que no van a votar para mejorar nada sino para castigar a los que lo están haciendo fatal o se inhiben a la hora de cambiar el gobierno con una moción de censura seria y urgente, permitiendo sádicamente tanto sufrimiento civil? 

Entre todos los medios a favor y en contra, ocupándose de C's constantemente se está creando, materializando y fortaleciendo ese fantasma que empezó siendo una anécdota ni siquiera curiosa en el Parlament catalán pero que  se está convirtiendo en una verdadera exhibición peliculera, en una horterada política y descerebrada, llena de serpentinas y confeti, sin programas consistentes ni propuestas concretas con números ni datos, en plan bienvenido Mr. Marshall total, tal y como lo presenta Arrimadas cada vez que habla rajando sin propuestas, despotricando como una página de sucesos que solo cuenta atropellos sin añadir nada más ni cómo piensa C's acabar con tanto accidente. Como si lo hubiese inventado Berlanga. Pero de lo que todos hablan y comentan, no desde la realidad de un partido que desconcen en sus entresijos, sino los chismes sobre él que les llegan en forma de noticia o de opinión.

Rivera es un testaferro del Ibex35, sólo eso, la voz de su amo, perro ladrador y muy poco mordedor donde toca y el amo le indica, pero que se caga en todo lo que no es el  forring office y lo va dejando hecho un asquito. Mientras, los medios van detrás de sus cagadas colocando el objetivo para agrandarlas y convertirlas en performance de largo alcance noticiero, cacas de menor cuantía si se comparan con las del pp y Psoe, claro; solo cuando se alcanza el poder más grande entre las garras depredadoras se ve el calibre real de las consecuencias. Obviamente cuando eso sucede ya es demasiado tarde para evitar los destrozos, el enmierdamiento y su corrupción inherente. Y entonces vienen los lamentos y despotriques del "todos son iguales" o del "quién lo iba decir, con lo decentes que parecían cuando no gobernaban..." o del "ya sabía yo que estos jetas (fachas o rojos, da igual) acabarían como todos, corrompidos y enfangados hasta el tuétano..." Todo un tratado de referencias sublimes dedicadas al carnaval sistémico, que produce estas lindezas, que nadie asume como propias pero que descuajaringan la existencia a la mayoría de las víctimas del sistema incurable hasta que decidamos entre todos despertar, salir  del bucle  para inventar y  hacer cosas mejores.

La prensa libre y decente, debería, además, ser lúcida y dedicarse a poner inteligencia analítica y esmerada donde C's solo pone torpeza, zafiedad rupestre, lugares comunes y obviedades estúpidas, puesto que su discurso es un rutinario catálogo de tópicos viejísimos y especulaciones ilusorias sin base real, tanto como la cantinela anestesiante del capitalismo depredador de todas las épocas e imperios que en el mundo han sido. No aporta nada nuevo ni reparador, ni que ilumine la salida del túnel, sino que ya da el túnel por insalvable para siempre, como la prensa con sus temores a C's y sin sugerir alternativas mejores está cooperando a que los lectores-electores  se den por vencidos de antemano, den su derrota como cosa hecha, tiren la toalla y se resignen a cosas como éstas:

Sobre todo ocurrirá si las izquierdas siguen disparándose en los pies o desconfiando más entre ellas mismas que de quienes desean verlas eternamente en la oposición (como muy cerca). Y ocurrirá si Ciudadanos y PP logran que durante los próximos dos años sean Cataluña y su independentismo excluyente un asunto enquistado, sin resolver, un 155 indefinido contra un enemigo común que mientras no mata engorda a los machos alfa envueltos en la bandera de España, suficientemente ancha para tapar una realidad que se llama desigualdad, precariedad, pensiones indignas o deterioro de los servicios públicos.


Rivera anda sobrado, en vísperas del macroacto que este domingo protagonizará en Madrid imitando el arranque de campaña que llevó a Macron y su Plataforma En Marche a la presidencia francesa. En los ambientes políticos, pero sobre todo económicos y mediáticos, nadie disimula el convencimiento de que, como apuntaba en estas mismas páginas Javier Valenzuela, a estos años de un Rajoy apoyado por Rivera, le seguirán “otros ocho o doce de un Rivera apoyado por el PP”. 



Querido Jesús Maraña, ¿podrías explicar qué le queda al lector indignado y deprimido tras leer esto en un medio que valora como sano, decente y de confianza? ¿Tendrá ganas de luchar por algo noble que  no existe ni ve por ningún lado?
¿Tiene que someterse obligatoriamiente la conciencia a tragar sapos para evitar que gane un mal menor que pronto se convertirá en lo mismo que decía combatir? ¿Se tiene que minimizar la ética en favor de la pragmática de los sofistas del tinglado y votar siempre con la nariz tapada, solo por miedo y hacer pactos con el diablo para que el mismo estercolero infernal se perfume con Chanel nº5 y eso  mejore el look de su estafa sempiterna para venderla  y colarla mejor?

Da la sensación de que tanto los medios "rebeldes" como los sumisos estuviesen atados  por la misma cadena de seguridad y con el mismo bozal aplicado a su supuesta libertad de visión. 

Hay que apuntar más alto. La prensa libre, ética e inteligente debería saberlo desde siempre y tomar esa responsabilidad pedagógica como un deber. El biparty del enjuague es sólo un síntoma. La enfermedad  mortal es el sistema putrefacto que lo ha producido y lo sigue produciendo. Mientras el dinero y sus miserias, en vez del ser humano, sea el único  motor hasta de las iniciativas más nobles, la sociedad entera estará  enganchada a este suplicio de Tántalo. Una sociedad donde lo gratuito de la generosidad que es la misma vida se reprime y descalifica, se penaliza y se castiga (pagar por nacer, por morir, por todo,¡hasta por el sol!), está condenada al fracaso moral y convivencial, a su deterioro inevitable y a su destrucción endógena, si no se despierta ya a otro estado de conciencia superior que nace y crece en la naturaleza y en el ser humano al mismo tiempo. Y la prensa no lo ve y si lo ve no lo dice. Serña por eso que  olvida dar noticias buenas, que las hay, y  muchas. Pero se consideran irrelevantes por "buenistas" y poco alarmantes. Lo malo mola, lo bueno aburre y no sale rentable como noticia y a esa conclusión se ha llegado sin hacer la prueba, se da por hecho que es así desde siempre. La normalidad del bien es sanadora y hay que hacerla visible como terapia y vacuna para erradicar ese mal fario, ese gafe tan español que tanto se critica y tanto enfada, pero se acepta e inconscientemente se repite con resignación como algo irremediable, sin comprender que al darle tanto poder y atención, se multiplica su eficacia y se eterniza su actividad destarifada. ¿Por qué será que las buenas noticias no son noticia? ¿Será porque nos cambiaría el humor a mucho mejor si tuviéramos constancia de que suceden cosas buenas a nuestro alrededor y siendo más felices y estando más contentos estamos más serenos y lúcidos y más llenos de sustancia, y por eso seríamos menos consumidores en las farmacias y consultas médicas, o en los grandes almacenes y en los bares y cafeterías?

Los comunicadores que hacen falta en momentos terribles no son los que se recrean describiendo las tensiones, las amenazas y el terror constante, ni los que dan sentencias condenatorias sin tregua, sino los que, una vez visto y denunciado el panorama,  se esfuerzan en descubrir los antídotos, lo que cura, los remedios, en crear vida en niveles más hospitalarios y esperanza con motivos tangibles, aquellos que después de ser leídos o escuchados hacen que nos levantemos del sillón, apaguemos las pantallas, dejemos el Iphon, el guasap y las redes paralizantes en su aluvión de noticias que en realidad no son nada comparadas con la mirada y la voz del mendigo o la mendiga que en la puerta del super nos pide leche  para sus niños, una barra de pan o la voluntad,y/o salgamos a la calle buscando una ONG con escasez de voluntarios para cooperar en algo vivo que se pueda palpar, ver y escuchar en directo y tangible o un espacio político sano y noviolento donde tengan un hueco el alma y la compasión, la firmeza flexible y empática de la ética y la lucidez de la inteligencia, que los hay, en las asociaciones vecinales, en los centros barriales de ayuda solidaria, de cultura y crecimiento para todos desde los que alfabetizar la inteligencia colectiva, descubrir recetas saludables para los malos tragos o hacer trueque de objetos, libros e ideas. Estar, están. Solo es necesario que alguien que desde sus páginas o su charla constructiva nos recuerde  que existen y entonces salir del cascarón de nuestra comodidad para encontrar ese don, ese regalo, a pie de calle.
La noticia más real e ineludible es el otro, los otros y las otras. El mundo solo se edifica y se arregla de abajo a arriba. Como las construcciones bien hechas. Primero los cimientos, luego el suelo. Más tarde llegarán la paredes y el techo. Luego, acabada la faena, desde el tejado o la azotea se puede ver y tocar el cielo, que, por cierto, como la vida, el pensamiento, los sentimientos, la libertad, el amor, la esperanza, los sueños lúcidos, las mejores intuiciones e ideas,  y la conciencia, aún es gratis.

Alcanzado ese grado de evolución común y personal, de discernimiento y empatía, ya no cabe votar nada que no favorezca la salud mental, emocional, política y social de la ciudadanía, es decir el bien común, no solo el bien individual, que sin el común no tiene sentido ni dura dos telediarios. Y donde el miedo, el cabreo y los malos rollos van siendo sustituidos por la experiencia directa de una calidad de vida y convivencia mucho más saludables, y desde luego que en ese estado evolutivo no queda sitio ni hueco  electoral mayoritario para partidos tan lamentables.

¿Que esto es buenismo? Pues sí. Si se quiere un cambio a mejor del mundo en que vivimos, hay que ser buenistas por mayoría absoluta. De lo contrario ya sabemos lo que hay por una larga y cruel experiencia que nosotros mismos  formateamos en las urnas como en la calle, en los bares, en las relaciones interpersonales, en el curro y en casa. Pero sobre todo en nuestra mente y en nuestro corazón, como en la unidad de ambos que es nuestra alma y cuya manifestación directa y reveladora es la conciencia: el compás y el tiralíneas de la mejor arquitectura existencial, social y política. Humana de verdad.



 

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