Abuso de trabajadoras migrantes Una revista alemana denuncia violaciones a mujeres y abortos en los campos de fresa de Huelva
"Acosadas, insultadas y violadas, eso es cotidiano
para miles de mujeres que trabajan en los campos de tomates y fresas de
España"... Así se inicia el reportaje que la revista alemana Correctiv
ha realizado en los campos de fresa de Huelva y en el que describe un
auténtico infierno para las trabajadoras del campo de Huelva venidas
principalmente de Marruecos.
De "infierno en la tierra", describen
decenas de mujeres trabajadoras de la fresa en Huelva las condiciones
de trabajo. Pero no se refieren a la dureza del campo, sino a los abusos, violaciones, el trato vejatorio y las condiciones de hacinamiento.
Así lo relata la revista alemana Correctiv, publicado el pasado 30 de
abril, pero que relata los hechos y testimonios recopilados desde hace
un año atrás.
El magazine inicia su relato con la historia
de Kalima, una mujer marroquí que ha decidido denunciar a su
supervisor. Ella es una excepción. "La mayoría de mujeres guardan silencio por miedo a perder sus trabajos",
afirma el reportaje, que advierte que todos los nombres usados son
ficticios para preservar la identidad y la integridad de las mujeres.
El trabajo en la granja de fresas de Palos de la Frontera "es un infierno", afirma la mujer. No hay cocina, seis mujeres duermen en una habitación, y solo una vez a la semana pueden darse una ducha. Y luego está su supervisor Abdelrahman (nombre ficticio), un hombre marroquí que "viene todas las tardes", afirma.
"Él tiene los números de teléfono de todas las
mujeres", relata Kalima "y obliga a tener relaciones sexuales con él".
Cada noche con una mujer. "Si dices que no, te castiga en el trabajo",
dice Kalima.
El reportaje afirma que "el silencio de las mujeres se ve reforzado por una sociedad civil y un sistema judicial que apenas viene en su ayuda".
CORRECTIV ha hablado con docenas de trabajadores migrantes en la región
de Huelva, la mayoría de ellas marroquíes que dicen haber sido
hostigadas, violadas, chantajeadas, maltratadas físicamente o insultados
por sus superiores.
El magazine explica que Palos de la Frontera es una ciudad que se ha enriquecido gracias al cultivo de las fresas. "Alrededor del 80% de las fresas que importa Alemania provienen de la región andaluza de Huelva.
Más de 300,000 toneladas de fresas se cosechan cada año bajo un mar
blanco de invernaderos de plástico", lo que comvierte a Andalucia en el
mayor productor de fresas de Europa.
Pero los lugareños no quieren hablar del tema con periodistas,
afirman los autores de la información, que relatan que la reiterada
solicitud de entrevistas no obtuvo respuesta por parte de las
organizaciones comerciales de regionales como Freshuelva y el Ministerio
de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, pero tampoco de
organizaciones de defensa de los derechos humanos en la zona.
Otra mujer de las entrevistadas, que dieron por
llamar Sabiha, relata que no se les permite ducharse durante toda una
semana. Con temperaturas de más de 40 grados y después del duro trabajo
en los campos. Tampoco les permiten ningún descanso cuando se quejan de
la espalda tras estar horas agachándose para recoger las fresas. "Lo único que nos dicen es que hagamos más y más cajas mientras nos golpea", afirma esta mujer, que describe la situación como "un infierno en la tierra".
"La demanda de trabajadores baratos, no cualificados,
en Huelva está aumentando constantemente. Kalima, Sabiha y sus colegas
provienen de regiones de Marruecos donde apenas hay trabajos. Trabajar
en España es una forma de escapar de la pobreza. Trabajan desde las 6 de
la mañana hasta el almuerzo y luego de nuevo por la tarde. No ganan más de 30 euros por día.
Las empresas no pagan si el clima es demasiado malo para la cosecha, la
producción se cierra por un corto tiempo, o por razones totalmente
arbitrarias, como el castigo por los errores. Los dueños de las
plantaciones explotan esta dependencia financiera de los trabajadores",
afirman los autores del reportaje.
La barrera del idioma
Pasar al sistema judicial parece casi imposible para
las mujeres porque no hablan español y les resulta difícil probar el
abuso en los tribunales. "Cuando se le preguntó acerca de
investigaciones o estadísticas en curso sobre violencia y abuso sexual,
un oficial de policía local en Palos de la Frontera respondió: "El abuso sexual no es algo español".
La consecuencia, afirman los reporteros, "es que solo unos pocos casos terminan en los tribunales".
Aunque sí algunos. Es el caso de Martín, Carlos Ramón y Ambrosio, que
en abril de 2014 fueron condenados por “violaciones de la integridad
moral y acoso sexual” a trabajadoras marroquíes que habían trabajado
para ellos en 2009. La sentencia citada considera probado que Martin,
Carlos Ramón y Ambrosio insultaron a las mujeres llamándolas “perras” y
amenazándolas con enviarlas de regreso a su país de origen.
La pista del elevado índice de abortos
Pero según el reportaje, hay una pista más: la elevadísima tasa de abortos que se registran en Palos de la Frontera. La mayoría de las mujeres que abortan son trabajadoras migrantes.
El reportaje cita a Josefa Mora Gómez, una
trabajadora social en el Centro de Salud Pública local y que "debe
aprobar cualquier solicitud de aborto que se realice allí", afirman los
autores. Según esta fuente, "durante la temporada de cosecha, cuando
llegan los trabajadores migrantes, hay un aumento en los abortos y la
mayoría de las consultas provienen de mujeres marroquíes, rumanas y
búlgaras".
Según Gómez, hubo 185 abortos en Palos y la ciudad
vecina de Moguer en 2016, el 90% de los cuales fueron solicitados por
trabajadoras temporales venidas de fuera. "Ella sospecha que muchos abortos podrían deberse a una violación", afirma el reportaje.
Los autores de la información afirman que "el único
sindicato que comenta sobre este tema es el Sindicato Andaluz de
Trabajadores (SAT). En Huelva tienen solo dos representantes, José
Antonio Brazo Regalado y su esposa. Mientras recorre las hileras de
invernaderos, explica por qué, en su opinión, el abuso sexual es un tabú
en Huelva". Regalado afirma que, "siendo un sindicato pequeño, el SAT
no puede ayudar a esas mujeres, porque dependen de que ellas denuncien
los abusos. Pero muchos están demasiado asustados, un círculo vicioso".
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