Eduardo Manostijeras
Parece ser que Zaplana tenía tendencia a llevarse una parte cuando ponía su larga mano
Hoy, Mariano Rajoy
escurre el bulto y el PP dice que Zaplana “pertenece al pasado”, pero
parece que Eduardo siempre fue un vivo que se lo llevaba muerto. Quién
diría que Edu era un hombre a unas tijeras pegado. De todo lo que
tocaba, dicen que se llevaba un parte. Que no podía evitarlo. Años y
años metiendo el tajo, aunque debemos pensar que en el Partido Popular
nadie sabía nada.
Hoy calla, pero en 1991 Mariano Rajoy Brey bendijo el ascenso de
Zaplana al poder. Rajoy, entonces vicesecretario general del PP, apoyó
con entusiasmo a Eduardo, el alcalde de Benidorm. Edu llegaba a la
alcaldía con el apoyo de una tránsfuga, Maruja, “la bienpagá”. La
colocaron a ella y a la familia. ¡Pero quién iba a pensar que el colocón
de Eduardo duraría tanto!
Rajoy presidió en Benidorm la reunión de la Ejecutiva
regional del PP y el líder de los populares valencianos, un tal Pedro
Agramunt, lo recibió con los brazos abiertos (y las manos ni te cuento).
Hoy, Agramunt está en aquellos informes de las prostitutas y los
sobornos, Zaplana detenido y Mariano preside España. Como dice el
pasodoble: “Nada es comparable a Benidorm, al pisar su suelo se
presiente que estás entrando en un mundo mejor”.
Eduardo no grabó canciones del famoso festival de la ciudad, pero ya por
entonces habían grabado sus intenciones. En las escuchas del Caso
Naseiro, Zaplana cantó que tenía mucha prisa. Justo lo contrario que la
justicia. En aquellos pinchazos telefónicos hablaba de “comisioncitas”
con otras perlas como “me tengo que hacer rico” o “tengo que ganar mucho
dinero”. Las escuchas quedaron anuladas y, casi 30 años después,
algunos se hacen los sorprendidos con la tendencia a meter el cazo que
tenía Edu.
"Hemos dejao’ claro quien se lleva el
muslo y quien la pechuga”, así anunció después un empresario avícola que
Zaplana ascendía a la presidencia de la Comunidad Valenciana. La
entente fue bautizada como el “pacto del pollo”. Lo firmó el PP con
Unión Valenciana en el despacho de un empresario pollero. Claro que a
Eduardo no le gustaba tanto el pollo como la gallina. Y no tanto
soltarla, como que se la soltaran. Hoy, parece que la mató buscando que
los huevos fueran siempre dorados.
Terra Mítica,
Ciudad de las Artes y las Ciencias, la “embajada” de Julio Iglesias,
modelo sanitario Alzira, las cajas de ahorros, los parques eólicos, las
ITV… Pufo a pufo. Zaplana sangró todo lo que tocaba. Y en estas llegó
Aznar, gourmet del buen vino, y se lo llevó a podar a Madrid. Eduardo
fue ministro y después Rajoy le hizo portavoz. Pero ya nadie se acuerda
de Edu. Ahora que lo han detenido, claro.
Aznar
aceleró las privatizaciones de las principales empresas públicas de
España y Zaplana acabó después rápidamente en Telefónica. Igual que
Josemari en Endesa, Rato en el Santander o Acebes en Bankia. En estas y
otras andaba Eduardo, hasta que en la empresa dicen que saltó la
sorpresa esta semana. Se enteraron de las supuestas conexiones corruptas
de Edu con la misma rapidez de un corte en la fibra óptica. ¿Quién se
lo podía imaginar?
Y ahora todos se sorprenden con
que Eduardo tenía la mano larga. Con que era otro de esos patriotas que
se llenaban la boca de España, pero buscan sus mordidas por Uruguay,
Panamá, Andorra, Luxemburgo y Reino Unido. Si últimamente andaba
repatriando la tela, seguro que era por hacer bandera del amor a los
colores. Del dinero. Que es tiempo de lucir las casas. Parece que la
última la pagó a toca teja y ahí ya no cantó el himno, sino la traviata.
Zaplana: su nombre sonó en Gürtel, Taula, Púnica, Lezo… Lo han detenido
por el caso Erial, cuando parece que donde pisaron se fumaron toda la
hierba. Solo así se explica que algunos golfos robaran tanto. Ahora que
vemos a tanto estirado con delito prescrito, salpicado de corrupción,
pero empapado de impunidad, pienso que, aun así, hay que estar ido para
pasarse la vida trincando, escondiendo el botín y sin dormir en paz. O
igual es que esta gente duerme igual, porque está hecha de otra pasta.
Concretamente, de la nuestra. Y piensan que es la suya, claro.
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