¿Diálogo, qué diálogo?
Como desde algunas comunidades autónomas al Gobierno central se le llama el Estado es bastante habitual atribuirle capacidades que no tiene. El Gobierno central, por ejemplo, sí puede decidir sobre el 155, pero no sobre los presos en prisión preventiva ni sobre las causas judiciales pendientes. El acercamiento de presos que se pide en Euskadi es otra cosa. El Gobierno sí tiene capacidad para determinar los destinos de los condenados. Con su actual precariedad parlamentaria está fuera de las posibilidades del Gobierno prometer nuevas fórmulas de financiación y mucho menos comprometerla sin contar con las comunidades autónomas. Y nada digo de dar por superado el actual Estatuto y pactar otro modelo de relación o revisar el reconocimiento del derecho a decidir, asuntos que vuelan muchas millas por encima de la Moncloa. Y así otros muchos ejemplos.
Porque ¿puede hallarse un punto político de encuentro entre quien anuncia abiertamente su propósito de dirigir sus actuaciones hacia la consecución de la independencia y de la República catalana y un jefe de Gobierno español? Añádase que, además, ni Rajoy, bajo vigilancia de Ciudadanos, ni Torra, bajo vigilancia de las CUP, tendrían la menor capacidad de maniobra en el caso muy improbable de que desearan maniobrar. Por tanto, un diálogo de fondo, hoy por hoy, imposible. Claro que ambos, Torra y Rajoy, son muy de derechas, mucho más Torra, y la experiencia nos enseña que las derechas tienen una especie de radar invisible para detectar lo que les conviene. Y en todo caso, cosas de la pedrea. Ningún premio gordo.
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