Las águilas de dos cabezas no se mueven: si tratan de volar, se parten en dos
Benjamín Prado
11-5- 2018 -Infolibre
“No hay nada más fácil que convencer a alguien de aquello que prefiere creer”.
¿Po r qué las dos manos derechas del presidente del Gobierno se han lanzado al barro, para intercambiar golpes en público?
Las águilas de dos cabezas no pueden volar, porque si lo intentasen se partirían en dos.
Y eso es lo que le ocurre ahora mismo al PP
,
un barco pirata que está varado en el puerto de Génova, con el casco
lleno de los mismos agujeros por donde antes salía el dinero negro y
ahora entra una vía de agua que amenaza llevarlo a pique y, para colmo
de males, con sus dos almirantas, María Dolores de Cospedal y Soraya
Sáenz de Santamaría, l
anzándose cañonazos
de proa a popa y viceversa. A lo lejos, se ve llegar lo que a primera
vista pareció una nave de recreo y según se acerca se va transformando
en un buque de guerra llamado Ciudadanos.
Fuera, el abordaje es inminente; dentro, el motín está en marcha.
¿Po
¿Por
qué en este momento ya de por sí dramático para su formación,
acorralada por la corrupción, tambaleante por el uno-dos al mentón que
le han lanzado el PNV y los pensionistas, es decir, un aliado y un grupo
de votantes tradicionales?
Sin duda, porque todo va mal,
las cañas se han vuelto lanzas, las encuestas se han pintado de negro y
su electorado tiene una alternativa en la derecha, lo cual a muchos les
producirá alivio y les da una salida honrosa.
La capitanía general bicéfala le ha dado dolores de cabeza dobles al
partido, desde el primer momento. La secretaria general y la presidenta
nunca se soportaron y su convivencia, cada una comportándose como china
en el zapato de la otra, demuestra que, contra lo que suele decires,
el roce no hace el cariño sino las rozaduras
.
Cuando las cosas van bien y el viento sopla a favor, el éxito propicia
matrimonios de conveniencia; cuando la pradera se llena de vacas flacas,
el rencor y la enemistad acumulados se han hecho tan grandes que
arrasan con cualquier cosa que se le oponga, y se pasa de remar todos en
el mismo barco a usar los remos como armas.
Tal vez lo más llamativo del caso es que las dos jefas, antes de ponerle
a M. Rajoy sobre la mesa el “o ella o yo” que evidenciaba la famosa
imagen de las dos separadas por una silla vacía y mirando una hacia cada
lado igual que el águila que Alberto Durero pintó para Carlos I de
España y V de Alemania, se habían acusado mutuamente y en sus círculos
más íntimos de espiarse, incluso utilizando para ello a los servicios de
inteligencia; de vetarse en diferentes actos y de filtrar a la prensa
informaciones que perjudicaran a la camarada rival. Y si eso llama tanto
la atención es porque nos lleva a una pregunta inevitable:
¿y el presidente no hizo nada para detener esa hemorragia interna o es que, en el fondo, le agradaba?
Y si es así, ¿por qué razón?
La silla vacía entre Cospedal y Santamaría sólo puede ocuparla un rey Salomón,
porque cualquiera que lo haga y en lugar de mirar al frente y cerrar
los ojos, se vuelva hacia la izquierda o hacia la derecha, perderá medio
PP con ese gesto, de forma que aquí hay un problema, pero no hay una
solución. ¿Eso significa que estamos ante la decadencia de los
conservadores? Seguramente, pero no de sus ideas ni de su acción
política, que queda asegurada y quizá multiplicada por Albert Rivera,
que se vende como un conservador renovador sin que, al parecer, nadie
sospeche de semejante mezcla. No hay nada tan fácil como convencer a
algunos de aquello que quieren creer.
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