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El tópico emborrona la realidad como las leyendas falsean la historia.
El Mayo Francés del 68 es uno de los ejemplos más preclaros del asunto. Se le ha dedicado tal fanfarria mediática que la historia no dispone de fichero adecuado para contar su escurridiza realidad con un mínimo de objetividad creíble y estamos cayendo en el riesgo de inflar verdades que no lo son e inventar historietas sin argumento, solo con dibujos fantasiosos.
Es cierto que la juventud es una energía extraordinaria para mover la sociedad, como la infancia lo es para fomentar la alegría y la esperanza de la vida, generalizando la condición biológica y chimpún. Pero ni juventud ni infancia son las dos únicas manifestaciones de la existencia. Adjudicar a la juventud el poder de revolucionar la vida del mundo es como adjudicar a la vejez la sabiduría de la experiencia. Ambas afirmaciones son incompletas por no decir más falsas que los euros de plástico, como lo son los tópicos que tanto molan en las Españas, de la que son el verdadero imperio. Hay jóvenes y viejos extraordinarios y geniales, pero hay muchos más jóvenes y viejos mediocres, embarullados y torpes como cerrojos, ya que la inteligencia no sólo requiere agallas y retranca, sino sobre todo conciencia de sí y de los demás. Es decir que una revolución no se debería valorar por la edad de los revolucionados sino por lo que aportan en cuanto a los cambios derivados de sus movidas, que no siempre son para bien. Baste con observar y pensar un poco, para ver qué cambios importantes a mejor nos deparó el 68, que si hubiera sido tan estupendo no habría derivado en el panorama que disfrutamos o más bien padecemos. Dime qué plantaste ayer y te diré qué cosecharás mañana.
Si aquellas manifestaciones de París hubiesen sido tan obreras y marxistas como las pinta hoy la fantasía blablablá, si los campesinos y obreros hubiesen participado hasta lograr el cambio, ni De Gaulle habría vuelto a ganar las elecciones por aclamación, Francia sería socialista natural a estas alturas y ni Le Pen ni Macron estarían por ahí haciendo patria entre los mismos estratos sociales que fueron tan revolucionarios, según la leyenda.
En un mundo lleno de injusticias y podrido de violencia, como era entonces, igual que ahora, pero con la salvedad de una vida sin problemas gordos para una minoría elitista como Europa Occidental, EEUU, Japón y Canadá, poco tenía ni tiene en común con la gravedad de la situación de emergencia social y política un mantra tan publicista propio de Hollywood, Silicon Valley o del Folies Bergère como "la imaginación al poder", que era contraseña y bandera del mayo parisino. Ese dato ya debería ser suficiente para comprender por qué derroteros sin rumbo determinado navegaba aquel impactante estallido juvenil con bastante más ruido que nueces.
Un grito semejante nació del aburrimiento y de lo que los existencialistas llamaban 'la náusea' y 'angustia vital': una sociedad sin objetivos éticos ni morales ni espirituales (no confundir con religión), sin metas más altas que adorar al ego en todas sus versiones. Curiosamente, experiencias que quienes tienen todo en contra para sobrevivir cada día no experimentan jamás. Por ejemplo, los refugiados, los inmigrantes, los parados, los desahuciados y sin techo que escarban en los contenedores sin más pan que la limosna, el banco de alimentos, el ropero de Caritas y el comedor social, porque lo han perdido todo, en favor de los grandes bancos y las empresas explotadoras en plan manos libres gracias a la imaginación en el poder de un neoliberalismo pseudocientífico y tecnológico sin alma, robotizado, que, dando la espalda a la vida y a la Naturaleza, se ha ido apoderando hasta de la socialdemocracia que por aquellos años era la panacea del bienestar sin ser capaz de vislumbrar el monstruo que estaba gestando.
No es que el poder no tenga imaginación, por supuesto que la tiene y la ejerce con saña, pero la usa para forrarse y medrar, para idear estrategias que le den más cancha abusona, para castigar con más precisión, no para servir a la ciudadanía construyendo el bien común, que es para lo que se le paga, sino para servirse de ella en plan feudal refinado por los artilugios mecánicos y sus sitemas de lavado publicitario de cerebros.
¿Cómo habría sido la historia si el centro del evento hubiese sido "la honestidad inteligente al poder"? Eso nunca lo sabremos. Y tal vez sea una entelequia irrealizable, porque la honestidad inteligente convierte el poder en servicio, no en tiranía de una casta oligócrata sobre los pueblos domesticados que le votan porque no hay otra cosa mejor para elegir. Tal vez se equivocaron los estudiantes franceses y no cayeron en la cuenta de que un pueblo sin imaginación colectiva es un rebaño de víctimas. Hubiera sido más eficaz gritar algo así como que la imaginación es la revolución.
Por salud social y honestidad histórica nos convendría ser más objetivos y menos volanderos con el pasado happyflowers que nos han contado los nostálgicos de la nadidad a través de las lentes deformadas por el tiempo.
Para España vale, un poco, lo mismo: a pesar del sufrimiento social, la cárcel, las penas de muerte, las torturas y las manis incansables de estudiantes y obreros, en los mismos años, combatidos a porrazos, mangueras y pistolas, el tirano no se jubiló nunca, como consiguió hacer Portugal en su revolución de los claveles, con Salazar, sino que Franco murió en su cama mandando desde ultratumba hasta hoy. La Zarzuela lo confirma sin lugar a dudas y la manada de prebostes y caciques lo certifica. El pueblo además de tomar las calles tiene que tomar conciencia y hacer cambios en su forma de entender la vida, la sociedad y la política. Sólo así se crea el poder colectivo de verdad . A un pueblo despierto no lo vence nada ni nadie.
Entender la revolución solamente como una estampida o una válvula de escape del descontento no sirve de nada. Ya lo estamos viendo a lo largo de la historia, con el replay. Cuando el fallo se reproduce tantas veces es que indudablemente algo se hace mal por sistema. Es posible que nos ayude a verlo el desubrir que re-evolución significa evolucionar dos veces, en dos sentidos al mismo tiempo: 1) en la concepción y percepción de la materia que se gestiona y 2) en la energía psicoemocional que nos constituye, cuyo exponente es la conciencia moral en lo colectivo y ética en lo individual. Sin ese pack ninguna revolución evoluciona, sino que se autocopia y se repite, se deteriora, se desinfla y se acaba amoldando a ese triste y cutrísimo: 'más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer' (que es el mantra del franquismo), porque se ha quedado enganchada en la emocionalidad que los propios protagonistas no han conseguido transformar en sistema gestor organizado y por ello siguen dependiendo de la misma estructura política que ha producido las problemáticas que denuncian.
Un ejemplo a este respecto es el funcionamiento verdaderamente r-evolucionario de la PAH.
Desde las siete décadas que llevo como testigo de la historia humana he visto subir y bajar los paisajes sociales y políticos como el telón de los teatros, como el cambio de los escaparates o como las persianas de las tiendas. Y eso me va permitiendo sacar conclusiones de vez en cuando. Una de ellas es lo que experimentamos en la Europa del sesenta y ocho y su mayo francés. Algo nada parecido al relato que se está propagando estos días, que sólo está basado a su vez en relatos de relatos, cosa superlógica cuando los cronistas de hoy no habían nacido por entonces.
Revolucionar es evolucionar dos veces. O sea que para hacer una revolución se necesita evolucionar en inteligencia y en sentimientos, para crear entre todos una trayectoria realizable. Y eso supone un nuevo nacimiento que nos saque de nuestros instintos individualistas y miserables, puramente animales -en el ser humano la animalidad inocente que no puede pensar, se transforma en perversión, que es el instinto agravado por el pensamiento y el deseo- y nos lleve a nuestra conciencia colectiva e individual de esencia humana. Basándome en esta reflexión comprobada a pie de obra, estoy convencida de que tras la ejemplar revolución portuguesa, la única revolución evolutiva que he podido constatar en tantos años , ha sido el 15M y su precedente en las acampadas del 0'7 en los primeros años 90 adonde acudieron participantes de muchos países europeos, como alemanes, franceses, italianos y belgas, además de saharawis, marroquíes, mauritamos y palestinos. Aquello fue el primer brote de la mejor cosecha.
El mayo francés fue una caricatura-esbozo del futuro. Una premonición que como no tenía más proyecto concreto que las barricadas y despotricar contra todo lo que molesta, se quedó en anécdota. Como el movimiento hippie de yankilandia o la revolución cultural de Mao Tse Tung, intentando insuflar juventud fanática a un comunismo sui generis a la deriva, que ha cristalizado en el imperialismo del dinero en la China actual, en la Rusia de Putin, en la Cuba de los Castro, como en la Nicaragua de Ortega y señora.
Algo grave e importante falló en esas revoluciones y no fue la reivindicación ni la actitud frente al poder, sino el poder mismo cerrado como una jaula sobre el temor y la emocionalidad de los pueblos educados y amaestrados por los mismos fabricantes de la jaula. Es la manipulación del poder que subyace tanto en el capitalismo como en el socialismo muy mal entendido desde una substrato organizativo hegemonista y antidemocrático, y en ambos modelos ni cívico ni ético.
Salir a la calle no revoluciona nada si al mismo tiempo no estamos cambiando por dentro en la misma dirección de aquello que se reivindica, como se hace en el territorio moral y político del 15M. Ejemplo: salir a la calle para gritar contra la contaminación y al mismo tiempo ir encendiendo cigarros y ahumando a quien tienes al lado sin que ni siquiera te percates ni te importe lo suficiente como para no hacerlo. Clamar contra el capitalismo y hacer trampas para no pagar impuestos; o te compras un coche, ahora que puedes, porque mola más que ir en transporte público, andando o en bici, aunque luego vayas a dar charlas sobre ecología y medioambiente o prefieras cargar con bolsas de plástico destroyer en la compra antes que llevar un capazo o un carrito para evitar el coste en contaminación generalizada hasta en los mares y en el organismo de los seres vivos. Chillar por la solidaridad y la igualdad y luego en casa, dejar que la madre o la mujer sean la criada de todos o ser parte cómplice de una empresa que paga bien por ser hombre y da limosna salarial por ser mujer. O gritar en morado feminista y directamente irse de putas cuando se acaba la mani. Militar en IU o en Podemos y prevaricar en tu concejalía o aprovechar el uso de la tarjeta black, (que para eso te la dan, para ver que te corrompes como ellos o tienes el coaraje de decir no a tal choricismo). Pelear contra el sexismo machista y emplear el mismo lenguaje sexo-cosificante para ser iguales en lo más zafio y estúpido como escuchar a una mujer diciendo "estoy hasta los ovarios" o participando en el esperpento de unos genitales en procesión o de un exhibicionismo nudista que no tiene la menor inteligencia, sólo como signo reivindicador hormonal, pero que es un modo tan bestia de expresarse como lo más abyecto del machismo y su testosterona dislocada y parapsiquiátrica.
Salir a gritar porque se quiere un mundo en paz marihuanera y de buen rollito hashisero, en el que todo es happyveryveryhappy dabuten hasta que un buen día ya no se puede ir a la mani si la maría o cualquier producto maravilloso 68 fashion no nos ha puesto las pilas del momento, o la borrachera de alcohol o de coca del día anterior no nos permite pensar al día siguiente en el calendario reivindicador o tras la mani nos vamos de baretos a celebrar nuestra reivindicación con montones de tapas, botellines, latas y vasitos de plástico, tantas veces servidas por camareras y camareros archiexplotados que si se pagan, con lo que ganan, el alquiler de un piso compartido, no pueden comer o vestirse, esclavizados por el mismo sistemita contra el que estamos gritando.
Un buen antídoto contra las alucinaciones sesentayochistas, de cuyos barros proceden estos lodos, puede ser un voluntariado en prisiones, en barrios marginales, en Proyecto Hombre o con los sin techo o unas vacaciones en Siria o en las favelas de Brasil, en Camboya, posibilidades que en el 68 no eran frecuente, porque de toda esa pringue se ocupaban los estados y la religión, para lo que se pagaban impuestos y limosnas. Conciencia solidaria más allá del tributo, cero. Contactos, por cierto, muy recomendables en nuestros días para atar cabos sueltos mientras en las redes sociales reivindicamos un mundo más justo y más habitable.
La realidad en tolosmorros es el mejor remedio a los delirios de la imaginación calenturienta y amante de todos los Juegos de Tronos para intentar escapar de ese parchís de merluzos a la saltimbanqui que nos trolea las mejores intenciones para luego dejarlas en agua de borrajas y desde el sofá echarle la culpa del merder a esa izquierda que discute y debate sin importarle la mala imagen que los cotillas a sueldo del forring office, darán de ella en la prensa , acusándola de ser incapaz de ganar por una mayoría absoluta y glamurosa como las del pp o el Psoe y los kukiflowers citizen's aupados por lo que mola y renta, que le permitiría partir el bacalao si no fuese por esa maldita coherencia molestísima a favor de eliminar pobreza y desigualdad haciendo justicia, que resulta ser un incordión y cascarrabias Pepito Grillo adosado a la puñetera conciencia como una lapa. Con lo bien que estábamos en aquellos años dorados del desarrollo y bodeguiya sin límite, ¿verdad, gentuzy..?
Lo cierto y comprobado es que ni jóvenes, ni pensionistas, ni las mujeres, ni las mareas cada una por su lado, ni los gobiernos autonómicos, ni los municipios cada uno a su bola, jamás conseguirán nada duradero si las personas implicadas, que deberíamos ser todas por la cuenta que nos trae, no son capaces de unirse así en la calle como en las urnas. Eso solo puede conseguirlo el espíritu del 15M o algo parecido; y ésa es la diferencia entre una revolución maquillada por la leyenda y una r-evolución 15M combatida y ninguneada por los cantautores de la leyenda y que hasta ahora los únicos canales institucionales que parecen comprender el nuevo engranaje social y político son IU y los Anticapitalistas de Podemos. Ojalá se amplíe el panorama de las entendederas.
Si no hacemos caso a los voceros de la distracción mediática y nos permitimos la libertad de experimentar, observar y comprometernos con la realidad más próxima desde la conciencia, en vez de prestar atención a la cháchara cantamañanas del flautista de Hamelin, el establisment se va quedar de piedra, a juego con lo suyo, of course,: el Paleolítico Superior, adonde intenta llevarnos y recluirnos a base de tecnología teledirigida, actuando como el lobo camuflado de abuela de Caperucita en la inopia, al que después de zamparse a las dos, mata a tiro limpio el héroe cazador de WallStreet, para seguir en la racha ppatriarcal y trumppista hasta en los cuentos de Pperrault. Ains!
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