Zaplana tampoco es del PP
Lo de Zaplana es la crónica de una detención anunciada. Zaplana había venido dejando rastros altamente sospechosos en grandes escándalos desde hace mucho y hasta hace poco,
casos Naseiro, Gürtel, Lezo,
y ahora se le detiene por fechorías de grueso calibre cometidas durante
su presidencia en la Comunidad Valenciana, que abrió la edad de oro del
desarrollismo faraónico, símbolo supremo de la prosperidad aznariana y
que fue pródiga en irregularidades varias, con apellidos ilustres como
Cotino, Fabra, Barberá, Camps,
etcétera, y que junto con la Comunidad de Madrid tanto trabajo ha
venido dando y sigue dando al departamento más activo del Partido
Popular, el departamento de suspensión de militancias, encargado de
borrar huellas que de caso aislado en caso aislado, la verdad, es que no
conoce el descanso.
Zaplana, exministro, exportavoz, tampoco es del PP. La orla de grandes nombres se va quedando vacía. El pasado del PP empieza a no ser PP, salvo
Rajoy, que flota en el tiempo y, naturalmente,
Aznar, que nunca se da por aludido porque, como se sabe, solo se habla con los dioses.
Esta
corrupción crónica que con cada nuevo brote reaviva la indignación
ciudadana, porque esa no prescribe, desplaza el gravísimo problema de
Cataluña, que empeora por momentos sin que se atisbe
solución. El Govern llama legitimidad lo que el Gobierno y la justicia
española, no la alemana por el momento, llaman rebeldía. A día de hoy,
no cabe por tanto otra cosa que ver cómo se desarrolla ese desdichado
enfrentamiento entre una desobediencia sin porvenir alguno y la ley.
Desolador, pero cierto:
no hay la menor iniciativa, no hay plan de nada ni de nadie para intentar buscar alguna salida. Hasta desearlo se ha convertido en sospechoso.
Posdata:
Expectación por ver si el PNV respalda los Presupuestos. Los últimos rumores afirman que sí lo respaldaran. La expectación entonces se centraría en ver cómo lo explica.
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