¿Cuántas veces mentirá Rajoy?
Este tormentoso y triste
verano político de 2017 va a terminar igual que empezó, con una comedia
sobre corrupción, sin pizca de gracia, protagonizada por Mariano Rajoy.
Si en julio el presidente del Gobierno se sentó en el trono, que no
banquillo, de la Audiencia Nacional para despreciar a las acusaciones y a
la fiscalía con el beneplácito del presidente del Tribunal, nada hace
pensar que este miércoles vaya a tener una actitud diferente ante el
Pleno del Congreso.
Rajoy no ha parado de mentir
desde el día en que estalló el caso Gürtel; y no lo ha hecho porque
Rajoy… es Gürtel. Su primera reacción al conocerse los primeros datos
sobre la trama fue acusar a la policía, al juez Garzón y al PSOE de
organizar un montaje contra el Partido Popular. En aquella vergonzosa
comparecencia de febrero de 2009 le acompañaban, entre otros, Ana Mato,
Francisco Camps y Esperanza Aguirre; los tres son hoy más conocidos como
la del Jaguar y el confeti, el de los trajes y la dueña de la charca de
ranas más grande del planeta Tierra; sin embargo los tres, en aquel
momento, compartían la indignación de su líder porque todo aquello no
era "una trama del PP, sino una trama contra el PP".
Desde entonces, la estrategia de Rajoy ha permanecido inalterable.
1.-Negar todo y no explicar nada. Una vez que las evidencias son
irrebatibles restarles importancia porque se trata de "hechos ocurridos
hace muchos" y que "ya han sido debidamente explicados".
2.- Poner a trabajar, primero desde la oposición, a Federico Trillo y,
una vez en el Gobierno, a parte de su aparato judicial, fiscal y
policial para obstaculizar las investigaciones. Sus abogados se han
encargado de dilatar y pedir la anulación de los procesos. Su partido se
ha dedicado a destruir discos duros. Su Gobierno, con métodos más o
menos rudos, se ha centrado en apartar a los jueces, fiscales,
comisarios y policías que pretendían llegar hasta el fondo del asunto.
3.- Defender la honorabilidad de los acusados hasta, prácticamente, el
mismo momento de salir esposados de sus domicilios. Entonces los
honrados compañeros de partido pasaban a ser "esos señores de los que
usted me habla".
4.- Mentir e ir adaptando su versión
de los hechos en función de las pruebas que iban apareciendo. Estos 8
años están repletos de "sé fuerte" y de "finiquitos en diferido".
Esta estrategia, tan eficaz gracias al inconmensurable trabajo de sus
palmeros mediáticos, le valdrá al presidente del Gobierno para salir
airoso de la sesión plenaria del miércoles. El rígido formato de la
comparecencia no permitirá a los portavoces de la oposición obligar a
Rajoy a contestar preguntas directas y concretas. Para ello habrá que
esperar, si el PNV y Ciudadanos no lo impiden, a que declare ante la
comisión parlamentaria que investiga la forma tan peculiar con que el PP
se viene financiando desde hace más de 20 años. Sin embargo, el pleno
sí debería servir al menos para refrescar la memoria de los ciudadanos
sobre el saqueo que hemos sufrido y para dejar bien claras las
gravísimas acusaciones que pesan sobre el propio Rajoy y que es
necesario recordar:
1.- Al presidente del Gobierno se
le acusa de cobrar sobresueldos en dinero negro. La acusación no parte
de la policía de Rubalcaba, ni de Garzón, ni de los malvados podemitas,
sino del tesorero de su partido; de ese que se cansó, aunque solo
temporalmente, de ser fuerte.
2.- El presidente del Gobierno fue el director de cuatro campañas electorales que están, actualmente, bajo sospecha.
3.- El presidente del Gobierno disfrutó de unas vacaciones en Canarias
con su familia pagadas por Francisco Correa. Rajoy declaró ante la
Audiencia Nacional que fue su partido "hasta donde yo sepa" el que pagó
el viaje. Un dato que, además de falso, de haberse producido también
sería éticamente reprobable.
4.- El presidente del
Gobierno era número dos o número uno del Partido Popular mientras se
producían todos y cada uno de los casos de corrupción que han salido
posteriormente a la luz. Los tribunales decidirán si tiene o no
responsabilidad penal por ello, pero parece innegable que algo de
responsabilidad política debería exigírsele a un líder que trabajaba en
un despacho remodelado con dinero B y bajo cuyo mandato se han robado
decenas de millones de euros de dinero público y han sido imputados
centenares de dirigentes.
Los portavoces de la
oposición tendrán que demostrar el miércoles que son capaces de poner
blanco sobre negro todas estas acusaciones, incluida la de utilizar del
aparato del Estado para frenar la lucha contra la corrupción. Mucho me
temo que el único interés que tendrá la intervención de Mariano Rajoy,
será contar el número de falsedades y de medias verdades que vayan
saliendo de su boca.
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