sábado, 5 de agosto de 2017

Capitalismo USA, entre el miedo y el negocio

En la última década, por primera vez en quinientos años, Sudamérica ha dado pasos para liberarse con éxito del dominio accidental. La región se ha desplazado hacia la integración y ha empezado a corregir algunos de los terribles problemas internos de sociedades gobernadas, básicamente, por élites europeizadas, pequeñas islas de riqueza extrema en un mar de miseria. Estas naciones también se han desembarazado de las bases militares de Estados Unidos y de los controles monetarios del FMI. Una organización recién formada, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), reúne a todos los países del continente salvo Estados Unidos y Canadá. Si consigue funcionar será un paso más en el declive de los Estados Unidos y se dará, en este caso, en lo que siempre se ha considerado "el patio trasero". 

Este texto es un fragmento del libro del profesor Noam Chomsky ¿Quién domina el mundo?  editado en Octubre de 2016 en la sección NO ficción de B Grupo Z. Barcelona.

Antes que de leer y escuchar a nuestra prensa "especializada" en infiltrados del régimen global que embarullan todo para que nada cambie, -y a veces hasta con la mejor intención y domesticada  sensatez-, conviene ir adquiriendo base consistente e informaciones en vivo, como las que aportan quienes durante toda su vida se han dedicado a trabajar sobre y por el bien común, que solo es posible ir afianzando si hay un grado reconocible de conciencia despierta y de compromiso personal con la inteligencia colectiva, como es el caso de Chomsky, respetado hasta por el mismo sistema por lo ejemplar y coherente de su vida y obra. 

Por favor, si de verdad queremos que esto despierte y mejore, antes de creer a pies juntillas las opiniones que nos cuentan desde un discurso político o una redacción de prensa, pongamos en cuarentena los flashes y los adornos complementarios, busquemos, leamos, observemos, pensemos con discernimiento, acerquémonos en lo posible a la realidad, analicemos y tengamos en cuenta al mismo tiempo el hecho puntual que nos cuentan y el marco global en que se está produciendo el suceso narrado, lo mismo que los médicos para saber  de donde vienen los síntomas de una enfermedad, deben analizar el estado de todo el conjunto orgánico donde se está produciendo el trastorno, para que sepamos donde se ubica el problema y podamos concretar cómo y en qué grado nos afecta su mal y nos implica su solución, como células del mismo cuerpo social, en el que, en realidad, nada es ajeno a nadie desde lo local a lo global y viceversa, aunque quieran contarnos la milonga de que no es así. Si se destroza el mar, el clima, las condiciones laborales, o la convivencia y los DDHH en diversos lugares, hasta convertir los problemas en ley y normalidad, llega un momento que lo que parecía un asunto chungo local, se acaba convirtiendo en global y, lo mismo sucede si globalmente la indecencia gobierna el mundo: llega un momento en que todos los rincones del Planeta se ven afectados en cualquier modo por la misma epidemia indecente y destructiva. Si no hay respuesta de las defensas orgánicas y solidarias de los pueblos, porque las ha ido minando y destruyendo la pésima calidad de los alimentos mediáticos,el cuerpo de la humanidad acabará muerto y podrido mucho antes de lo que la ciencia calcula. 

Recordemos que la infalible ciencia made in USA en la década de los noventa anunciaba los remotos e hipotéticos males del cambio climático como muy pronto para dentro de cien años y que los ecologistas eran unos exagerados... y mira a qué velocidad va la cosa. Ahora ya no hace vaticinios ni el primo de Rajoy. 

Pues eso, como dice IU, que no nos sigan jodiendo lo poco presentable de la vida que nos han dejado disponible entre unos y otros. Ojo al parche y defendamos la dignidad de los pueblos antes que hacernos cómplices de sus minorías secuestradoras al servicio del negocio sin alma ni verdadera inteligencia, ni corazón, obviamente. La auténtica inteligencia además de pensar conoce el valor de la empatía y el valor también económico de los sentimientos humanos para la calidad de vida y del mejor funcionamiento colectivo, que no consiste tanto en acumular como en la capacidad para que lo acumulado mejore a las personas y haga mejor y mucho más sostenible el entorno..



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