miércoles, 30 de agosto de 2017


Alguien que lo arregle

Un 57% de catalanes votaría a favor de la independencia, según la Generalitat
Un 57% de catalanes votaría a favor de la independencia, según la Generalitat EFE
Sin haber empezado a tramitar la famosa Ley del Referéndum, que tanto dio que hablar antes de las vacaciones de verano, los independentistas acaban de presentar la Ley de Transitoriedad, que tanto va a dar que hablar a la vuelta de las mismas vacaciones. Sin aprobar la primera, la segunda no sirve de mucho. Es como si James Cameron hubiera estrenado Terminator 2 cuando aún está a medio estrenar Terminator 1, demasiado espectáculo junto.
Si realmente se estuviera diseñando un marco de legalidad para la independencia, la Ley del referéndum tendría mínimos de participación y resultados, como en todos los precedentes que cita, y la Ley de Transitoriedad se habría aprobado después de que los catalanes votasen y sin elevar la unilateralidad a título para quedarse con el patrimonio o los funcionarios.
Ahora, si estamos en precampaña electoral de una ERC y una CUP que ven la oportunidad de devorar lo que queda de Convergencia, entonces tanto espectáculo es algo más que ruido; también para un Mariano Rajoy y un PP que tienen en Catalunya el argumento perfecto para intentar coger como rehén a la izquierda española.
Esta película ya la hemos visto demasiadas veces. Admitámoslo, el llamado procés nos está agotando a todos. A los catalanes porque viven en un bucle, como Bill Murray en Atrapado en el Tiempo pero con Carles Puigdemont en lugar de Andy McDowell, que no deja de constituir una diferencia bastante notoria. A los que no somos catalanes también nos agota, porque también existimos y tenemos problemas y demandas que el gobierno de Rajoy ignora, con la excusa de que están muy ocupados atendiendo el desafío catalán, y los medios de comunicación de ámbito estatal sólo recogen si se parece en algo a lo que pasa en Catalunya y se pueden indignar mucho.
Seguramente por eso cada vez emerge con más fuerza la demanda de quienes se niegan a elegir entre dos bandos que no parecen tener más interés que obligarte a escoger, la demanda de que alguien se decida a hacer política y asumir riesgos para arreglarlo como se hace en democracia: dialogando, acordando y asumiendo compromisos compartidos.
No se puede ir a la independencia con un respaldo que no supera ampliamente el 50% del electorado. No se puede bloquear la reclamación de más autogobierno con el voto de menos de la mitad de los catalanes. Sólo hay algo con sentido que se puede hacer: negociar, ceder y llegar a un acuerdo. Que alguien se ponga a ello parece una opción que seguramente, ahora mismo, tendría un respaldo abrumador en España y en Catalunya. El Estado español se hizo como se pudo en 1978. Es hora de construirlo como se puede y queremos en el Siglo XXI para atender los problemas de todos. 

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Eso es, Losada, que dejen de oirse y empiecen a escuchar a la ciudadanía de una puñetera vez, que sería lo normal en una democracia. Pero, claro, hay tanta tela que cortar, que a lo mejor una cosa tan sencilla como obvia es demasiado para todas y todos, tan acostumbrados a la complicación como sinónimo de inteligencia y sobre todo de tejemaneje político y de pereza mental hija del miedo a los cambios de rutinas. 
¿No os ha pasado alguna vez en una simple reunión de la comunidad de vecinos que al exponer un problema o alguna queja, alguien aporte una solución clara, con evidentes posibilidades de ser la adecuada y que la peña la rechace  no con razones ni lógica, sino porque "es que las cosas no son tan simples", "no, eso no va a ser posible", "¿por qué?"-pregunta el osado vecino que ha hecho la propuesta- "Anda éste, pues porque eso nunca se ha hecho y punto", y todos a coro escalonado: "pues claro, nunca se ha hecho", "no vamos a hacer algo que no sabemos como va a salir si no se ha hecho nunca". "...Bueno, -dice el administrador/Fátima Báñez- pasemos al siguiente tema, vecinerías". Lo mismo se hacía, por ósmosis, en las juntas municipales de distrito en aquella Valencia ppeppera en tiempos del cólera morbo, es decir de "el caloret" y del Ron Cacique. 

El pp da confianza a toda esa España mindundi y arrastrapiés que necesita siempre la garantía indeleble de que nada cambie, ya ni siquiera como decía Lampedusa a través de Tancredi en Il Gattopardo, que al menos, lo parezca. Ni eso, que luego se acostumbran a la facilidad y se creen que todo el monte es orégano. Y no. Por ahí ya no.

El diálogo político en España sólo sería posible si fuese impuesto por decreto ley y  por el Tribunal Constitucional e incluso por el Supremo si se complica la cosa y con la Guardia Civil de por medio y con los Mossos si aconteciere al otro lado del Delta del Ebro. O sea, por obligación. Con un par. Como Trillo sin ir más lejos cuando arregló de un plumazo gonadesco el asunto del Yak y sus víctimas. Recordemos que al pp no lo echó Zapatero, ni el Psoe ni las indecencia de Aznar y su submundo, sino el 11M. 
Recordemos que lo de la democracia-manárquica tras la dictadura fue también una imposición de EEUU y las potencias europeas que pusieron a España contra las cuerdas, no por miedo a que siguiese el régimen, sino por interés mercantil y logístico. España como miembro de la OTAN ya no cobraría nada por el alquiler de las bases americanas, es más, si ya todo el país era del club matarile, ni siquiera serían  necesarias, si es de la OTAN cualquier punto del país puede usarse como base y no solo gratis,  encima pagando en tropas, material y gastos comunes de mantenimiento. 

Dialogar en España es sinónimo de blandenguería y no de inteligencia. Todos los diálogos democráticos de corte y confección del poder, confluyeron en el guiñol del 23F y se hicieron migas ante la fuerza troglodita y la parodia real. Dialogar en España no es a favor del bien común, que acaba desautorizando a los flojos que ceden a cambio de acuerdos, sino un pulso para que gane un grupo sobre otro y que la victoria legitime los sopapos bien dados e incluso los enredos y habilidosas vainicas del juego sucio. Y, tiene razón Losada, eso durante años y años, cansa, agota y aburre, desenergetiza y chafa cualquier cosa. Eso es el sistema del pp. Gobernar por agotamiento de los gobernados. Y el Psoe esperando en la puerta a que se acaben los boatos del funeral y entonces entrar triunfantes entre despojos en la tierra quemada y perder una o dos legislaturas quitando la mierda que estaba extendida y atascando todo. Así nunca hay tiempo para gobernar nada ni renovar nada de verdad. Vueltas del burro en la noria.

El 15M  sacó a la luz que hay una España invisible que puede y sabe negociar en asamblea, que sabe escuchar y poner en marcha proyectos concretos de a pie que los gobiernos no consideran relevantes, como hacer plataformas cívicas sectoriales, como las mareas y las ILPs, las asambleas vecinales y los grupos de apoyo que se encargan de sostener psicológicamente a las personas damnificadas por los filibusteros del parné y que el Estado, cómplice manifiesto,  no tiene en cuenta ni conoce ni le importan. En esas movidas de la realidad y no de la especulación el diálogo está vivísimo, con datos, cifras, situaciones, rostros, nombres y apellidos. Si quisieran que se arregle este berenjenal sin salida, le pedirían al pueblo que sus grupos organizados acudiesen al Parlamento y a las comisiones del Senado, tomarían nota y obedecerían como es la obligación en democracia. Pero ellos se atrincheran en los escaños y salvo excepciones, la respuesta está en el viento.




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