Banderas subrogadas
Si yo emprendo una pelea por la libertad de expresión y la
anulación de la ley mordaza mediré con exactitud legal milimétrica hasta
dónde quiero llevar mis manifestaciones
Hoy día tengo más claro
que hay quien cree en la revolución por subrogación, quien considera que
los casos individuales y las consecuencias que estos tengan para las
personas implicadas –incluidos los menores– decaen ante la fuerza de la
reivindicación, de la lucha y de la bandera de una causa justa. Una
bandera que enarbolan otros por subrogación.
Siempre
he defendido la licitud moral de la desobediencia civil para conseguir
cambios en el sistema y arañar derechos y libertades. Sucede que tengo
claro qué es la desobediencia civil y qué no. He visto mucho lío con eso
así que, sin afán de convertir a nadie y solo con el ánimo de poner
sobre la mesa todos los argumentos, voy a repasar el concepto.
La desobediencia civil consiste en que un individuo o
individuos, con el objeto claro de cambiar una situación de injusto,
definida en una norma o normas concretas, deciden desafiarlas con su
actuación a sabiendas de que sufrirán las consecuencias legales
establecidas por el sistema. Hacen pues un acto de voluntariedad de
acción y de asunción de responsabilidad. Una de las campañas de
desobediencia civil más justa y más exitosa que se ha realizado en
España fue la de la insumisión al servicio militar obligatorio.
Llevo tantos años pisando salas de vistas que también asistí a muchos
juicios de insumisos que eran condenados a unas penas de prisión que
cumplían. Los he visitado en la cárcel. He hablado con sus compañeros de
lucha que se encadenaban a la puerta de los juzgados estando ellos
también incursos en procedimientos penales. Sabían lo que hacían.
Querían acabar con el sistema de conscripción. A pesar de que muchos
jueces pedían en sus sentencias el indulto, todos pensaban que la cárcel
era una parte del camino. De hecho fue así.
Cuando
el gobierno socialista tuvo un número insostenible de jóvenes en prisión
por una cuestión de conciencia tuvo que legislar una Ley de Objeción de
Conciencia al Servicio Militar de la que se aprovecharon centenares de
miles de españoles. Tantos que, paradójicamente, fue el Partido Popular
el que tuvo que acabar con el sistema de levas ante la ineficiencia del
mismo. Ya casi solo quedaban objetores.
Rosa Parks,
muy citada en estos días en España, era una activista contra la
discriminación legal racista que existía en Estados Unidos a pesar de
haberse proclamado ya la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Era ya secretaria de la National Association for the Advancement of Colored People
cuando aquel uno de diciembre se negó a levantarse de su asiento para
cedérselo a un blanco como mandaban las leyes. Cuando el conductor le
informó de que iba a hacer que la arrestaran si no se levantaba,
contestó: "Puede hacerlo". Un acto de volición y de asunción de
responsabilidad palmario, a la par que inscrito en un movimiento que
seguía también la lucha en los tribunales ya que, un año más tarde, la
Corte Suprema de Estados Unidos se pronunció y declaró inconstitucional
la segregación en el transporte.
Ahora me pregunto
qué tiene que ver todo esto con el caso concreto de Juana Rivas que está
haciendo correr ríos de desobediencia civil subrogada por vía digital y
analógica. ¿Quiere Juana asumir el riesgo de ser encarcelada y perder
la custodia de sus hijos para visibilizar una lucha concreta o lo que
quiere es conservar a sus hijos con ella y no entregarlos a un padre con
el que considera estarán en peligro? ¿Hay una norma concreta que se
exige cambiar por el legislador? Yo no he oído ni a Juana ni a sus
portavoces mediáticos referirse a ella. ¿Quieren que España abandone el
Convenio de la Haya de 1980? Esa es la norma que le ha sido aplicada.
Espero que no, puesto que aún sin ser perfecto, ese convenio es la única
posibilidad para muchas otras madres españolas cuyos hijos han sido y
serán sustraídos a la jurisdicción española y llevados a los países de
origen de sus otros progenitores. Si España lo incumple, muchos serán
dañados.
Me gustan las peleas, las gestas, las
luchas. Muchas veces me empeño en ellas. Siempre calibro las
consecuencias y estudio muy bien hasta dónde quiero llegar y hasta dónde
no estoy dispuesta a hacerlo. Lo de "dentro de cada mujer hay una
heroína" es un lema que han puesto en mi gimnasio para animarnos a hacer
crossfit. No es cierto. No todos somos héroes.
Quiero decir con eso que si yo emprendo una pelea por la libertad de
expresión y la anulación de la ley mordaza, que en ello andamos, mediré
con exactitud legal milimétrica hasta dónde quiero llevar mis
manifestaciones sobre, por ejemplo, el derecho a hacer bromas con el
magnicidio de la mano derecha del dictador. Sí, cojo la bandera, la
enarbolo en mi mano y la tremolo con la intensidad y el riesgo que yo
decido. No pretendo que nadie ajeno se inmole con mis banderas alrededor
del talle mientras yo sigo aquí, al otro lado de las teclas.
Esto es especialmente desconcertante cuando el apostolado de la
desobediencia civil de Juana, el de su inmolación y aún más grave de la
de sus hijos, procede de personas que se dedican a la política y tienen
sus reales sentados en órganos legislativos. En ese supuesto lo que cabe
es inmolarse uno mismo en la acción política e intentar cambiar esas
leyes concretas por el único medio posible. Conviene por eso saber qué
legislación concreta es la que se está denunciando como injusta.
Por último, por un mínimo de rigor intelectual, invito a muchos a
reflexionar sobre el hecho de que la fórmula retórica del símil o
comparación sólo puede ser utilizada para argumentar cuando los casos
comparados son realmente iguales y obtienen soluciones diferentes. Esto
es especialmente visible en el campo jurídico. El sistema de Justicia de
las democracias occidentales no es perfecto, lo denuncio a cada paso,
pero menos perfectas son todas aquellas formas de justicia popular y
visceral que la humanidad ya exploro en épocas felizmente superadas.
Yo no quiero persuadir a nadie de nada. Mi profesión no tiene como
objetivo hacer proselitismo, sino darles materia sobre la que fundar sus
propias opiniones.
Ahora seguro que alguien quiere
quitarme el título de feminista, de izquierdista y hasta de mujer.
Háganlo tranquilos y tranquilas. El ser supera al estar porque no
depende de la mirada de los otros.
Rosa es una rosa es una rosa es una rosa
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Siempre transparente y reconfortante, Elisa Beni. Un oasis lúcido en el enredo de los tinglados.
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Siempre transparente y reconfortante, Elisa Beni. Un oasis lúcido en el enredo de los tinglados.
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