Le
llaman “la Ceguera”. Es un conjunto de cuatro modernos edificios
situado al suroeste de La Habana (Cuba), concretamente en el verde y
boscoso municipio de Marianao. No lejos de la mundialmente conocida sala
de espectáculos Tropicana y del que fuera colegio jesuita de Belén (1),
donde cursó sus estudios secundarios Fidel Castro. Oficialmente se
llama Instituto Cubano de Oftalmología Ramón Pando Ferrer (2) y ahí (3)
es donde se inventó, el 9 de julio de 2004, a iniciativa de Fidel y de
Hugo Chávez, la famosa “Operación Milagro” que le ha devuelto la vista a
millones de personas ciegas y sin recursos no sólo en Cuba y Venezuela
sino en decenas de países de América Latina y del mundo.
El
hospital existía, en forma embrionaria (4), antes de la revolución
cubana. Se llamaba “La Liga contra la Ceguera” (de ahí el nombre con el
que aún se le conoce popularmente) y había sido fundado en 1956 por un
grupo de oftalmólogos humanitarios, financiado por un patronato de
beneficencia a base de donaciones voluntarias de la población. Pero la
mayoría de sus médicos, después de la victoria de la revolución,
abandonaron a sus pacientes y se marcharon a Estados Unidos.
Con
el personal que no desertó y se mantuvo fiel al proyecto transformador,
poco a poco, gracias también a un grupo de jóvenes oftalmólogos, se
retomó el proyecto. Así fue consolidándose la idea de impulsar la
creación de un Hospital Docente Oftalmológico enteramente financiado por
las nuevas autoridades revolucionarias.
En
1988, a iniciativa del presidente Fidel Castro, se creó, en el seno de
este hospital, con los más modernos equipos tecnológicos, el Centro de
Microcirugía Ocular que pronto iba a situar a Cuba en los primeros
puestos, a nivel mundial, en materia de cirugía de cataratas, miopía y
glaucoma. De todo el planeta empezaron entonces a acudir pacientes para
someterse a delicadas intervenciones. Y la excelente reputación del
“Pando Ferrer” se fue extendiendo por el mundo entero.
“¿Cómo
surgió la idea de la ‘operación milagro’?”, le pregunto al doctor
Marcelino Ríos, director del Hospital Pando Ferrer. Acompañados por la
Dra. Eneida Pérez, que dirige el departamento de cataratas, estamos en
su modesto despacho en el que destaca una gran foto en blanco y negro,
enmarcada –obra de Alberto Korda–, que muestra en primer plano a Fidel
Castro encendiendo un cigarro junto a Che Guevara.
El
Dr. Ríos lleva su bata blanca bien abrochada por encima de una camisa
azul, está sentado ante una mesa repleta de libros y documentos, y me
cuenta: “Todo empezó un 9 de julio del 2004. Se cumplen ahora
exactamente trece años. Yo estaba ya de director. Recuerdo que era un
viernes, ya de noche, pasadas las siete de la tarde. Una gran parte del
personal, como es lógico, ya se había ido a su casa. Empezaba el fin de
semana... Y, de pronto, me anuncian que llega, de improvisto, Fidel.
¡Imagínese!”.
El
Dr. Ríos se echa las manos a la cabeza y hunde los dedos en su espesa
cabellera gris mientras, abriendo bien grandes los ojos, trata de
reproducir la traumática sorpresa de entonces: “Ignoraba a qué venía el
Comandante... Y me puse a reunir a todos los doctores que, a esa hora,
podía encontrar disponibles. No eran muchos, cuatro o cinco a lo sumo.
Entre ellos estaba la jovencísima Dra. Eneida Pérez, que no debía tener
ni treinta años entonces... Llegó Fidel, con su uniforme verde oliva,
sus botas altas, afable como siempre. Venía solo, sin ningún ministro.
Nos reunimos en un salita pequeña. Expectantes... Y ahí, sin muchos
preámbulos, bebiéndose un vaso de agua, Fidel nos pidió, como un favor,
si podíamos recibir el día siguiente por la mañana –un sábado...– a un
grupo de cincuenta pacientes venezolanos que estarían llegando de
Caracas para ser operados de cataratas...”.
“¿Ya
dominaban ustedes la cirugía de las cataratas?”, le pregunto a la Dra.
Eneida Pérez. Venerada por sus pacientes, amable y bondadosa,
considerada como una de las mejores cirujanas oftalmólogas del mundo, la
Dra. Eneida me explica: “Bueno, quizás no tanto como ahora con trece
años más de experiencia... Pero ya realizábamos, en 2004, unas
setecientas cirugías por semana... Y ya entonces, varios de nosotros,
exactamente siete, dominábamos la más novedosa técnica quirúrgica, la
Blumenthal (5), para el tratamiento de las cataratas, enfermedad que es
responsable, hay que recordarlo, de la mitad de los casos de ceguera en
el mundo”.
“Al
día siguiente –prosigue el Dr. Marcelino Ríos– a las siete de la
mañana, llegaban a nuestro hospital los cincuenta venezolanos anunciados
por Fidel. Una hora después ya habían sido operados los primeros de
ellos. Y el lunes siguiente, nuestros siete cirujanos, trabajando sin
descanso, habían operado a todo el grupo. Me llamó Fidel para
felicitarnos y preguntarme si podíamos operar a más gente... ¿A cuántos
más? le pregunté. Y ahí es cuando me dice que, sin duda, se había
expresado mal porque lo que él nos había pedido era operar a cincuenta
venezolanos... ¡al día! Además, eso no debía perturbar el servicio a los
pacientes cubanos que ya operábamos normalmente...”.
“Tuvimos
que traer a otros siete oftalmólogos del interior del país porque no
dábamos abasto... –me explica la Dra. Eneida Pérez–. Tuvimos que
constituir dos grupos: el primero empezaba a las 7 de la mañana...
Terminaba a final del día... Calcule usted, cada intervención en aquella
época duraba unos 15 minutos... Y cada cirujano operaba a unos sesenta o
setenta pacientes al día... En total, los catorce cirujanos operábamos a
una media de unos 500 pacientes cada día... Fue un reto formidable.
Tuvimos que sobrepasarnos. Dos meses después, habíamos operado a unos
14.000 pacientes. Casi todas eran personas sin recursos. Con anécdotas
muy conmovedoras: madres o padres que veían a sus hijos por primera
vez... Ciegos de nacimiento –porque hay cataratas de nacimiento...– que
por fin recobraban la vista y descubrían el mundo... Muchos lloraban de
emoción. Humanamente fue una experiencia fabulosa”.
“Fidel
–recuerda el Dr. Ríos–, un tiempo antes, en una reunión precedente, me
había preguntado: ‘¿Cuál es la mejor tecnología para la cirugía
oftalmológica, sin contemplar precios pero obviamente que no sea
norteamericana?’. Le dije, sin vacilar, que era la alemana o la
japonesa. Y el Comandante, a pesar de las reservas expresadas por algún
ministro, mandó importar lo mejor. Para dar el mejor tratamiento a
nuestro pueblo. Ello permitió a nuestros médicos y a todos nuestros
especialistas formarse en las técnicas más actuales, más avanzadas. Sin
esos equipos de alta tecnología y sin esos progresos no hubiésemos
estado a la altura del desafío que nos planteó aquel 9 de julio de 2004.
Fidel lo tenía pensado, no me cabe duda, desde mucho antes. Recordemos
que, con Hugo Chávez, ya habían lanzado con enorme éxito, en Venezuela,
la ‘Misión Barrio Adentro’, enviando a miles de médicos cubanos a los
barrios más pobres para atender a pacientes que, a veces, no habían
visto a un doctor o a un dentista en toda su vida. Por eso, los dos
Comandantes conciben la idea de lanzar la ‘Operación Milagro’. Pero no
divulgan la iniciativa; la mantienen en secreto hasta ver si todo sale
bien”.
“Durante
más de un año –prosigue la Dra. Eneida Pérez– estuvimos operando a
miles y miles de pacientes venezolanos. Se estableció un verdadero
puente aéreo con Caracas. Cada enfermo venía, por razones obvias,
acompañado de un pariente. Y a este pariente, nuestros servicios médicos
lo sometían a un examen de salud completo, multidisciplinario. Y a
menudo se descubría que padecían diversas afecciones de salud o
padecimientos crónicos; y también se les trataban. O sea que paciente y
acompañante regresaban a su país totalmente curados”.
“¿Cuándo
se anunció públicamente la existencia de la ‘Operación Milagro’?”, le
pregunto al Dr. Marcelino Ríos. “Fue –me contesta– en el marco del
programa de televisión ‘Aló Presidente’ que se realizó aquí en Cuba, en
la provincia de Pinar del Río, en un poblado llamado Sandino, el 21 de
agosto de 2005. Ahí es donde los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro
anuncian que ya se han operado más de 50.000 pacientes y divulgan la
existencia del convenio mediante el cual se crea la ‘Misión Milagro’,
que plantea intervenir quirúrgicamente a seis millones de
latinoamericanos, aquejados de enfermedades oculares, en un lapso de una
década. Se le puso de nombre ‘Milagro’ porque es la expresión popular
de centenares de pacientes que, al recobrar la vista, exclaman
sorprendidos: ‘¡Es un milagro!’. Muchos de ellos nos contaban sus
experiencias de peregrinar por los diferentes servicios de salud de sus
respectivos países, sin recibir respuesta. Y ya habían abandonado toda
esperanza de recuperar la vista algún día...”.
“¿La
‘Operación Milagro’ –le pregunto al Dr. Ríos– se ha extendido a otros
países además de Venezuela?”. “El año siguiente al anuncio hecho por los
Comandantes Fidel y Chávez, o sea en 2006, abrimos varios centros
oftalmológicos en Venezuela, integrados por profesionales cubanos –un
centenar de ellos trabajadores de nuestro hospital Pando Ferrer–. Debo
precisar que, en la ‘Operación Milagro’, participan unas 165
instituciones cubanas. Y se dispone, además, de una red de cincuenta
centros oftalmológicos con 82 posiciones quirúrgicas en 14 países de
América Latina y el Caribe. Porque, en efecto, Fidel y Chávez, a partir
de la experiencia cubana, decidieron ampliar el servicio a otros países,
incluyendo a varios Estados del Caribe, como Haití y San Vicente y las
Granadinas. Bolivia fue la siguiente nación. Después se sumaron
Guatemala, Honduras, Ecuador, Paraguay, El Salvador, México, Argentina,
Uruguay... Hasta alcanzar una veintena, más otras decenas de
establecimientos quirúrgicos abiertos por personal cubano en África y
Asia”.
En
el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay unos 45
millones de ciegos. Y, como nos lo precisaba la Dra. Eneida Pérez, la
mitad de ellos, o sea unos 25 millones, lo son sencillamente a causa de
las cataratas. Lo que significa que, con una simple operación
quirúrgica, esos 25 millones de personas podrían recuperar la vista.
Dicho de otra manera, esos 25 millones de personas son ciegas porque son
pobres. Porque no pueden costearse una intervención quirúrgica de alto
coste, o porque no viven en un país con un sistema público de salud que
preste esa atención y asuma ese gasto. Esa es la tremenda injusticia que
quisieron combatir los líderes de la revoluciones cubana y bolivariana.
Igual que ambos combatieron y erradicaron por completo el analfabetismo
en sus respectivos países, se propusieron erradicar la ceguera.
Algunos
quizás se pregunten si todo esto que estoy diciendo no es más que
propaganda. Para verificarlo, como yo era muy miope y con unas cataratas
muy complicadas, decidí probar en mi propia persona la “Operación
Milagro” y someterme a cirugía en los dos ojos.
Después
de los análisis pertinentes, mezclado con las decenas de pacientes que
llenan los pasillos del Hospital Pando Ferrer, me sometí a la
intervención. Con sus manos de ángel, la Dra. Eneida Pérez me operó. Una
semana el primer ojo. La semana siguiente el segundo. Seis o siete
minutos a cada vez. Cero dolor. Increíble. Totalmente ambulatorio.
Apenas operado, te levantas de la mesa del quirófano por tus propios
pies y, sin la ayuda de nadie, te marchas a casa. Dos horas después, te
retiras tú mismo el esparadrapo que cubre el ojo operado. Milagro. Ya
ves bien. Ya puedes hacer vida normal. Puedo dar testimonio de ello.
¿Cómo no pensar en los millones de personas que han vivido esta
experiencia? ¿Cómo no estar eternamente agradecidos a los dos
Comandantes que impulsaron este grandioso milagro?
(1) Su edificio lo ocupa hoy el Instituto Técnico-Militar.
(2)
Ramón Pando Ferrer (1933-1958) fue un joven estudiante cubano
–dirigente estudiantil en la Universidad de Las Villas y militante del
Directorio Revolucionario 13 de Marzo– que luchó contra la dictadura de
Fulgencio Batista (1952-1959). Arrestado por soldados batistianos, es
torturado y asesinado. No se han hallado sus restos mortales.
(3)
Dirección postal: Instituto de Oftalmología Ramón Pando Ferrer, calle
76, n° 3104, entre 31 y 41, Marianao, Ciudad de La Habana, Cuba. Tel.:
+53 72654800. Sitio web: www.pando.sld.cu/
(4)
En 1959, cuando triunfa la revolución, aún no se había terminado de
construir el primer edificio de los cuatro que conforman hoy el conjunto
hospitalario.
(5)
El profesor Michael Blumenthal, de Israel, es el autor de la técnica de
extracción de catarata extracapsular por pequeña incisión realizada
manualmente [Manual Small Incision Cataract Surgery (MSICS)]. Léase su
libro: Cirugía manual de catarata con incisión pequeña (Ed. Highlights, 2004).
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Si en vez de Ignacio Ramonet, esta historia la contase la Biblia, a Fidel y a Chávez les llamarían ángeles envíados por Yaveh para sanar la ceguera de los pobres y desasistidos, maltratados por los reyes impíos de Israel o de Babilonia... Menudo temazo material y simbólico para una homilía ¿verdad, iglesias católicas resignadas o luteranas protestantes y eso?
Pensad, pensad, buitres queridos y de-votos, mucho más ciegos que los ciegos, aunque a lo mejor el peso de la ambición, de las mentiras, los infundios despellejadores de lo inalcanzable y de los latrocinios "normales" en vuestra condición contrahecha, no os permiten que las neuronas puedan ejercer su natural función. Y la conciencia missing, mucho menos. Una lástima.
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