jueves, 10 de agosto de 2017

Muros sin Fronteras







Oficinas de Cinfa 


El avestruz y la pasta

Publicada 10/08/2017 (Infolibre)

El clima está cambiando. Cada año se sitúa como el más caluroso de la historia reciente, pero hay gente que aún no lo ve. Unos porque viven en una burbuja de aire acondicionado; otros porque sus ingresos proceden de no verlo, y luego están los del tercer grupo: los cretinos.

Los funcionarios del Departamento de Agricultura de EEUU han recibido la orden de no utilizar la expresión “cambio climático” en sus escritos y declaraciones. Esto entraría, por ejemplo, de lleno en el tercer grupo al que hacía referencia. La  actual Administración prefiere el término “clima extremo”, según reveló el diario británico The Guardian. Bajo la semántica se esconden dos pilares del republicanismo actual: la ideología y el negocio.

La ideología es lo que ha empujado a Donald Trump a abandonar los compromisos adquiridos por EEUU en el Acuerdo de París, un pacto de unos 200 países para recortar las emisiones de CO2 y reducir el efecto invernadero. Que uno de los principales contaminadores se salga de la disciplina del grupo ayudará a que lo hagan otros, como China.

Trump ya liberado de los topes que impone París, podrá rehabilitar la industria del carbón de su país e impulsar el desarrollo rural, que es su base electoral. Se trata de un argumento falaz, como demuestra en este vídeo David Puttnam. Le he añadido unos subtítulos en castellano. No se lo pierdan. Es extraordinario, del primer minuto al último.

El lema del capitalismo más salvaje sería ‘solo importa el beneficio inmediato’, no los daños causados en el medio ambiente, ni siguiera los daños en la propia empresa. Lo que importa son los bonus millonarios de los directivos. Es el cuadro que nos llevó a la crisis financiera con el hundimiento de Lehman Brothers, primero, y la crisis económica global después.

Un dicho español dice, ‘pan para hoy, hambre para mañana’. Puede servirnos como broma, pero en su significado más concreto resulta hiriente para una parte importante del planeta, cuyo dilema es otro: ‘hambre hoy, hambre mañana’. No hablo solo en la región del Sahel sacudida por sequías extremas y hambrunas estructurales sino de nuestras propias ciudades del Primer Mundo, de los invisibles.

El presidente Trump, tan dado al uso de adjetivos grandilocuentes y a la autopropaganda, sostiene que será compatible lo que llama “carbón limpio” con el cuidado del medio ambiente. Es un doble oxímoron.

La Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de EEUU fue una pionera en esto de esconder las palabras que no gustan. Los nuevos responsables ordenaron a finales de abril la retirada de su web de toda información relativa al cambio climático. El elegido por Trump para gestionar esta agencia se llama Scott Pruitt, un tipo que defiende que el CO2 no es la causa del calentamiento global. Pruitt se alinea con los negacionistas del cambio climático, aquellos que dicen que los cambios que percibimos son cíclicos, que no se puede predecir el futuro del clima ni que el fenómeno esté causado o agravado por la mano del hombre. No hay que llamarles escépticos, son negacionistas.

En este debate hay dos bandos, los científicos que trabajan con datos demostrables y los que cobran del lobby contaminador, petroleras y demás (también los hay que repiten lo que oyen sin cobrar. Son los idiotas).  Los segundos manejan supuestos informes sacados de Internet y los hacen circular como verdad. El problema es que hay millones de personas que se lo creen.

Los negacionistas financiados por el lobby de las empresas contaminadoras, o por alguna en particular, manejan esos pseudoinformes que son un vulgar corta y pega de un batiburrillo de datos seleccionados para generar confusión. La Administración estadounidense debe tener su sección de creación de falacias, como el Ministerio del Interior de Fernández Díaz.

El debate recuerda al negacionismo de las tabacaleras sobre la dependencia que generaba la nicotina. Fueron esas mismas tabacaleras las que filtraban informes acientíficos que negaban el impacto negativo del tabaco en la salud. Enredarnos en su juego durante años ha costado millones de vidas. Solo gracias al empuje de activistas y personas con principios, como los mencionados en el vídeo de Puttnam, se descubrió la gran mentira: los cigarrillos llevaban sustancias que garantizaban el enganche de la víctima.

El sistema es sencillo, miente que algo quedará, como en este caso que salpica a Sean Hannity, la voz amiga de Trump en Fox News.

Los científicos han elaborado un informe que indica que la temperatura media en EEUU está creciendo a gran velocidad desde 1980 y que la últimas décadas han sido las más calurosas en 1.500 años. Este informe elaborado por 15 agencias federales aún no es público. Está a la espera del visto bueno de la Administración Trump.

Hay más debates no tan paralelos. El creacionismo frente a la evolución de las especies. Hay personas en EEUU, y en España, que defienden que dios creó el mundo en seis días (porque en el séptimo inventó la libranza). Hasta el Papa ha tenido que plegar velas y metáforas en la defensa de la textualidad de la Biblia. Aún les es posible encontrar a dios en el botón del Big Bang,

Los que suelen alinearse con las versiones más retrógradas del pensamiento parecen disponer de una aplicación en sus teléfonos, que podríamos llamar la WikiFacha, en la que les ofrece una línea de pensamiento para cada noticia. ¿Neymar? ‘Creemos en el libre mercado’.

Negacionismo, petróleo, contaminación, creacionismo, todo en el mismo saco. Sabemos que la Tierra está condenada a morir engullida por el Sol dentro de miles de millones de años, si es que no la liquidamos antes. La búsqueda de planetas habitables está basada en esta certeza: tarde o más tarde, el ser humano tendrá que cambiarse de hogar, y quizá de sistema solar. Antes de que llegue la gran mudanza bastaría con cambiar de políticos.

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