martes, 22 de agosto de 2017

La demagogia emocional

La España dictatorial hereditaria no puede evitar su condición, especialmente cuando hechos terribles como los atentados terroristas nos sacuden y conmocionan. Entonces surge una especie de huracán uniformador de ideas y sentires que toma los medios, como hizo en el 23F pero de tapadillo y sin uniformes, y comienza a dictar las normas pertinentes adecuadas al momento, como si Franco y "el Movimiento" inamovible, siguiesen asomados aún a su ventana noctámbula y vigilante bajo "la lucecita de El Pardo", ordenando a lo Göebbels por decreto ley y juicio sumarísimo al gallinero nacional lo que se debe hacer, pensar y decir, o no, en casos de emergencia como es el terrorismo.

Lo normal en una democracia plural y civilizada es que también ante el terror haya reacciones diversas, modos distintos a la hora de relacionar causas y efectos o de no relacionar nada y quedarse en silencio llorando, que es absolutamente legítimo. Es inevitable que en la pluralidad de visiones y opciones, haya también opiniones diferentes y legítimas, que no se deberían considerar hostiles solo por las diferencias y porque no coinciden con las nuestras. 

Precisamente la conmoción de la violencia terrorista y sus golpes a traición tiene el efecto de remover las conciencias y de hacernos reaccionar, no sólo contra los autores materiales de los crímenes, sino sobre todo a favor de la reflexión serena que puede iluminar las tinieblas del shock y ayudar ver mejor el camino que llevamos y la dirección de nuestra vía. Precisamente los golpes dolorosos pueden sacarnos de la rutina obediente y sumisa y hacernos reflexionar. Es una opción. Otra opción, igualmente legítima, puede tener el efecto contrario: dejarse llevar por el estado de ánimo doloroso y convertirlo en sufrimiento social. El dolor tiene arreglo natural, el sufrimiento necesita para curarse la madurez activa de quienes lo asumen como normalidad y lo reparten como un ungüento social, que  hace posible la cronificación de la angustia que producen el miedo, la impotencia y la rabia sin más salida que despotricar contra algo y a ser posible, contra alguienes.

España es así mientras no queramos mayoritariamente hacer nada para mejorarla. Si no se sufre, -y sobre todo se demuestra que se sufre-, no se es un español de pro. Las secuelas del sufrimiento no son como las del dolor. El dolor espolea el ánimo para buscar el alivio lo antes posible y acortar el mal trago. El sufrimiento, en cambio, va unido a la resignación y sus secuelas son la adaptación a los peores elementos del mal trago: el sadomasoquismo y el regodeo en el relato morboso y sin capacidad para propones cambios, que demuestren nuestro interés por las víctimas.
En el fondo el sufrimiento social asumido incluso como virtud solidaria, nos atornilla a la comodidad de lo insoportable, es como una férula ortopédica empeñada en enderezar lo torcido, en este caso lo torcido es lo que se sale de hacer "lo que toca" según el catálogo nacional de rutinas tácitas que se suponen y se toman como normas inquebrantables. Si se ha decidido por costumbre secular que hay que sufrir y callar, pues se cumple el protocolo a rajatabla y punto. Ya pensaremos luego. Cuando se pase el obligatorio trámite del trauma. Cuando las autoridades competentes lo autoricen. 

Y entonces se saca a relucir la unidad de todos los españoles, hasta dejar la actualidad y los comentarios sobre ella al nivel del NO.DO. Un noticiario oficial que en la dictadura franquista todos los cines estaban obligados a proyectar contando en blanco y negro las noticias de la semana. Sin variar ni una coma la redacción del guión  emitida por el poder y besuqueada por los censores. Se nos ha quedado el tic grabado en el inconsciente colectivo. Ya lo decía el dictador: tú aplasta que algo queda. Y velahí, qué razón tenía. Chiquito, pero matón hasta el fin de los tiempos.
El caudillo-fantasma por la gracia dediosh estaría encantado de ver ahora los frutos de su ingente destrozo tan pimpantes y twitteros, si levantase la cabeza y comprobase que, como él decidió, todo sigue tan atado y bien atado como entonces. Los buenos modales del pueblo masoca y el aplastamiento gerifaltil con el tiempo se han hecho uno, grande y nada libre. Tanto que cualquier diferencia es digna de reprobación y tirón de orejas mediático. El dolor tiene que someterse a la poderosa autarquía del sufrimiento porque sí, porque toca, porque es lo natural y lo políticamente correcto en ese "que se jodan" imperante e institucionalizado desde que los comuneros y las germanías fueron sofocados y achicharrados en sus intentos de libertad y decencia ciudadana, allá por los albores del  siglo XVI.
Así que si le dices a un rey elegido por nadie y que vende armas al por mayor en tu nombre a los estados que amparan y fomentan el terrorismo que ha provocado el atentado en cuestión, o a un Rajoy plamáshtico elegido por desesperación y absentismo de la mayoría y aclamación ppoppular de una mesominoría amodorrada -y aumentada artificialmente por el pucherazo encubierto del efecto D'Hontd-, que no les quieres ver a tu lado haciendo el paripé de un "sufrimiento" impostado y "oficial", y que los lobos con piel de oveja no pintan nada en una manifestación de repulsa y dolor de los pueblos machacados por ellos y su establishment, estás "rompiendo la unidad". ¿Qué unidad? O estás "instrumentalizando el dolor de las víctimas". ¿Acaso hay mayor instrumentalización de víctimas que sacar beneficios del tráfico de armas y la manipulación de intereses políticos y económicos que las matan con sus políticas depredadoras? ¿Nos habría atacado el terrorismo si no nos hubiesen metido a la fuerza en la guerras de El Golfo y de Irak, de Afganistán, en los bombardeos de Libia y de Siria, donde nada se nos había perdido, al alado del Gran Hermano americano, al calor de su déficit arruinador y el invento de su OTAN? Seguro que no, que nuestra historia,a día de hoy sería muy distinta de esta cutrez oligócrata. 

El disparate farisaico, la hipocresía descomunal e impúdica  es, precisamente, que denunciar las causas de esta barbarie genocida, -cuando es el momento en que dan la cara las consecuencias de tanto daño social y político en favor de la avidez y del cinismo-, sea manipular y "hacer política" para los héroes de la mayoría silenciosa con el cerebro bajo mínimos a causa de la dieta recortadora de todo, hasta de la lucidez.
¡Y claro, que es política, no te jode! Si la ciudadanía es la "polis" todos sus movimientos, necesidades, acciones colectivas de común acuerdo y propuestas, son política y civismo per se... xd! y ese silencio controlado y falsamente respetuoso que a través de los medios "sensatos" nos venden al por mayor, es el de los corderos ciegos, sordos y paralizados, que ahora, también los quieren mudos en público y rabiosos en privado donde nadie les oiga.

Pero a  la demagogia que es la "antipolítica", la que se aprovecha de los "politoi", de los ciudadanos, para sacar beneficios hasta de los muertos como de los vivos, le gusta, le pone, le arrebata el sufrimiento y la resignación, que considera vasallaje total -y hasta shentido común, fíjate-, más que a un perro un hueso. Porque un pueblo resignado deja de ser polis, civitas,  es decir, ciudadanía, para convertirse en ganado camino del matadero, que así es mucho más manejable, ¡dónde va a parar!

Lo dijo clarísimo el filósofo Gallardón: Gobernar es producir dolor. Pero los clarividentes Rajoy y Borbón han ampliado  el concepto con un añadido...que se remata y se silencia con sufrimiento y sumisión. ¡Por nosotros que no quede! 

Pero algo nos dice que ya no es lo mismo y que la evolución no perdona ni aprueba por enchufe y magreos institucionales de unidad con tipex, cuando la autoridad moral está missing. Que algo se muere en el alma cuando la igualdad se va y algo renace de nuevo si se dice ¡Basta ya!

No hay comentarios: