Felipe VI, en misa y repicando
El rey que visitó la Barcelona atentada por yihadistas es el mismo rey que visitó la Arabia Saudí que los adoctrina y los capta
El rey Felipe VI visitó
en los hospitales a los heridos en el atentado de Barcelona y asistió al
homenaje a las víctimas que se celebró en las Ramblas. Le acompañó la
reina Letizia.
Ocho meses antes, el rey Felipe VI
visitó en Arabia Saudí al rey Salman, con el objetivo de afianzar las
relaciones que su padre Juan Carlos estrechó con el padre de aquel, el
rey Abdulá, y ejercer de intermediario diplomático de las empresas
españolas que se enriquecerán con la construcción del AVE del Desierto
entre Medina y La Meca y con la construcción del metro de Riad. Le
acompañaron dos ministros: el de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, y
el de Fomento, Íñigo de la Serna; y tres secretarios de Estado: la de
Comercio, María Luisa Poncela, el de Infraestructuras, Julio
Gómez-Pomar, y el de Defensa, Agustín Conde.
Con su visita a Arabia Saudí, el rey Felipe VI y los
enviados del Gobierno de Rajoy esperaban que la petrodictadura comprara a
España cinco buques de guerra de Navantia por 2.000 millones, el mayor
negocio de la industria militar de la historia española. España ya había
vendido una enorme cantidad de munición y proyectiles de artillería a
Arabia Saudí, armamento que ha utilizado contra Yemen, el país más pobre
de Oriente Medio y al que el Gobierno saudí impuso un bloqueo naval que
ha impedido la llegada de alimentos y medicinas a una región donde los
niños sufren desnutrición severa.
En Arabia Saudí se
violan los derechos humanos de manera sistemática. En Arabia Saudí han
ejecutado la pena de muerte contra 350 personas en los últimos tres
años. En Arabia Saudí se discrimina atrozmente a las mujeres, sobre las
que se impone una total dominación machista justificada con preceptos
religiosos. En Arabia Saudí no existe la libertad de expresión y se
persigue y reprime a periodistas, blogueros, disidentes y críticos con
la monarquía y el Islam.
Reconocidos y peligrosos
yihadistas se pasean libremente entre Yemen y Arabia Saudí, recibiendo
apoyo mediático y soporte financiero y militar de ese reino absolutista.
Arabia Saudí mantiene vínculos con organizaciones yihadistas que
siembran el terror en Siria, a las que proporciona armas occidentales y
recursos económicos. Aunque la petromonarquía dice luchar contra el
Estado islámico, en Arabia Saudí abundan los imanes fundamentalistas en
escuelas coránicas y mezquitas, donde se cuece el wahabismo que fanatiza
a jóvenes de todo el mundo y los convierte en terroristas que atentan
contra ciudades infieles, como Barcelona. Arabia Saudí financia
numerosas mezquitas fuera de su sátrapa reino, principalmente en Europa,
incluyendo España, Cataluña también.
Así pues, el
rey que visitó la Barcelona atentada por yihadistas es el mismo rey que
visitó la Arabia Saudí que los adoctrina y los capta. Por lo que, guste
oírlo o no, hay algo indigno en la visita del rey Felipe y la reina
Letizia a las víctimas de este terrorismo. Debían, sin duda, hacer esa
visita porque va en su cargo, pero también han debido de considerarlo
conveniente para reforzar su endeble posición ante una opinión pública
que baja la guardia sensibilizada con el terror, y para compensar su
parte de responsabilidad: la que tiene que ver con la vergonzosa amistad
entre los Borbones y la dinastía saudí, la que tiene que ver con la
vergonzosa tolerancia hacia su violento régimen, basada en puros
intereses comerciales, aunque justificada por la riqueza económica común
que presuntamente traen esos negocios. Hasta Kichi,
el alcalde de Cádiz por Podemos, defendió, frente a la mayoría de su
formación política, el acuerdo de Navantia porque generaría miles de
empleos en los astilleros de San Fernando. Pero el trabajo, que es un
derecho, ha de ser digno también, máxime si se fomenta desde las
instituciones.
Con sus contradictorias visitas,
Felipe VI ha querido estar en misa y repicando, con perdón de wahabistas
y de cristianos. Y eso ya se sabe que es incompatible. No se puede.
Querer complacer a todos es farisaico y suele acabar mal: las ganancias
económicas que genera son ilegítimas y las pérdidas humanas que provoca,
irreparables. En el caso de los atentados de Barcelona, la obligada
visita de Felipe y Letizia expele además un hedor a ese buenismo que
tanto se reprocha a quienes han querido ponerse del lado de la mayoría
musulmana pacífica, víctima también de los violentos. Un buenismo, el de
Felipe VI y Letizia, que ni siquiera estaría solo alentado por un
sentimiento altruista, sino por intereses espurios: personales, por
cuanto aspiraría a reforzar su posición dinástica, y políticos, por
cuanto podría, oportunamente, reforzar el españolismo consustancial a la
corona.
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