Finlandia empieza a emitir señales de éxito en su Renta Básica Universal
La OCDE dice que la Renta Básica Universal (RBU) no
es una “bala mágica” contra la pobreza, pero admite sus efectos
positivos, por ejemplo, en la sostenibilidad de las pensiones.
Iniciativa que gusta a las grandes fortunas. Desde Bill Gates
(Microsoft) a Mark Zuckerberg (Facebook), pasando por Elon Musk (PayPal o
Tesla) o Jeff Bezos (Amazon) se declaran entusiastas de esta medida,
cuyo nuevo estandarte lo porta, en la actualidad, el Gobierno de
centro-derecha de Finlandia. Con visos de éxito.
La decisión del
Gobierno finlandés irrumpió como un ciclón por todas las latitudes del
planeta. A finales de 2015, el gabinete del conservador primer ministro
finlandés, Juha Sipilä, anunciaba su intención de poner en marcha, de
forma experimental, entre 2017 y 2018, un proyecto piloto de RBU, para
lo que dedicaría 20 millones de euros. Una iniciativa que tenía el
respaldo de sus aliados parlamentarios, el Partido de Centro y los
nacionalistas del True Finns. Todo un golpe de efecto para la moribunda
socialdemocracia europea, asolada, entonces, por una ausencia total de
ideas con las que combatir la creciente hegemonía de la derecha, al
margen de sus facciones más o menos populistas. Años después, los
partidos progresistas, siguen en estado de hipnosis. Pese a que el
laborismo británico ha despertado de su letargo, más por deméritos de
sus rivales tories, proclamas electorales como la de la RBU llegaron
tarde a las doctrinas programáticas del Partido Socialista Francés,
hundido en las urnas, pese a recoger contrarreloj una reivindicación
genuinamente alejada de las cátedras neoliberales de todo el mundo.
Finlandia ya lleva medio año de trayectoria
experimental. Y, con toda la cautela y prudencia del mundo, porque
Helsinki sólo se ha propuesto desvelar las conclusiones en 2019, cuando
se haya acabado la dotación presupuestaria desplegada para su puesta de
largo. Lo hará la Kela, agencia supervisora del estado del bienestar
finlandés, que supervisará durante el bienio en curso una serie de
indicadores objetivos, como los ingresos familiares, el pago de
impuestos o las compras de medicamentos -entre otros-, para determinar
si la RBU de 560 euros mensuales con la que gratifica a sus desempleados
registrados en 2016, el 10% de la población activa, resultan ser un
acicate para la búsqueda de empleo. O para subsistir mientras realizan
tareas precarias desde el punto de vista salarial. En esencia, la nueva
cultura del trabajo en los mercados laborales de las grandes potencias
industriales. En la era post-crisis.
La RBU finlandesa ha logrado recobrar
el optimismo de sus beneficiarios, que han diversificado sus ingresos y
les ha permitido valorar iniciativas y tomar la senda del
emprendimiento.
Los primeros
vestigios en Finlandia hablan de que los beneficiarios de esta
retribución social han recobrado el optimismo; han diversificado sus
ingresos al calor de la prestación estatal, que les ha permitido valorar
iniciativas y tomar la senda del emprendimiento. Aunque sus escépticos
se afanan en incidir en su alto coste. Barajan el 5% del PIB finlandés.
Lejos del 1% en los que sitúan el precio de la RBU think-tanks como Basic Income Earth Network,
la plataforma desde la que se impulsa su propagación por todo el mundo.
O los beneficios colaterales que las rentas básicas traslada a las
sociedades, a juicio de empresarios de indudable éxito y prestigio como
Bill Gates, que ve en la RBU la “solución” a la sostenibilidad de las
pensiones y a las carencias salariales y la pérdida de puestos de
trabajo que significará la robotización y automatización de los modelos
productivos.
Especialmente, “para determinados grupos de
profesionales y trabajadores y para áreas de actividad concretas”. Si
bien considera que tanto el mundo de los negocios como las elites
políticas “no están aún preparados” para impulsar una iniciativa con la
que “se elevaría la productividad, se mejoraría la sanidad, se aliviaría
la pobreza, se reduciría la criminalidad; se incrementaría los niveles
educativos y, en definitiva, se daría un salto estructural en los
niveles de calidad de vida”, resume el fundador de Microsoft.
Los grandes empresarios apoyan la RBU
Mark Zuckerberg, CEO de Facebook,
también respalda la idea, pide su universalización e incide,
concretamente, en el ejemplo del Permanent Fund Dividend de Alaska,
donde realiza labores de filantropía y para cuyo beneficio, vigente a lo
largo de todo el año, sólo se requiere el permiso de residencia en el
estado norteamericano y no planear dejar el territorio más septentrional
de EEUU.
Pero no son los únicos casos de empresarios
que dominan la lista de riqueza personal de Frobes que muestran
sensibilidad hacia la renta básica y su propagación planetaria. Jeff Bezos,
el jefe de Amazon y actual hombre más rico del planeta, también lo
valora para amortiguar los efectos de la crisis en términos de
desigualdad y afrontar la automatización del futuro inmediato. Eso sí,
de forma menos entusiasta que Elon Musk (creador de PayPal,
SpaceX o Tesla, entre otros éxitos empresariales de este gurú de la
tecnología), para quien “acabaremos viendo la RBU más pronto que tarde”,
ya que su implantación “es absolutamente necesaria” para afrontar los
desafíos del mercado y las nuevas tendencias en la producción de bienes y
servicios.
En apoyo de estos argumentos surgen predicciones científicas oficiales en EEUU que alertan, en comisiones del área económica-financiera del Congreso, de que la mitad de los puestos laborales del país serán reemplazados por robots en 2030.
Pero la batería de primeros espadas empresariales no se reduce a este póker de poderosos. La sombra de defensores de la renta básica universal es alargada.
Pierre Omidyar. El fundador de eBay ha donado cerca de medio billón de dólares a través de su fundación a desarrollar GiveDirectly, proyecto de renta básica para reducir la pobreza en Kenya.
Andrew Ng. Cofundador de Coursera y
responsable de investigación en Baidu, escribió un tweet al presidente
de EEUU en el que le escribió que, “ahora más que nunca, necesitamos una
renta básica que limite las penurias de la gente y mejora la educación
para dar oportunidades a todo el mundo”.
Sam Altman. Presidente de Y
Combinator, la incubadora de start-up más importante de Sillicon Valley,
vaticina que la robotización será casi plena a lo largo de este siglo y
ha sido el impulsor de la renga básica en Oackland (California).
Bill Gross. Cofundador del fondo de inversión Pacific Investment Management, sugiere en su análisis de mercado de 2016, que EEUU debería emplear ya recursos a “la revolucionaria” idea de la RBU. Aunque -matiza- dado que emergió en la década de los sesenta del siglo pasado, “a lo mejor tampoco es una idea tan rebelde”. Su argumento incide en la consigna de defensa de la RBU: “si cada vez más trabajadores van a ser reemplazados por robots, se necesitarán nuevas fórmulas para distribuir la riqueza”. Pero su epitafio es de especial rotundidad: “Habrá alguien que siga pensando en ello como una vieja idea del socialismo, pero yo les digo, tendremos que usarla, porque se trata de una buena idea y una mejor solución”.
Bill Gross. Cofundador del fondo de inversión Pacific Investment Management, sugiere en su análisis de mercado de 2016, que EEUU debería emplear ya recursos a “la revolucionaria” idea de la RBU. Aunque -matiza- dado que emergió en la década de los sesenta del siglo pasado, “a lo mejor tampoco es una idea tan rebelde”. Su argumento incide en la consigna de defensa de la RBU: “si cada vez más trabajadores van a ser reemplazados por robots, se necesitarán nuevas fórmulas para distribuir la riqueza”. Pero su epitafio es de especial rotundidad: “Habrá alguien que siga pensando en ello como una vieja idea del socialismo, pero yo les digo, tendremos que usarla, porque se trata de una buena idea y una mejor solución”.
Tim O'Reilly. CEO de O'Reilly Media,
también lo cataloga de “magnífica idea” para tratar de diluir la
amenaza de la automatización productiva en ciernes, “aunque aún estemos
en el comienzo de su discusión”.
Chris Hughes. El otro cofundador de
Facebook, recuerda que la fe social en el actual patrón de crecimiento
de EEUU “se romperá en múltiples formas” a medio plazo. Cualquier
tratado de “reconversión de nuestra economía”, en consecuencia, “debería
incluir propuestas honestas” como la RBU, tal y como ha sucedido desde
el término de la Segunda Guerra Mundial.
Finlandia, en el observatorio mundial
La RBU finlandesa ha sido motivo de debate
en la OCDE. No es para menos. Después de que los estamentos
empresariales y políticos hayan azuzado el debate a escala global. En
este asunto, el club de las potencias industrializadas considera que “no
es la panacea” para corregir la brecha de desigualdad que se ha
ensanchado, en mayor o menor medida, entre sus socios por efecto de la
crisis de 2008. De hecho, enfatizan en su cuartel general en París,
perjudica “la disparidad de poder adquisitivo entre ricos y pobres” y no
contribuye, en absoluto, a la recuperación de la vilipendiada clase
media. Incuso vaticina que ni siquiera corregirá las bolsas de pobreza.
Aunque reconoce, eso sí, su aportación a la sostenibilidad de los
sistemas de pensiones. En un momento en el que todo acopio de riqueza
sirve para contener la bomba demográfica en las sociedades civiles de
sus países miembros. Para justificar su sesudo diagnóstico, se ampara en
la experiencia acumulada en latitudes como Alaska, donde lleva años de
vigencia; Irán, desde 2011, mientras llama la atención sobre la negativa
de Suecia, estandarte del estado de bienestar, a implantar el modelo
finlandés. Aunque, en realidad, el Gobierno de Estocolmo, vigile de cerca los resultados de su vecino del Este.
Aun así, los expertos de esta institución
multilateral realizan el siguiente diagnóstico, sustentado en estudios
comparativos, sobre los costes de su instauración, en cuatro de sus
socios. Francia, Italia, Reino Unido y, por supuesto, Finlandia.
Premisa número uno: La RBU supondrá
desembolsos desde los estados de bienestar mucho más significativos que
los actuales. Sin que pueda asegurarse -dice la OCDE- que sea una bala
mágica para reducir la pobreza. Fuente: OCDE
Premisa número dos: La RBU obligará, en consecuencia, a masivos incrementos de impuestos, superiores al 10% del PIB en algunos países, además de reducir, simultáneamente, algunos otros beneficios sociales, para acometer el fondo de renta universal.
Premisa número dos: La RBU obligará, en consecuencia, a masivos incrementos de impuestos, superiores al 10% del PIB en algunos países, además de reducir, simultáneamente, algunos otros beneficios sociales, para acometer el fondo de renta universal.
Premisa número tres: El modelo de
renta universal -no exclusiva para desempleados, como el caso finlandés y
otro muchos en vigor- de la OCDE recalca que beneficiará a las clases
medias, pero que no repercutirá apenas entre las capas bajas y altas de
la sociedad. Incluso asegura que perderán poder adquisitivo aquellos que
adelanten su edad de jubilación. Y que perjudicaría a países con
protecciones sociales equlibradas y saneadas.
Conclusión: La OCDE finaliza su
deliberación con una radiografía contundente: Sin beneficios claros y
bien calculados, los gastos de cualquier modalidad de RBU se dispararían
y el riesgo de elevar las cotas de pobreza seguiría su estela alcista
al tiempo que los ciudadanos de estos países verían reducidos sus ayudas
sociales. Aunque también deja su respaldo abierto a alternativas de
RBU, más restrictivas, que no eliminen las opciones de retiros
anticipados o las que se entreguen durante periodos concretos de la vida
laboral. Como el caso finlandés. Sólo para desempleados, mientras
residan en el país.
Sobre las fórmulas de financiación, en el
supuesto de que se pongan en marcha modalidades de renta universal, las
instituciones multilaterales se dividen entre partidarias de inyectar
liquidez mediante acciones, dentro de una Oferta Pública Inicial (IPO),
cuyos beneficios irían a parar a un Depósito de Capital Común.
Mientras otras se decantan por sufragar los
gastos vía impuestos, a través de tributos ecológicos, como nuevas
figuras fiscales a empresas por exceso de polución, por transacciones
financieras o a las grandes fortunas.
Debate multilateral y científico
También desde el World Economic Forum (WEF)
se ponen trabas. Margareta Drzeniek, su jefa de Competitividad y
Riesgos Globales, tampoco cree que sea la piedra filosofal. “Deberíamos
de explorar otras opciones”, explica. “Necesitamos más política de
innovación y proyectos pilotos que nos aseguren la sostenibilidad de los
sistemas de bienestar y que nos garanticen una justa distribución de
las rentas en la Cuarta Revolución Industrial”, la Era de la
Robotización. Estrategia que exige, a su juicio, la transformación
reformista en áreas como la Educación, el Conocimiento, las
compensaciones laborales para elevar los niveles de vida, y el
asentamiento del crecimiento económico.
Crece el número de las grandes
fortunas mundiales que apuestan por implantar la renta básica, “más
pronto que tarde”, para afrontar la robotización de la producción de
bienes y servicios
Alaska es, en la
actualidad, el único ejemplo con renta universal mediante un único pago
anual. Desde 1976, el Fondo Permanente de Alaska, que recibe un mínimo
del 25% de los ingresos de tránsito de petróleo a través de su red de
oleoductos, se distribuye entre cualquier residente habitual del estado
más septentrional de EEUU. Su trayectoria, de más de cuatro décadas,
revela que sus beneficiarios no trabajan menos. Ni tampoco se ha
producido un movimiento migratorio hacia Alaska, como reclamo de su RBU.
Tampoco en Irán, donde las familias reciben casi la tercera parte (el
29%) del gasto medio de adquisición de una vivienda, se ha registrado
una pérdida de horas laborales. Al contrario, la economía iraní ha
elevado su productividad. Motivo por el que varios millones de
beneficiarios han renunciado a la ayuda.
Incluso, en ambos ejemplos, sus pensiones
se han fortalecido. La OCDE, en este punto, no sólo reconoce, sino que
ensalza, el efecto positivo de este tipo de iniciativas, que “alivian
las tasas de cobertura” de los retiros laborales.
Un think-tank, Brookings Institution, con sede en Washington, considera que la RBU erradicaría la pobreza en 66 países, beneficiando a 185 millones de personas, y que apenas costaría el 1% del PIB de esas economías. Su economista jefe, John McArthur, precisa que “el resultado sería visible a corto plazo, y sin necesidad de aportar un solo dólar extra de cooperación al desarrollo”; es decir, de ayuda internacional. Como ya está sucediendo con proyectos como GiveDirectly, una ONG que, entre otras acciones en países en desarrollo, financia iniciativas de renta básica en Kenia. McArthur hace hincapié en que planes similares podrían lanzarse, de inmediato, para ayudar con coberturas anuales a los 650 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.
Un think-tank, Brookings Institution, con sede en Washington, considera que la RBU erradicaría la pobreza en 66 países, beneficiando a 185 millones de personas, y que apenas costaría el 1% del PIB de esas economías. Su economista jefe, John McArthur, precisa que “el resultado sería visible a corto plazo, y sin necesidad de aportar un solo dólar extra de cooperación al desarrollo”; es decir, de ayuda internacional. Como ya está sucediendo con proyectos como GiveDirectly, una ONG que, entre otras acciones en países en desarrollo, financia iniciativas de renta básica en Kenia. McArthur hace hincapié en que planes similares podrían lanzarse, de inmediato, para ayudar con coberturas anuales a los 650 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.
Ocho experimentos emblemáticos de RBU
Entre 2016 y 2017, han empezado a funcionar
ocho nuevos experimentos de RBU en el mundo. Con sus particularidades,
aciertos y errores, y sus diferentes asignaciones dinerarias.
Kenia. En octubre de 2016 se lanzó
GiveDirectly. Desde entonces, los habitantes de 40 poblados reciben 22,5
dólares mensuales durante doce años. Esta ONG tiene en previsión añadir
a otras 80 aldeas, con dotaciones de dos años de ayudas, otras 80 que
recibirán una retribución única equivalente al montante de dos años de
renta y analizar las tres fórmulas junto a otras 100 villas que no
recibirán respaldo financiero alguno. Para cuyo estudio, utilizarán
herramientas de Big Data.
Finlandia. El experimento, concedido a 2.000 empleados, tiene un objetivo esencial: medir cómo la renta básica podría transformar y modernizar la estructura del estado de bienestar finlandés y comprobar si los niveles productivos del país mejoran con estas garantías a parados.
Finlandia. El experimento, concedido a 2.000 empleados, tiene un objetivo esencial: medir cómo la renta básica podría transformar y modernizar la estructura del estado de bienestar finlandés y comprobar si los niveles productivos del país mejoran con estas garantías a parados.
Oakland, California. Y Combinator anunció a
mediados de 2016 que pagaría salarios mensuales de entre 1.000 y 2.000
euros a 100 familias de esta ciudad californiano de distintos rangos
socio-económicos y sin requerimiento de residir permanentemente en EEUU.
Si frutifica en éxito, le sucederá un programa pentanual.
Think-tanks como Brookings
Institution considera que la RBU erradicaría la pobreza en 66 países,
beneficiando a 185 millones de personas, y que apenas costaría el 1% del
PIB de esas economías
Utrecht,
Holanda. La iniciativa de renta básica se retomó a comienzos de 2017 y
tendrá dos años de vigencia. Involucrará a 250 ciudadanos holandeses que
recibirán una asistencia oficial de 1.100 dólares mensuales. Aunque
esos son los números promedio. Porque existen seis grupos con distintas
retribuciones y requerimientos. En uno de ellos, por ejemplo, pueden
conseguir 161 dólares adicionales al mes, si realizan trabajos de
voluntariado. En otro, sus integrantes pueden acceder a proyectos
empresariales concretos y en funcionamiento de la ciudad, con los que
pueden rentabilizar sus ingresos, pero deben devolver una parte de esos
beneficios en caso de que decidan no cooperar con programas
filantrópicos.
Ontario, Canada. Las autoridades de este
estado canadiense han presupuestado 19 millones de dólares a replicar el
experimento de Manitoba, en vigor desde la década de los setenta del
siglo pasado. Los planes oficiales, todavía en fase de estudio, incluyen
renta básica y provisiones de fondos, y baraja las exigencias que deben
cumplir los beneficiarios de la misma.
India. El Gobierno indio ultima la puesta
en marcha de experimentos, en otras ciudades, como el de su Estado de
Madhya Pradesh, en el que, desde 2010, más de 6.000 personas reciben una
pequeña aportación mensual durante 18 meses. En octubre de 2016, el
equipo económico de Nueva Dehli anunció que la RBU empezaría a
integrarse en la estructura económica de la mayor democracia del mundo
y, desde comienzos de este año, una comisión parlamentaria específica
tiene encomendada la tarea de encontrar la fórmula de expandirla por
todo el país.
Livorno, Italia. Filippo Nogarin, alcalde de la localidad italiana, empezó a dar a cien ciudadanos de su municipio costero, de 150.000 habitantes, una renta mensual de 537 dólares, que amplió este año a otras cien familias. Para Nogarin, el resultado del primer año ha sido muy positivo. A su juicio, ha ayudado a sus conciudadanos a reconducir sus carreras profesionales y a mejorar sus perspectivas de futuro. Ragusa y Naples valoran incorporar esta iniciativa.
Livorno, Italia. Filippo Nogarin, alcalde de la localidad italiana, empezó a dar a cien ciudadanos de su municipio costero, de 150.000 habitantes, una renta mensual de 537 dólares, que amplió este año a otras cien familias. Para Nogarin, el resultado del primer año ha sido muy positivo. A su juicio, ha ayudado a sus conciudadanos a reconducir sus carreras profesionales y a mejorar sus perspectivas de futuro. Ragusa y Naples valoran incorporar esta iniciativa.
Uganda. También se inició este año. La ONG
Eight suministrará ocho euros (8,6 dólares), como el nombre de su
organización, de renta básica a 50 familias del poblado ugandés Fort
Portal. La prueba durará, al menos, dos años y su experiencia será
relatado en un documental, Village One.
Salto a la arena política
La RBU ha formado parte del ideario de
Jeremy Corbyn, con el que el líder de la oposición en Reino Unido
pretende inculcar “mayor progresismo” al laborismo británico y, según
sus propias palabras, también a los partidos de izquierdas europeos. Su
propuesta de renta básica sustituiría al abanico de programas,
subsidios, deducciones fiscales y contribuciones sociales por trabajo
del país e, incluso, los gastos administrativos asociados a estas
tramitaciones. De forma que se convertiría en una retribución para
personas con bajos o nulos niveles de ingresos, con la que se
autofinanciaría su futura pensión. Aunque admite múltiples
interpretaciones.
Su implantación también se incluyó en el
programa electoral de Benoît Hamon, líder socialista francés, que apenas
recibió el 6% de respaldo en la cita presidencial de la pasada
primavera. En su opinión, la RBU “es un instrumento que libera trabajo y
permite a cada persona poder eligir sus ocupaciones profesionales sin
necesidad de tener que sufrir por ello”. El plan de Hamon se sintetizaba
en cuatro ideas-fuerza: instaurar una renta básica para jóvenes entre
18 y 25 años; aumentar los beneficios por desempleo o subempleo hasta
los 600 euros al mes; implantar un sistema automático para estos pagos y
universalizar la retribución con un mínimo de 750 euros mensuales.
Jean-Luc Mélenchon, político izquierdista francés, antecedió al Partido
Socialista en este cometido. Igual que Podemos, en España, que la
incorporó a su programa para los comicios de 2015 y 2016. En línea con
la proclama de IU, antes y después de su coalición con la formación
morada. A la espera de que el nuevo PSOE-2.0 de Pedro Sánchez concrete
su posición al respecto -y su plan de financiación adicional de las
pensiones-, a partir de su sugerencia de reformular la socialdemocracia y
sufragar con mecanismos como la Tasa Tobin, que grava las transacciones
financieras, determinadas medidas de política social.
El recurso a la RBU es, en realidad, una
vieja receta. Incluso de siglos precedentes. Aunque ha sido la crisis y
sus devastadores efectos sobre la población la que ha puesto de nuevo de
moda esta propuesta. En ese contexto se enmarcan también las palabras
del ex ministo de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, uno de sus más
firmes defensores: “Es una urgencia inaplazable para civilizar el
capitalismo y evitar los espasmos que generará por la nueva generación
tecnológica”. Un mensaje que comulga con las concepciones cosmopolitas y
favorables a la globalización de los partidos progresistas y con voces
como la de premios Nobel Paul Krugman o Joseph Stiglitz, o de
economistas también ilustres como Jefrey Sachs, James Galbraith o Thomas
Pikkety. Pese a que países como Suiza hayan renunciado a ella (la
aportación llegaba a 2.500 euros mensuales) en referéndum, en junio de
2016.
De momento, detractores y defensores observan el paso de la RBU finlandesa. Entre argumentos que critican su despilfarro, que alaban su capacidad de ahorro y solución a la precariedad laboral y los que, en un limbo intermedio, consideran que los meses de funcionamiento del proyecto en Finlandia abren la puerta a futuros experimentos mejor pertrechados, más sofisticados y que sean capaces de generar mayores cuotas de retorno en beneficios sociales.
De momento, detractores y defensores observan el paso de la RBU finlandesa. Entre argumentos que critican su despilfarro, que alaban su capacidad de ahorro y solución a la precariedad laboral y los que, en un limbo intermedio, consideran que los meses de funcionamiento del proyecto en Finlandia abren la puerta a futuros experimentos mejor pertrechados, más sofisticados y que sean capaces de generar mayores cuotas de retorno en beneficios sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario