Gracias, querida Emilia. Te encuentro de casualidad rodando por Yoy Tube. Y te reescucho. Tu música y tu palabra siempre llegan al fondo, a su hora y en su momento.
Aquí dejo la respuesta sine die en un poema, escrito hace ya muchos años, que se identifica plenamente con esta canción
DE PASO
Me abre de par en par.
Hoy el cielo me abre y me adivina.
Me destila su esencia.
Es un roce instantáneo, esférico,
de profunda caricia total, inhabitada
(y yo que estoy de paso.
Y yo que soy también el camino de vuelta...)
Se ha presentado así, sin más,
el gozo inexplicable del sentido,
el puro gozo de penetrar la luz
y el laberinto.La gracia de explorar
el Centro de mi centro
y de reconciliar los imposibles,
de serenar en mí el totum revolutum
de un presente sin tiempo y sin espacio.
La luz se desentiende de las cosas
y sin embargo trama los detalles,
el brillo, los colores. La luz
que sobrepasa el desvivir de la melancolía,
la calidez y las fragilidades del deseo.
Me revela el fulgor de la materia
los secretos del nombre y de la cifra
que ordena, cuenta y mide.
Y hasta puedo intuir el soplo primordial,
el encendido choque, la amorosa simiente
que se cuajó planeta, atmósfera, volcán,
liquen y hormigas,mandarinas y selva.
Se han dormido los sueños
quietos en la cintura de la tarde,
como diciendo adiós.
Como si adivinaran dunas blancas
y viento de Levante.
Me despierta y me avisa
esta risa mojada con su lengua de peces,
suave y elemental
que armoniza las voces del silencio.
Hay un conato malva de ocasos y trasmontes,
pero la luz conoce su destino de savia repartida,
de canal infinito, de herida y de cauterio.
Se ha desnudado el cielo
y yo lo abrazo.Y me fundo en su altura
y le dejo trazar su azul sobre mi cuerpo,
me disuelvo en las manos de esta piadosa alquimia
que viene a liberarme.
El cambio se hace asombro ante mis ojos,
discurre entre mis dedos,
y eterna me devuelve a las aceras,
eterna me dibuja en los cristales,
mientras todo es exilio en cada esquina,
todo un absurdo rojo de lunas y semáforos
que se vuelca de pronto en la resignación
de los mendigos
y en el fraude procaz
de todas las mentiras anunciadas.
Pero regresan voces de lejos y de siempre,
programadas en lunes y penumbra.
Emergen en mi boca, me sorprenden las sienes
y son gritos de antaño.
Los olvidados reinos de la noche,
la dispersión del nunca, nunca, nunca.
Hoy es, al fin, el cielo quien tiene la palabra
y aclara esta coral disfónica y continua
hasta recomponerla en claridades.
Y mi cuerpo,
calado por el signo de la magia,
deriva en otro cuerpo, idéntico a sí mismo,
y diferente: células que trasmutan
el polvo en energía,
el plasma sosteniendo la conciencia,
el pulso contenido en sensaciones
y punzadas exactas
(la eternidad a golpe de neurotransmisores
rebobinando el cosmos en mi carne)
El cielo ha vuelto a mí.
Paciente y sosegado me impregna,
me seduce;
y en las notas perdidas de un vals lento
hoy viene a recordarme su estatura de luz.
Por eso me regala la gracia de este instante:
El gozo permanente de saber que soy felicidad
y estoy de paso.
(La levedad del signo. U.N.A.T.E. Santander.1998)
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