Qué fue de El Cabanyal: de la resistencia contra la destrucción con el PP a proyecto sostenible y participativo
El movimiento vecinal
logró frenar en el año 2009 la prolongación de una avenida proyectada
por Rita Barberá a través del barrio marinero de València, lo que
implicaba la destrucción de 1.600 casas
La zona, que todavía lucha contra la degradación, ha pasado de la parálisis a la renovación de viales y a un nuevo proyecto urbanístico que respeta el conjunto histórico, mantiene la trama urbana y no destruye
La zona, que todavía lucha contra la degradación, ha pasado de la parálisis a la renovación de viales y a un nuevo proyecto urbanístico que respeta el conjunto histórico, mantiene la trama urbana y no destruye
Era el año 2009 y el conflicto social
en El Cabanyal estaba en pleno auge con el inicio de los derribos de
varias de las casi 500 viviendas adquiridas en su día por el
Ayuntamiento de València.
La prolongación de la
avenida de Blasco Ibáñez a través del barrio marinero que implicaba la
demolición de 1.600 casas, uno de los proyectos estrella de la fallecida
alcaldesa de València, Rita Barberá (PP), supuestamente con el objetivo
de acabar con la degradación y abrir la ciudad al mar, empezaba a
visibilizarse con la entrada de las excavadoras.
Fue importante entonces
la figura de la fallecida exministra socialista de Cultura, Carmen
Alborch, en aquel momento líder de la oposición municipal a Barberá. Su
mediación fue decisiva para paralizar cautelarmente los derribos
previstos, al estar en aquel momento al frente del Gobierno el también
socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
De hecho, fue
su ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, quien frenó
definitivamente el plan mediante un decreto que consideraba expolio
patrimonial la apertura de la avenida, por la ruptura de la particular
trama urbana del barrio marinero, compuesto en retícula mediante
pequeñas calles paralelas al mar y protegido como bien cultural.
Diez años después de aquella victoria de las entidades
vecinales sobre las mayorías absolutas populares en el Ayuntamiento y la
Generalitat Valenciana, donde Francisco Camps apoyaba sin condiciones a
Barberá, el horizonte que se atisba nada tiene que ver con el de los
derribos y la especulación.
El nuevo Gobierno de
izquierdas surgido de las urnas hace ya cuatro años, (Compromís, PSOE y
València en Comú) con el alcalde Joan Ribó al frente, desalojó del poder
al PP, e hizo de la revitalización del barrio del Cabanyal una de sus
principales banderas, apostando por la rehabilitación y renunciando a la
prolongación de Blasco Ibáñez.
Las plataformas
vecinales acogieron el cambio con optimismo y con la esperanza de
empezar a notar por fin a pie de calle mejoras ante unos problemas
graves de conviviencia derivados de la venta de drogas y de la ocupacón
ilegal de viviendas que se fueron enraízando durante los años de
inacción del PP, tras ver paralizado su proyecto urbanístico.
Los
inicios de los nuevos dirigentes municipales fueron prometedores. Tras
un primer año de largas tramitaciones burocráticas (concursos,
licitaciones, adjudicaciones, etc...), comenzaron a ver la luz el pasado
20 de febrero las primeras obras de reurbanización de las calles Barraca, Reina, Doctor Lluch y adyacentes (en total se han renovado 11 viales).
Paralelamente, las diferentes administraciones anunciaron
inversiones por valor de 66 millones de euros: de ellos, 30
corresponden al plan de Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (Edusi),
un proyecto a cinco años cofinanciado al 50% con la Unión Europea que
incluye 11 líneas de acción con 47 puntos a desarrollar hasta 2021.
Los
otros 36 millones corresponden al Plan de Inversiones Productivas (PIP)
y al Área de Regeneración Urbana (ARRU), que incluyen la rehabilitación
de 600 viviendas, la reurbanización de 22 calles, incluida la 'zona 0',
y la ejecución de diferentes dotaciones, entre ellas, un centro de
servicios sociales y un retén de la Policía Local.
Sin embargo, la tramitación y ejecución de los proyectos
ha sido tan farragosa que la mayoría de ellos aún no se han puesto en
marcha, con el consiguiente malestar de los vecinos que veían cómo lejos
de mejorar, los problemas de convivencia en la llamada zona cero, el epicentro del barrio por el que se iba a abrir paso la avenida, se hacían cada vez más insoportables.
Los vecinos mostraron públicamente su descontento
por la falta de respuesta clara ante todos estos problemas tanto a Ximo
Puig como a Joan Ribó durante una visita a las obras de reurbanización
que se acometían en el barrio, protestas que tuvieron continuidad con varias manifestaciones.
Sin
duda, esto contribuyó a acelerar medidas de carácter social,
acompañadas de la tramitación de un nuevo plan urbanístico presentado a
principios del presente año con las aportaciones de las diferentes
entidades vecinales, que descarta definitivamente la prolongación de la
avenida de Blasco Ibáñez y que respeta el conjunto histórico,
manteniendo la trama urbana.
El Plan Especial de El Cabanyal (PEC) servirá para
vertebrar el barrio, revitalizarlo y para paliar el déficit de vivienda
pública del Ayuntamiento de València ya que propiciará la construcción
de 800 inmuebles, lo que a su vez permitirá frenar la burbuja en los
precios del alquiler, con especial incidencia en la zona. De ellos, 288
se reservarán para menores de 30 años, mayores de 65 años y colectivos
vulnerables, siempre con rentas bajas.
El PEC resuelve definitivamente la llegada de la avenida de Blasco Ibáñez al
Cabanyal creando una nueva rotonda en el final de la vía e integrando
la actual estación de El Cabanyal mediante una zona verde que servirá
como puerta de entrada a un barrio que vio cómo la ciudad que lo
anexionó hace 122 años cuando era el Poble Nou de la Mar (Pueblo Nuevo
del Mar), estuvo a punto de arrebatarle su esencia.
Los vecinos, contentos a medias
Para
el portavoz de la plataforma Salvem el Cabanyal, Faustino Villora, "se
ha pasado de una época de destrucción promocionada, consentida e
inducida por el propio gobierno municipal del PP, a otra en que uno de
los primeros acuerdos de gobierno que se tomaron fue la derogación del
plan destructor que suponía la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez.
Medida que significó el inicio de una época de esperanza para la
rehabilitación de El Cabanyal–Canyamelar".
En el lado
positivo destacan que "se ha adelantado sobre todo en la urbanización de
calles y en la rehabilitación de unas 600 viviendas privadas con las
ayudas públicas del Área de Regeneración y Renovación Urbana (ARRU)".
Sin
embargo, "siguen siendo asignatura pendiente del gobierno municipal los
problemas de convivencia y cohesión social, la venta de droga, la
ausencia de servicios sociales en el barrio y de acciones de integración
socio-laboral, entre otras cuestiones".
En la misma
línea, desde la asociación de vecinos del barrio, señalan que "estos
último años a pie de calle se ha empezado a ver algún resultado en
cuanto a reurbanizar el barrio, algo ha mejorado en general". Sin
embargo, "en lo referente a la convivencia, muy buenas intenciones, pero
efectividad en la aplicación, poca".
Por este motivo,
lo que esperan en la próxima legislatura es "rapidez administrativa,
rapidez en la aplicación de cualquier plan o normativa sobre todo en lo
que a convivencia se refiere, así como cuidado y mantenimiento de las
propiedades públicas que son las que siguen degradando el barrio".
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