martes, 21 de mayo de 2019

Charla entre Carlos Sánchez Mato y Julio Anguita



Pedazo de enseñanza práctica y de reflexión lúcida. Gracias, Julio y Carlos. Conciencias de guardia perenne. Como las farmacias o las urgencias, siempre dispuestos sirviendo al bien común.
 Aunque tengo alguna objeción acerca de la necesidad de lucha y de conflicto, tal vez sea porque estoy convencida de que la evolución y el cambio a mejor para la humanidad son posibles. El hecho de que al gobernar y al debatir surjan problemas  a causa de las diferencias ideológicas o sistémicas me parece que ayuda a crecer, a replantearse las propias actitudes, a aprender de los demás tanto lo que puede ayudar, como a mejorar y superar lo que impide fluir y entenderse. En una democracia lo adecuado es que distintas visiones y opciones puedan participar en el gobierno del estado, justamente para facilitar la vida a la ciudadanía, mejorando el entendimiento y la convivencia. Me parece lamentable que siempre deba haber unos "malos y unos buenos", que todo lo que hagan los "enemigos" sea malo por sistema y no se valore lo que hagan bien solo porque ideológicamente no se está de acuerdo, otra cosa es que lo hagan fatal y metan la pata como modus operandi constantemente, y perjudiquen los derechos, deberes y libertades de los pueblos, piensen lo que piensen en us ideario gobernante. En esos casos la moción de censura está para algo.

No me siento del Psoe. Pero sí socialista. Y por ello precisamente, creo imprescindible que el objetivo más importante sea el bien común, tanto en el fin como en los medios. No creo que luchando y hostigando se pueda lograr un buen objetivo duradero que transforme la sociedad, que la acompañe y la ilumine en su camino evolutivo. La fraternidad humana no se puede limitar solo a los afines, toda la humanidad es nuestra familia y como pasa en la limitada a los genes, es inevitable que aun queriéndonos, y respetándonos, no coincidamos con todos en las ideas o en el talante con que se afronta la vida. Y no creo que eso sea malo ni perjudicial sino un contrapeso que ayude a no perder el norte yéndonos a terrenos que alienen y polaricen. Son actitudes residuales de etapas más primitivas; la globalización de los problemas está forzándonos como especie a crear nuevas maneras de entenderse y de acoplar lo que hay a lo que es.
Me parece necesario que la igualdad, la justicia y la empatía lleven la batuta en la política como en la sociedad, y que lo cortés debe afianzar y avalar lo valiente. Y que no es nada fácil reformar y regenerar un estado que lleva durmiendo la mona del caciquismo y el chanchullo durante siglos, teniendo en cuenta que en esa olla podrida por  unas inercias terribles, hasta las mejores intenciones están impregnadas de tics impositivos, absolutistas y dominantes. Patriarcales. Y machistas, aun sin querer, pues en el fondo del inconsciente personal y colectivo laten maneras y pensamientos hostiles que se emparentan con la idea de poder y mandar mucho más que con la de servir y cooperar, porque "servir" se identifica solo con el sometimiento y nunca con el "servir para algo" especialmente positivo e inteligente que eduque y ayude a un verdadero cambio social sin marcha atrás.
Creo que ser de izquierda no es solo trabajar por unos valores sanos y liberadores desde la clase trabajadora que en realidad es la mayoría del Planeta, sino sobre todo servir para que esos valores transformen a la humanidad no por imponerlos sino porque al vivirlos personalmente contagian, no emociones ni "ilusiones", sino energía vital e impulso inteligente que nos hace renacer a un estado más lúcido y sano de conciencia.

El ejemplo de Marinaleda debería hacernos reflexionar. No han necesitado un Lenin ni un Stalin ni un Mao ni una revolución sangrienta ni fusilar a nadie. Ha sido suficiente que un hombre bueno y justo, que lleva el comunismo en el alma y en el amor por el pueblo, se ofreciese para servir y educar más que para mandar. Por eso el pueblo ha aprendido a organizarse a sí mismo mirando el ejemplo de ese hombre y ahora es capaz de tomar sus decisiones en asamblea, de decidir con justicia y de elegir lo adecuado para vivir decentemente, con autonomía laboral en vez de estar como esclavos sometidos como sucedía en el pasado. Y todo desde la conciencia y una libertad orientada siempre al bien común, que además incluye el bien personal como realidad inseparable donde no es necesaria la propiedad privada, puesto que nadie tiene el ansia de acumular posesiones por miedo e inseguridad a quedarse sin techo o sin trabajo. No pierden el tiempo en combatirse entre ellos, el problema que tuvieron fue la servidumbre obligatoria a los señores feudales de dos ducados amos de los campos y del pueblo que dependía de ellos para la supervivencia...Con organización inteligente y apoyo mutuo consiguieron la independencia y la libertad laboral. Ahora en cooperativa son los dueños del pueblo, de los campos que trabajan y les sustentan y de las viviendas que ellos mismos se van construyendo y comparten...Ésa es la izquierda. Como sucede con Julio Anguita, Alberto Garzón y Carlos Sánchez Mato, son sus actitudes, su coherencia y su ética lo que les hace ejemplares y contagiosos.
Tal vez para poder convertirse en los políticos imprescindibles y totalmente deseables como gestores del estado en el gobierno, que España necesita más que el comer, podrían dejar de predicar y potenciar 'la lucha' para implementar la fraternidad y derribar barreras en la práctica en vez de potenciarlas en la teoría. Crear socavones entre una mano y otra que se necesitan a la vez para construir no es el cambio que España desea y necesita. Hay que dejar de ser mancos y educar a la mano derecha hasta civilizarla con el ejemplo y los resultados. Los españoles si estamos hartas y hartos de algo es de la eterna guerra solapada entre fijaciones irreconciliables y de la incapacidad de las normas constitucionales para construir lo que proclaman sus leyes y decretos, precisamente porque quienes deberían implementarlas en la realidad cotidiana no tienen ni idea de como se hace real lo que se piensa y se dice con facilidad pero resulta imposible materializar.
Me parece magnífica la gestión de Carlos en Madrid y me da vergüenza la de Carmena en el tema Chamartín dejando el terreno municipal que pagan los madrileños con sus impuestos, en manos de la banca piraña que se enriquece saqueando y desahuciando a los propietarios municipales del terreno público. Pero llevar a las urnas el problema, al estilo Podemos, corre el riesgo de que la izquierda pierda una vez más la capacidad de gobernar y el consistorio quede de nuevo entre las garras del capitalismo más cruel, nefasto y desalmado. A eso me refiero cuando hablo de la lucha, que al menos las estrategias se contemplen desde el bien común más que desde el triunfo de un sector. Tienen que triunfar la inteligencia colectiva y  el bien común por encima de todo. Y el servicio a la politeia consiste en hacer posible esa victoria sin daños colaterales que la acaben convirtiendo en una derrota por las divisiones y las banderías derivadas de la exaltación del pedigrí ideológico.

Tal vez el modelo Marinaleda debería tomarse más en serio por parte de la izquierda española, y no ser solo considerado un reducto de excepción, una rareza, sino un paradigma que toda España debería tener como maestro y guía social. No solo por lo que ha logrado, sino por aquellas cualidades y conciencia que lo ha hecho y lo hace posible en el día a día.
Si todo el esfuerzo y el interés se pone en' la lucha' más que en la realización de los objetivos por los que se lucha, al final los luchadores se agotan y se desengañan y acaban por considerar imposible sus objetivos, solo les queda la melancolía, el desánimo y la frustración en modo cabreo permanente. Una triste supervivencia limitada al "virgencita, que me quede como estoy". Sin logros. Sin alegría. Sin esperanza.
Ya es hora de que eso termine. De que la luz se encienda y que sea con energía fotovoltaica. Inagotable. Y gratis. Autoconsumo que se comparte. Por fin.
La lucha es otra. Es la Internacional. El ejercicio incansable de la Inteligencia superando las propias limitaciones que sin saberlo nos autoperpetramos esperando que otros nos salven. El comunismo triunfa en Marinaleda porque no ha sido Gordillo el 'salvador' sino solo la linterna para que la salvación vea la luz desde dentro de cada ciudadano del pueblo, se pongan en marcha y se organicen voluntariamente, una vez despiertos o despertándose mientras se convierten en sus propios salvadores.


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