miércoles, 29 de mayo de 2019

Gracias, Lidia Falcón por tu honesta lucidez

Paisaje después de la batalla


Churchill decía que “todo pueblo tiene el gobierno que se merece”, en tiempos en que la democracia burguesa ya se había instalado en el Reino Unido, mientras en España se libraba bravamente la guerra contra el fascismo. Ya sabemos que las fuerzas republicanas la perdimos y con ella la esperanza de salir del pozo de persecución, miseria, tortura y asesinatos que nos hundió en el atraso y la desesperanza más de cuatro décadas. No salimos de aquel infierno hasta varios años después de la muerte del dictador y ya la sociedad española estaba infectada de la ideología fascista.
Por eso hoy el fascismo ha vuelto a ganar en Madrid. Y esta vez no por la fuerza de las armas sino por los votos de los madrileños. A pesar del aumento electoral del PSOE y de los favorables pronósticos, las alianzas ya anunciadas de las fuerzas de la derecha obtendrán nuevamente el poder en el Ayuntamiento y lo conservarán en el gobierno regional. Veinticuatro años después de haber accedido espúreamente a la Presidencia de la Comunidad el Partido Popular mantiene la afección de una parte importante de los votantes.
Debe de ser porque a más de la mitad de este pueblo, que fue ejemplo de lucha heroica contra el fascismo en solitario, cuando toda Europa caía bajo la férula de las fuerzas exterminadoras del nazismo y del mussolinismo, hoy le va bien con unos gobernantes que han protagonizado los procesos de corrupción más escandalosos. Con setenta y dos imputados a la espera de juicio, el Partido Popular de la Comunidad de Madrid, tiene, después de Valencia, el mayor número de acusados de tráfico de influencias, prevaricación, apropiación indebida y malversación de caudales públicos, entre otros delitos, en los casos de la Gürtel, la operación Púnica y los papeles de Bárcenas. Están procesados Francisco Granados, Ignacio González, Luís Bárcenas, Ángel Acebes, todos protegidos por Esperanza Aguirre, incluyendo el que fue presidente de la Comunidad Ignacio González, que ya ha pasado su temporada en prisión. El supuesto cabecilla de la trama es Francisco Correa. Entre las dimisiones de cargos políticos están la de cuatro alcaldes del PP: el de Boadilla del Monte, González Panero, el de Arganda del Rey, Ginés López, el de Pozuelo de Alarcón, Jesús Sepulveda y el de Majadahonda, Guillermo Ortega. Y la guinda final la puso la presidenta Cristina Cifuentes, imputada por falsificación de documento público.
Aparte del enriquecimiento propio y la exacción de bienes públicos, estos gobernantes se han encargado, muy eficazmente, de privatizar la sanidad, financiar la escuela concertada religiosa y hasta segregada, han vendido las viviendas sociales a los fondos buitre que desahucian a los vecinos más pobres; han intentado, y ahora llevarán a cabo el plan Chamartin para aumentar la especulación inmobiliaria; están encantados con los atascos de la ciudad y la contaminación que provoca y naturalmente nada legislarán ni gobernarán para proteger a las mujeres de la violencia que las masacra ni acabar con la prostitución que invade la ciudad y nos envilece como sociedad. En todo caso protegerán a los fetos no nacidos para que disfruten de libro de familia, guardería infantil y abono de trasporte.
Y si es cierto que hay que felicitar a la mayoría de la ciudadanía madrileña por su acierto en escoger gobernantes, también será oportuno que las fuerzas que dicen representar a la izquierda opuesta a estos planes depredadores de la derecha, se planteen alguna reflexión de cómo no han sido capaces de convencer al pueblo llano, ese que sufre los embates de la crisis y de las privatizaciones, de que les vote. No sé si el equipo que ha organizado la candidatura de Más Madrid, estará dispuesto a reconocer sus errores tanto en la acción de gobierno de estos cuatro años como en la perversa escisión que han protagonizado con la inestimable ayuda de Errejón. De Carmena ya sé que es incapaz, como se mostró en el ridículo discurso que nos endilgó la noche de elecciones, mostrándose tan benéfica y comprensiva con la oposición como contenta del “triunfo de la democracia“. Una mujer que, aparte de las necedades que ha dicho y hecho en la Alcaldía de Madrid, permite que los medios de comunicación repitan que no ha tenido nunca vocación política, cuando perteneció durante más de 20 años al Partido Comunista. Precisamente en los años más duros de nuestra historia.
¿Cómo entender que Podemos e IU, juntos, hayan obtenido únicamente el 1,6% de los sufragios, cuando en 2015 Izquierda Unida sola alcanzaba el 4,7%, pasando de 1.057.212 votos hace 4 años a 364.370 en la actualidad? ¿Cómo explicar que Podemos adopte diferentes nombres en sus listas según las ciudades o comunidades, que desconciertan al votante porque hacen imposible su identificación ideológica? ¿Cómo convencer a la ciudadanía de que elija unas marcas con unos seudónimos de las que no conoce la procedencia?
¿Y qué conclusión sacar que de “las ciudades del cambio“, como tan pomposamente se denominaron, incluidas Barcelona y Madrid, las formaciones políticas con variadas y banales denominaciones que se reunían bajo el frondoso árbol de Podemos, únicamente hayan retenido Cádiz después de sólo 4 años de gobierno? ¿Cómo explican que en 2015 en Valencia había tres concejales de la marca de Podemos que respondían al nombre de Valencia en Común y que en 2019 no haya sido escogido ninguno de ellos? ¿Que en Castilla León, comunidad y ciudades, haya prácticamente desaparecido Podemos y que en Zamora el alcalde de Izquierda Unida haya obtenido la mayoría absoluta?
Algo tendrá que analizar la izquierda en España sobre estos resultados de las últimas consultas electorales, que ha conseguido atomizarse como ese cáncer de cerebro que se disemina en miríadas de células invisibles ¿Cómo explicar que se presenten a elecciones en Madrid 8 listas a la izquierda del PSOE? Otras 8 en Zaragoza y Valencia, 12 en Barcelona, 10 en Gran Canaria, 6 en Sevilla, 5 en La Coruña, por seleccionar solo algunas de las grandes ciudades, ya que en toda España se multiplican las ofertas electorales que se reclaman a la izquierda del PSOE.
¿Cómo contar a la gente proclive a apoyar la separación de la Iglesia y el Estado, la anulación de los acuerdos con el Vaticano, la recuperación del patrimonio artístico del que se han apropiado los obispos españoles, el fin de las subvenciones a las parroquias, a los profesores de religión y que defienden una escuela laica, que los gobiernos del cambio sigan financiando escuelas, cofradías y fiestas religiosas y que los dirigentes de izquierdas concedan medallas a las vírgenes y presidan las procesiones?
¿Cómo situarse en la izquierda obviando la reclamación de la República, profundamente arraigada en el pueblo progresista?
¿Cómo explicar a la ciudadanía que las fuerzas políticas de vanguardia, de transformación del mundo, no ponen en cuestión la pertenencia de España a la OTAN ni sus agresiones criminales en medio planeta? ¿Y qué criterio tiene esa vanguardia sobre la política de Israel con los palestinos? ¿Y el Sáhara? ¿Y las interminables guerras de Irak, Afganistán, Yemen?
¿Cómo la izquierda puede haber eliminado de sus discursos y campañas electorales la denuncia de las agresiones de los derechos humanos en las políticas de inmigración y asilo, permitiendo que se acepte, con naturalidad, que miles de personas mueran en el éxodo por África y se ahoguen en el Mediterráneo, mientras huyen de las guerras que esta Unión Europea permite y que varios de los Estados que la componen han organizado?
¿Quién puede reclamarse de izquierda, o progresista o del cambio o de la renovación o de la protección de los desfavorecidos si aprueba la especulación inmobiliaria, persigue a los inmigrantes y a los manteros, abandona a los sin techo y considera que hay que entregarle a la empresa privada los más suculentos negocios inmobiliarios?
¿Qué clase izquierda es la que defiende la regulación de la prostitución, el alquiler de úteros de mujeres, la pornografía, la desprotección, maltrato y venta de niños, con la privatización de los servicios sociales y las casas de acogida?
Si de los análisis que a partir de ahora realicen Izquierda Unida y Podemos no se extraen respuestas a estas preguntas, no cabrá ninguna esperanza. Nuestro futuro será el de Italia, tan parecida y tan cercana

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