lunes, 13 de mayo de 2019

Hay poco pulso, y eso que acabamos de celebrar el Día de Europa. Cualquiera diría que las elecciones europeas no tienen valor, que da igual no votar. Eso es precisamente lo que quieren, que no votemos en las elecciones europeas, que no les demos importancia.
No deberíamos dejarnos engañar. El peligro no ha pasado; sigue. Y no viene solo por  la extrema derecha, más fuerte en Europa que en España. Los conservadores, independientemente de sus camufladas siglas, han gobernado la UE, es decir,  nuestros destinos, en los últimos lustros. De allí nos viene la nefasta austeridad, de allí los corsés insolidarios y antisociales a presupuestos y políticas en favor de los más desfavorecidos y de la igualdad.
Recuerdo cuando en Andalucía se pusieron en vigor algunas medidas, tímidas pero decentes, para defender los intereses de las víctimas de la depredación inmobiliaria. El ministro De Guindos advirtió que había recibido una carta de la UE diciendo que aquellas medidas eran imposibles, claro.
Resultó que no era del todo verdad pero, tanto si verdad entera o mentira a medias, estaba claro que la posición española era deudora del dominio de la derecha insolidaria en la UE. Ha habido mucho sufrimiento en la Europa de los más  desfavorecidos debido al "diktat" europeo, ha habido mucha servidumbre al poder  alemán, se han anulado voluntades populares democráticas en una versión de  democracia "ilustrada" impropia de Europa. El descenso del fervor por el europeismo, la desafección por el proyecto europeo, es consecuencia de todo esto.
También es cierto  que las instituciones funcionan. Depende de quien las ocupe, es la clave: Consejo y Comisión, Parlamento, que es lo que nos jugamos ahora. Cierto que el Tribunal de Justicia europeo ha ido avanzando, rellenando las deficiencias de las decisiones políticas y los desmanes por los incumplimientos de los Estados miembros. Caso del Reino de España. Por ejemplo, en materia hipotecaria o bancaria. Última esperanza frente a un Tribunal Supremo muy desaliñado.

Falta de discurso frente a la extrema derecha

No da igual que ganen los unos o los otros. No es lo mismo formar las mayorías necesarias para una Europa social y avanzar en derechos hacia la unidad política y federal de la UE, que seguir como estamos.
Las derechas no quieren que se vote mucho; lo suficiente para seguir mandando y poder colocar a sus meritorios o jubilados de oro, incluida toda la chatarra obtenida en el tráfico de intereses y el transfuguismo. Es una falta de respeto a los electores.
Durante estos años, dominantes las derechas, menguante y ausente la socialdemocracia, Europa no ha progresado, ha sido antisocial y ha propiciado, por su debilidad (caso de las políticas de  inmigración) el surgimiento de movimientos de una extrema derecha antieuropeista por doquier. En ese mismo proceso, incluyo el Brexit surgido, fundamentalmente, por la actitud timorata e irresponsable de los  conservadores británicos y la ausencia táctica de los laboristas. La falta de discurso frente la extrema derecha y la derecha camuflada, antieuropea, la paga Europa.
Las encuestas lo ven difícil pero puede haber un vuelco. La simple posibilidad ha propiciado una operación camuflaje entre los populares europeos -al igual que en España Pablo Casado- pero... Sólo a manera de ejemplo: son los populares europeos los que se han mostrado tímidos con el ultraderechista primer ministro húngaro Viktor Orban, temerosos de no poder contar con sus escaños, a lo Vox, para seguir gobernando Europa.
Con su variante española: no, no ha habido tampoco en el PP una política de centro  en la UE. No hace mucho, ningún eurodiputado popular votó a favor de la apertura de un expediente contra Hungría, ex artículo 7 del Tratado, por violación de los valores fundamentales de la Unión.
Será otra Europa, social, si queremos, si votamos. Está en juego o una Europa para todos, de progreso, o la Europa de ahora, conservadora, con tendencia a empeorar o a desaparecer en brazos de la ultraderecha.
Presupuestos progresistas suficientemente dotados, impulso a las políticas sociales, un salario mínimo digno, subsidio de desempleo europeo al alcance de todos, políticas fiscales potentes que superen las debilidades, o las complicidades, de los estados miembros para imponerse a las grandes multinacionales. Combate frente al fraude, la evasión y los paraísos fiscales.
La ausencia de una política exterior y una defensa común, incluido un ejército europeo propio, ha situado a muchos de los estados miembros en situaciones complicadas e insostenible. Siria, Libia, Egipto, Túnez, Palestina, Turquía, son solo algunos ejemplos, por citar a los mediterráneos. La reciente deriva con Venezuela es hija, también, de la ausencia de una Europa unida como, también, la defensa débil de las empresas europeas en Cuba, amenazadas  por la enésima chulería de Donald Trump.
Una Europa unida, progresista, anclada en los valores de Schuman, Monet, Spinelli, entre otros, no hubiera sucumbido a intereses ajenos y aprobado una posición común contra Cuba, hoy felizmente derogada, impulsada, en su momento, por José María Aznar, siempre al servicio de sus gusaneras. A esa Europa no se hubiera atrevido a exigir el antes presidente una intervención en Venezuela .
Nos jugamos mucho: ser lo que queramos, plurales, pero europeos. Una Europa social, progresista, solidaria, pacífica, democrática, está al alcance de tu voto. No te dejes engañar. 

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