Por qué es necesaria la autocrítica
Alberto Garzón Espinosa
Hubo una vez en la que el
fantasma de la emancipación socialista recorrió Europa. Durante la
segunda mitad del siglo XIX las insurrecciones populares reflejaron la
emergencia de la clase obrera como actor organizado y a principios del
siglo XX la metáfora socialista parecía fielmente encarnada en los
grandes partidos de masas de la familia socialdemócrata. En el período
de entreguerras el partido socialdemócrata alemán, el partido de Marx y
Engels, llegó a alcanzar el 37,8% de los votos, el finlandés el 37%, el
austriaco el 40,8%, el belga el 39,4%, el noruego el 32%, el sueco el
39% y el danés el 46%, entre otros. España era, por entonces, parte de
la excepción. Sencillamente, en un país esencialmente agrario y muy
débilmente industrializado no había condiciones para la emergencia de un
partido socialdemócrata tan fuerte como en el norte, y el PSOE tuvo que
esperar a 1910 para obtener su primer diputado.
Tras
la II Guerra Mundial la socialdemocracia concluyó el abandono del
reformismo, optando en su lugar por la simple gestión keynesiana, y sus
escisiones comunistas se organizaron disciplinadamente en torno al poder
político de Moscú. Con la disolución de la Unión Soviética, la
irrupción del neoliberalismo y la globalización económica, la
socialdemocracia volvió a dar otro giro para abrazar la "tercera vía",
un producto básicamente liberal, mientras que los partidos comunistas
entraron en lo que Enzo Traverso llama en su último libro la "melancolía
de izquierda". Las utopías y la metáfora socialista daban paso así a un
tiempo sin tiempo, a un futuro ensombrecido por las derrotas políticas
pasadas y por los nuevos conocimientos sobre los límites de nuestra
práctica política (¡y los límites de nuestro planeta!).
Bastante tiempo después las cosas son muy diferentes. En
las últimas elecciones europeas han ganado las derechas conservadoras y
tradicionalistas con casi el 40% de los votos. Frente a ellas, la
socialdemocracia ha caído hasta el 19,31% y la izquierda transformadora
ha hecho lo mismo hasta al 5,19%, mientras que los partidos liberales
han crecido hasta el 14,51% y los verdes hasta el 9,19%. No obstante, el
perfil concreto de esta fotografía es mucho más complejo cuando
observamos las singularidades de cada país. Desde la victoria de la
ultraderecha en Francia hasta el "sorpasso" de los verdes a los
socialdemócratas en Alemania, pasando por la resistencia de la
socialdemocracia tanto en Portugal como en España. Hay vectores
tradicionalistas y reaccionarios que tratan de abrirse paso al mismo
tiempo que otros vectores progresistas y radicales le disputan el
protagonismo. Y todo ello ocurre en un marco dibujado por la disputa por
la hegemonía internacional. La guerra comercial entre Estados Unidos y
China, el papel de las cadenas globales de valor en un mundo
globalizado, las luchas de las empresas transnacionales por los recursos
no renovables (petróleo, minerales, etc.) en un mundo asolado por el
cambio climático, el tipo de dominio financiero del gran capital alemán
sobre el resto de los países europeos, o el modelo de inserción de las
economías periféricas en la distribución internacional del trabajo son
algunos de los aspectos que perfilan estas batallas políticas… muchas
veces sin que se explicite.
España es de nuevo una
excepción. Aquí y en Portugal la socialdemocracia tradicional resiste,
mientras que en Grecia la izquierda transformadora parece jugar el mismo
rol, aunque bajo otras etiquetas. No es casualidad que se trate de los
países más golpeados por la grave crisis económica iniciada en 2008, que
en nuestro país abrió las puertas al convulso ciclo político de
2008-2015. Tras ese período, los países más afectados por los recortes
en los servicios públicos parecemos seguir creyendo en las bondades del
Estado Social mientras que los países del norte optan preferentemente
por su disolución progresiva.
El caso español
En
el año 2008 el PSOE consiguió obtener once millones de votos, aunque al
precio de negar la crisis económica que estaba ya emergiendo en el
país. Como consecuencia de esta, tres años más tarde, en 2011, esa cifra
de votantes se había reducido hasta los siete millones. En efecto, en
apenas tres años el PSOE se había dejado cuatro millones de votos, de
los cuales sólo una pequeña parte fue recogida por IU y otra por UPyD.
La mitad de aquellos votos perdidos, dos millones, seguían en la
abstención. La irrupción de Podemos en 2014 revolucionó el panorama
político y en las elecciones generales de 2015 obtuvo cinco millones de
votos, movilizando a esa abstención de dos millones y dándole otro
bocado de otros dos millones al PSOE (que ya en aquellas elecciones bajó
a los cinco millones de votos), otro medio millón a IU (que se quedó al
borde de la desaparición) y otro medio millón a otros partidos. El
bipartidismo había colapsado por su izquierda y el sistema político
estaba en redefinición.
Al inicio de 2016, sin
embargo, el proceso se estancó primero y se invirtió después. Desde
aquellos meses, y probablemente debido a la frustrada constitución de un
Gobierno alternativo al del PP, el espacio de la izquierda en su
conjunto se estrechó. Las elecciones de junio de 2016 pusieron de
relieve que un millón doscientos mil votantes de izquierdas se volvieron
a la abstención, correspondiendo cien mil al PSOE y el resto a Podemos e
IU. La unidad política entre Podemos e IU, que tanto costó articular,
no pudo evitar la caída de votos, aunque sí consiguió evitar el
descalabro en escaños, que se mantuvieron en número gracias a la ley
electoral.
Durante el resto de 2016 y parte de 2017
todos los indicadores electorales y sociales mostraron sistemáticamente
la debilidad del espacio electoral de Unidas Podemos. Ello coincidía con
dos fenómenos paralelos: la irrupción de la agenda nacionalista en
escena, con su clímax en otoño de 2017, y la mejora de la economía y de
la percepción ciudadana al respecto. Sin embargo, hubo dos hitos que
aceleraron intensamente aquel desgaste de la base electoral: la victoria
de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, en primavera de 2017 y,
sobre todo, la moción de censura a Mariano Rajoy en junio de 2018. Ambos
hitos impulsaron al PSOE y redujeron casi en la misma proporción el
apoyo de Unidas Podemos. La transferencia de votos parecía haberse
invertido y el PSOE comenzaba a recuperar apoyo del espacio político de
la izquierda transformadora.
Aquella tendencia de
desgaste y estrechamiento del espacio político de Unidas Podemos, esto
es, del espacio político a la izquierda del PSOE, fue progresiva y sin
pausa. El PSOE iba recuperando el voto perdido desde 2008, y realmente
lo conseguía más por golpes de efecto que por políticas concretas. Pero
fue en 2019 cuando esa situación se agudizó en una suerte de traca
explosiva. Tiene razón Pablo Iglesias cuando afirma que "las divisiones
hacen mucho daño a la izquierda", y bien lo sabemos quienes además lo
hemos sufrido entre bastidores. Desde enero de 2019 se desató una oleada
de escisiones que contribuyó a crear un imaginario social de "desastre
venidero inevitable". Gaspar Llamazares anunció que formaba un partido
nuevo, provocando un incendio en IU y en Asturias; Íñigo Errejón le
imitaba en Madrid, abriendo en canal a Podemos y, de paso, a sus aliados
en la región; las derivadas de aquello supusieron nuevas dimisiones,
como las de Ramón Espinar, un sinfín de acusaciones cruzadas en la plaza
pública y la decisión de Manuela Carmena de no contar con IU ni con
Podemos para la candidatura de la alcaldía de Madrid; EnMarea decidió
escindirse en Galicia, debilitando a los ayuntamientos de Santiago,
Coruña y Ferrol; Compromís anunció que rompía la coalición en Valencia;
Izquierda Anticapitalista rompió con Podemos en todo el país; el
coordinador de IU en Cataluña se marchó a ERC pero sin dimitir de
coordinador para dejar el partido bloqueado… Podría continuar, pero
supongo que no hace falta.
Todos estos acontecimientos
sucedieron en solo unos meses, los inmediatos a las elecciones
generales, y fueron acompañados de grandes proclamas cínicas por "la
unidad" -mientras se firmaban las escisiones- y por supuesto tuvieron
una cobertura mediática apropiada para la ocasión. En algunos casos
encontramos incluso candidatas de IU y Podemos que públicamente
anunciaban que no votarían a nuestras organizaciones. En el seno de IU y
Podemos fuimos muy pocos los que, a riesgo de perder la familia, la
salud, los amigos y probablemente la cabeza, llamamos a la calma y a la
unidad. El coste en esos campos, lo reconozco, fue inmenso. Desde mi
experiencia personal, han sido los peores meses de toda mi vida
política. En este tiempo parecía imperar un "sálvese quién pueda" de una
naturaleza bastante irracional, y sucedía tanto entre quienes se
escindieron como entre quienes se quedaron agazapados esperando que los
resultados de las elecciones generales nos mataran a algunos.
Pero
resistimos. La campaña de las elecciones generales fue extraordinaria y
la militancia se volcó en la tarea de resistir. Pablo Iglesias hizo
unos debates estupendos y muy bien acotados y dimos la sorpresa al
resistir con un 14,3%. Parecíamos haber detenido la hemorragia de votos.
Con todo, el PSOE ya había recuperado dos millones de votos desde 2015.
Las elecciones locales y autonómicas
Y
así es como llegamos a estas últimas elecciones locales, autonómicas y
europeas. Hemos tenido, como espacio político, unos malos resultados. Y
tenemos que hacer autocrítica, pausada y de vista larga, pero no podemos
decir que nos sorprenda esta situación. Hemos pagado las consecuencias
de nuestros propios errores, y también de los aciertos de los demás. En
efecto, estas elecciones han puesto de relieve que la tendencia del
estrechamiento del espacio electoral a la izquierda del PSOE ha
continuado. En las elecciones europeas hemos perdido 4,24 puntos
respecto a las generales de hace un mes, y hemos perdido casi 8 puntos
respecto a las elecciones europeas de 2014.
Tal y como
venía describiendo, el PSOE ha mejorado sus resultados autonómicos una
media de 7,57 puntos, mientras que nosotros hemos caído una media de
8,14 puntos. En efecto, la transferencia de votos es perceptible en un
trazo grueso, pero también en trazo fino. En particular, el espacio de
UP ha bajado más en aquellos territorios donde el PSOE ha subido más.
Como se puede observar en el siguiente gráfico, esto es bastante claro
(aunque no perfecto).
Además, las caídas han sido más pronunciadas allí donde
hemos ido separados (todos los territorios con punto rojo en el gráfico)
y menor allí donde hemos ido unidos. De media hemos caído 9,82 puntos
en los territorios donde íbamos separados y hemos caído un 6,62 en
aquellos otros donde hemos ido juntos. Como he dicho estos días: "La
unidad política no construye socialismo, pero fuera de la unidad sólo
hay destrucción".
Es llamativo también que, en todos
los territorios, con la excepción de Asturias, los resultados de las
generales de hace un mes han sido mejores que en estas autonómicas. Pero
aún más llamativo es que en las elecciones europeas, que se votaban a
la vez, se han tenido mejores resultados en todos los territorios menos
en Asturias y Aragón. Las candidaturas de unidad, en general, han
resistido mejor.
Por otra parte, el caso de Madrid es
paradigmático. Porque la irrupción de Más Madrid se justificó por su
supuesta "competición virtuosa", es decir, porque teóricamente la
división no restaría. En realidad, el espacio político de Más Madrid,
Podemos e IU ha perdido 2,44 puntos respecto a lo que sacó Podemos e IU
en 2015. Puede decirse que Madrid sufre el mismo proceso de
estrechamiento del espacio electoral que el resto del país, si bien hay
que conceder que es el territorio donde menos se pierde y donde menos
gana el PSOE. Es decir, es probable que Más Madrid contribuya mejor a
frenar la huida de votos al PSOE aunque no lo consiga.
Por
supuesto, más allá de los votos también las leyes electorales nos han
masacrado en escaños allí donde hemos ido por separado. El caso de
Castilla y León es representativo, pues en la provincia de Valladolid ni
Podemos ni IU hemos sacado escaño aun obteniendo un 4,65% y un 4,07%
respectivamente y sin embargo Vox ha obtenido un escaño con un 6,85%.
En
el terreno municipal hemos aguantado muy bien en las pequeños y
medianos municipios, manteniendo e incluso aumentando concejales en
muchos territorios. Además, hemos mantenido alcaldías también en
ciudades de tamaño medio como Cádiz o Zamora. Sin embargo, las
elecciones locales están siempre sujetas a especificidades y no pueden
extraerse conclusiones categóricas. Detrás de esos excelentes resultados
está el gran hacer local de Kichi y Guarido, alcaldes de esas ciudades,
y de sus equipos, pero no tanto de sus marcas respectivas. En efecto,
Kichi ha revalidado la alcaldía con el 43,59% y Guarido con el 48,08%.
Sin embargo, en las elecciones europeas Podemos e IU han obtenido un
23,91% en Cádiz capital y en las autonómicas IU ha obtenido un 6,09% en
Zamora capital. Este voto dual es propio de alcaldes carismáticos, como
también le sucede al alcalde del PP en Estepona, Urbano, que ha sacado
un 69% en las municipales y un 33,56% en las europeas. Los toboganes
funcionan.
Conclusiones
Los resultados son
malos para nuestro espacio político. Pero frente a quienes creen que
esto es la consecuencia de las habilidades y prácticas de seres
individuales dotados de gran o escasa inteligencia, yo apuesto, sin
restar importancia a lo anterior, por factores de fondo más vinculados a
trayectorias de medio plazo. Necesitamos un debate sereno para
preguntarnos el "por qué" de estas dinámicas aquí descritas. En mi
opinión, es posible que en este momento no se den las condiciones
económicas que "permitan" la existencia de una izquierda transformadora
tan potente como la que hemos visto en los últimos años, lo que obliga a
reconfigurar el espacio político a partir de una nueva y mejor
articulación entre los diversos actores que conformamos el mismo. Nos
hemos educado en diferentes culturas políticas, tenemos distintos
bagajes y disponemos de distintos recursos organizacionales (por
ejemplo, en IU disponemos de una más amplia implantación local mientras
que Podemos dispone de una más amplia base electoral), y debemos
encontrar las sinergias necesarias para cumplir nuestros objetivos. Más
coordinación.
En el fondo se trata de un obligado
cambio de estrategia que cree las condiciones de un nuevo crecimiento de
nuestra base social y electoral, lo que a mi juicio pasa por insistir
en la práctica en las instituciones, pero también con los actores
sociales organizados. Me temo que hay que huir de propuestas maniqueas o
simplistas, dado que los problemas complejos siempre requieren
soluciones complejas.
Ello implica, a su vez, hablar
de personas y relaciones sociales, por lo que nuestras organizaciones
deben cuidarse mutuamente y cuidarse ellas mismas también. La tendencia
cainita no sé si será controlable en la izquierda, pero sí debería serlo
la forma con la que nos dirigimos a nuestros adversarios políticos
dentro de nuestro propio espacio. La beligerancia con la que buscamos
culpas en el otro, por ejemplo, es absolutamente ineficaz pero también
suficientemente lamentable.
Pero, sobre todo, es
momento de pensar en profundidad qué tipo de instrumento necesitamos
para hacer frente a los retos ecológicos, económicos y sociales que
tenemos por delante las sociedades europeas. De momento, esa disputa
dista de resolverse por la izquierda, como estamos viendo en el norte de
Europa, y las amenazas son muy elevadas para las familias trabajadoras.
Y replantearse esto significa preguntarse con honestidad por qué no
llegamos como nos gustaría a la base social que decimos representar,
estando dispuesto a dudar de todos nuestros prejuicios ("de omnibus
dubitandum" repetía Marx). Somos herederos, o al menos así lo siento yo,
de todos los hombres y mujeres a los que hacía referencia al principio
de este artículo, y les debemos una lucha que exige una adecuada
comprensión de la realidad y el contexto. Los instrumentos han de
adecuarse a cada contexto. El siglo XXI está construido de nuevas
relaciones sociales, tecnológicas e institucionales que apenas podían
vislumbrarse hace doscientos años y que los actores políticos no pueden
ignorar. Las estructuras sociales están cambiando en direcciones que
hubieran sido impensables en la época en la que se ideó la "metáfora
socialista" y los símbolos han cambiado sus significados en todo este
tiempo. Poner en cuestión las conexiones ideológicas, materiales y
prácticas con las que nos relacionamos con nuestros votantes es un paso
imprescindible para avanzar. La terquedad y el dogmatismo no ayudarán en
absoluto.
Decía Manuel Sacristán que en tiempos de
derrota de la izquierda transformadora hay dos pulsiones o tentaciones
que deberían evitarse. Una es la entrega a la causa socialdemócrata, que
se produciría como resultado de la pérdida de confianza en los
instrumentos que han sido derrotados. Esto es lo que él identifica como
la "tradición de derecha". La otra pulsión es la atrofia política que se
produce ante la ausencia de perspectivas tras la derrota y que llevaría
a la "inhibición de las luchas posibles" o de los "objetivos
intermedios", con la fe depositada en la mística expectativa de que
"algo pasará" que cambie nuestras posibilidades reales. Esto es lo que
siempre se ha llamado izquierdismo. Esta fórmula de desconexión social
es muy propia de los momentos como estos y es muy atractiva porque es
autocomplaciente.
Me temo que ambas pulsiones surgirán
en estos meses y que el elemento en común que mantienen es su rechazo a
la unidad política del espacio que se ha estado construyendo hasta
ahora. Sin embargo, creo que la mejor herramienta pasa por reforzar esa
unidad y por debatir y descubrir cómo somos capaces de aprovechar la
potencialidad de este espacio político que, aunque disminuido
actualmente, representa lo mejor de este país. Algunos seguiremos
dedicando nuestro tiempo y energías a construir esta posibilidad.
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Hay algunos puntos que conviene intentar comprender para encajar una autocrítica real; el primero y más básico es que poco ayuda a aclarar la realidad una autocrítica que básicamente es una justificación de los errores propios, o sea, decir "nos hemos equivocado pero solo es porque la gente no nos ha querido votar y se ha pasado al Psoe en vez de apoyarnos a nosotras que somos las mejores con diferencia." Y luego se enumeran las disidencias internas como fallos de los que disienten y se van del partido o dejan de votarnos. No hay autocrítica por ningún lado, querido Alberto. Es una justificación que no cita para nada los errores propios de base y no creo que sea algo intencional en tu caso porque te considero honesto y transparente como el que más. Creo que simplemente es un error de percepción de la realidad. Es humano equivocarse y divino reconocerlo sin complejos de nada. Es cosa de usar las gafas adecuadas para ver lo que hay además de lo que queremos que haya. Los asuntos que afrontamos no son sólo sucesos objetivos, también se modifican por el modo en que los entendemos y gestionamos. Nosotras mismos tenemos mucho que ver en lo que nos sucede, según el talante psicoemocional con que lo percibimos y tratamos, o no, de resolver; por ejemplo, se puede asumir desde el lado personal la responsabilidad de las resoluciones, y al mismo tiempo ver los límites de nuestras posibilidades y capacidades, intentar corregir el rumbo antes de la debacle o por el contrario, creer que el Titanic es un barco a prueba de naufragio y seguir haciendo que toque la orquesta y el baile continúe hasta el tortazo supremo con el iceberg de una realidad que no se ha querido ver y mucho menos aceptar.
¿Qué hacer mientras se hunde el barco? Hay varias opciones.
a) Salir de él cuanto antes como sea tirándose al agua en medio de la oscuridad.
b) Quedarse en cubierta contemplando la posibilidad de esperar que pasen barcos por allí cerca y pedir socorro.
c) Sacar las lanchas salvavidas disponibles y abandonar el siniestro
d) En caso de que no haya suficientes lanchas y flotadores, aprovechar los trozos del barco y usarlos como lanchas improvisadas. Porque el objetivo no es salvar el medio de transporte sino las vidas humanas para cuyo bien estar y servicio se ha fabricado el barco.
Son diversos los modos de afrontar un siniestro inevitable. De cualquier modo, el naufragio está ahí. No podemos negarlo porque sería un suicidio intentar reflotar una ruina insostenible.
Espero que esta metáfora aclare un poco lo que estas elecciones dobles han supuesto para la ciudadanía, para los pueblos de España: el sujeto social y político que está por encima de cualquier ideología o partido, por muy excelente que sea.
Las buenas ideas son preciosas, los tratados de política escritos por seres lúcidos y conscientes son importantísimos y básicos para formarnos, educarnos y crecer, pero si no hay vida, ni esperanza ni soluciones justas y adecuadas, ni inteligencia práctica, ni siquiera tendremos la posibilidad ni el tiempo ni el lugar para leer, educarnos y crecer, nos acabará arrastrando el tsunami de cada trauma en cadena, en la que ya no se distingue qué es verdad o qué es fake news. Y solo nos queda un recurso: la presencia personal, el compromiso íntegro de la participación in situ, para no ser pasto de la bulimia monstruosa de a sistem in failure absolutely. Estamos ahí, Alberto. En un naufragio social y cognitivo global, en un territorio alucinógeno en el que para entender la vida no se participa en ella, sino en un Juego de Tronos planetario con secciones territoriales muy bien delimitadas por las potencias económicas y militares, que marcan el ritmo al paso de la oca mediática. Y por desgracia es en Juego de Tronos en lo que se basa el sentido funcional de Podemos. Desde sus comienzos.
Parece, compañero, que te falla, un poco la memoria cuando atribuyes a la aparición de Podemos en 2014, la respuesta social y política de los españoles ante la crisis y la incapacidad del Psoe zapateril para reconocerla y menos, para mitigarla. La socialdemocracia ha hecho aguas, es innegable, aunque eso no significa que no sea reciclable si se basa de nuevo en la realidad del pueblo, no solo de la "gente", que no es lo mismo. La "gente" es el serrín de los pueblos, el humo de la hoguera, el vapor del agua que hierve,un epíteto desabrido más que un sustantivo integrador. Y te has olvidado en tu discurso justificador, de ese pueblo y de esa "gente" que pretendéis salvar: te has olvidado de que en 2014 ya llevaba ese pueblo tres años de trabajo asambleario exhaustivo y de logros populares de verdad -no populistas- y de que ese fenómeno se llamó 15M, sin el que Podemos jamás habría aparecido al olor del mazapán del poder ilustrado y encerrado en la cápsula de la facul de Políticas en Somosaguas. El fallo garrafal de Podemos, querido Alberto, ha sido el intento de suplantación de la conciencia colectiva inteligente por una anticonciencia grupal sofista y hegemónica para acabarlo de arreglar. La creación de una nueva casta con aspiraciones de politikburó al mejor estilo Luis XIV pasado por la revolución bolchevique light. Solo que ya fuera de tiempo y de espacios adecuados. Por eso no hay forma de que semejante estructura diseñada como escalón hacia el poder por el poder, que se reduce a mera estrategia y táctica militar, como si fuera empresarial o económica, al estilo Lenin o Mao, ya fuera de tiesto y de contexto planetario, tenga posibilidades de éxito en esta etapa histórica.
Ya no estamos en el siglo XIX y primer siglo XX. Ya no hay "masa" analfabeta absoluta y totalmente mecanizable en su ignorancia a la que convertir en dictaduras que nadie quiere y a todos les ponen los pelos como escarpias, incluidos los "parias de la Tierra y la famélica legión". Cuando mis alumnos inmigrantes y refugiados empiezan a hablar, leer y escribir en español, -en un par de meses es suficiente para ellos con dos clases semanales, porque ya saben como mínimo, francés, inglés, árabe, kurdo, hidú, búlgaro, armenio, georgiano, chino o tagalo y ruso- flipas con el nivelazo que traen de Cameroun, Ghana, Afganistán, Ecuador, Filipinas, Somalia, Mozambique o Sri Lanka o del Este y Oriente Medio... cómo desarollan los conceptos, cómo manejan internet, qué claridad mental para adaptarse y cambiar lo chungo en positivo...cómo se asocian entre ellos espontáneamente y sacan recursos de situaciones que para los españoles son horribles. Te aseguro que con esa nueva humanidad Podemos no tiene nada que hacer. Le dan cien vueltas. Si esos migrantes gobernasen y gestionasen nos habría tocado el gordo de la lotería. Un nivelazo.
Pues algo parecido sucedió con la implosión artificial de Podemos sobre el 15M, solo que en esta ocasión, entrenados a desconciencia para la demolición de todo lo que no es su proyecto mesiánico "salvador" a la fuerza, la han cagado pero bien. Han infravalorado esas masas a las que consideran amasijo empoderable a su imagen y semejanza. Y para ello lo primero fue la jugada Monopoly- Stratego, de desvalijar IU , los Verdes, plataformas, ILPs, Mareas y demás estorbos que pudiesen impedir el nuevo imperio hegemónico, basado en Laclau, que a su vez descafeinaba a Gramsci y daba gato por liebre a una sociedad que, por fortuna, para ella y desgracia pare el montaje, previamente habían percibido como borderline, tontuca, credulona y gilitodo. Ellos, dando la vuelta a Marx en el tema principios en evaporación, de Karl a Groucho, se estaban convirtiendo en un remodelado formato del opio del pueblo. Sustituían formación por ilusión, asamblea por cerveceo y fumeque en los bares como sustancia del despotrique que desemboca en demagogia, por otro lado el 15M prefería las plazas y los parques, porque son espacios al aire libre y gratuitos y puede asistir todo el mundo. Entonces cambiaron de estrategia y se apuntaron a lo que el pueblo prefería. Ya se encargarían de que cambiasen unas costumbres tan poco chachipirulis, como por ejemplo la manía de acudir a manifestaciones contra el paro, los desahucios, la xenofobia o la ley mordaza en vez de ir de palmeros tras san Pablo Iglesias al catecismo del nuevo evangelio podemita. Con tal panorama y tal indefensión natural entre 2014-2015, el movimiento ciudadano se empezó a ir por el desagüe. Su primera víctima ya en el verano de 2014 fue IU, que se puso como objetivo a devorar y deglutir por la ley del pez grande se come al chico. Hubo tensiones, asambleas demoledoras y finalmente en el primer Vista Alegre, un requiem únivoco por la izquierda cada vez más invisible, ninguneada y arrinconada por el hegemonismo cantamañanas verborreico. Una jugada paralela a la de la socialdemocracia europea y mundial. El sistem in falliure, como el lobo del cuento, hace el pino para salirse con la suya y hasta se disfraza de mamá cabra para zamparse a los hijos indefensos e incapaces de distinguir la pezuña del lobo untada en harina de la auténtica pata de cabra asomando por debajo de la puerta del 15M.
En cuatro ocasiones electorales consecutivas se viene demostrando sin posible error que ese modo de estar unidas no solo no significa que podemos, es que demuestra que cada vez se puede menos, tanto en Podemos como en IU, y no es porque la gente sea tonta o esté engañada, es porque los autoengañados que dicen que pueden, no se enteran de qué va la cosa, de su propio engaño, que es el peor y más difícil de reconocer y desmantelar . No se han enterado desde el principio de en qué berenjenal se estaban enredando para ser finiquitados for ever & ever como recurso político y social. No es que la izquierda ya no sea útil a la sociedad y necesite maquillarse de milenial para dar el pego. Es que la izquierda es la llave de la conciencia social y se les ha perdido en el mercadillo de la ilusión y el colocón friki de intereses bajísimos que al pueblo no le interesan lo más mínimo, como son las banderías, el afán destarifado de poder y mandar caiga lo que caiga, a lo Stalin en la dacha de Galapagar, la confrontación como oxígeno, un vicio del que ni siquiera se salva esa izquierda ortopédica cuando se corrompe el alma y se desmiga como una galleta. No podemos seguir permitiéndonos el lujo de un batiburrillo desnortado y que encima impide los cambios con sus salidas de pata de banco. Que se hayan perdido tantos escaños, tantos senadores, tantos concejales en ayuntamientos y Comunidades no es solo cosa de una persecución a Podemos. Si Podemos hubiese sido lo que prometía, pasaría lo contrario: sería de lo más votado, habría demanda no hartazgo del producto. Precisamente el superviviente anticapitalista Quichi no es compatible con Pablo Iglesias y el alcalde de Zamora nunca se ha cambiado de marca,si fuese de Podemos no sería alcalde y no porque Podemos esté perseguido, es que no sabe por donde tirar cuando hay problemas y como "la gente" y los círculos ya no existen como apoyo y orientación, ha perdido el norte y los otros tres puntos cardinales. Por eso han ido dimitiendo tantos y tantas a lo largo de esta legislatura territorial y estatal, cómo olvidar a Xavi Domènec, a Bustinduy, a Bescansa, a Espinar, a concejales innumerables...Errejón no es un ejemplo, porque su funcionamiento es el mismo de la inauguración podemita, que para nada excluye la puñalada trapera, y ciento y la madre, más el apagón en las urnas para rematar... No preguntarse nada al respecto y dejarlo todo en la nube del no saber tampoco ayuda a salvar los muebles.
El secreto es que se ha distanciado de la calle, de las personas concretas, del caldo común de la vida de los trabajadores y trabajadoras, y solo se comunican por internet y las redes, (en los desahucios de mi barrio, en las reivindicaciones concretas y no solo generales, no hay nadie de Podemos, aunque sí aparecen los de IU...que disienten de esa unidad forzada que es más un encadenamiento a un Podemos tan transversal que hasta han hecho manifestaciones aparte en algún 1º de Mayo ¿para no mezclarse con el populacho, tal vez por si se les pega algo?) ha desorganizado a las bases sociales prometiendo que solo el grupo mandamás revestido por los votos de la ilusión en la parra, podrá hacer frente con éxito a todos los problemas, sin reparar en su alienación, en si no será precisamente esa estructura demencial el verdadero freno y el problema más gordo que tiene la base social seducida sin miramientos por una mentira que nadie se atreve a descubrir y poner en claro como en el cuento del traje invisible del emperador. Y que para colmo pretende ser la única representante digna de la izquierda...en fin...
Querido Alberto, no dudo en absoluto de tu buena disposición ni de tu estupenda preparación intelectual, ni de tus mejores intenciones, sólo creo que no estaría de más salir del escaño diariamente y pisar el suelo como todas hacemos para poder estar unidas en la realidad y no solo en la biblioteca, en el archivo o en las conversaciones entre colegas, en los debates, mítines, entrevistas y charlas acerca de la teoría económica, la ciencia política y los enjuagues insanos del treping politicoide.
Como canta Miky Núñez en La Venda, "te digo, hay otras cosas", hay que hacer todo lo posible porque la venda caiga, porque si no será la propia realidad la que nos la arranque sin contemplaciones y entonces ya sea demasiado tarde para salir indemnes del tortazo, no solo personal sino, tantas veces comunitario, por desgracia, cuando se trata de sujetos agentes de gestión política.
Autocrítica no es pasar la mano por el lomo a nuestros errores para que solo se vean los errores ajenos. Es tener el valor de analizar sin paliativos lo que hemos hecho mal y buscar el modo de no repetir lo mismo la próxima vez. Y después del batacazo cuadruplicado, no dar lecciones de honestidad en plan chuleta y no pretender encima ser ministro. Que no hagas la menor objeción a ese comportamiento de Iglesias que ya preocupa hasta en un tema de salud psicoemocional, sí que es chocante. La fidelidad a una idea tiene que tener el límite de la coherencia entre todos los aspectos de la realidad para evitar males mayores y no pasar por alto la relación inocultable entre causas y efectos. De la genialidad ocurrente y la clarividencia a la megalomanía hay muy poca distancia. El síndrome de Nerón es más frecuente de lo que parece en ciertos estamentos mal digeridos. Tenlo en cuenta a la hora de avalar disparates camuflados de idea rompedora, porfa, que no estamos para experimentos. Ya ves que en Portugal sí se puede de verdad, ¿tal vez porque no hay un Podemos entrópico boicoteando la salida de la entropía?
Podemos no es recuperable. Él mismo se ha encargado de matarse a base de atracones intentando abducir y zamparse a las bases sociales para subirse encima y asaltar los cielos del poder por el poder. La izquierda, en cambio, vive en la inteligencia de la humildad, es conciencia en la organización natural de lo cotidiano, en la marcha constante de la dignidad y está en el pueblo. No lo dudes, amigo Alberto. No en los libros, aunque éstos sean imprescindibles y fundamentales para despertar y enriquecer los recursos intelectuales del ser humano.
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