jueves, 16 de mayo de 2019

Es importante que Catalunya, precisamente ahora, no pierda el Norte. Ànim, germans y germanes, entre totes ho aconseguirem! Miquel Iceta sería el mejor cable de conexión posible en este momento....No soy del PSOE y voto a Compromís...Por el bien de España y de Europa también. Si el árbol está sano, las ramas, las hojas y los frutos también lo estarán..


Parece que ERC ha perdido esta vez su proverbial y admirable inteligencia política, que siempre ha sido un pilar y un bastión para la democracia de todas. No ha tenido en cuenta el momento europeo ni el momento de las comunidades ibéricas, que junto a Portugal son los únicos baluartes estatales que le quedan al sentido común europeo. Ni siquiera el hecho de que el independentismo catalán no es la mayoría, ni siquiera que Miquel Iceta podría ser una baza muy buena para ir reparando los desgarrones y tremendas heridas que ha dejado la barbarie del pp en la sociedad catalana y española, presidiendo un Senado que de todos modos es mayoritariamente socialista. 
Les ha podido la ansiedad del cortoplacismo y seguramente, como a todas las personas de bien de cualquier nacionalidad territorial, los tremendos patinazos del procès capitaneados por un marchenismo impresentable y las vergonzantes cagadas de la JEC. Es lamentable que ese panorama de árboles contaminados y enfermos no les haya dejado ver el bosque que se puede sanear y salvar de la plaga trifachita, explotadora, xenófoba y analfabeta democrática. Hay que saber valorar la trascendencia y la urgencia a la hora de tomar medidas. ERC se ha quedado en ese punto que impide ver la totalidad a causa de los impactos emocionales inmediatos. Es muy parecido a la tentación de no votar cuando se ve un panorama desastroso y no se perciben posibles mejoras con la continuidad de lo mismo y entonces la cordura no vota lo suficiente  y entonces gana el fascio. O sea, gana el pp y lo que le acompaña. No porque sea mayoría de verdad que nunca lo es sino, porque la mayoría irresponsablemente ha permitido con su abstención esa pírrica victoria que será la que labre la desgracia del estado. Es cierto que ese estado de birlibirloque constante cansa, agota, aburre y desespera, pero los árboles no dan sus frutos a tirones, sino cuidándolos, podando lo que no sirve, evitando las plagas y no fomentándolas, regando y abonando adecuadamente o sea, sin excederse ni quedarse cortos, y sobre todo teniendo la paciencia y la sabiduría de esperar a que maduren en el tiempo. 

Catalunya es magnífica y eso es porque los buenos catalanes lo son y lo serían en cualquier territorio en que viviesen. Mi abuela catalana vivió en Castilla hasta su muerte, desde los 18 años cuando se casó por amor y rebeldía total con un extremeño, -por eso la desheredaron- y en todos los lugares donde vivieron como pareja, ella consiguió crear mini Catalunyas, células vecinales de convivencia, de creatividad, de cultura e intercambio. Alfabetizó, enseñó a coser, a cocinar, a cultivar plantas, a convivir, a celebrar y a acompañar sin ser impertinentes ni cotillas. A acoger a los que sufren y a reclamar derechos pidiendo audiencias a alcaldes y a gobernadores, hasta conseguir ser escuchadas y atendidas en tantas necesidades imprescindibles. -¡En plena monarquía, en plena república, en plena guerra y en pleno franquismo!- Cada verano nos escapábamos con ella y el abuelo a Catalunya, a hacer la ronda por la Vall de Segre cap a dalt, fins a la Vall d'Urgell, donde estaban sus raíces: Organyà y sus homilìes, la casa de origen. Luego bajábamos hasta Badajoz a visitar la casa y las tierras del abuelo, que había cedido al pueblo, al municipio, para que las usasen las familias, ya que ellos no vivían allí y el abuelo había sido hijo único, todo lo heredado hubiese sido un abandono irresponsable.  Sin ese extremeño, que salvó un montón de vidas y  esa catalana que las hacía posibles y les aportaba ideas realizables y herramientas vitales, nunca se hubiesen logrado tantas cosas buenas en los lugares en que vivieron por el destino del abuelo: guardia civil, pero civil-civil, verdad. Y solo eran dos. En casa éramos bilingües, hasta a mi padre que era de Granada, le encantaba soltar palabras en catalán y tararear cosas como "baixant de la font del gat" o "bon colp de falç, defensors de la terra..." y eso que era falangista, en fin...cuando el entendimiento y el cariño se unen todo encaja y la vida fluye por el mejor de los raíles.
Si una pareja de españoles cada uno de una punta de la misma diagonal geográfica pudieron hacer juntos tantos milagros y maravillas sencillísimas, inteligentes y entrañables, sin jamás poner barreras ni considerar primacías, sino solo la humanidad de cada ser humano y lo bueno que podrían aportar todos juntos, ¿qué no podrían conseguir millones de seres, hablando cuatro lenguas, aportando cuatro modos de ver el mismo paisaje, la misma tierra, la misma historia...la misma alma...? Seríamos la Suiza del Sur. Y hasta con mar para dar, repartir y acoger migrantes y refugiados, un menester en el que Catalunya es una verdadera magnífica experta, por su apertura y trato hacia los emigrantes (en la familia de Bellpuig, labradora secular, todos los años se acogía los trabajadores de Andalucía y de La Mancha y a sus familias, les pagaban los billetes y les daban habitaciones. Se ocupaban de las madres y los niños como de la misma familia. Los queríamos y los encontrábamos cada verano) Así es Catalunya. Como diría Pamies, una dulce revolución. La Stevia inteligente de España. Su mayor riqueza es su conciencia colectiva. Y ERC siempre ha sido la portavoz más senyera de esa estupenda condición. Esperemos que esta vez no se dejen arrastrar por la onda miserable de las cavernas y recuerden que aunque Catalunya no necesite a España, España sí que necesita la maestría y el ejemplo espléndido de Catalunya, no para exprimirla, sino para aprender de lo mejor que tiene: su grandeza espiritual y su delicadeza republicana cognitiva y tan práctica a la vez. La catalanidad es un valor que no se puede dejar en el olvido, en cambio el catalanismo, como el españolismo, es una enfermedad obsesiva de las emociones mal gestionadas que nos empobrece, y que debemos curar de una vez por todas, por la cuenta que nos trae.

Para eso es preciso despenalizar y valorar el sentimiento territorial, liberar YA a nuestros hermanos presos políticos, una aberración impensable en un Estado plural de Derecho y Democracia. Y dejar de llamar delito a los derechos que resultan incómodos para el cacicato pastón-dependiente. Reformar las leyes y reforzar el aspecto más humano, respetuoso, moderado y sabio de la Constitución, por encima de legalismos ortopédicos y prótesis corruptas. Implementar el bien común y el respeto por las diferencias sin convertirlas en obstáculos y bombas de relojería solo porque no se comprenden desde la planicie del pensamiento-bunker y la emocionalidad uniforme. No podemos seguir siendo indefinidamente un cuartel en el que se refugian políticos golpistas camuflados de demócratas, que solo quieren usar la democracia para alcanzar mayorías que les permitan terminar con ella por unanimidad legionaria.


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