El voto útil
Es
sobradamente conocida la petición de utilizar “el voto útil” que repite
machaconamente el PSOE en todas las campañas electorales, explicando
que si no se le vota los sufragios que se echen en la urna a favor de
otras formaciones políticas se perderán, según lo mandado por la Ley
electoral, que tanto ese partido como el PP redactaron y aprobaron en
beneficio propio. Este chantaje se dirige a la ciudadanía que tenga la
tentación de votar a partidos de izquierda para darles más poder con el
propósito de que influyan determinantemente en la actuación del Partido
Socialista.
Este partido sabe que una
vez organizada la estructura política, económica y social de España
después de la Transición es imposible que se cumpla la terrible amenaza
de que el comunismo se enseñoree de nuestro país, como al parecer
temían la CIA, el Departamento de Estado de EEUU y el Mercado Común a la
muerte de Franco.
Pero aun así, el peso
ideológico y organizativo que tuvo el Partido Comunista siempre ha
basculado en contra del PSOE, sobre todo cuando sus votantes comenzaron a
aprender que lo de socialista era únicamente un atributo teórico que no
se correspondía con las medidas adoptadas en su acción de gobierno. De
tal modo el mantra del “voto útil” se repite continuamente para
desanimar a aquella ciudadanía que pretenda revertir la deriva liberal
capitalista del PSOE y lograr unos gobiernos que quieran proceder a un
reparto de la riqueza más justo.
Hora es de analizar qué
significa esa frase sacramental del “voto útil”. La primera pregunta que
hay que hacerse es ¿El voto útil, para quién? Después de 40 años de
democracia formal y de 23 de gobiernos del PSOE podemos asegurar que el
voto ha sido útil para las grandes fortunas, la aristocracia
latifundista, las corporaciones multinacionales, la banca, las grandes
sociedades financieras, y poco para la mayoría de las clases
trabajadoras y de las mujeres, cuya situación en la sociedad sigue
siendo de víctimas de la violencia y marginación laboral y profesional.
Que la primera reforma laboral que eliminó derechos y ventajas a los
trabajadores, con la institución de las ETT, las empresas de trabajo
temporal, verdaderos explotadores de los empleados, la aprobó el PSOE,
así como después la modificación del artículo 135 de la Constitución,
para que los gobiernos pagaran antes a los bancos que las necesidades
sociales.
Los que se sientan tentados
a usar ese “voto útil” a favor del PSOE deberían recordar que el primer
gobierno de Felipe González aprobó el Estatuto de los Trabajadores, que
rebajaba sensiblemente la protección de los trabajadores por cuenta
ajena, en comparación con la que tenían bajo la dictadura; que el
segundo gobierno desmanteló el tejido industrial y nos situó en el
Mercado Común como un lacayo a las órdenes de Alemania, y que el tercer
gobierno privatizó grandes empresas públicas.
Muchos de sus votantes
deberían comprender que su voto fue muy útil para desmontar la industria
metalúrgica en Sagunto y el País Vasco, la minería en Asturias, los
astilleros en El Ferrol y en Cádiz, la ganadería de altura en el Norte y
diferentes cultivos en el sur. Que el voto útil nos situó en la cola de
Europa en productividad, especializándonos en el turismo, mientras
mantiene a España en el ranking de paro más alto después de Grecia.
Que ese voto útil ha
servido para financiar a una Iglesia Católica en plena decadencia, que
se ha apropiado fraudulentamente de nuestro enorme patrimonio artístico
religioso y que retiene una parte de la enseñanza y sigue influyendo en
la moral social.
Que votar al PSOE para que
no avance la derecha no ha servido para devolvernos la República, cuya
aceptación es mayoritaria en la sociedad española, pero que los poderes
fácticos y políticos e internacionales no permiten que se
proclame. Porque saben que la monarquía es la mejor garantía de que todo
seguirá igual, el imperio del Capital y del Patriarcado, con el
refrendo del “voto útil”.
La ciudadanía debería
recordar que su “voto útil” sirvió para que nos metieran en la OTAN y
nos hicieran cómplices de los crímenes que comete diariamente esa
organización, mientras pagamos unos gastos astronómicos para que haga
maniobras militares de un despilfarro inaceptable y mantener varias
guerras que destrozan países, llenan el continente europeo de refugiados
que huyen de ellas y ahogan en el Mediterráneo a miles de los que
huyen. Y está permitiendo que se fabriquen misiles “inteligentes” en
Cádiz y se vendan a Arabia Saudí para bombardear Yemen. Con la
consecuencia, que fingen que no es deseada, de haber logrado el
renacimiento del fascismo en EEUU y en Europa.
Los electores deberían
saber que “votar útilmente” al PSOE le ha permitido ser el mayor
benefactor de las empresas del Ibex35. El gobierno socialista creó la
escuela concertada, a la que se derivan fondos públicos, en demérito de
la verdaderamente pública, y privatizó los servicios sanitarios, que
pagamos todos los contribuyentes. Florentino Pérez, nuestro empresario
monopolista, ha convertido en negocio la atención a los ancianos y a los
niños, con organizaciones regidas por aficionados incompetentes, que
maltratan a unos y a otros, e incluso cometen acciones delictivas. Con
nuestro dinero.
Cuando los votantes opten
en las próximas elecciones por el “voto útil”, no pierdan de vista que
en Andalucía donde ha gobernado el PSOE 37 años, se mantiene el paro más
alto de España, y Extremadura y Castilla la Mancha, feudos del “voto
útil”, siguen siendo las regiones más deprimidas del país.
Y cuando las mujeres tengan
que decidir su voto que analicen por qué la violencia machista crece,
en sus diversas variantes: feminicidios, violaciones, acoso sexual,
maltrato; cómo las diferencias salariales y profesionales siguen siendo
las mismas que hace décadas y las leyes cada vez establecen cláusulas
más perniciosas para ellas y sus hijos, como la que ahora impone la
custodia compartida, que obliga a las madres a entregarlos a padres
maltratadores y abusadores sexuales, mientras la prostitución y la
pornografía aumentan sin freno y se alquilan los úteros de las mujeres
pobres como si fueran máquinas que fabrican mercancías, después de haber
gobernado el PSOE durante casi un cuarto de siglo.
Por supuesto, cuando los
trabajadores y las mujeres reflexionen sobre ese voto inútil para sus
necesidades y demandas que no piensen que les será más útil votar a la
derecha, ahora en sus tres acepciones, como hacen ritualmente cuando se
sienten defraudados por el gobierno que creyeron socialista.
La consigna a difundir no
debe ser la del “voto útil” sino la del “voto inteligente”. El voto es
una parte fundamental del poco poder que se le concede a la ciudadanía
de a pie, y hay que saber administrarlo.
No se puede votar con la nariz tapada como también se repite en una
frase muy desafortunada. Han costado muchos sufrimientos y dos siglos de
lucha lograr que tanto los trabajadores como las mujeres conquistaran
el derecho al sufragio y deben utilizarlo con la mayor inteligencia, no
como si estuviese podrido y hubiera que tirarlo a la basura. Resulta muy
decepcionante comprobar que muchos campesinos y obreros votan
formaciones de derecha y que muchas mujeres optan por partidos
antifeministas e incluso misóginos.
Hemos de hacer una campaña
continua entre la ciudadanía para explicarle que el voto ha de ser
inteligente, que las mujeres y los hombres han de votar a quienes les
garanticen la defensa del feminismo radical, a quienes tengan constancia
de que llevarán al gobierno un programa de transformaciones sociales y
económicas que redistribuyan la riqueza con equidad.
Y para eso el voto útil al
PSOE no sirve. Hay que utilizar el voto inteligente para votar a una
izquierda verdadera, no por supuesto a montajes
populistas, nacidos en un día, sin programa ni objetivo, como los de
Manola Carmena y Errejón que se han hecho famosos por sus magdalenas y
sus besos. Hay que darle el poder a la izquierda feminista para que
pueda llevar a cabo las reformas que llevamos dos siglos reclamando. Hay
que examinar con detenimiento aquellas listas de candidatas y
candidatos que en todas las ciudades y comunidades tienen un programa de
verdadera transformación económica y feminista, sin dejarse engañar por
planteamientos de falso progreso, como el que defiende la legalización
de la prostitución.
Ni voto útil ni voto inútil, voto inteligente.
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