viernes, 10 de mayo de 2019

Libro, autor y entrevista. Un buen programa de lectura entre urna y urna. A un poeta nunca se lee en vano, ya sea en verso o en prosa. Es el caso de Gª Montero, nuestro poeta semanal


Luis García Montero: "El pensamiento crítico debe crear una verdad que nazca del acuerdo democrático"

  • En Las palabras rotas, nuevo libro de ensayo, el poeta reivindica la necesidad de rescatar de la "manipulación" conceptos como bondad, verdad o política
  • El volumen está compuesto por artículos y conferencias escritos en los últimos meses, algunos de ellos publicados en su columna semanal en infoLibre

Publicada el 10/05/2019
Infolibre
El poeta y catedrático de Literatura Luis García Montero, nuevo director del Instituto Cervantes.
El poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes.
EFE
Las palabras rotas: ese es el título el nuevo libro del poeta Luis García Montero. A nadie extrañará que el director del Instituto Cervantes se ocupe, una vez más, de la salud del lenguaje, uno de los temas centrales de su escritura, particularmente presente en los últimos años en libros como Balada en la muerte de la poesía o A puerta cerrada (2017). De hecho, el nuevo volumen editado por Alfaguara está conformado por artículos y conferencias escritos a lo largo de los últimos meses, inéditos o publicados —un puñado de ellos, en su columna semanal en este periódico—, lo que permite leerlo también como una especie de diario ideológico. Cada breve ensayo va acompañado por un poema, claro: aquí la literatura se demuestra de nuevo como un refugio, un espacio en el que restaurar la palabra quebrada.

Pregunta. La perversión del lenguaje es una preocupación en su obra desde hace tiempo: ¿hasta qué punto considera que las palabras están rotas, hoy más que ayer?

Respuesta. La corrupción de una sociedad empieza por el lenguaje, porque la lengua es el mayor vínculo de una comunidad, es un patrimonio común, y cualquier cosa que afecte a la lengua y la corrompa se convierte en síntoma de la corrupción general. Cada vez se utilizan más las palabras para mentir. Se está intentando sustituir el sentido objetivo de las palabras por espacios virtuales de mentira. Y dentro de este juego, lo que a mí me parece más triste es que hay algunas palabras, que son fundamentales para una educación democrática, que se están desprestigiando calculadamente.

P. ¿Qué palabras son, de entre todas sobre las que reflexiona, las que más le preocupan?

R. La palabra política, la palabra verdad, la palabra bondad… Son esas palabras las que merece la pena reivindicar si queremos consolidar una alternativa democrática a lo que estamos viviendo. Quizás lo más fácil de entender por todo el mundo sea lo que ocurre con la palabra política. La política es el mecanismo democrático más importante para articular la convivencia y resolver pacíficamente los conflictos. Es irrenunciable. Y sin embargo, qué desprestigiada está como para que la gente la asocie con robo, con corrupción, con sectarismo, con promesas incumplidas… No se trata de negar que haya habido todo eso, sino de decir que esos son problemas que hay que resolver de una práctica decisiva que hay que defender.

  P. ¿Estas palabras sufren también una reducción de su significado? Cuando se habla de política, se habla solo de política de partidos y no de una manifestación, de organización en los barrios…

R
. Del propio compromiso con la vida. Hay una España real, hay sociedades reales que no tienen que ver solo con lo que pueda hacer un político determinado, sino el compromiso de cada cual con su propia manera de vivir su intimidad, las relaciones con los vecinos, el propio trabajo… La buena política es, en realidad, no la que se inventa cosas, sino la que tiene los mismos compromisos de esos ciudadanos, que lo mismo se identifican con un movimiento por la dignidad de la mujer, la defensa de los discapacitados o ciertos aspectos de la salud pública que pueden estar desatendidos.

P. Habla, particularmente, de la palabra bondad

R. Que es uno de los conceptos que mejor ha teorizado el feminismo, a partir de la palabra cuidados. Al final, el reconocimiento de que todos en una época de la vida vamos a necesitar cuidar o ser cuidados es el reconocimiento de que emociones como la compasión o la bondad son emociones de dimensión política. Si tú eres consciente de que necesitas cuidar a alguien que quieres, eso significa que puede haber una democracia de los cuidados. Lo mismo que se cuida al lenguaje, se cuida a la gente o se cuidan distintas causas. A mí me parece muy significativo  que buena parte de la política que contribuye al desprestigio de la propia política, que buena parte de los mecanismos de desprestigio de las ilusiones colectivas de la democracia tengan un diálogo muy íntimo con el odio. Que animen a la gente a odiar.

P. Cuando la bondad parece un valor que se reconoce universalmente, ¿qué motiva ese desprestigio del que habla?

R. A veces saca más resultados, en la manipulación, el odio que la bondad. Hasta el punto de que nos hemos acostumbrado a creer que bueno significa tonto. Por eso me gusta recordar el famoso verso de Machado: “En el buen sentido de la palabra, bueno”. Oiga: que yo no quiero decir que soy tonto, quiero decir que soy alumno de Francisco Giner de los Ríos, que nos enseñó en la Institución Libre de Enseñanza que la tarea de la educación era prepararnos para la bondad. Es una reivindicación, en todo caso, no ingenua, sino como una reflexión sobre la realidad.

P. Señala que incluso la desigualdad ataca el concepto de bondad.

R. Porque uno de los grandes peligros que tienen nuestras sociedades en Europa es que el respeto y la compasión se están convirtiendo en un privilegio de las clases acomodadas. Claro, si tú eres catedrático de universidad, te puedes permitir pensar en los derechos humanos sin manipulación, pero si eres un trabajador que gana 300 euros al mes, fácilmente puedes ser manipulado por quien te diga que cuando llega un inmigrante viene a quitarte el trabajo o a robarte, y es muy fácil hacer olvidar que quien te está robando es quien te paga 300 euros. Hace falta romper con una dinámica social que está acumulando la riqueza en las élites y empobreciendo económicamente a las minorías. Reivindicar la bondad es señalar que tenemos el derecho a ser buenos y que vivimos en una sociedad que nos lo está arrebatando y que nos lo cambia por un instinto de supervivencia que cree que tenemos que ser un lobo para el otro porque el otro es un lobo para nosotros.

P. ¿Qué ha ocurrido para que las acusaciones de buenismo sean moneda de cambio habitual?

R
. Creo que tras ello hay un pensamiento que quiere desactivar las ilusiones colectivas y la convivencia, que es el pensamiento neoliberal. El pensamiento neoliberal está fracturando el contrato social, marco de convivencia que asegura el desarrollo libre de las personas, y ese marco de convivencia es uno donde la libertad está unida con el compromiso social, la igualdad y la fraternidad. Su idea de la libertad tiene mucho que ver con la vuelta a la ley del más fuerte: yo tengo derecho a elegir lo que quiera. Un momento: usted tiene derecho a elegir dentro de un marco que asegure el respeto de todos, no tiene derecho a pegar, a robarle a alguien, a fracturar la convivencia.

P. Y también señala la responsabilidad de los medios en ello.

R. Sí, porque esto tiene que ver con una sociedad del espectáculo que está utilizando el miedo para manipular conciencias. ¿Que existe el mal? Por supuesto. ¿Que una madre pierda a su hijo porque la novia del que era su marido lo mata? Eso es una barbaridad. Pero en el crimen famoso de Almería [el asesinato del niño Gabriel Cruz] hay dos posturas. Hubo unos medios de comunicación que convirtieron la muerte en un espectáculo e hicieron que la gente saliera a la calle para pedir la pena de muerte, algo que nos lleva al pasado más miserable, o la cadena perpetua, que es una manera de renunciar al derecho democrático de la reintegración. Mira la diferencia entre eso y la madre y el padre del niño, que salieron diciendo: “No utilicen a mi hijo para el odio”. Eso tiene una dimensión política tremenda. O fíjate el discurso que quiere acallar la violencia de género y enterrarla en lo privado, y que quiere evitar que haya políticas que asuman como responsabilidad pública acabar con la violencia de género.

Ahora mismo una discusión central para la vida democrática es el periodismo. Eso de querer sustituir el periodismo serio que constata datos por una comunicación llena de mentiras y de construcciones, eso es muy peligroso. Y no digo que todo el mundo tenga que opinar lo mismo, pero una cosa es que los datos puedan interpretarse de manera distinta y otra cosa es que se puedan falsificar los datos. Por ejemplo, en este debate sobre el buenismo y la bondad se olvida que el índice de criminalidad de España es muy bajo, que no son esos delitos los que protagonizan nuestra convivencia, ¿a qué una y otra vez inventarse discursos de que el otro es una amenaza? Eso es una falsificación.

P. Habla de la palabra verdad, un concepto que se viene disputando desde hace tiempo. ¿Hasta qué punto podemos defender el concepto de verdad frente a la mentira, sabiendo que la verdad es una materia huidiza?

R
. El pensamiento crítico en el que me he formado es el pensamiento de la sospecha. Empiezo citando a Machado una vez más con eso de “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Bueno, eso al rey le interesa, porque legitima la verdad en su poder, y al porquero no le interesa tanto, porque lo que legitima es su explotación. En la historia del pensamiento desde Nietzsche en la moral, Marx con la composición económica de la sociedad, el pensamiento feminista frente al machismo, el pensamiento anticolonial frente al eurocentrismo… Todo lo que ha alimentado nuestra conciencia crítica ha tenido que poner en duda la palabra verdad, y lo primero que tenemos que hacer es negarnos a un concepto de verdad esencialista, escrito con mayúsculas, diciendo que hay cosas que tienen sentido por sí mismas y son intocables. Porque estamos acostumbrados a que ese uso de la verdad sirva para legitimar injusticias.

A partir de ahí, creo que el pensamiento crítico se tiene que plantear un problema: que esta sospecha, en manos de la cultura neoliberal, ha desembocado en el cinismo, en el relativismo. Nada tiene importancia porque nada es verdadero, no tenemos que responsabilizarnos de nuestra palabra… El pensamiento crítico debe responsabilizarse de crear una verdad con minúscula que nazca del acuerdo democrático, que para mí pasa por la honestidad de unir razones y emociones. Lo que me ha enseñado la política, lo que me ha enseñado la poesía, es la importancia de devolverle la importancia a los sentimientos. Vivimos en una sociedad que había separado la razón de los sentimientos, y entre todos, para construir un ámbito de acuerdo honesto de la verdad, debemos hacer que no haya razones desprendidas de sentimientos éticos y que no haya sentimientos irracionales y de odio desprendidos de razones éticas. Por eso cito a Machado, porque creo que ese tipo de verdad no es la justificación de una verdad esencial, sino la precaución de la conciencia vigilante para resolver conflictos en acuerdo: “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
 

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