Estado de Surrealismo
Hay quien nos quiere
instalados en una especie de Estado de Surrealismo, en una envoltura a
caballo entre el sueño y la pesadilla que nos aleja de lo que nos
protege en busca, según afirman, de una suerte de salvación onírica
"El espectro clandestino está alerta en su sendero / Arbitrariamente desconsolado /
Caballo sonámbulo lleno de crepúsculo / Como las advertencias de la historia"
Caballo sonámbulo lleno de crepúsculo / Como las advertencias de la historia"
Vicente Huidobro. Poemas giratorios
Continúo
observando la proliferación peligrosa de los que quieren combatir a los
enemigos del Estado de Derecho sin dudar en crear para ello un Estado
de Derecho del enemigo. Es tan asombroso su número, que resulta incluso
difícil elaborar una argumentación que devuelva las cosas a su justo
punto, que nos vuelva a apalancar en la idea de que el Estado de Derecho
se defiende desde su grandeza y no desde su desmoronamiento. Solo hay
un axioma que resuma la grandeza de su triunfo: no usaremos sus atajos
porque somos mejores, no devolveremos error por error, ni perversión por
perversión, ni vulneración por vulneración. No. No es preciso. Esa es
la grandeza del Estado de Derecho y de la democracia.
Más
que en esa realidad, que es tan palmaria que ha servido como cimiento y
viga, como cemento y pilar de la más hermosa etapa de la historia de la
civilización occidental, hay quien nos quiere instalados en una especie
de Estado de Surrealismo, en una envoltura a caballo entre el sueño y
la pesadilla que nos aleja de lo que nos protege en busca, según
afirman, de una suerte de salvación onírica. No, no deliro. Apenas puedo
conciliar el sueño porque de aquellos polvos, estos lodos, y porque va a
ser difícil devolver la cordura y el sentido a la política y a la
sociedad española después de este periodo de enloquecida liberación de
la psique colectiva que no nos está quedando nada artística.
Bajemos
de la interpretación de los sueños a los sueños que producen monstruos.
No es de extrañar. El que arranca dejando que se cree un relato forzado
y de ficción, no ya para castigar al enemigo sino para resolver un
problema político, abre un surco de despropósitos que es difícil de
cegar. Hemos visto estos días cómo se intentaba sacar de las listas
electorales espuriamente a Puigdemont y los suyos. Aún ha primado la
cordura del Tercer Poder de frenar un movimiento de tal gravedad. No
había por dónde cogerlo. Pero las sombras se han empezado a cernir sobre
un órgano nacido para velar sin protagonismo por la limpieza de los
procesos electorales. Un órgano que, de modo siquiera indirecto, también
ha sido manoseado por el signo de los tiempos. Así se pasó de la idea
original de que en su composición entraran catedráticos apoyados por los
partidos de forma conjunta –para conseguir que solo los considerados
más neutrales entraran– a la procacidad de que ese acuerdo se trueque en
un "nombra tu al tuyo y yo al mío sin que quepa veto". Ahora ya tenemos
una querella contra dos de esos catedráticos que dejaron huella escrita
de que sabían que era imposible vetar a Puigdemont sin cambiar la ley y
luego votaron lo contrario.
La cuestión es que en
este Estado de Surrealismo tenemos ahora sobre la mesa una nueva
cuestión que es la del árbitro cuestionable. Pasó con los debates y Vox,
en los que la Junta Electoral Central realizó una interpretación de la
norma que procede de su propia cosecha pero dase la circunstancia de que
no se trata de un órgano jurisdiccional y, por tanto, no puede
interpretarla ni crear su propia jurisprudencia o legislación paralela
como parece está sucediendo. Esta cuestión ni siquiera llegó a verla
juez alguno. El derecho de una empresa privada a seleccionar
informativamente sus debates y el de los ciudadanos a tener la
confrontación de ideas necesaria para formar su voto no fueron
ponderados por el Poder Judicial.
El martes vivimos
otro episodio opaco y surrealista del que tampoco consigo una
explicación más allá de la nebulosa de los sueños. La Junta de Barcelona
había decidido permitir que Junqueras entrara en un debate desde Soto
del Real. Recurrido el tema por Ciudadanos y el Partido Popular –que se
mueven en este mundo de relojes líquidos como pez en el agua– la Junta
Electoral Central recibió el asunto y el informe de Instituciones
Penitenciarias oponiéndose por una cuestión de horario de la prisión.
A
la hora de comer se conocía una resolución unilateral del presidente de
la Junta Electoral Central que impedía esta participación y que rezaba
literalmente que "por motivos de urgencia" esta presidencia "ha decidido
resolver las solicitudes relativas a los días 14 a 16 de mayo, dejando
el resto para una próxima reunión de la Junta Electoral Central". Relean
la frasecita. No tiene otro sentido posible que comunicarnos que el
presidente no había deliberado con nadie las cuestiones electorales que
debían resolverse los días 14,15 y 16 y que ya el resto lo dejaba para
cuando se reunieran. ¿Cómo entienden ustedes que se reunieran esa misma
tarde a las pocas horas? ¿qué pasó en medio? Si se iban a reunir, ¿por
qué resuelve solo el presidente por la mañana? Si como parece no se iban
a reunir hasta el jueves, ¿por qué esa convocatoria urgente para
confirmar lo decidido a solas por la mañana? No se lo puedo explicar. Lo
de la Junta Electoral Central no es que sea surrealista, es que es
ciego, opaco, oscuro. Este extraño movimiento sí consiguió que de nuevo
se restringieran derechos de los candidatos, pero también de los
electores, sin la ponderación judicial y poniendo sobre la mesa que el
horario interno de una prisión pesa más que la decisión de una Junta
Electoral como la de Barcelona. No sé.
Por no
alargarme en esta exposición de pesadillas. Parece que la Fiscalía ha
decidido acusar a las cúpulas de los medios públicos catalanes de
integración en organización criminal. Alegra saber que no han cruzado la
línea para acusar de pertenencia a banda armada de bolígrafos y
alcachofas. Surrealista... o lo siguiente. En un país en el que nadie ha
osado acusar de organización criminal ni siquiera al Partido Popular,
después de las condenas a centenares de sus miembros. Nadie ha ni soñado
tampoco, afortunadamente, con acusar de organización criminal a los
cargos de las RTVE que ocultaron y manipularon la corrupción del PP
durante años pero, ¡oiga, usted!, el director de TV3 y su colegas
estaban dentro de una organización criminal para organizar un
referéndum. Ni a los del banquillo del Tribunal Supremo se les acusa de
tal cosa.
Estado de Surrealismo. Estado de Derribo.
Estado del Enemigo. Un error de nefastas consecuencias. Un error que nos
amenaza a todos. Hora es de restablecer la cordura y de contarle a la
gente que estos atajos no solo no arreglan nada, sino que lo destrozan
todo. Así, señores patriotas, no destruyen a los independentistas, sino
que nos dinamitan el Estado de Derecho a todos. Esto es lo que me
subleva. Dicho queda.
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