Lo que no han dicho los medios: la derrota del neoliberalismo
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra
El debate en las elecciones legislativas del 28 de abril se centró primordialmente en el tema nacional (también conocido como el tema territorial) y no en la preocupante situación económica y social en la que vive el país, producto, en gran parte, de las políticas públicas de claro corte neoliberal impuestas a la ciudadanía (y digo impuestas pues no estaban incluidas en sus programas electorales) por los partidos gobernantes durante los últimos diez años. Como consecuencia de esta centralidad del tema nacional durante el período electoral, la mayoría de los medios de información han prestado ahora la mayor parte de su atención en analizar las implicaciones que tales resultados electorales puedan tener para la resolución de dicho conflicto, sin prestar mucha atención a otro gran tema como es el significado que estas elecciones puedan tener para las posibilidades de revertir aquellas políticas públicas responsables de la gran crisis social. El hecho de que los medios no prestaran atención a este tema es más que sorprendente, pues uno de los resultados electorales de mayor interés del 28 de abril fue el gran rechazo de la mayoría del electorado hacia las políticas económicas y sociales aplicadas en los últimos diez años, las cuales, repito, han sido responsables del gran deterioro de la situación social del país.
Existe abundante evidencia de que las reformas laborales del gobierno Zapatero en 2010, y del gobierno Rajoy en 2012, han creado una enorme precariedad y una bajada de salarios sin precedentes, lo cual ha dado lugar a algunas situaciones muy alarmantes, tales como el marcado deterioro del nivel de vida de las clases populares (que son la mayoría de la ciudadanía), siendo hoy más bajo que al inicio de la Gran Recesión en 2007 (solo a modo de ejemplo, la población en riesgo de pobreza en España pasó de un 23,3% en 2007 a un 26,6% en 2017, con un aumento de casi dos millones de personas en esta situación), o el hecho de que sectores muy amplios de la juventud no vivirán en España mejor que sus padres. Contribuyendo a este deterioro ha habido, además, grandes recortes del gasto público social (en temas tan importantes como la sanidad, la educación, la vivienda, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios y muchos otros servicios), así como una reducción muy notable de las transferencias públicas (como las pensiones, que garantizan el bienestar de la población), políticas que han sido también claramente rechazadas por el electorado español, sin que ello se comentara en los medios.
La falsedad de que las derechas y las izquierdas estuvieran igualadas
En realidad, tal rechazo ha quedado ignorado (cuando no ocultado) bajo la percepción, promovida por los mayores medios de información, de que España está dividida en dos grandes bloques (las derechas y las izquierdas) que supuestamente han tenido un número muy parecido de votos, argumentando que la victoria en escaños de las izquierdas se ha debido predominantemente a un sesgo de la ley electoral a su favor, que les ha beneficiado.Es cierto que el sistema electoral está sesgado para facilitar el bipartidismo que ha caracterizado el periodo democrático hasta ahora. Y ello explica que el PSOE, en esta ocasión, haya tenido más parlamentarios de los que le corresponderían por el número de votos. Pero hay otro sesgo en la ley electoral, que es el que, desde el principio, ha discriminado a las clases populares urbanas, que son las que se oponen de forma más mayoritaria a las políticas neoliberales y las que votan en mayor medida a los partidos a la izquierda del PSOE. Este era el objetivo principal que se perseguía en el diseño de tal ley electoral (ver mi artículo “Cuestionando algunos de los análisis que se han hecho sobre las elecciones del 9 de marzo”, El Viejo Topo, julio-agosto 2008). En la mayor parte de las elecciones legislativas la mayoría de votos han sido de izquierdas. Y las últimas del 28-A no fueron una excepción. Las izquierdas consiguieron algo más de 1,2 millones de votos más que las derechas.
De hecho, en un sistema estrictamente proporcional y sin “barreras” por circunscripción, las izquierdas (excepto el PSOE) habrían conseguido más escaños (ver mi último artículo “Lo que los medios de información no dijeron sobre las elecciones del 28-A”, Público, 06.05.19). Sumando todos los votos a partidos que se oponen a tales políticas neoliberales, constituyeron una gran mayoría, y lo que también es muy notorio e importante es que las izquierdas (el PSOE) que habían gobernado antes aplicando políticas neoliberales (durante la etapa Zapatero), bajo el gobierno Sánchez han dejado de hacerlo, proponiendo un presupuesto (a instancias de Unidas Podemos) que significaba un cambio muy importante de este partido, y que fue la causa de que se revirtiera su descenso electoral. Los datos muestran que el resultado de las elecciones, con un triunfo de las izquierdas, significó un gran rechazo a las políticas neoliberales hasta ahora dominantes en las esferas del poder financiero, económico, político y mediático del país. Es más, las encuestas de opinión anteriores al periodo electoral señalaron que incluso entre un 30 y 40% de votantes tradicionales del PP y de C’s estaban en desacuerdo con las reformas laborales y las políticas de austeridad. De ahí que lo llamativo del 28-A fuera que no fuera noticia uno de los hechos más importantes de aquel día: ese rechazo del neoliberalismo por parte de la gran mayoría del electorado con la victoria de los partidos de izquierdas sobre los de derechas, resultado que en un sistema estrictamente proporcional hubiera dado mayor representatividad a los partidos, como Unidas Podemos y otras formaciones políticas, a la izquierda del PSOE (que en realidad es un partido de centroizquierda).
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