lunes, 13 de mayo de 2019

Me sumo sin objeciones a la crítica del Profesor Navarro. Estoy convencida desde hace años de que el argumentario patriotero, la zapatiesta catalana y el banderismo patológico solo son las tapaderas de la casquería residual, en la que nunca se ha hecho limpìeza en profundidad, es decir no desde la demagogia y los gritos en el cielo, sino desde la realidad política y social, desde la mayoría ciudadana, que es la eterna paganini de este desconcierto desafinado y vergonzante en que ha quedado fija la inercia de los sectores mandamases - a izquierda disléxica y derecha cavernaria- herederos de una chapuza más de trasacción que de transición...En fin, el pueblo salvará al pueblo, tanto con los votos como con los vetos activos, organizándose a sí mismo, como ya se demostró a partir de 2011, sacando fuerzas y creando recursos propios, como la PAH y las mareas desprivatizadoras que aun siguen en pie, las herramientas actuales del estado, sobre todo desde el desguace perpetrado por el pp, no responden a las necesidades y retos vertiginosos del momento histórico-evolutivo: ya no se trata de banderas ni de bandos, sino de la mera supervivencia de la especie y del Planeta; sin ellos todo lo demás no tiene sentido. Sólo necesitamos que ningún invento "empoderador" vuelva a meter las narices en la conciencia colectiva y a retorcer, desvitalizar y aniquilar el magma cívico con "ilusiones" hegemónicas y chifladuras especulativas, piradas y egocéntricas, completamente ajenas a la realidad; no queremos asaltar cielos, nos basta con organizar adecuadamente, con ética, justicia, humanidad y sensatez, los suelos que pisamos





Opinión · Pensamiento crítico

Lo que no han dicho los medios: la derrota del neoliberalismo

Vicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra 

El debate en las elecciones legislativas del 28 de abril se centró primordialmente en el tema nacional (también conocido como el tema territorial) y no en la preocupante situación económica y social en la que vive el país, producto, en gran parte, de las políticas públicas de claro corte neoliberal impuestas a la ciudadanía (y digo impuestas pues no estaban incluidas en sus programas electorales) por los partidos gobernantes durante los últimos diez años. Como consecuencia de esta centralidad del tema nacional durante el período electoral, la mayoría de los medios de información han prestado ahora la mayor parte de su atención en analizar las implicaciones que tales resultados electorales puedan tener para la resolución de dicho conflicto, sin prestar mucha atención a otro gran tema como es el significado que estas elecciones puedan tener para las posibilidades de revertir aquellas políticas públicas responsables de la gran crisis social. El hecho de que los medios no prestaran atención a este tema es más que sorprendente, pues uno de los resultados electorales de mayor interés del 28 de abril fue el gran rechazo de la mayoría del electorado hacia las políticas económicas y sociales aplicadas en los últimos diez años, las cuales, repito, han sido responsables del gran deterioro de la situación social del país.
Existe abundante evidencia de que las reformas laborales del gobierno Zapatero en 2010, y del gobierno Rajoy en 2012, han creado una enorme precariedad y una bajada de salarios sin precedentes, lo cual ha dado lugar a algunas situaciones muy alarmantes, tales como el marcado deterioro del nivel de vida de las clases populares (que son la mayoría de la ciudadanía), siendo hoy más bajo que al inicio de la Gran Recesión en 2007 (solo a modo de ejemplo, la población en riesgo de pobreza en España pasó de un 23,3% en 2007 a un 26,6% en 2017, con un aumento de casi dos millones de personas en esta situación), o el hecho de que sectores muy amplios de la juventud no vivirán en España mejor que sus padres. Contribuyendo a este deterioro ha habido, además, grandes recortes del gasto público social (en temas tan importantes como la sanidad, la educación, la vivienda, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios y muchos otros servicios), así como una reducción muy notable de las transferencias públicas (como las pensiones, que garantizan el bienestar de la población), políticas  que han sido también claramente rechazadas por el electorado español, sin que ello se comentara en los medios.

La falsedad de que las derechas y las izquierdas estuvieran igualadas

En realidad, tal rechazo ha quedado ignorado (cuando no ocultado) bajo la percepción, promovida por los mayores medios de información, de que España está dividida en dos grandes bloques (las derechas y las izquierdas) que supuestamente han tenido un número muy parecido de votos, argumentando que la victoria en escaños de las izquierdas se ha debido predominantemente a un sesgo de la ley electoral a su favor, que les ha beneficiado.
Es cierto que el sistema electoral está sesgado para facilitar el bipartidismo que ha caracterizado el periodo democrático hasta ahora. Y ello explica que el PSOE, en esta ocasión, haya tenido más parlamentarios de los que le corresponderían por el número de votos. Pero hay otro sesgo en la ley electoral, que es el que, desde el principio, ha discriminado a las clases populares urbanas, que son las que se oponen de forma más mayoritaria a las políticas neoliberales y las que votan en mayor medida a los partidos a la izquierda del PSOE. Este era el objetivo principal que se perseguía en el diseño de tal ley electoral (ver mi artículo “Cuestionando algunos de los análisis que se han hecho sobre las elecciones del 9 de marzo”, El Viejo Topo, julio-agosto 2008). En la mayor parte de las elecciones legislativas la mayoría de votos han sido de izquierdas. Y las últimas del 28-A no fueron una excepción. Las izquierdas consiguieron algo más de 1,2 millones de votos más que las derechas.
De hecho, en un sistema estrictamente proporcional y sin “barreras” por circunscripción, las izquierdas (excepto el PSOE) habrían conseguido más escaños (ver mi último artículo “Lo que los medios de información no dijeron sobre las elecciones del 28-A”, Público, 06.05.19). Sumando todos los votos a partidos que se oponen a tales políticas neoliberales, constituyeron una gran mayoría, y lo que también es muy notorio e importante es que las izquierdas (el PSOE) que habían gobernado antes aplicando políticas neoliberales (durante la etapa Zapatero), bajo el gobierno Sánchez han dejado de hacerlo, proponiendo un presupuesto (a instancias de Unidas Podemos) que significaba un cambio muy importante de este partido, y que fue la causa de que se revirtiera su descenso electoral. Los datos muestran que el resultado de las elecciones, con un triunfo de las izquierdas, significó un gran rechazo a las políticas neoliberales hasta ahora dominantes en las esferas del poder financiero, económico, político y mediático del país. Es más, las encuestas de opinión anteriores al periodo electoral señalaron que incluso entre un 30 y 40% de votantes tradicionales del PP y de C’s estaban en desacuerdo con las reformas laborales y las políticas de austeridad. De ahí que lo llamativo del 28-A fuera que no fuera noticia uno de los hechos más importantes de aquel día: ese rechazo del neoliberalismo por parte de la gran mayoría del electorado con la victoria de los partidos de izquierdas sobre los de derechas, resultado que en un sistema estrictamente proporcional hubiera dado mayor representatividad a los partidos, como Unidas Podemos y otras formaciones políticas, a la izquierda del PSOE (que en realidad es un partido de centroizquierda).

¿Por qué este silencio mediático?

La causa de este silencio es la misma causa de que se diera tanta visibilidad al tema nacional o territorial a costa del tema social. La gran crisis social de España se oculta detrás del debate nacional. No es casualidad que los partidos que han liderado los dos grandes bloques, el españolista y el independentista (PP y C’s por un lado, y CDC, hoy JxCat, por el otro), hayan sido los principales impulsores de las políticas neoliberales. El conflicto de banderas (la borbónica versus la estelada) ha ocultado una realidad de enorme importancia: la promoción de las mismas políticas económicas y sociales neoliberales, argumentando que eran las únicas posibles, cuando, en realidad, la evidencia científica mostraba que había otras políticas públicas que podían haberse utilizado y que habrían ahorrado tanto sufrimiento a las clases populares del país. Y lo que debería haber sido noticia también es que los dirigentes políticos (y economistas) que apoyaron tales políticas era conscientes del daño causado (lo que intentaron justificar, como acabo de indicar, con el argumento de que no había otras alternativas posibles). Sí que las había y no quisieron implementarlas, pues eran conscientes de que las políticas que hicieron tanto daño serían impopulares a nivel de calle, pero muy populares entre los establishments económicos y financieros a los que sirven. La enorme concentración de riqueza y el gran crecimiento de las desigualdades han sido una consecuencia directa de la aplicación de tales políticas. Y los dirigentes políticos y mediáticos eran plenamente conscientes de ello. Los datos así lo confirman (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). De ahí que utilizaran el nacionalismo de ambos lados para conseguir la transversalidad y los apoyos de grupos (incluyendo de las clases populares) que, al votarles, estaban yendo claramente en contra de sus propios intereses. Como ya indiqué en un artículo previo, hay una correlación estadística positiva en España entre el supuesto “patriotismo” de los candidatos y su ultraneoliberalismo. El ejemplo más claro es Vox, que se presenta como el más patriota y máximo defensor de la “unidad de la patria”, ocultando tras el discurso patriótico que es el partido más ultraneoliberal existente hoy en España, llegando incluso a proponer la completa privatización de las pensiones públicas, como hizo el general Pinochet en Chile, algo que ha resultado ser un auténtico desastre para las clases populares de aquel país. También Vox propone la privatización de las escuelas públicas (como hicieron las derechas suecas cuando gobernaban), lo cual causó un deterioro muy notable del nivel educativo del país y una gran polarización del sistema educativo.

¿Hay voluntad de cambio dentro de las izquierdas?

Este es el tema más importante que existe hoy en España. Es fácil de ver que el país necesita un cambio de dirección muy notable en sus políticas económicas y sociales. Y tal cambio, al que se oponen con intensidad, por cierto, los poderes fácticos financieros y económicos del país, no puede llevarse a cabo con una fuerza política de izquierdas (en realidad, repito, de centroizquierda) que en las Cortes españolas es minoritaria. No puede hacerse el cambio necesario y urgente que se necesita con un gobierno en minoría que no avance sin un rumbo claro y trazado, virando en función de las alianzas que sean posibles en cada momento, que es lo que el PSOE propone hoy a través de los medios. Ello implicaría una falta de compromiso y voluntad para llevar a cabo estos cambios, para los cuales se requiere un compromiso firme para cuatro años a fin de revertir las políticas que hicieron tanto daño. Para tal proyecto de transformación hace falta, pues, una situación estable con un programa pactado para toda una legislatura, con una dinámica de supervisión y gestión llevada a cabo por una coalición de partidos que esté al frente del gobierno central.

Una última observación a título personal

No hay duda de que la población movilizada detrás de las banderas tiene sentimientos nobles, que incluyen la defensa de la identidad nacional que fuere. Y en España hay razones sólidas para aceptar y promover su plurinacionalidad, convirtiendo el Estado en una institución poliédrica, en lugar de radial, que favorezca la diversidad dentro de la solidaridad. Las izquierdas en España (y también en Catalunya) siempre tuvieron una visión plurinacional, como lo muestran los documentos de la resistencia democrática antifranquista. La Transición inmodélica forzó un cambio, dejando sin resolver el tema nacional. Pero también dejó de resolver el tema social y democrático, de manera que España siempre ha tenido una democracia incompleta y un bienestar insuficiente, una realidad que todavía arrastramos (ver mi libro Bienestar insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país, Anagrama, 2002). Es un error gravísimo potenciar el conflicto nacional para ocultar el conflicto social y democrático. En realidad, no se resuelve el primero sin resolver el segundo. De ahí que las derechas (de los dos lados), y muy en especial sus dirigentes, estén utilizando cínicamente las movilizaciones nacionales para que no se hable de la crisis social que han creado. Este artículo es una crítica y denuncia de tal cinismo.

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