No mezcléis elecciones, la resaca es horrible
Cada elección es para lo que es y sirve para lo que sirve. Ni conviene, ni resulta muy legítimo, andar utilizando los resultados de unas para "interpretar" los resultados de otras
Antón Losada
Como suele ser norma,
tres días después de las elecciones municipales y autonómicas pululan
por portadas y tertulias más lectores de resultados que lectores en una
biblioteca en época de finales. Más vale andar con cuidado porque, a
nada que nos despistemos y si a sus señorías les conviene, va a resultar
que aquello que votamos el 28A para decidir el gobierno central va a
quedar más caducado que un yogur en navidades, porque lo que cuente
ahora será lo votado el 26M, cuando elegíamos alcaldesas y alcaldes.
Mezclar elecciones es como mezclar licores, lo único seguro es una
resaca brutal.
Alguien debería decirle a Pablo Casado
y su entorno mediático que deberían contenerse un poco. Como sigamos
comprándole el mensaje de triunfo, vamos a acabar reclamando que Pedro
Sánchez convoque generales ya tras la espectacular victoria 'popular'.
Si cree que las urnas le han dado la razón, se equivoca. Le ha salvado
el partido y su organización territorial forzándole a abandonar su
estado de hiperventilación permanente. Si cree que después del trabajo
que le ha costado al partido enseñarle eso le van a dejar pactar con Vox
como si nada y volver a la senda del melodrama, se va a llevar más de
un sorpresa y un disgusto.
Los malos resultados de Podemos refuerzan la opción de
Pedro Sánchez por un gobierno en solitario y dejan a Pablo Iglesias sin
poder de negociación y ante la necesidad de revisar su estrategia, su
discurso y su propio liderazgo. Esa parece una lectura razonable.
Concluir que las urnas municipales refuerzan la opción de recostarse
hacia Ciudadanos en el gobierno central puede ser un deseo legítimo,
pero no una consecuencia lógica del 26M. Las urnas en abril eligieron un
gobierno de izquierdas y haber entendido nítidamente ese mensaje
constituyó el eje de campaña socialista en mayo. Sostener ahora que le
entendimos mal o que nosotros, los votantes, les hemos dicho lo
contrario tiene sus riesgos y muy peligrosos.
Alegar
que se hace para parar a la derecha extrema sólo tiene un pequeño
problema: si Ciudadanos pacta con Vox en Madrid, el argumento se queda
en excusa y además muy mala. Puede que Albert Rivera necesite volver a
ser aquel líder que podía pactar a derecha e izquierda y quitarse los
ropajes de 'drama queen' del constitucionalismo, pero ése es su
problema. El desafío de Sánchez reside en no decepcionar a la izquierda
que se movilizó y le votó para que no gobernase la derecha extrema.
Cada
elección es para lo que es y sirve para lo que sirve. Ni conviene, ni
resulta muy legítimo, andar utilizando los resultados de unas para
"interpretar" los resultados de otras. En abril decidimos mayorías para
el gobierno de España, en mayo escogimos mayorías municipales y
autonomías, no lo olviden porque nosotros, los electores, lo tenemos
claro. No vaya a ser que, buscando sacar partido, alguno acabe pegándose
un tiro en el pie.
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Un ejemplo recientísimo de las posibles y más sensatas propuestas que está ahora mismo siendo noticia en Catalunya: Valls propone apoyar la investidura de Colau. Por ahí se puede avanzar en una buena dirección. Para el equilibrio de fuerzas y para una gobernabilidad más útil que beligerante, y por el bien común, a Barcelona le interesa más Colau con Valls y el PSC, que Maragall y los indepen axacerbados. Una cosa es la república y otra hacerse estúpidamente el harakiri político a lo Puigdemont.
Madrid podría hacer lo mismo. Lástima que allí no haya un Valls en c's.
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