El rejoneo de Podemos
Madrid
es el epicentro de la triple batalla electoral del 26 de mayo. De los
resultados en el Ayuntamiento y la Comunidad depende mucho la lectura
política que se haga de las urnas. Tan cierto como que los
vencedores serán Carmena y Gabilondo, parece incierto, sobre todo en el
caso de la alcaldesa, que mañana puedan gobernar. No albergaríamos duda
si solo se hubieran presentado las dos fuerzas progresistas hegemónicas,
pero la presencia, con partido propio, de una escisión de Podemos,
genera la lógica incertidumbre sobre las muy probables derivadas
electorales de las tres izquierdas políticas en la izquierda
sociológica. Dado que al dividirse hoy el voto de izquierda ya no puede
rentabilizar la división de las tres derechas. Evidente es que sin esta
crucial novedad política Carmena tendría tan segura su reelección como
Gabilondo su elección. Así que, la cuestión es: ¿cómo va a afectar el
rejoneo de Podemos?
Toreado por los grupos de presión, banderilleado por el periodismo abotinado y, finalmente, rejoneado desde el caballo disidente de la deslealtad, Podemos enfila hacia el ruedo electoral con un cruel rejón de fuego clavado en su lomo. Con gran aplauso de crítica, la habitual siempre en la Fiesta Nacional, y público, tanto propio como sobre todo ajeno, se anuncian ya las dos orejas, el rabo y la vuelta al ruedo para el matador de turno dispuesto a apuntillarlo. Tanto que las mulillas de arrastre se aprestan a conducirlo hacia el desolladero político. La campaña electoral es como una corrida más de San Isidro donde nadie perdona la vida al toro morado.
La muleta con la que es toreado, una papeleta bicéfala, es una envolvente política de excelente factura. Es imposible derrotar a la derecha si no se vota a la escisión de Podemos. O la tomas o la dejas, son lentejas. Luego, el éxito de la alcaldesa es el éxito de los escindidos hace apenas nueve meses. Envolver la derrota de las tres derechas con la derrota de Podemos que, sin presentarse en el municipio, aparecerá como derrotada por la victoria de la escisión. Toda una amarga lección política para unos profesores universitarios reconvertidos en jefes políticos, de la noche a la mañana, que recuerda la crítica que hiciera Carlos Marx, en la Nueva Gaceta Renana, sobre la fragilidad política de los jefes universitarios.
La desilusión de Podemos es palpable al comprobar como se dobla la votación del 26 de mayo con la evidente votación de facto de unas primarias moradas que, sin haber sido convocadas, puedan dar la vuelta a la asamblea de Vistalegre II. Si en aquella consulta interna los militantes dieron la victoria a Podemos, se busca que en esta consulta externa los electores se la den, aunque muchos sin dársela, a la escisión. De ahí, claro está, si hoy pudieran conseguir probablemente sus objetivos, a la exigencia de una nueva asamblea de la formación morada apenas quedarían pocas horas. Se pasaría, entonces, de aquella ruptura de Podemos Madrid, en aquel otoño de 2018, a la ruptura de Podemos Estado, en este verano de 2019.
Ocurrió ya en 1979, con los llamados euros sublevados contra el Partido Comunista de España; volvió a suceder, hacia 1993, con una Nueva Izquierda contra Izquierda Unida, y ahora, de nuevo, con la escisión contra Podemos. Se buscaba y se busca crear una tercera fuerza política: antes de ayer, entre el PSOE y el PCE; ayer, entre el PSOE e IU, y hoy, entre el PSOE y Podemos. Como si hubiera un espacio vacío que pudiera ser ocupado por una tercera vía. Pese al fracaso político de los dos intentos anteriores, todos sus promotores terminaron poco tiempo después en el Partido Socialista, quienes promueven la nueva intentona estiman que ahora es posible lo que antes no lo fue o, probablemente, su objetivo sea sustituir, o mejor dicho, hacerse con el control de Podemos.
Si, como decía Gramsci, los partidos, como todo organismo viviente, nacen, crecen y mueren, no parece que a Podemos le haya llegado la hora, pese a sus innumerables y graves errores políticos. Pero es bien cierto que tampoco un partido puede nacer en la probeta de un laboratorio académico, por mucho forceps mediático que disponga. Por lo tanto, será la izquierda sociológica la que dé respuesta a esta ecuación electoral endiablada a la que tiene que hacer frente el 26 de mayo. Puede hacerlo, pese a los mucho problemas, dado que cuenta con el juego compensatorio de tres urnas para conseguirla. Y es que la derrota electoral de la derecha, si no fuera acompañada también de su derrota política, sería una victoria pírrica.
Toreado por los grupos de presión, banderilleado por el periodismo abotinado y, finalmente, rejoneado desde el caballo disidente de la deslealtad, Podemos enfila hacia el ruedo electoral con un cruel rejón de fuego clavado en su lomo. Con gran aplauso de crítica, la habitual siempre en la Fiesta Nacional, y público, tanto propio como sobre todo ajeno, se anuncian ya las dos orejas, el rabo y la vuelta al ruedo para el matador de turno dispuesto a apuntillarlo. Tanto que las mulillas de arrastre se aprestan a conducirlo hacia el desolladero político. La campaña electoral es como una corrida más de San Isidro donde nadie perdona la vida al toro morado.
La muleta con la que es toreado, una papeleta bicéfala, es una envolvente política de excelente factura. Es imposible derrotar a la derecha si no se vota a la escisión de Podemos. O la tomas o la dejas, son lentejas. Luego, el éxito de la alcaldesa es el éxito de los escindidos hace apenas nueve meses. Envolver la derrota de las tres derechas con la derrota de Podemos que, sin presentarse en el municipio, aparecerá como derrotada por la victoria de la escisión. Toda una amarga lección política para unos profesores universitarios reconvertidos en jefes políticos, de la noche a la mañana, que recuerda la crítica que hiciera Carlos Marx, en la Nueva Gaceta Renana, sobre la fragilidad política de los jefes universitarios.
La desilusión de Podemos es palpable al comprobar como se dobla la votación del 26 de mayo con la evidente votación de facto de unas primarias moradas que, sin haber sido convocadas, puedan dar la vuelta a la asamblea de Vistalegre II. Si en aquella consulta interna los militantes dieron la victoria a Podemos, se busca que en esta consulta externa los electores se la den, aunque muchos sin dársela, a la escisión. De ahí, claro está, si hoy pudieran conseguir probablemente sus objetivos, a la exigencia de una nueva asamblea de la formación morada apenas quedarían pocas horas. Se pasaría, entonces, de aquella ruptura de Podemos Madrid, en aquel otoño de 2018, a la ruptura de Podemos Estado, en este verano de 2019.
Ocurrió ya en 1979, con los llamados euros sublevados contra el Partido Comunista de España; volvió a suceder, hacia 1993, con una Nueva Izquierda contra Izquierda Unida, y ahora, de nuevo, con la escisión contra Podemos. Se buscaba y se busca crear una tercera fuerza política: antes de ayer, entre el PSOE y el PCE; ayer, entre el PSOE e IU, y hoy, entre el PSOE y Podemos. Como si hubiera un espacio vacío que pudiera ser ocupado por una tercera vía. Pese al fracaso político de los dos intentos anteriores, todos sus promotores terminaron poco tiempo después en el Partido Socialista, quienes promueven la nueva intentona estiman que ahora es posible lo que antes no lo fue o, probablemente, su objetivo sea sustituir, o mejor dicho, hacerse con el control de Podemos.
Si, como decía Gramsci, los partidos, como todo organismo viviente, nacen, crecen y mueren, no parece que a Podemos le haya llegado la hora, pese a sus innumerables y graves errores políticos. Pero es bien cierto que tampoco un partido puede nacer en la probeta de un laboratorio académico, por mucho forceps mediático que disponga. Por lo tanto, será la izquierda sociológica la que dé respuesta a esta ecuación electoral endiablada a la que tiene que hacer frente el 26 de mayo. Puede hacerlo, pese a los mucho problemas, dado que cuenta con el juego compensatorio de tres urnas para conseguirla. Y es que la derrota electoral de la derecha, si no fuera acompañada también de su derrota política, sería una victoria pírrica.
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