Trama, mafia o Heidi en las montañas suizas.
Rosa María Artal
El circo de tres pistas en el que han convertido
nuestro país se supera cada día. El más difícil todavía se ha convertido
en marca de la empresa. Hoy sale a escena Alberto Ruiz-Gallardón,
exalcalde, exministro, extodo cargo del PP, vigente defensor de
falangistas familiares a ritmo del Cara al sol . "Alberto"
y la operación para "comprar una sociedad que no valía ni treinta
millones por 100". Colombia, Panáma, Banco Mundial. El Canal de Isabel
II, siempre el canal. Está grabado en la voz de su colega Ignacio González.
Y Moix, siempre Moix. Ahora fiscal Anticorrupción, en su día de la
Comunidad de Madrid. Época en la que el acusado en otra trama –Aneri,
por estafa de 17 millones de fondos para parados–, declaró al juez que
logró " un maravilloso acuerdo" con la Fiscalía de Madrid para salir de prisión a
cambio de no acusar al Gobierno regional y "echar mierda" a cargos de
la patronal y la Cámara de Comercio. Moix lo niega, niega todo lo que le
implica, aunque haya pruebas atestiguando que miente. Como cuando dijo que no intentó echar a las fiscales del Caso Lezo.
Volviendo a la pista 1, tenemos al exdirector del Canal de Isabel II intentando destruir documentos. Y
a Edmundo Rodríguez Sobrino, expresidente de Inassa, testaferro de
Ignacio González y consejero de la empresa editora de La Razón. Sí, el
mismo a quien consolaban Marhuenda y Casals, altos ejecutivos de la
publicación. Sí, va a hacer falta una guía. Un hombre muy ocurrente
Casals. De él fue la idea de inventarse una encuesta que emocionaba al
director de La Razón: "Me gustaría ser tan listo. Joder, se le ocurrió
ayer". El objetivo estaba conseguido: "Le hemos hecho una putada a 'Cifu' poniéndola por delante de Soraya. La matarán las otras"
contaba Marhuenda. En sus horas libres entre tertulia y tertulia. A las
que sigue acudiendo contra toda lógica y en síntoma muy preocupante.
Cifuentes, presidenta hoy de la Comunidad de Madrid. Vicepresidenta en
los días que firmó un contrato investigado en La Púnica. Ahí aparece
Arturo Fernández, expresidente de la patronal madrileña, condenado por
corrupción. Y con él, la contrata para el servicio de comedor de la Asamblea de Madrid, y la presunta financiación ilegal del PP. Agiten y listo.
Y casi se queda sin relevancia en el espectáculo la delegada del
Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, por un asunto en relación a
Mercamadrid donde se paga por la cesión de unos terrenos en lugar de cobrar. Se paga aún, y hasta 2032. Ya ha sido imputada.
No es un circo, en realidad. Tampoco una serie del Chicago años 20. Es
la vida cotidiana en España. La actuación se enriquece con Cajas B, y
casi el abecedario entero para designar las tramas de corrupción. Con
gestiones que ocasionan daños a personas inocentes, solo culpables de
convivir con estos políticos y con muchos otros cómplices.
Y ante todo esto, las cabezas más señaladas son llamadas a explicarse
en el Congreso y resulta que no ha pasado nada. Nada ven irregular ni
Moix, ni su y nuestro fiscal en jefe, José Manuel Maza, ni Catalá, el
ministro de Justicia. Ni el de Interior y sus subalternos de alto rango
con reuniones inapropiadas. Con chivatazos de ida y vuelta.
Ni Rajoy, por supuesto. El jefe del PP nunca sabe nada,
salvo que todo lo que hace es lo correcto. "Moix funciona muy bien",
asegura el presidente del Gobierno en el Congreso. Mientras idea cómo
declarar en el juzgado por Cajas B y sobres, vía plasma. Mientras, el
portavoz Hernando reprime con esfuerzo la carcajada. El ministro de
Exteriores bosteza, y su predecesor, García Margallo, expone su idea para que no se celebre una consulta en Catalunya: quemar las urnas.
Los colegas de Marhuenda se reparten entre tanto por los medios,
tratando todos ellos de disuadir las acusaciones judiciales, las
evidencias. Siempre encuentran explicación o modo de sembrar la duda.
TVE titula, desde que despunta el alba y en semejante día, que "Rajoy
acusa a Iglesias de querer controlar a jueces y fiscales" y ya no nos
queda espacio para más estupefacción.
Esta
caricatura de país tenemos. Goya la hubiera plasmado como nadie, en su
negrura tenebrosa, en sus muecas y risotadas. Lo curioso es la
arrogancia con la que despachan las acusaciones y las preguntas
molestas. Se comportan con la seguridad, la certeza, de la impunidad. A
otros les ocurrió antes, también lo hacía el propio Ignacio González por
no ir más allá de país y de época.
Ocurre que para
mantener este tinglado hacen falta varias manos y de las que tocan
teclas clave. No hay explicación, excusa, ni causa admisible en decencia
y hasta en democracia para haber dado a este PP la mayoría que no tenía
y necesitaba. Protestas para la galería y la autocomplacencia aparte. Y
es atronador el servicio mediático a la causa. Factores que lo cambian
todo.
Se dan intensos síntomas de atrincherar el
bipartidismo que ya solo responde a la mitad del electorado, por encima
de cualquier consideración. PP y PSOE pactaron desde la renovación del Tribunal Constitucional, a la presidencia de las Comisiones de investigación del Congreso
esta misma semana. Las de investigación precisamente. Crisis bancaria y
financiación ilegal del PP. Pensar en abandonar el apoyo, vía
abstención, al gobierno del PP es ciencia ficción.
Los ciudadanos disponen de más capacidad de la que creen. ¿De verdad se
tragan votantes y espectadores que lo que pasa en España es normal? ¿Y
que los actores y soportes de esta tragedia hacen lo posible para
enmendarla? ¿De verdad hay millones de españoles cayéndose del guindo o
saltando por las montañas suizas con Heidi y su abuelito sin ver las
cuentas bancarias de tantos corruptos? ¿De verdad convivimos con decenas
de miles de personas de la misma especie que todos estos?
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