Elisa Beni
Pues sí, creo que ha llegado la hora de que los
votantes de izquierdas, los simpatizantes de izquierdas, los de la
llamada sensibilidad de izquierdas, demos de una vez un puñetazo en la
mesa. Hartos. Nos tienen literalmente hartos. No nos importan una higa
sus personalismos, sus estrategias ni sus esperanzas respecto a un
futuro en el que sus partidos puedan dominar todo el amplio espectro del
progresismo. A ver si se enteran de una vez todos: los pablistas, los
errejonistas, los garzonistas, los pedristas, los susanistas, los
patxistas, los gestoristas y la mamá que los trajo a todos. Queremos
soluciones. Queremos cambiar las cosas. Queremos acabar con situaciones
que deterioran la democracia y la ponen en riesgo. Ese diagnóstico lo
comparten todos, como no puede ser de otra manera. Déjense pues de
jueguecitos, de cartitas, de insultitos, de echarse la culpita. ¡Paren,
ya! ¡Hagan algo!
El nivel de deterioro del Estado de
Derecho es peligrosísimo. La lasitud moral de los dirigentes,
inadmisible. La necesidad de regeneración, absoluta. Estamos al borde de
un precipicio y se empeñan en discutir sobre si saltamos, nos
balanceamos en el borde o continuamos quietos hasta ver si viene una
racha mala y nos manda a tomar vientos del todo. Sepan que a muchos nos
asquean con sus diatribas. Ya no les tomamos en serio. Hay toda una base
social de ciudadanos que no son hooligans de sus figuras y que no está dispuesta a tragar ruedas de molino mediáticas o parlamentarias.
Necesitamos una oposición de una puñetera vez.
Móntenselo como les dé la gana, pero no les hemos votado para sentirnos a
la intemperie cada vez que arrecia la tempestad que amenaza con socavar
el mundo en que vivimos. Y a los que piensan por lo bajo que cuanto
peor mejor, me gustaría hacerles reflexionar sobre el hecho de que no
vivimos en una península aislada. Miren alrededor para algo más que
hacerse fotos.
A mí, como a otros miles de honestos
votantes de izquierdas, no nos va a dar de comer que alcancen la
poltrona antes uno u otro. Tenemos nuestros gustos, claro, y nuestras
preferencias, pero sobre todo tenemos sentido común, ese que parecen
haber perdido. Así que no pretendan que nos impliquemos en sus
diatribas. Pregunten en las televisiones, les dirán que la audiencia
baja cuando lo que se dirime en las tertulias políticas son escarceos
internos de los partidos o refriegas de unos con otros.
Ya sé que no es un defecto que les atañe en exclusiva. Cada vez que leo los mensajes de los de Mélenchon #SansMoiLe7duMai no puedo por menos que soltar un ¡ gros salauds!
¿De verdad puede haber algo que justifique el arriesgarse a que la
ultraderecha vuelva a gobernar uno de los grandes países europeos? ¿Te
enteras Echenique?
No hay estrategia ni discurso ni
relato ni narrativa ni pureza ideológica que justifique no identificar
el peligro y conjurarlo. No, no la hay. Y no me vale con que la historia
os eche en cara la vergüenza a toro pasado, porque quiero que paremos
los pies a quienes nos quieren destruir. Ya vale de manipulaciones. A
fin de cuentas, Macron tendrá una forma más bien capitalista y liberal
de ver la economía –nada que ver con lo que hemos llegado a sufrir aquí–
pero empezó a militar en el partido socialista a los 24 años, que digo
yo que tampoco es para verlo como el diablo con patas. Me alivió un poco
que Iglesias pusiera algo de cordura al afirmar taxativamente que al
fascismo hay que pararlo pero no sé si es una postura compartida por
todos.
A muchos no les parece oportuna una moción de
censura pero es la única fórmula que nos deja un sistema constitucional
tan tutelador. Ya les han dicho mil veces que Felipe la llevó a efecto a
sabiendas de que se perdería porque era la forma de llevar al
Parlamento un debate imprescindible. ¿No es imprescindible que acabemos
de una vez con una situación que sólo los irresponsables y los estómagos
agradecidos pueden ver como normal y sostenible? Si no les vale esa
fórmula, ¡propongan otra!
Estar sin oposición es
inaceptable en una democracia y de facto lo estamos. Esa barrera
sanitaria que algunos crean en torno a Podemos tampoco nos va a ayudar.
No van a volver a las mayorías de antes, créanme, ni es factible que se sorpassen a corto plazo. Lo que hace falta es que sean capaces de trabajar juntos. Háganse un tie dye
–un degradado de color–, en moda funciona de fábula y en política es la
única manera de integrar un espectro de rojos que desde el rosa al
granate no va a encajar fácilmente de otra forma.
Lo
contrario es inaceptable y tendrá consecuencias para el país y para los
ciudadanos. Las que tenga para ustedes, ya les digo, que nos importan un
bledo.
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Totalmente contigo, Elisa Beni, bonica. Gracias por ser la voz de tanta penya que esta' hasta la coronilla de esa mezcla de incompentencia y banalidad del mal.
Un abrazo y a por todas.
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